“¿Vendrás a mi bautismo?”
Los autores viven en Kent, Inglaterra, y Utah, EE. UU.
Oliver quería gritarlo desde los tejados para que toda Inglaterra lo oyera.
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes” (1 Timoteo 4:12).
Oliver no podía esperar a que pasara la semana, ya que a la semana siguiente sería el gran día que había estado esperando desde los cuatro años. Iba a bautizarse.
Estaba tan emocionado por su bautismo que quería gritarlo desde los tejados para que toda Inglaterra lo oyera. No veía la hora de decírselo a su amigo Dylan en la escuela.
“No puedo creerlo. El día de mi bautismo casi ha llegado por fin”, dijo Oliver. “¡Va a ser genial!”.
“Yo creía que solo los bebés se bautizaban”. Dylan parecía confundido.
“Los niños tienen que tener por lo menos ocho años de edad para bautizarse en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, respondió Oliver. “Mi Iglesia es así”.
“Qué bien”, dijo Dylan.
De pronto, Oliver tuvo una idea: “¿Te gustaría venir a mi bautismo?”.
“¡Claro!”, respondió Dylan. “Pero primero tengo que preguntarles a mis padres”.
“Está bien”.
Oliver estaba feliz de que Dylan pudiera ir a su bautismo. Eso le dio otra idea. “No quiero compartir mi bautismo solamente con un amigo. ¡Quiero invitar a todas las personas que pueda!”. Oliver corrió a casa y le dijo a su mamá que tenía un plan.
Lo puso en marcha el domingo de ayuno anterior a su bautismo. Compartió su testimonio en el púlpito, y luego dijo: “El próximo sábado me bautizo, ¡y quiero que todos vengan! ¿Me harían el favor de invitar a mi bautismo a todos sus conocidos que no sean miembros o que no vengan a la Iglesia?”. Se sintió como un misionero, ¡y le encantaba esa sensación!
Durante la semana siguiente, Oliver invitó a amigos, familiares y maestros a su bautismo.
“¡Significaría mucho para mí que pudieran venir!”, les dijo.
A medida que el sábado se acercaba, Oliver comenzó a preguntarse cuántas personas asistirían. ¿Y si todos estaban demasiado ocupados o no deseaban ir?
Hizo una breve oración para que al menos fueran algunas de las personas a las que él había invitado. Luego dejó de preocuparse acerca de quién asistiría. Sabía que simplemente al invitarles ya había hecho lo correcto. Además, lo más importante de ese día era bautizarse.
Cuando llegó a la Iglesia el día de su bautismo, Oliver apenas podía creer lo que veían sus ojos. Muchos de sus amigos estaban allí para apoyarle. Incluso vio a un grupo de personas a las que no conocía. Saludó de lejos a Dylan con la mano cuando entró con sus padres.
Cuando llegó el momento de bautizarse, Oliver entró en el agua tibia. Su papá le tomó de la mano tal como lo habían practicado. Luego pronunció la breve oración bautismal y sumergió a Oliver en el agua. Antes de que se diera cuenta, Oliver estaba otra vez de pie, empapado y sonriente. Sabía que estaba siguiendo el ejemplo de Jesús.
Tras ponerse ropa seca, su papá y algunos hombres más lo confirmaron miembro de la Iglesia y le dieron una bendición especial, en la que le invitaron a recibir el Espíritu Santo. Después, Oliver preguntó si podía compartir su testimonio.
“Muchas gracias por venir a apoyarme en mi día especial. Significa mucho para mí”, dijo Oliver. “Estoy agradecido por mi bautismo, y sé que esta es la Iglesia de Cristo sobre la tierra”.
Luego la gente se acercó para felicitarle.
“¡Gracias por invitarme!”, dijo Dylan. “Me sentí muy bien por dentro”.
“¡Todo el mundo ha sido muy amable!”, añadió la mamá de Dylan. “Nos hemos sentido muy bien recibidos”.
Esa noche, el papá se sentó al borde de la cama de Oliver. “¡Qué gran día!”, dijo.
Oliver asintió. “Me alegro de haber podido compartirlo con mis amigos”.