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Capítulo 23: Doctrina y Convenios 63


Capítulo 23

Doctrina y Convenios 63

Introducción y cronología

Durante el verano de 1831, el profeta José Smith se encontraba supervisando la dedicación de la tierra en Independence, Misuri, en la que los santos debían edificar Sion. Cuando el Profeta regresó a Kirtland, Ohio, el 27 de agosto, los santos estaban ansiosos por saber más sobre esa nueva tierra y sobre cuál sería su papel en el establecimiento de Sion.

Lamentablemente, durante la ausencia del Profeta algunos miembros de la Iglesia en Kirtland se habían apartado de los mandamientos del Señor y habían cometido pecados graves. El 30 de agosto de 1831, el Profeta recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 63, en la que el Señor advirtió a los santos en cuanto a las consecuencias de la iniquidad y la rebelión. El Señor también dijo a los santos cómo prepararse para congregarse en Sion y para Su segunda venida.

14 de julio de 1831José Smith y otras personas llegan a Independence, Misuri.

2–3 de agosto de 1831Se dedica un terreno en el condado de Jackson, Misuri, para el establecimiento de Sion, y se dedica un solar para el templo en Independence, Misuri.

27 de agosto de 1831José Smith y Sidney Rigdon regresan a Kirtland, Ohio.

30 de agosto de 1831Se recibe Doctrina y Convenios 63.

Doctrina y Convenios 63: Antecedentes históricos adicionales

Cuando el profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia regresaron a Ohio de Misuri el 27 de agosto de 1831, anunciaron a los miembros de la Iglesia allí que el Señor había señalado el condado de Jackson, Misuri, como la ubicación de la ciudad de Sion. El Profeta escribió: “En esos días de la infancia de la Iglesia, había un gran anhelo de recibir la… palabra del Señor concerniente a todo asunto que de alguna manera se relacionara con nuestra salvación; y por ser la ‘tierra de Sion’ el objeto temporal más importante del momento ante nosotros, le pedí al Señor más información sobre el recogimiento de los santos, la compra de terrenos y otros asuntos” (en Manuscript History of the Church, tomo A-1, página 146, josephsmithpapers.org). El 30 de agosto, en respuesta a su petición, José Smith recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 63. Los “otros asuntos” sobre los cuales el Profeta pidió información es posible que se relacionaran con su preocupación por varios miembros de la Iglesia en Ohio que habían cometido pecados graves y que se habían apartado mientras él y otros élderes líderes habían estado en Misuri. La revelación ayudó a aclarar que solo los que eran fieles seguidores de Jesucristo habían de ir a ayudar a establecer Sion en Misuri.

Mapa 2: Algunas ubicaciones importantes de los albores de la historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 63:1–21

El Señor advierte en cuanto a las consecuencias de la rebelión y la iniquidad, y promete una herencia a los fieles

Doctrina y Convenios 63:1–6. “… escuchad, vosotros los que os llamáis el pueblo del Señor”

En revelaciones anteriores, el Señor había dicho a los santos que a fin de establecer y habitar Sion, debían ser un pueblo justo (véanse D. y C. 58:19; 59:1, 3). Comenzó la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 63 con un recordatorio solemne de que Sus mandamientos no se deben tomar a la ligera y que los que hacen caso omiso de ellos o que se rebelan contra ellos serán castigados. Ese recordatorio fue necesario porque muchos miembros de la Iglesia afirmaban estar ansiosos de edificar Sion, pero no obedecían las leyes de Dios.

Doctrina y Convenios 63:7–13. “… las señales siguen a los que creen”

Durante el verano y el otoño de 1831, algunos miembros de la Iglesia perdieron la fe en el Evangelio restaurado y hablaron públicamente en contra del profeta José Smith. Dos críticos que eran particularmente vehementes apostataron, y en septiembre y octubre de 1831 comenzaron a publicar material antimormón en periódicos. Uno de los críticos era Ezra Booth, un expredicador metodista que se había unido a la Iglesia a principios de 1831 después de leer el Libro de Mormón, de conocer a José Smith y de ser testigo cuando el Profeta sanó el brazo lisiado de Alice (Elsa) Johnson. Después de su bautismo, Ezra Booth fue ordenado sumo sacerdote y llamado a servir en una misión en Misuri. Él esperaba convertir a muchos mostrando grandes señales y realizando milagros; sin embargo, tras predicar por un breve tiempo y no ver los resultados que esperaba, Booth “se apartó, y… se convirtió en apóstata” (José Smith, en Manuscript History of the Church, tomo A-1, página 154, josephsmithpapers.org).

