Liahona
Un corazón nuevo
Diciembre de 2024


“Un corazón nuevo”, Liahona, diciembre de 2024.

Voces de los Santos de los Últimos Días

Un corazón nuevo

El último lugar en el que quería estar en Nochebuena era en una cárcel militar.

Dos hombres encadenados leyendo libros

Una Nochebuena, mientras vivíamos en Filipinas, mi padre regresó a casa antes de tiempo de su trabajo como capellán en la Base Aérea Clark.

“Oye, Tam”, me dijo, “necesito que hagas galletas y practiques canciones navideñas con tu guitarra. Además, reúne artículos para los disfraces del pesebre. Vamos a pasar la noche en el calabozo”.

Todavía estaba enojada con mis padres por haber trasladado a nuestra familia al otro lado del mundo. Lo último que quería hacer era pasar la Nochebuena en una cárcel militar. Me quejé, pero fue en vano.

Cuando entramos en la prisión, nos condujeron a una austera habitación con sillas y una mesa. Pronto se abrió una puerta y mi padre invitó cordialmente a un grupo de hombres encadenados y esposados a entrar en la habitación.

Luego, cantamos canciones de Navidad, recreamos Lucas 2 y disfrutamos de golosinas caseras, las mismas cosas que habríamos hecho en casa. Sin embargo, algo era diferente.

Mi corazón adolescente se ablandó esa noche al ser testigo de la humilde gratitud de esos queridos hombres. Uno de ellos, refiriéndose a nuestra representación del pesebre, preguntó: “¿Puedo participar yo también?”. Otros también quisieron unirse. Poco después, “ángeles” adicionales anunciaron el nacimiento especial del Salvador.

Esos prisioneros no estaban donde querían estar y yo estaba en un país donde no quería estar. Sin embargo, sabía que nuestro Salvador nos veía, conocía y amaba. Él también había estado en un lugar del cual humildemente había buscado salir (véase Lucas 22:42). En mi corazón de dieciséis años, sabía que no estaba sola.

Esos hombres no fueron los únicos que se secaron las lágrimas esa Nochebuena. El acontecimiento que cambió vidas esa noche no fue nuestra celebración navideña, sino el poder de Cristo para elevar y sanar.

Han pasado casi cincuenta años desde aquella Nochebuena, pero sigue siendo un recuerdo sagrado. Mi regalo de Navidad más especial, inesperado y glorioso fue un corazón nuevo. Todo cambió para mí después de eso.

Acepté la vida en las Filipinas, hice nuevos amigos, encontré maneras de servir y elegí ser feliz, todo gracias al testimonio que recibí de Jesucristo y Su poderoso amor esa Nochebuena en el calabozo.

Sé que nuestro Salvador puede quitar las cadenas de nuestra mente y de nuestro corazón cuando venimos a Él. Él es nuestra mayor dádiva.