2016
El sacerdocio: un ancla segura
Abril de 2016


Clásicos del Evangelio

El sacerdocio: un ancla segura

El élder L. Tom Perry preparó este artículo el 28 de mayo de 2015, dos días antes de su fallecimiento; iba a presentar dicho artículo a los jóvenes poseedores del sacerdocio.

Aaronic Priesthood members passing the sacrament

La mayor fortaleza de mi vida ha sido el sacerdocio de Dios. Creo que también será un ancla segura para ustedes, jovencitos; sin embargo, para que tenga poder en su vida, deben comprenderlo y utilizarlo.

Primeras experiencias con el sacerdocio

Yo crecí en circunstancias cómodas, en Logan, Utah, EE. UU.; no tuve preocupaciones en mi niñez con respecto a alimentos, vivienda ni educación. Pero, tal vez debido a que la vida era fácil, necesité algo a lo cual aferrarme que me mantuviera firme.

Para mí, esa ancla fue el sacerdocio de Dios. Mientras crecía, me encontraba en una situación fuera de lo común. Mi papá fue llamado a ser obispo cuando yo tenía un año, y fue mi obispo durante 19 años. Su guía paternal y espiritual fue de gran ayuda para mí.

Creo que es mayormente por eso que esperaba con gran anhelo recibir el Sacerdocio Aarónico cuando cumpliera los doce años. Recuerdo el día especial en que sentí las manos de mi padre sobre mi cabeza, mientras me ordenaba. Después de eso, avancé en los oficios del Sacerdocio Aarónico y recibí llamamientos que disfruté mucho.

Repartir la Santa Cena era muy especial para mí. Se podía ver a las personas comprometerse a obedecer al Señor y guardar Sus mandamientos al participar de los emblemas de Su cuerpo y de Su sangre.

Crecer en la comprensión del sacerdocio

Conforme pasó el tiempo, me gradué de la escuela secundaria y, después de cursar un año en la universidad, fui llamado a servir en una misión. Disfruté cada minuto de ella y quise mucho a mis compañeros. Hubo un compañero en particular que fue una fuente de fortaleza para mí. Aprendí mucho de él a medida que cumplíamos con nuestras responsabilidades.

Debido a que Estados Unidos estaba en guerra, cuando regresé de la misión me uní a la Infantería de Marina de los Estados Unidos. Cuando terminó la guerra, volví a la universidad, me casé y formé una familia. Una serie de traslados en mi carrera profesional me llevaron a muchos lugares a lo largo de todo Estados Unidos, en los que aprendí mucho al prestar servicio en numerosos llamamientos del sacerdocio. Finalmente, me mudé a Boston, Massachusetts, donde serví como presidente de estaca. Fue de allí que me llamaron a ser Ayudante de los Doce y luego, después de diecisiete meses, al Cuórum de los Doce Apóstoles.

Lecciones que aprendí como apóstol

¿Qué he aprendido como miembro del Cuórum de los Doce?

He aprendido que hay una guía, un ancla y una protección en el sacerdocio.

El sacerdocio ha existido siempre. Antes de que Adán viniera a la tierra, él tenía el sacerdocio. Al dispersarse la posteridad de Adán con el sacerdocio, se hizo necesario organizar la manera en la que este se administraba. El Señor hizo eso al llamar a Abraham para que presidiera su familia de poseedores del sacerdocio. Dicha organización continuó bajo Isaac y Jacob, cuyo nombre fue cambiado más tarde a Israel.

Siglos más tarde, los hijos de Israel se encontraban en cautiverio. El Señor envió a Moisés para liberarlos pero, cuando Moisés lo hizo, demostraron que como pueblo no estaban listos para recibir el Sacerdocio de Melquisedec. Por tanto, permanecieron con el Sacerdocio Aarónico hasta la época del Salvador.

Me parece muy interesante lo primero que hizo el Salvador cuando comenzó Su ministerio: organizó el Sacerdocio de Melquisedec. Llamó a doce apóstoles y les enseñó las leyes y el orden del sacerdocio. Llamó a Pedro a ser el apóstol principal, estableciendo así una línea de autoridad en Su Iglesia. En aquella época y en esta, es Jesucristo quien selecciona a Su apóstol principal para presidir la Iglesia, y es el Salvador el que lo dirige en sus deberes del sacerdocio.

De modo que el sacerdocio tiene una línea directa desde nuestro Señor y Salvador a través del apóstol principal a los demás apóstoles y de ahí a los demás poseedores del sacerdocio de la Iglesia. A los apóstoles se les dan llaves de autoridad, y en tanto que esas llaves se encuentren sobre la tierra, seremos guiados por el Señor mismo. Esa dirección divina nos protege y nos asegura que la Iglesia no se desviará de la verdad. Se mantendrá constante porque no está dirigida por ningún ser terrenal; está dirigida por el Señor.

Aprendan las doctrinas del sacerdocio

El mejor consejo que tengo para ustedes, jovencitos, es que estudien las doctrinas del sacerdocio, que entiendan el poder que tienen al ejercer su sacerdocio y que aprendan cómo este puede bendecir la vida de ustedes y la de los demás.

Les prometo que si aprenden las doctrinas del sacerdocio y cumplen con los deberes del mismo, este será un ancla segura que los mantendrá espiritualmente seguros y les brindará gran regocijo. Sean un fiel cuórum del sacerdocio. Extiendan una mano a sus amigos y tráiganlos a su cuórum. Establezcan en su cuórum una hermandad que sea un fundamento permanente para la vida de ustedes.