Curación del hombro de Elsa Johnson, por Sam Lawlor.

Healing of Elsa Johnson’s Shoulder [Curación del hombro de Elsa Johnson], por Sam Lawlor. El hombro de Alice (Elsa) Johnson fue sanado milagrosamente por el profeta José Smith.

El otro crítico era Symonds Ryder (o Simonds Rider), quien conoció la Iglesia por medio de Ezra Booth. Ryder viajó a Kirtland, Ohio, para investigar la Iglesia, y mientras estaba allí escuchó a un miembro de la Iglesia predecir un terremoto en China. Unas semanas más tarde, en abril de 1831, Symonds leyó un reportaje en el periódico de un terremoto destructivo en Pekín, China, y consideró que había sido testigo de una profecía milagrosa. Fue bautizado al poco tiempo, pero solo unos meses después se manifestó abiertamente en contra de la Iglesia.

Las instrucciones que están registradas en Doctrina y Convenios 63 sobre aquellos que buscan señales ayudan a aclarar que aun cuando los Santos de los Últimos Días deben buscar dones espirituales, no deben buscar señales para satisfacer una curiosidad, para convencer a los demás de la verdad ni para apoyar su propia fe. Más bien, las señales y los milagros son el resultado de la fe en Jesucristo en combinación con la voluntad de Dios (véanse también D. y C. 35:8; 58:64).

El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó a los miembros de la Iglesia sobre buscar señales:

“Cuando damos testimonio y cuando dirigimos la palabra en público, es raro que mencionemos nuestras experiencias más milagrosas, y pocas veces nos apoyamos en señales de que el Evangelio es verdadero. Por lo general, solamente afirmamos nuestro testimonio de la veracidad del Evangelio restaurado y damos algunos detalles de cómo lo obtuvimos. ¿Cuál es la razón? Las señales siguen a los que creen. El buscar un milagro para convertir a alguien es buscar señales de manera indebida…

“Existen buenas razones por las que no procuramos la conversión mediante la exhibición de señales. ‘El ver señales o milagros no es un fundamento seguro para la conversión. La historia de las Escrituras atestigua que las personas que se convirtieron gracias a señales y maravillas pronto las olvidaron y nuevamente quedaron vulnerables a las mentiras y distorsiones de Satanás y sus siervos (Helamán 16:23; 3 Nefi 1:22; 2:1; 8:4)…

“‘A diferencia del testimonio del Espíritu, que se renueva periódicamente según lo requiera la persona que es digna, el ver una señal o presenciar un milagro es un acontecimiento único que se irá apagando en la memoria de su testigo y cuyo impacto en él o ella puede debilitarse’ [Dallin H. Oaks, The Lord’s Way, 1991, pág. 87]” (“Miracles”, Ensign, junio de 2001, pág. 10).

interior de la casa de Newel K. Whitney, Kirtland Ohio

Ezra Booth, un ministro metodista, llegó a ser miembro de la Iglesia después de ser testigo de una curación milagrosa en esta sala de la casa de Newel K. Whitney, en Kirtland, Ohio.

El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó de qué manera la fe prepara a la persona para creer:

“En un mundo lleno de escepticismo y duda, la expresión ‘ver para creer’ promueve la actitud de ‘muéstrame y creeré’. Queremos ver primero todas las pruebas y toda la evidencia; parece difícil aceptar las cosas por fe.

“¿Cuándo aprenderemos que en las cosas espirituales funciona al revés: creer es ver? La creencia espiritual precede al conocimiento espiritual. Cuando creemos en aquello que no se ve pero que es verdadero, entonces tenemos fe” (“What Is Faith?”, en Faith, 1983, pág. 43).

