“Capítulo 52: Doctrina y Convenios 132:34–66; Declaración Oficial 1”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno (2017)
“Capítulo 52”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno
Capítulo 52
Doctrina y Convenios 132:34–66; Declaración Oficial 1
Introducción y cronología
Mientras trabajaba en la traducción inspirada de la Biblia en 1831, el profeta José Smith le preguntó al Señor por qué algunos de los antiguos patriarcas y reyes israelitas tenían más de una esposa. En ese momento, el Profeta empezó a recibir revelación en cuanto al matrimonio plural. En años posteriores, el Señor mandó al Profeta y a otros miembros de la Iglesia que vivieran el principio del matrimonio plural. El 12 de julio de 1843, en Nauvoo, Illinois, el Profeta dictó la revelación que se halla en Doctrina y Convenios 132, en la que el Señor reveló verdades en cuanto al “nuevo y sempiterno convenio del matrimonio” (D. y C. 131:2). Esta lección cubre Doctrina y Convenios 132:34–66, que incluye las enseñanzas del Señor sobre el matrimonio plural y Su consejo a José y a Emma Smith.
Los santos comenzaron a practicar el matrimonio plural abiertamente después de emigrar al valle del Lago Salado, en el oeste de los Estados Unidos, pero desde la década de 1860 hasta la de 1880, el gobierno del país promulgó leyes en contra del matrimonio plural. Tras procurar la guía del Señor y recibir Su dirección, el presidente Wilford Woodruff preparó el Manifiesto en los días 23 y 24 de septiembre de 1890, documento que dio por finalizada la práctica del matrimonio plural por parte de los miembros de la Iglesia. El Manifiesto, registrado en Doctrina y Convenios como la Declaración Oficial 1, se hizo público el 25 de septiembre de 1890.
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Mayo–julio de 1843Emma Smith da su consentimiento a varios de los matrimonios plurales de José Smith, pero le cuesta aceptar la práctica.
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12 de julio de 1843Se dicta la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132.
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27 de junio de 1844El profeta José Smith y su hermano Hyrum mueren como mártires en la cárcel de Carthage, en Carthage, Illinois.
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24 de julio de 1847El presidente Brigham Young y otros santos llegan al valle del Lago Salado.
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29 de agosto de 1852El élder Orson Pratt enseña públicamente el principio del matrimonio plural bajo la dirección del presidente Brigham Young.
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Década de 1860–década de 1880El gobierno de los Estados Unidos promulga leyes para prohibir el matrimonio plural.
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25 de septiembre de 1890El presidente Wilford Woodruff emite el Manifiesto, que actualmente se halla en la Declaración Oficial 1.
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6 de octubre de 1890Durante una conferencia general, los miembros de la Iglesia aceptan el Manifiesto como autorizado y vinculante.
Doctrina y Convenios 132: Antecedentes históricos adicionales
Aunque la revelación sobre el matrimonio plural no se escribió hasta 1843, ya para 1831 el profeta José Smith había recibido partes de ella mientras estudiaba el Antiguo Testamento. La revelación dice que el Profeta oró para saber por qué Dios justificó que los antiguos patriarcas y reyes israelitas tuviesen muchas esposas. Los relatos de personas cercanas a José Smith indican que un ángel de Dios se le apareció al Profeta hasta tres veces entre 1834 y 1842, mandándole que obedeciera el principio del matrimonio plural. (Véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org). Eliza R. Snow, que estaba sellada en matrimonio a José Smith, registró enseñanzas sobre el matrimonio plural que el Profeta dio al hermano de ella, Lorenzo Snow: “El profeta José… describió la difícil prueba mental que experimentó para vencer la repugnancia que sentía, resultado natural de la fuerza de la educación y la idiosincrasia social, en lo relativo al establecimiento del matrimonio plural… Sabía que no solo tenía que combatir y superar sus propios prejuicios e inclinaciones, sino que también tenía que hacer frente a todo el mundo cristiano; no obstante, Dios, que está por encima de todo, había dado el mandamiento y se le debía obedecer. Sin embargo, el Profeta titubeaba y lo aplazaba de vez en cuando, hasta que un ángel de Dios se presentó ante él con una espada desenvainada y le dijo que, salvo que procediera a establecer el matrimonio plural, ¡se le quitaría su sacerdocio y sería destruido [o desechado de la presencia de Dios]!” (Eliza R. Snow Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, 1884, págs. 69–70).
