Solo para versión digital: Jóvenes adultos
Hallar gozo por medio de Cristo a pesar de regresar anticipadmente de mi misión
Por haber regresado antes de tiempo de mi misión, pensé que jamás volvería a hallar gozo; pero sí lo hallé; y tú también puedes hallarlo.
La autora vive en Utah, EE. UU.
Ir a la misión es difícil. Sin embargo, volver de la misión es igual de difícil, especialmente cuando regresas antes de lo previsto. Te preocupa lo que los demás dirán o cómo actuarán en tu presencia. ¿Me juzgarán? ¿Se sentirán desilusionados o incómodos? Te preocupa sentir que no fuiste lo suficientemente bueno(a) o fuerte. Te preguntas si algo está mal contigo o, incluso, si ir a la misión fue una mala decisión. A mí me preocupaban todas esas cosas.
Cuando tomé la decisión de servir en una misión, estaba encantada; sabía que era lo que el Señor deseaba que yo hiciera. Los siguientes meses fueron unos de los más felices de mi vida, y tras tener una experiencia grandiosa en el centro de capacitación misional, pensé que el resto de mi misión en Argentina sería igual. Pero no fue así.
En mi misión luché con la ansiedad, el miedo y la desesperanza, cosas que nunca había experimentado antes, al menos no al grado en que las experimenté entonces. Mi presidente de misión lo intentó todo para ayudarme. Finalmente, tomé la decisión de volver a casa. Esa decisión fue fácil de tomar en ese momento, pero una vez en casa, todas esas preguntas que ya mencioné comenzaron a atormentarme.
No obstante, aprendí que el Salvador brinda sanación y una nueva perspectiva si sinceramente buscas ambas cosas. Creo firmemente que hay una lección que debemos aprender de todas las experiencias de la vida, ya sean buenas o malas. Y en el tiempo del Señor, Él me enseñó algunas lecciones valiosas que ahora atesoro.
Servir en una misión era lo correcto para mí; pero, por alguna razón, no debía quedarme 18 meses. Dios tiene otro plan para mí. Todavía no sé plenamente hacia dónde va mi vida, pero no me siento mal por ello. Lo que sí sé es que estoy haciendo lo que Él desea que haga ahora. Durante los cuatro meses que estuve en Argentina, mi testimonio y mi conversión se profundizaron; conocí a personas increíbles, y confío en que habré influido en la vida de quienes Él deseaba que yo influyera. Ya no lamento mi experiencia ni deseo que hubiese sido diferente; fue exactamente lo que yo necesitaba y ha llegado a ser sagrada para mí.
Hace poco leí un discurso del élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, que puso mi experiencia en perspectiva. Él dijo:
“No se puede estar lleno de fe y libre de pruebas…
“Entonces, ¿por qué ustedes y yo habríamos de esperar ingenuamente pasar con comodidad por la vida, como diciendo: ‘Señor, dame experiencia, pero no me des pesar, ni aflicción, ni dolor, ni oposición, ni traición y, por cierto, no me abandones. ¡Aparta de mí, Señor, todas las experiencias que han hecho de Ti lo que Tú eres! Y después, ¡permíteme morar contigo y participar plenamente de Tu gozo!’” (véase “Para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”, Liahona, julio de 1991, pág. 96).
El Salvador no llegó a ser quien es a pesar de las pruebas que afrontó; Él llegó a ser quien es por causa de esas pruebas. Estas ayudaron a moldear Su carácter perfecto y le dieron la capacidad de sentir el gozo que Él siente ahora. Me siento privilegiada por haber tenido una experiencia que moldeó mi carácter. No fue lo que yo había pedido; ciertamente no fue lo que quería; pero Dios conoce mi potencial y desea que yo comparta Su gozo. Ese gozo es algo que no puedo comprender sin experimentar pesar, aflicción, dolor y oposición. Volver a casa antes de lo previsto fue una de las cosas más difíciles que jamás he experimentado, pero con una nueva perspectiva y la ayuda del Salvador, ahora me parece un pequeño precio que debí pagar por lo que recibí a cambio.
Así que, ten fe, confía en tu Salvador, ¡y ten esperanza! La vida jamás será exactamente como la planeaste; no estará libre de dolor ni de pruebas; pero, detrás de cada valle de sombra, te estará aguardando el gozo. El gozo es lo que Él siempre ha deseado que tengas.