Doctrina y Convenios 63:14–19. El pecado del adulterio

Tal como se registra en Doctrina y Convenios 63:14–19, el Señor advirtió que algunos santos eran culpables del pecado de adulterio. La palabra adulterio se refiere a una persona que tiene relaciones sexuales con alguien que no es su cónyuge (véanse D. y C. 42:22–26; 59:6; 66:10). Quienes sean culpables de ello “no tendr[án] el Espíritu, sino que negar[án] la fe” (D. y C. 63:16), lo cual quiere decir que si los adúlteros no se arrepienten, con el tiempo se volverán en contra de la obra de Dios. Debido a que la inmoralidad y el adulterio se encuentran entre los pecados más graves, aquellos que decidan persistir en la iniquidad en vez de arrepentirse sufrirán dolor emocional agudo —“ese lago que arde con fuego y azufre”— y la muerte espiritual, también conocida como la “segunda muerte” (D. y C. 63:17; véanse también Alma 12:16; Helamán 14:16–19; D. y C. 29:27–29; 76:36–38).

Doctrina y Convenios 63:16. “… el que mira a una mujer para codiciarla… no tendrá el Espíritu”

El Señor explicó que los que miran a otra persona con codicia “no tendr[án] el Espíritu, sino que negar[án] la fe” (D. y C. 63:16). En una revelación anterior conocida como “la ley de la Iglesia”, el Señor emitió una advertencia similar a los santos en contra de la codicia y del pecado de adulterio (véase D. y C. 42:22–24). En general, la codicia es un anhelo o deseo intenso; sin embargo, en el contexto de esos pasajes, codicia se refiere al deseo carnal inapropiado de cometer pecado sexual. En el mundo de hoy, el fácil acceso a la pornografía ha llevado a muchas personas a sufrir los efectos destructivos de la codicia (lujuria). El élder Dallin H. Oaks describió cómo la pornografía destruye la espiritualidad:

“‘Las historias y fotografías pornográficas o eróticas son peores que los alimentos malsanos o contaminados. El cuerpo tiene defensas que le permiten librarse de los alimentos en mal estado. Con algunas excepciones fatales, la comida contaminada hará que la persona enferme, pero no causará daño permanente. Por el contrario, la persona que se deleita en historias indecentes o en fotografías o literatura pornográficas o eróticas, las graba en ese maravilloso sistema de almacenamiento al que llamamos cerebro. El cerebro no vomitará lo indecente; una vez que lo graba, permanece a la espera de ser recordado, destellando esas imágenes pervertidas por la mente, apartando a la persona de las cosas sanas de la vida’ [Dallin H. Oaks, Challenges for the Year Ahead, folleto, 1974, págs. 4–5; reimpreso en “Things They’re Saying”, New Era, febrero de 1974, pág. 18)]…

“Aquellos que buscan la pornografía y la utilizan, renuncian al poder de su sacerdocio…

“Los que hacen uso de la pornografía también pierden la compañía del Espíritu. La pornografía produce fantasías que destruyen la espiritualidad…

“En forma repetida, las Escrituras nos enseñan que el Espíritu del Señor no morará en un tabernáculo impuro. Al participar dignamente de la Santa Cena, se nos promete que siempre tendremos el Espíritu del Señor con nosotros. Para ser merecedores de recibir esa promesa, hacemos convenio de ‘recordarle siempre’ (D. y C. 20:77). Quienes buscan y usan la pornografía como estímulo sexual obviamente violan ese convenio y también violan el convenio sagrado de refrenarse de las prácticas impuras y profanas. No pueden tener el Espíritu del Señor consigo…

“La pornografía también causa heridas mortales en las más preciadas relaciones personales…

“La pornografía atrofia la capacidad de disfrutar de una relación emocional, romántica y espiritual normal con una persona del sexo opuesto; corroe las barreras morales que se levantan contra la conducta inapropiada, anormal o delictiva. Cuando se insensibiliza la conciencia, los que hacen uso de la pornografía tienden a llevar a la práctica lo que han visto, sin importar el efecto que eso pueda tener en su vida y en la vida de los demás.

