Carta de un hermano amoroso
La autora vive en Utah, EE. UU.
Mi hermano mayor no estuvo cuando cumplí dieciséis años, porque estaba sirviendo en una misión. Pero el consejo que me envió es un regalo que atesoraré por siempre.
¡Dieciséis años! ¡Vaya época de la vida! “Nadie debería tener que pasar por esto solo”, pensé.
Mis sabios padres eran bondadosos y siempre me daban buenos consejos. Mi hermana mayor recién se había casado y se había mudado a otro estado. Mi hermano menor estaba ocupado con sus inquietudes de niño de once años. Yo tenía excelentes amigos y sabía que mis líderes eclesiásticos se preocupaban sinceramente por mí.
Pero mi hermano mayor, Gary, era mi confidente. Cuando yo era una adolescente, lo admiraba en todo sentido. Me decía a mí misma: “Siempre que hablo con él, las cosas adquieren más sentido. Quisiera que estuviera aquí ahora”.
Pero no lo estaba. Se hallaba muy lejos, en Japón, sirviendo en una misión de tiempo completo.
A pesar de extrañar a Gary, pasé un cumpleaños entretenido. Mi mamá me preparó nuestro acostumbrado desayuno de cumpleaños y recibí algunos regalos antes de irme a la escuela. Esa noche, mi familia y yo fuimos a cenar pizza, y luego comimos pastel de cumpleaños. Incluso imaginé salir en citas, conducir y otras cosas emocionantes que podría hacer a mis dieciséis años.
Sin embargo, el mejor regalo que recibí ese día fue una carta que me llegó por correo. ¡Gary no había olvidado ese día tan especial para mí! Aquello sucedió antes de que existiera el correo electrónico, por lo que una carta entre Japón y Cache Valley, Utah, EE. UU., demoraba mucho tiempo. ¡Estaba sorprendida de que su carta hubiera llegado justo en el día de mi cumpleaños! La carta estaba escrita a mano, lo que me hizo sentir que mi hermano estaba presente cuando leí:
“Querida Merilee:
“Bueno, ya se acerca el gran día de tu cumpleaños, ¿cierto? Me imagino que cuando recibas esta carta ya habrá pasado. No puedo creer que ya hayas cumplido dieciséis años. Parece que hubiera sido ayer cuando [usabas tu sombrerito rojo de vaquera].
“Mantente dulce y pura, y siempre haz saber a los demás que la Iglesia significa mucho para ti. Si haces eso, nunca te encontrarás bajo el peso de la presión de tus amigos cuando debas tomar alguna decisión. Por ejemplo, en la secundaria todos sabían que yo no quería beber ni fumar en absoluto, por lo tanto nunca me invitaron a ninguna fiesta en la que se hicieran esas cosas. Mis amigos sabían que yo no hacía eso…
“Si das a conocer a los demás cuáles son tus normas, entonces atraerás a la gente que tenga esas mismas normas. Eso no significa que tengas que decirlo a todo el mundo, pero los hechos hablan en voz alta. Tu espíritu es realmente tierno y eres digna de tu nombre; y tienes un gran sentido del humor. ¡Felices dieciséis años!”. La última oración estaba subrayada con rojo. ¡Ningún regalo de cumpleaños habría superado ese! Leí la carta una y otra vez hasta que él volvió de Japón, y pudimos finalmente conversar cara a cara.
Han pasado muchos años desde que recibí esa carta, pero todavía la conservo. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero no el amor que siento por mi hermano. Hoy lo sostengo, no solo como a mi hermano y amigo, sino como al élder Gary E. Stevenson, del Cuórum de los Doce Apóstoles. La guía que él ofrece a todo el mundo como testigo especial de Cristo me da fortaleza adicional en la vida, al igual que la carta que me envió en mi decimosexto cumpleaños.