“Hay evidencia fragmentaria que indica que José Smith obedeció el primer mandato del ángel al casarse con una esposa plural, Fanny Alger, en Kirtland, Ohio, a mediados de la década de 1830. Varios Santos de los Últimos Días que habían vivido en Kirtland informaron décadas después que José Smith se había casado con Alger, quien vivía y trabajaba en la casa de la familia Smith, después de obtener su consentimiento y el de los padres de ella. Se sabe poco acerca de ese matrimonio y no se sabe nada de las conversaciones entre José y Emma con respecto a Alger. Cuando el matrimonio con Alger terminó en una separación, José parece haber dejado de lado el tema del matrimonio plural hasta después de que la Iglesia se trasladó a Nauvoo, Illinois” (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org).
En 1841, y de acuerdo con el mandamiento del Señor, el profeta José Smith se casó con otras mujeres y dio a conocer el principio del matrimonio plural a un número limitado de otros miembros de la Iglesia. “Ese principio fue uno de los aspectos más difíciles de la Restauración, tanto para José personalmente como para otros miembros de la Iglesia. El matrimonio plural puso a prueba la fe y provocó controversia y oposición. Inicialmente, fueron pocos los Santos de los Últimos Días que aceptaron la restauración de una práctica bíblica totalmente ajena a su sentido de la moral…
“… Para Emma, esposa de José Smith, fue una prueba intensamente dolorosa…
“… [Ella] vacilaba en su visión del matrimonio plural; en ocasiones lo apoyaba y en otras lo denunciaba” (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org).
En la mañana del 12 de julio de 1843, el Profeta y su hermano Hyrum estaban analizando la doctrina del matrimonio plural en la oficina del Profeta ubicada en la planta superior de la Tienda de ladrillos rojos, en Nauvoo. William Clayton, escriba del Profeta, contó más tarde: “Hyrum le dijo a José: ‘Si escribes la revelación sobre el matrimonio celestial, la llevaré y se la leeré a Emma; creo que puedo convencerla de su veracidad, y a partir de ahí tendrás paz’. José sonrió y comentó: ‘No conoces a Emma tan bien como yo’. Hyrum repitió su opinión y añadió: ‘La doctrina es tan clara que puedo convencer a cualquier hombre o mujer razonable de su veracidad, pureza y origen celestial’, o con palabras parecidas” (en History of the Church, tomo V, pág. XXXII).
El Profeta aceptó y mandó a William Clayton que consiguiera papel y se dispusiera a escribir. Después de que José hubo dictado la revelación, le pidió a William Clayton que “la leyera, lenta y minuciosamente, lo cual hizo, y [José] dijo que era correcta. Luego comentó que había mucho más que podía escribir sobre el mismo tema, pero que lo que estaba escrito era suficiente por el momento” (William Clayton, en History of the Church, tomo V, págs. XXXII–XXXIII).
Doctrina y Convenios 132:34–50
El Señor enseña acerca del poder para sellar que se le dio al profeta José Smith
Doctrina y Convenios 132:34–39. “… yo, el Señor, lo mandé”
El Señor le prometió a Abraham, un profeta del Antiguo Testamento: “Y haré de ti una nación grande y te bendeciré sobremanera, y engrandeceré tu nombre entre todas las naciones, y serás una bendición para tu descendencia después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones… y en tu descendencia después de ti (es decir, la descendencia literal, o sea, la descendencia corporal) serán bendecidas todas las familias de la tierra, sí, con las bendiciones del evangelio, que son las bendiciones de salvación, sí, de vida eterna” (Abraham 2:9, 11).
Según las promesas del Señor, la posteridad de Abraham sería tan numerosa “como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar” (Génesis 22:17; véanse también Génesis 15:5; D. y C. 132:30). Sin embargo, Sarai, la esposa de Abraham, no podía tener hijos. De acuerdo con la ley y la costumbre de la época, Sarai entregó a su sierva Agar a Abraham como una esposa plural con la esperanza de tener hijos de ella (véase Génesis 16:1–2). El Señor aclaró en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132 que Él mandó a Abraham que se casara con Agar y que Sara obedeció la voluntad de Dios y “dio a Agar por esposa a Abraham” (D. y C. 132:34). Entonces el Señor preguntó: “¿Se halló, pues, Abraham bajo condenación? De cierto te digo que no, porque yo, el Señor, lo mandé” (D. y C. 132:35).