“La pornografía también es adictiva, debilita la capacidad de decidir y esclaviza a quienes la usan, haciéndolos volver obsesivamente por dosis cada vez mayores…

“Cuando alguien permite que los malos pensamientos permanezcan el suficiente tiempo en su mente como para que el Espíritu se retire, esa persona pierde su protección espiritual y queda sujeta al poder y a la guía del adversario” (véase “La pornografía”, Liahona, mayo de 2005, págs. 88–89).

En la actualidad, la difusión de la pornografía ha expuesto a muchos a la tentación de la codicia (lujuria) por los demás. El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, afirmó que hacer uso de la pornografía es una actividad lujuriosa que limitará la capacidad de la persona de disfrutar de las bendiciones del Espíritu:

“Deseo advertirles que Satanás es sumamente hábil para bloquear la comunicación espiritual al inducir a la persona, mediante la tentación, a violar las leyes sobre las cuales se funda dicha comunicación. Incluso logra convencer a algunas personas de que ellas no pueden recibir esa guía del Señor.

“Satanás se ha convertido en un experto en el uso del poder adictivo de la pornografía para limitar la capacidad de dejarse guiar por el Espíritu. La invasión de la pornografía en todas sus formas depravadas, corrosivas y destructivas ha sido causa de incalculable dolor, sufrimiento, pena, y de la destrucción de matrimonios. Es una de las influencias más nocivas sobre la tierra. Ya sea por medio de materiales impresos, películas, televisión, canciones obscenas, groserías por teléfono o en la pantalla parpadeante de una computadora personal, la pornografía es sumamente adictiva y dañina. Ese instrumento poderoso de Lucifer degrada la mente, el corazón y el alma de quien lo use. Todos los que queden atrapados en esa red seductora y tentadora, y permanezcan allí, se volverán adictos a su influencia inmoral y destructiva. Muchos no pueden vencer esa adicción sin ayuda. El trágico escenario es tan común. Comienza con una curiosidad que se aviva por el estímulo producido y se justifica con la falsa premisa de que al hacerlo en privado no se daña a nadie más. Las personas adormecidas por esa mentira, experimentan más y reciben estimulaciones aún más poderosas, hasta que la trampa se cierra y un hábito, terriblemente inmoral y adictivo, ejerce su despiadado control…

“Si estás atrapado en la pornografía, comprométete plenamente a superarla ahora. Busca un lugar tranquilo; ora con urgencia por ayuda y apoyo; sé paciente y obediente; no te des por vencido” (véase “Cómo obtener guía espiritual”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 8–9).

Doctrina y Convenios 63:20–21. La transfiguración de la tierra

El Señor ha prometido que los santos que elijan hacer Su voluntad y perseverar hasta el fin heredarán la tierra terrestre cuando comience el Milenio, y también cuando la tierra se convierta en un mundo celestial y parte del Reino Celestial después del Milenio y del Juicio Final (véanse D. y C. 38:17–20; 45:58; 63:49; 88:17–20). La frase “el día de la transfiguración” en Doctrina y Convenios 63:20 se refiere al tiempo después de la segunda venida del Señor en el que “la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca” (Artículos de Fe 1:10). Ese cambio o transfiguración ocurrirá después de que toda cosa maligna y corruptible de la tierra haya sido “consumida” o desechada, y “todas las cosas se[an] hechas nuevas” (D. y C. 101:24–25). La tierra misma volverá a la gloria paradisíaca que tenía antes de la caída de Adán y Eva (véanse Isaías 11:6–7; 51:3; D. y C. 133:22–24, 29). De acuerdo con Doctrina y Convenios 63:21, esa transfiguración de la tierra se le mostró en visión a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan durante la experiencia sagrada que tuvieron en el Monte de la Transfiguración (véase Mateo 17:1–3, 9).

la tierra vista desde el espacio

Quien persevere con fe y haga la voluntad del Señor “recibirá una herencia sobre la tierra… cuando la tierra sea transfigurada” (D. y C. 63:20–21).

Fotografía cortesía del Centro Espacial Johnson de la NASA.

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) describió cuatro estados de la existencia de la tierra: “Esta tierra está pasando por cuatro grandes grados o estados: 1. La Creación y la condición anterior a la Caída. 2. La condición telestial, la cual ha prevalecido desde la caída de Adán. 3. La condición terrestre [o la transfiguración de la tierra] que prevalecerá cuando venga el Salvador a iniciar la época milenaria. 4. El estado final o celestial de la tierra cuando esta haya obtenido su exaltación” (véase Doctrina de Salvación, compilado por Bruce R. McConkie, 1978, tomo I, pág. 77).

