“La libertad de escoger a Cristo”, Liahona, diciembre de 2024.
Jóvenes adultos
La libertad de escoger a Cristo
Siempre sentí que la religión era algo que me impedía tomar mis propias decisiones.
Cuando era bebé, fui bautizada en la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Al crecer, el hecho de que yo no había tomado la decisión de bautizarme me inquietaba. Empecé a pensar que la religión no me permitía tener la libertad de escoger por mí misma.
Así que, con el tiempo, dejé de creer en Dios y en cualquier cosa espiritual.
Un día, estaba hablando con una amiga que estaba en República Checa haciendo un programa de estudios afiliado a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ella me invitó a que también participara en el programa. Al principio no me interesó, pero después de un tiempo, decidí echarle un vistazo.
Me gustó el mensaje general de optimismo de la escuela, así que cedí y presenté mi solicitud.
Sin embargo, no tenía ningún interés en el enfoque del programa en Jesucristo.
O eso creía yo.
Sentimientos encontrados
Esta academia me hizo vivir de manera diferente a lo que estaba acostumbrada. Primero, ¡me enteré de que no se me permitía tomar café en el campus!
Mi libertad se me escapaba entre los dedos.
Además, cada mañana comenzaba con un devocional obligatorio. La mayoría de las veces me dormía porque no me interesaban. Solo estaba allí para aprender y luego vivir mi vida de la manera en que yo quería.
Sin embargo, después de un tiempo, noté que las personas a mi alrededor tomaban en serio las enseñanzas de Jesucristo. En Ucrania, muchas personas solo iban a la Iglesia unas pocas veces al año, pero aquí, todos estaban siempre hablando de Cristo. Eran amables, buenos y positivos en cuanto a la vida.
Empecé a preguntarme cómo sería mi vida si yo también creyera en Él. A veces incluso me sorprendía a mí misma pensando: “¿Cuál sería la perspectiva de Jesús?”.
¿Era esto real?
Me sentía confundida. Le conté a uno de mis amigos de la academia que me sentía como dividida, y él me invitó a que intentara orar acerca de mis sentimientos.
Una mañana de niebla, decidí buscar un lugar tranquilo para meditar al aire libre. No sé qué me pasó, pero en lugar de meditar, le di a Dios el beneficio de la duda. Le dije: “Está bien, hablemos”.
Luego hice la oración más larga de mi vida.
Solo quería saber si Dios y Jesucristo eran reales.
Mientras oraba, el sol atravesó la niebla. Sentí su calidez en la piel y en el corazón. Sentí como si alguien me pusiera la mano en el hombro y me dijera que Ellos estaban allí conmigo.
El mensaje era claro: Ellos eran reales. Estaban al tanto de mí.
También me di cuenta de algo más.
Al observar a aquellos que vivían el Evangelio de Jesucristo, no vi a nadie que fuera obligado a hacer cosas que no quería hacer o que se sintiera restringido por su fe. Vi que escogían vivir como Jesucristo porque así lo deseaban.
En el Libro de Mormón, el profeta Moroni extiende su promesa por medio de una invitación, no de un mandato: “Si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo” (Moroni 10:4).
Me di cuenta de que yo también quería escogerlo a Él.
Un discipulado imperfecto
A partir de entonces, tomé en serio el aprender acerca de Jesucristo: acepté las lecciones misionales, estudié el Libro de Mormón, oré todos los días e ¡incluso me bauticé! (¡Esta vez fue mi decisión!). Todo era muy nuevo para mí, pero sentí que mi corazón cambiaba.
Todavía tengo mucho que aprender y soy muy imperfecta, pero siempre me digo a mí misma: “Trata simplemente de ser como Cristo hoy. Solo sigue intentándolo”.
El élder Joaquín E. Costa, de los Setenta, enseñó hermosamente: “A veces, tener fe en Jesucristo parece algo imposible, casi inalcanzable. Podemos pensar que venir a Cristo requiere una fortaleza, un poder y una perfección que no tenemos y simplemente carecemos de la energía para hacerlo todo. Pero […] la fe en Jesucristo es lo que les da la energía para comenzar el camino”.
Jesucristo puede cambiarnos si le damos la oportunidad y seguimos tratando. Él no limita nuestra libertad. En vez de ello, nos ofrece aún más por medio de Su Expiación: gozo, sanación y esperanza.
Tenemos la libertad de elegirlo a Él todos los días, y estoy agradecida por los milagros que mi decisión de seguirlo trae a mi vida.
La autora es de Kiev, Ucrania.