El Señor le explicó al profeta José Smith que en la época del Antiguo Testamento mandó a otros hombres que tuvieran más de una esposa. Estos solo cometieron pecado cuando tuvieron esposas y concubinas que no habían sido autorizadas por el Señor (véase D. y C. 132:38). Jacob, un profeta del Libro de Mormón, condenó la práctica no autorizada del matrimonio plural entre su pueblo (véase Jacob 2:22–30). Aparentemente, algunos nefitas se valieron de los ejemplos bíblicos de los reyes David y Salomón para justificar la inmoralidad sexual. El Señor declaró por medio de Jacob que “David y Salomón en verdad tuvieron muchas esposas y concubinas, cosa que para mí fue abominable” (Jacob 2:24). En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, el Señor aclaró que cuando el rey David tomó otras esposas “en ninguna de estas cosas pecó contra mí, sino en el caso de Urías y su esposa” (D. y C. 132:39). Por tanto, el pecado de David fue codiciar a la esposa de otro hombre, cometer adulterio con ella, hacer arreglos para que Urías muriese y tomar a la esposa de aquel para que fuese su propia esposa (véase 2 Samuel 12:9). El pecado de Salomón fue amar y casarse con “muchas mujeres extranjeras” que no eran de la casa de Israel, quienes “inclinar[on] [el corazón de él] tras sus dioses” y lejos del Señor (1 Reyes 11:1–2; véase también Deuteronomio 17:14–17). De las enseñanzas de Jacob y de la revelación del Señor al profeta José Smith aprendemos que el matrimonio plural es aceptable solo cuando el Señor lo manda. De lo contrario, aquellos que participan en su práctica cometen pecado y están bajo una grave condenación.
Doctrina y Convenios 132:36. “… Abraham no se negó”
El mandamiento del Señor a Abraham de sacrificar a su hijo Isaac es una de las pruebas de obediencia más duras que se encuentran en las Escrituras (véase Génesis 22:1–14). Isaac fue el único hijo que nació milagrosamente de la esposa de Abraham, Sara, en su vejez (véase Génesis 18:9–14; 21:1–5). Antes del nacimiento de Isaac, el Señor le había prometido a Abraham que a través de su posteridad llegaría a ser “padre de muchas naciones” (véase Génesis 17:1–8) y que Sara llegaría a ser “madre de naciones” (véase Génesis 17:15–16). El mandato de sacrificar a su hijo Isaac, por quien tanto él como Sara habían esperado tanto tiempo y a quien amaban profundamente, debe de haber sido una prueba terrible para la fe de Abraham. Al principio de la vida de Abraham, “habiéndose apartado [sus] padres de su rectitud y de los santos mandamientos que el Señor su Dios les había dado”, lo entregaron a un sacerdote idólatra para ser ofrecido como sacrificio humano, y Abraham a duras penas logró escapar de ser sacrificado cuando el Señor mandó un ángel para salvarlo (véase Abraham 1:7, 15–16). Esa experiencia tal vez hizo que el mandamiento del Señor de sacrificar a Isaac fuera aún más repulsivo y angustioso para Abraham. Debió de haberse preguntado por qué el Señor le mandaría que sacrificara a su hijo en lo que parecía ser una directa contradicción de su ley que prohibía el sacrificio humano y el asesinato (véase Traducción de José Smith, Génesis 9:12–13 en el apéndice de la Biblia). El Señor reconoció esa contradicción en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, sin embargo, explicó que aunque a Abraham al final no se le exigió que le quitara la vida a su hijo, su disposición para obedecer “se le contó por obra justa” (D. y C. 132:36). Del mismo modo, el Señor explicó que el matrimonio de Abraham con más de una mujer “se le contó por obra justa, porque le fueron dadas, y se sujetó a mi ley” (D. y C. 132:37).
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “A veces la sabiduría de Dios pareciera ser insensata o simplemente demasiado difícil, pero una de las lecciones más grandes y más valiosas que podemos aprender en la tierra es que cuando Dios habla y el hombre obedece, ese hombre siempre estará en lo correcto” (“Dispuestos a servir y dignos de hacerlo”, Liahona, mayo de 2012, pág. 67).
Es importante recordar que si Dios mandara a Su pueblo que hiciera algo contrario a los mandamientos actuales, esa dirección vendría a través de Su profeta viviente. El presidente Harold B. Lee (1899–1973) enseñó: “Cuando va a haber algo diferente de lo que el Señor ya nos ha dicho, Él lo revelará a Su profeta y a nadie más. ¿Acaso creen que cuando el Señor tiene a Su profeta sobre la tierra, Él va a utilizar algún medio indirecto para revelar cosas a Sus hijos? Esa es la razón por la que tiene un profeta, y cuando tiene algo que dar a esta Iglesia, se lo dará al presidente, y el presidente hará que lo reciban los presidentes de estaca y de misión, junto con las Autoridades Generales; y ellos se asegurarán de que la gente esté informada de cualquier cambio” (Stand Ye in Holy Places, 1974, pág. 159).
Los primeros Santos de los Últimos Días a quienes se les mandó que practicaran el matrimonio plural experimentaron una prueba de su fe. El principio iba en contra no solo de las prácticas y leyes matrimoniales que prevalecían en los Estados Unidos, sino también de las normas morales de los hombres y las mujeres Santos de los Últimos Días. Lucy Walker, que era una de las esposas plurales del profeta José Smith, habló sobre su lucha para aceptar ese principio: “Cuando el profeta José Smith mencionó por primera vez el principio del matrimonio plural, me sentí indignada y así me expresé ante él, porque mis sentimientos y educación eran aversos [contrarios] a cualquier cosa de esa índole. Pero él me aseguró que esa doctrina le había sido revelada por el Señor, y que yo tenía derecho a recibir por mí misma un testimonio de su origen divino” (Lucy Walker Kimball, declaración jurada, 17 de diciembre de 1902, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah).