Doctrina y Convenios 63:22–56

El Señor da pautas a los santos en cuanto al establecimiento de Sion y promete bendiciones a los fieles

Doctrina y Convenios 63:22–23. “… un manantial de aguas vivas que brota para vida sempiterna”

El Señor prometió dar conocimiento, o “los misterios de [Su] reino”, a los que guarden Sus mandamientos (véase D. y C. 63:23). Los misterios del Reino de Dios son las verdades eternas que se pueden recibir o conocer solamente mediante la revelación. El Señor comparó recibir ese derramamiento espiritual de conocimiento a poseer en nuestro interior un “manantial de aguas vivas” que nos da “vida sempiterna” (D. y C. 63:23). El presidente Boyd K. Packer explicó la forma en que nuestra fidelidad invita la revelación continua: “Sean creyentes, y su fe será constantemente fortalecida; su conocimiento de la verdad aumentará y su testimonio del Redentor, de la Resurrección y de la Restauración será como un ‘manantial de aguas vivas que brota para vida sempiterna’ [D. y C. 63:23]. Es entonces que recibirán guía en las decisiones prácticas de la vida cotidiana” (véase “Revelación personal: El don, la prueba y la promesa”, Liahona, enero de 1995, pág. 70).

Doctrina y Convenios 63:24–31, 41. “… que se reúnan juntamente en la tierra de Sion, no con prisa”

Cuando el profeta José Smith regresó a Kirtland, Ohio, y los santos se enteraron de que el Señor había designado la región de Independence, Misuri, como el lugar central para la ciudad de Sion, muchos se sintieron ansiosos de comenzar el proceso de mudarse allá; no obstante, el Señor manifestó claramente que los santos no debían congregarse en la tierra de Sion “con prisa” (D. y C. 63:24; véase también D. y C. 58:56). De hecho, el Señor dio al Profeta la capacidad de “discernir, por medio del Espíritu”, quién debía mudarse allí (D. y C. 63:41).

En relación a esas instrucciones del Señor, el presidente Joseph Fielding Smith explicó por qué los santos habían de congregarse de manera ordenada bajo la dirección de los líderes de la Iglesia: “A [los primeros miembros] se les amonestó en contra de crear antagonismo entre sus vecinos, muchos de los cuales sentían gran rencor hacia los miembros de la Iglesia. El Señor dijo que la tierra no podía obtenerse por el derramamiento de sangre. Los que tenían el privilegio de congregarse allí no debían ir a Sion con prisa, sino gradualmente. La razón de ese consejo es evidente, puesto que la prisa llevaría a la confusión, a condiciones poco satisfactorias y a la pestilencia; y, además, crearía consternación y temor en el corazón de sus enemigos y suscitaría mayor oposición. Satanás deseaba destruirlos y, en su ira, procuraba agitarlos, tanto a ellos como a los viejos pobladores de Misuri, al conflicto y a la contención” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 232).

A fin de mantener un orden entre los santos que se congregarían en Sion, los líderes de la Iglesia requirieron que aquellos en Ohio que desearan ir a Misuri obtuvieran un certificado emitido por la Iglesia antes de emigrar y participar en la ley de consagración en Misuri. No obstante, muchos miembros entusiastas hicieron caso omiso de la instrucción y partieron a Misuri en grandes números. Un historiador de la Iglesia nombrado por el profeta José Smith más tarde escribió: “La Iglesia comenzó a congregarse inmediatamente en el condado de Jackson, Misuri, y en relación a ese tema estaban muy entusiasmados. Se les había mandado no ir con prisa, ni huyendo, sino que prepararan todas las cosas con anticipación. Se había de enviar dinero al obispo, y tan pronto como se compraran los terrenos y se hicieran los preparativos, el obispo había de informarlo para que la Iglesia pudiera congregarse; no obstante, no se prestó atención a esa norma, pues la Iglesia enloqueció con la idea de ir a Sion, como entonces se le llamaba. Los ricos temían mandar su dinero para comprar terrenos, y los pobres se abarrotaron en grandes números sin que hubiera lugares provistos para ellos, lo que iba en contra del consejo del obispo y de otras personas, a tal punto que los viejos pobladores comenzaron a sentirse sumamente disgustados” (John Corrill, A Brief History of the Church of Christ of Latter Day Saints, 1839, págs. 18–19, josephsmithpapers.org; véase también The Joseph Smith Papers, Histories, Volume 2: Assigned Histories, 1831–1847, editado por Karen Lynn Davidson y otros, 2012, pág. 146).

