Mensaje de los líderes del Área
Una perspectiva eterna
Hace muchos años, mientras servía como presidente de estaca, una querida hermana vino a mi oficina llorando. Había servido una misión, se había casado en el templo y servía fielmente en sus llamamientos. Debido a los terribles incendios que acababan de asolar nuestra región, muchos hogares habían quedado destruidos, incluyendo el suyo. Para empeorar las cosas, su casa era un centro de atención de mayores autorizado, y constituía su principal fuente de ingresos. Todo el mundo fue evacuado de forma segura, pero tanto las pertenencias personales como el sustento de su familia se esfumaron. Ella exclamó: “¿Por qué nos ha pasado esto? ¡Hemos guardado nuestros convenios!”.
Ofrecí una oración silenciosa y luego puse una hoja en blanco sobre el escritorio frente a ella. A continuación, dibujé un punto del tamaño de una cabeza de alfiler en el centro del papel, y dije: “Este punto representa la mortalidad. Supongamos que el papel representa la eternidad y se extiende para siempre en todas las direcciones. Siento mucho que le haya pasado esto, pero, por favor, no se deje cegar por el punto”. En honor a esta querida hermana, su semblante cambió inmediatamente y dijo, con un suspiro de alivio: “Oh, ya entiendo. Estaré bien. ¡Muchas gracias!”.
Los incendios forestales que devastaron nuestra región empeoraron a causa de los vientos de casi 130 km/hora. Las llamas atravesaron indiscriminadamente los barrios, saltándose una casa solo para quemar otras al azar. El élder Dale G. Renlund citó una frase de Fritz Perls: “Esperar que el mundo te trate de forma justa porque eres una buena persona es lo mismo que esperar que un toro no te ataque porque eres vegetariano”. Las Escrituras nos recuerdan que las condiciones injustas son parte de la vida terrenal, que “[Dios] hace llover sobre justos e injustos”1.
La verdad es que las vicisitudes de la vida terrenal son a veces crueles, pero gracias al Salvador, las promesas de la eternidad eclipsan incluso la más oscura de las pruebas terrenales. Una perspectiva eterna lo cambia todo, una vez que entendemos “que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”2.
El élder Neal A. Maxwell ofreció esta reflexión: “¿Por qué ustedes y yo habríamos de esperar ingenuamente pasar con comodidad por la vida, como si dijéramos: ‘Señor, dame experiencia, pero no me des pesar, ni aflicción, ni dolor, ni oposición, ni traición; y, por cierto, no me abandones’? ¡Evítame, Señor, todas las pruebas que han hecho de Ti lo que Tú eres! Y después, ¡permíteme morar contigo y participar plenamente de Tu gozo!’”.
Necesitamos tener nuestra mente firmemente centrada en nuestra verdadera identidad y en el plan de Dios para nosotros, para que las dificultades inherentes del “punto” mortal no nos cieguen ni nos hagan descarrilar. Como dijo el élder John H. Groberg: “Existe una conexión entre el cielo y la tierra. Encontrar esa conexión da sentido a todo, incluida la muerte. Perder esa conexión hace que todo pierda sentido, incluida la vida”.
Tener una perspectiva eterna nos ayuda a reconocer lo que realmente importa. Seríamos sabios si consideráramos que sólo podemos llevarnos tres cosas cuando morimos: nuestras relaciones, nuestro conocimiento y nuestro carácter. Sería ser muy corto de miras centrarse en lo irrelevante a expensas de lo relevante, pero eso es precisamente lo que hace la mayoría de las personas. Job declaró: “Pasan sus días en prosperidad, y en un instante descienden al Seol”3.
El apóstol Pablo ratificó las promesas de la eternidad: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”4. Sería insensato cambiar esas increíbles bendiciones por el conocido “guiso de lentejas”5. ¡Las cosas que más importan nunca deberían estar a merced de las cosas que menos importan! A medida que los desafíos de la vida se nos presentan, mi oración es que podamos ver más allá del punto de la vida terrenal, adoptando una visión a largo plazo: reconocer nuestra identidad eterna, el propósito de nuestro viaje mortal y la esperanza del glorioso destino eterno que espera a los fieles.