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Entrevista a Lourdes de Cella, asesora de organizaciones de Área
E: ¿Cómo se sintió al ser llamada como asesora de organizaciones de Área?
H. C.: Cuando me entrevistaron y me extendieron este llamamiento, reconozco que me quedé abrumada, sorprendida. En principio sin comprender la razón del porqué, ya que hay tantas hermanas que considero más capaces que yo. Pero cuando mi mente y corazón se pusieron en calma, me sentí honrada. Empecé a comprender que mi Padre Celestial confiaba en mí, en mi voz, aun a pesar de mis imperfecciones. Así que ahora tengo sosiego.
E: ¿Cuáles son las expectativas que tiene en este nuevo llamamiento?
H. C.: Mis expectativas son muy elevadas. Con el crecimiento de la Iglesia y su impacto global, más que nunca es necesario que las hermanas sepamos como liderar con el poder de Dios. Que sepamos cómo ser escuchadas en los consejos o reuniones de la Iglesia, que aprendamos a trabajar en unidad con el sacerdocio; y también reconozcamos nuestras capacidades de liderazgo y a la vez que podamos sentirnos apreciadas, valoradas y necesarias en la obra del Señor.
E: El presidente Nelson, en la sesión general de mujeres del año 2019, dijo: “si el mundo pierde la rectitud moral de sus mujeres, el mundo nunca se recuperará”1. Cómo mujeres Santos de los Últimos Días, ¿de qué maneras podemos fortalecer y proteger a las familias?
H. C.: Considero que la única forma de proteger y fortalecer a nuestras familias es centrarse en el hogar. Allí es donde se enseñan los principios básicos del Evangelio, nuestros hijos reciben guía y acompañamiento.
Recuerdo a mi madre sola con tres hijas, docente de profesión, haciendo malabares para estar presente en nuestra crianza. Ella nunca nos abandonó en nuestro camino. Los valores esenciales no eran negociables en mi hogar: respetábamos a los mayores, no decíamos groserías, ayudábamos en los quehaceres de la casa, y sobre todo nos enseñó a ser íntegras, honestas y fieles a Dios.
El hogar es la primera escuela; allí nuestros hijos son instruidos desde pequeños a tener confianza hacia el Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo, a desarrollar valores para enfrentar la vida, a identificar su naturaleza divina, su propósito, y su pertenencia en la senda de los convenios.
Como mujeres necesitamos mostrar el modelo de principios correctos. Hay una gran responsabilidad sobre nuestros hombros, considerando un mundo cada vez más caótico y amoral. Sin nuestra ayuda ellos solos no podrán superar la adversidad.
E: ¿Qué consejos le daría a una hermana de la Sociedad de Socorro que se siente apartada por no haberse casado, por atravesar un divorcio o alguna otra situación en la que pueda sentirse excluida?
H. C.: No podemos dar consejos a quien no conocemos. Necesitamos primeramente conocer a la hermana, saber su situación, sus habilidades y talentos, sus desafíos personales, sus miedos. Esto se logra a través de la ministración fiel y amorosa. Una vez hecho esto, debemos actuar para que la hermana sienta que es bienvenida, que pertenece a una organización de mujeres, que, al igual que ella, se están esforzando por vivir el Evangelio. El lema “La caridad nunca deja de ser” es algo que debemos recordar a las hermanas constantemente. Eso significa que una hija de Dios es amada, valorada y necesaria, sin importar su condición civil, ni sus debilidades, ni el color de su piel o color de cabello.
E: En su opinión ¿cuáles son los obstáculos y desafíos que enfrentan las mujeres de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?
H. C.: Las mujeres Santos de los Últimos Días se encuentran en esta tremenda disyuntiva: saber cómo diferenciar los parámetros que el mundo exige, sin dejar de lado su fe.
Hay una lucha muy fuerte entre las tendencias que el mundo impone, las influencias de las redes sociales, la moda y la fama.
Es imposible obedecer a dos amos, por lo que combinar lo que Dios espera de uno y lo que desea el mundo de ellas resulta un poderoso obstáculo en la vida de muchas mujeres.
Como líderes, debemos trabajar bajo la influencia del Espíritu y la revelación para ayudar a las hermanas a superar esos obstáculos, construir cimientos firmes en su fe y testimonio.
E: Profundizando los roles de las mujeres de la Iglesia, el presidente Russell M. Nelson declaró: “…necesitamos mujeres que sepan cómo recibir revelación personal, que entiendan el poder y la paz de la investidura del templo; mujeres que sepan cómo invocar los poderes del cielo para proteger y fortalecer a los hijos y a la familia; mujeres que enseñen sin temor”2. Bajo este concepto y desde su propia experiencia, ¿podría desarrollar cómo una mujer puede acceder al poder y a las bendiciones del sacerdocio?
H. C.: Sin dudas, hoy más que nunca necesitamos acceder al poder y a las bendiciones del sacerdocio. Veo lo inspirado de este llamamiento. Las mujeres de la Iglesia necesitan comprender, en primer lugar, que poseen la autoridad delegada para obrar en sus llamamientos. Ellas han sido halladas dignas y han sido apartadas por alguien que posee las llaves, por lo tanto, las bendiciones del poder de Dios fluirán en sus vidas. La revelación personal será la clave, hallaran fuerzas para organizar, dirigir, entender la voz del Señor y actuar.
Necesitamos despertar en todas nuestras hermanas este conocimiento. Mientras se mantengan dignas en los convenios, entenderán cómo acceder a las bendiciones prometidas y convertirse en el tipo de mujer que cita el presidente Nelson.
Tenemos un modelo celestial que comienza con Adán y Eva enseñando a sus hijos, trabajando por el bienestar de sus almas. El hogar es el cimiento seguro para que el Evangelio sea aprendido, no hay otro lugar. Sin embargo, hay realidades diferentes. No todos los padres se sienten capaces, o las preocupaciones de este estado temporal los abruman. Es probable que consideren que enviando a sus hijos a la Iglesia es suficiente, y que con esto tienen compensado su deber.
Qué gran ayuda nos dio nuestro Padre Celestial al establecer Su Iglesia sobre la tierra. Aunque toda enseñanza debe partir en el hogar, el pertenecer a un grupo de personas que se están esforzando por aprender a vivir de una manera feliz hace que la carga y el entendimiento de nuestros deberes sea aliviada.
Una buena ministración puede ayudar a los padres a comprender cuán importante es su responsabilidad, que no solo abarca el proveerles temporalmente, sino también espiritualmente.
La ministración de amorosos hermanos y de las organizaciones son la clave para padres abrumados, o que se sienten incapaces para enseñar a sus hijos.