Doctrina y Convenios 63:25–27. “…yo, el Señor, doy a César las cosas que son de César”

En Lucas 20:19–26 leemos cómo los principales sacerdotes y los escribas trataron de tenderle una trampa a Jesús cuando le preguntaron si era lícito que los judíos pagaran tributo a César, el emperador romano. Sabían que si decía que sí, los judíos lo rechazarían porque odiaban a los romanos que los habían conquistado; si Jesús decía que no, podían denunciarlo a los romanos, quienes lo arrestarían por traición en contra del gobierno romano. Jesús les mostró una moneda que tenía grabada la imagen de César, y dijo: “Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20:25).

representación de Jesús enseñando sobre dar tributo a César

El Señor enseñó que los santos, así como Él, debían “[dar] a César las cosas que son de César” (véase D. y C. 63:25–27).

La referencia que hace el Señor a ese acontecimiento en Doctrina y Convenios 63:26–27 ayudó a enseñar a los santos que aun cuando toda la tierra pertenece al Señor, los santos de todos modos tenían que comprar las tierras en las que el Señor les había mandado edificar la ciudad de Sion. Esa compra fue necesaria para que los santos tuvieran posesión legal de la tierra y para evitar contenciones en el futuro.

Doctrina y Convenios 63:33–35. “… y también los santos apenas escaparán”

En respuesta a la iniquidad cada vez mayor sobre la tierra, el Señor ha decretado juicios y consecuencias. Tal como está registrado en Doctrina y Convenios 63:33–35, los rebeldes serán reprendidos y finalmente destruidos, y aun cuando los santos también sufrirán, la promesa del Señor es que Él estará con ellos. El profeta José Smith (1805–1844) registró lo que ocurrió durante una reunión en su casa en septiembre de 1839: “Expliqué en cuanto a la venida del Hijo del Hombre; y también de que es falsa la idea de que los santos se escaparán de todos los juicios, mientras los inicuos sufren; porque toda carne está sujeta al padecimiento, ‘y los justos apenas escaparán’ [véase D. y C. 63:34]. Aún así, muchos de los santos se librarán, pues los justos por la fe vivirán [véase Habacuc 2:4]; sin embargo, muchos de los justos caerán presa de las enfermedades, las pestilencias, etc., por motivo de la debilidad de la carne; mas no obstante, se salvarán en el Reino de Dios. De modo que es un principio injusto decir que tales y cuales personas han transgredido porque han sido víctimas de las enfermedades o de la muerte, pues toda carne está sujeta a la muerte; y el Salvador ha dicho: ‘No juzguéis, no sea que seáis juzgados’ [véase Mateo 7:1]” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 266).

Doctrina y Convenios 63:38–40. Se manda a Titus Billings que se congregue en Sion

El Señor mandó a los santos que estaban viviendo en la granja de Isaac Morley —incluso a José y a Emma Smith— que hicieran los arreglos necesarios para mudarse. Cuando Isaac Morley fue llamado en junio de 1831 a servir una misión en Misuri, a su cuñado, Titus Billings, se lo puso a cargo de la propiedad. Tal como está registrado en Doctrina y Convenios 63:38–40, se mandó a Titus Billings vender el terreno y utilizar las ganancias para ir a Misuri y ayudar a otros a hacer lo mismo. Debido a la necesidad de mudarse, José y Emma Smith recibieron una invitación de John y Alice (Elsa) Johnson de trasladarse a su granja en Hiram, Ohio, a unos 48 kilómetros al sureste de Kirtland.

Granja de Isaac Morley, Kirtland, Ohio

Isaac Morley dio la responsabilidad de su granja en Kirtland, Ohio, en donde algunos de los santos vivían, a su cuñado Titus Billings. En obediencia al mandato del Señor, la granja se vendió (véase D. y C. 63:38–40).

Doctrina y Convenios 63:49–52. “… bienaventurados los muertos que mueran en el Señor”

Quienes hayan perseverado con fe en rectitud hasta la muerte resucitarán en la segunda venida del Señor; participarán de Su gloria y se unirán a los justos que vivan en aquel día para heredar un lugar en la ciudad de Sion durante el Milenio (véanse D. y C. 61:39; 63:49; 88:96–98; 101:35). Los niños que vivan en la tierra cuando comience el Milenio “crecerán hasta envejecer” y luego morirán y resucitarán “en un abrir y cerrar de ojos” (D. y C. 63:51; véase también Isaías 65:20). El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “Los hombres sobre la tierra seguirán siendo mortales, pero les ocurrirá un cambio que les dará poder sobre la enfermedad y la muerte. La muerte será prácticamente desarraigada de la tierra, ya que los hombres vivirán hasta la edad del árbol o los cien años (véase D. y C. 63:50–51) y después morirán a la edad del hombre, mas esa muerte vendrá en un abrir y cerrar de ojos y la mortalidad cederá el paso a inmortalidad repentinamente. No habrá tumbas y los justos serán arrebatados en gloriosa resurrección” (Church History and Modern Revelation, tomo I, pág. 461).

Doctrina y Convenios 63:53–54. “Estas cosas… están ahora a las puertas”

Según la perspectiva de Dios del tiempo, los acontecimientos de la Segunda Venida están “a las puertas” (D. y C. 63:53). Si bien no sabemos la hora de la Segunda Venida, la parábola del Señor sobre las Vírgenes Insensatas y las Prudentes nos recuerda que nos preparemos desde ahora para ese día (véase Mateo 25:1–13). Es esencial que consideremos la Segunda Venida como algo inminente a fin de que nos preparemos. La aclaración que se encuentra en Doctrina y Convenios 63:54 de que “hasta aquella hora habrá vírgenes insensatas entre las sensatas” significa que incluso entre los Santos de los Últimos Días habrá aquellos que serán hallados inicuos y que serán separados y desechados de entre los justos, tal como en la parábola del Trigo y la Cizaña (véase Mateo 13:24–30, 36–43). Por tanto, el Señor mandó a los santos arrepentirse y prepararse para Su venida. El élder Dallin H. Oaks explicó la necesidad de que los miembros de la Iglesia se preparen:

“Aunque no podemos hacer nada para alterar la realidad de la Segunda Venida y no podemos saber el momento exacto en que ocurrirá, podemos acelerar nuestra propia preparación y tratar de influir en la preparación de quienes nos rodean.

“Una parábola que contiene una enseñanza importante y desafiante sobre este tema es la parábola de las Diez Vírgenes, sobre la cual, el Señor dijo: ‘Y en aquel día, cuando yo venga en mi gloria, se cumplirá la parábola que hablé acerca de las diez vírgenes’ (D. y C. 45:56).

“Esta parábola, que aparece en el capítulo 25 de Mateo, contrasta las circunstancias de las cinco vírgenes insensatas y de las cinco prudentes. Las diez fueron invitadas a la fiesta de bodas, pero solo la mitad estaba preparada con aceite en su lámpara cuando llegó el novio. Las cinco que estaban preparadas entraron en la fiesta de bodas y se cerró la puerta; las cinco que habían demorado su preparación llegaron tarde; la puerta estaba cerrada y el Señor no las dejó entrar, diciendo: ‘… no os conozco’ (versículo 12). ‘Velad, pues’, concluyó el Señor, ‘porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir’ (versículo 13).

“Los cálculos aritméticos de esta parábola son espeluznantes. Las diez vírgenes obviamente representan a los miembros de la Iglesia de Cristo, porque todas fueron invitadas a la fiesta de bodas y todas sabían lo que se requería para ser admitidas cuando el novio llegara, pero solo la mitad estuvo lista cuando Él llegó” (véase “La preparación para la Segunda Venida”, Liahona, mayo de 2004, pág. 8).

Doctrina y Convenios 63:55–56. El Señor declara que el “escrito [de Sidney Rigdon] no es aceptable ante el Señor”

Un mes antes de que se diera la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 63, el Señor había mandado a Sidney Rigdon escribir una descripción de la tierra de Sion que compartiría con los demás para que se pudieran recaudar fondos a fin de comprar terrenos en Misuri (véase D. y C. 58:50–52). Después de que Sidney la escribió, el Señor declaró que su descripción de la tierra “no [era] aceptable” porque “se enalteció en su corazón y no aceptó consejos, antes contristó al Espíritu” (D. y C. 63:55–56). Si bien en el primer intento que hizo Sidney para describir el condado de Jackson, Misuri, puede que haya exagerado las cualidades del lugar (véase The Joseph Smith Papers, Documents, Volume 2: July 1831–January 1833, editado por Matthew C. Godfrey y otros, 2013, pág. 54, nota 305), está claro que no satisfizo las expectativas del Señor. En todo caso, el Señor le mandó que escribiera una segunda versión, la cual fue aceptada y llegó a ser el medio de recaudar fondos para Sion.

Doctrina y Convenios 63:57–66

Jesucristo manda a Sus siervos que recuerden el carácter sagrado de Su nombre y que hablen con reverencia de las cosas sagradas

Doctrina y Convenios 63:57–64. “… cuídense todos los hombres de cómo toman mi nombre en sus labios”

Cuando se dio la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 63, algunos de los santos habían actuado en nombre del Señor sin contar con la debida autoridad y estaban, por lo tanto, bajo condenación (véase D. y C. 63:60–63). El Señor llamó a los santos al arrepentimiento y les mandó: “… cuídense todos los hombres de cómo toman mi nombre en sus labios” (D. y C. 63:61). El élder Dallin H. Oaks explicó que el nombre del Señor ha de usarse con autoridad y con reverencia:

“Este pasaje [D. y C. 63:61–62] demuestra que tomamos el nombre del Señor en vano cuando lo usamos sin autoridad. Obviamente eso ocurre cuando los sagrados nombres de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo se usan para lo que se denomina profano: en maldiciones cargadas de odio, en expresiones de condena llenas de enojo, o para dar énfasis a lo que se dice.

“Los nombres del Padre y del Hijo se usan con autoridad cuando con reverencia enseñamos y testificamos de Ellos, cuando oramos y cuando llevamos a cabo las sagradas ordenanzas del sacerdocio.

“En cualquier idioma no existen palabras más sagradas o más importantes que los nombres de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo…

“Cuando los nombres de Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se usan con reverencia y autoridad, invocan un poder que sobrepasa la comprensión del hombre mortal.

“Debería ser obvio para cada creyente que estos poderosos nombres, mediante los cuales se realizan milagros, mediante los cuales el mundo fue formado, por medio de los cuales el hombre fue creado y mediante los cuales podemos ser salvos, son santos y se deben tratar con la más profunda reverencia. Tal como leemos en la revelación moderna: ‘Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu’ (D. y C. 63:64)” (véase “Reverentes y limpios”, Liahona, julio de 1986, págs. 47–49).

Doctrina y Convenios 63:65–66. “… un hogar… según se lo manifieste el Espíritu por medio de la oración”

El profeta José Smith y Sidney Rigdon tenían cada uno una casa pequeña localizada en la granja de Isaac Morley. Habiendo mandado que se vendiera la granja, el Señor dijo a José y a Sidney que procuraran guía divina para encontrar nuevos lugares dónde vivir (véase D. y C. 63:65). El 17 de septiembre de 1831, José y Emma Smith se mudaron a Hiram, Ohio, para vivir con la familia de John y Alice (Elsa) Johnson. Al poco tiempo, la familia Rigdon también se mudó a una casa de troncos en Hiram. Por supuesto, las familias del Profeta y de Sidney Rigdon habrían estado preocupadas por sus necesidades temporales cuando se enteraron de que perderían su hogar en la granja del hermano Morley. El Señor procuró calmar sus preocupaciones al recordarles que serían guiados por el Espíritu cuando clamaran a Dios en oración y que, mediante su paciencia, serían bendecidos (véase D. y C. 63:65–66).