Lucy agonizó en cuanto a esa decisión. Como se registra en un bosquejo biográfico, posteriormente le dijo a José: “He tratado de orar, pero no recibí consuelo ni luz”. Luego explicó:
“Él… dijo: ‘Dios Todopoderoso te bendiga. Tendrás una manifestación de la voluntad de Dios concerniente a ti; un testimonio que nunca puedes negar. Te diré lo que será. Será esa paz y dicha que nunca has conocido’. Oh, cuán fervientemente oré para que se cumplieran esas palabras. Estaba a punto de amanecer después de otra noche sin dormir. Mientras me hallaba de rodillas en ferviente súplica, mi habitación se llenó de una [santa] influencia. Para mí fue como la brillante luz del sol penetrando a través de la nube más oscura.
“Las palabras del Profeta realmente se cumplieron. Mi alma se llenó de una paz apacible y dulce que desconocía. Una felicidad suprema se adueñó de todo mi ser y recibí un testimonio poderoso e irresistible de la veracidad del… matrimonio plural, que ha sido como un ancla para el alma a través de todas las tentaciones y pruebas de la vida” (Lucy Walker Kimball, bosquejo biográfico, págs. 10–11, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City; se han estandarizado la ortografía y la puntuación).
Al principio, al obispo Newel K. Whitney y a su esposa Elizabeth también les costó aceptar el principio del matrimonio plural antes de obtener su propio testimonio ratificador. “El obispo Whitney no era un hombre que aceptara fácilmente cualquier doctrina, y solía cuestionar minuciosamente al Profeta sobre aquellos principios que no eran claros a su entendimiento. Cuando José vio que dudaba en cuanto a lo justo de ese mandato celestial [el matrimonio plural], le dijo que fuera y preguntara al Señor al respecto recibiría un testimonio por sí mismo” (Helen Mar Kimball Whitney, “Scenes in Nauvoo after the Martyrdom of the Prophet and Patriarch”, Woman’s Exponent, 1.º de marzo de 1883, pág. 146). Elizabeth Whitney relató: “José tenía la confianza más implícita en la rectitud e integridad del carácter de mi esposo… Por tanto, le confió a él y a algunos otros los principios establecidos en esa revelación [D. y C. 132]… Mi esposo me reveló esas cosas; siempre habíamos estado unidos y teníamos una gran fe y confianza mutuas. Meditamos sobre ellas continuamente y nuestras oraciones fueron incesantes para que el Señor nos concediera alguna manifestación especial con respecto a esa nueva y extraña doctrina. El Señor fue muy misericordioso con nosotros y nos reveló Su poder y gloria. Aparentemente quedamos envueltos en una visión celestial; nos rodeó un halo de luz y estábamos convencidos en nuestras propias mentes de que Dios había oído y aprobado nuestras oraciones e intercesiones ante Él”. Elizabeth testificó que sus “corazones se consolaron” y su fe fue “hecha… perfecta” con respecto al principio del matrimonio plural (Elizabeth Ann Whitney, “A Leaf from an Autobiography”, Woman’s Exponent, 15 de diciembre de 1878, pág. 105).
“No todos [los miembros de la Iglesia] tuvieron experiencias similares. Algunos Santos de los Últimos Días rechazaron el principio del matrimonio plural y abandonaron la Iglesia, mientras que otros declinaron entrar en la práctica pero permanecieron fieles. Sin embargo, para muchas mujeres y muchos hombres, esa repulsión y angustia iniciales fueron seguidas de lucha, resolución y, al final, luz y paz. Experiencias sagradas permitieron que los santos avanzaran con fe” (“El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org).
Doctrina y Convenios 132:37. “… han entrado en su exaltación”
“La vida eterna, o sea, la exaltación, es heredar un lugar en el grado más alto del reino celestial, donde viviremos en la presencia de Dios y continuaremos como familias” (Leales a la Fe: Una referencia del Evangelio, 2004, pág. 197). En Doctrina y Convenios 131:1–4 se enseña que el grado “más alto” del reino celestial lo obtienen aquellos que entran en “el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio”. Debido a que Abraham, Isaac, y Jacob “se [sujetaron] a [la] ley [del Señor]” o entraron en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio, y “no hicieron sino lo que se les mandó, han entrado en su exaltación” (D. y C. 132:37).
Mientras hablaba sobre Doctrina y Convenios 132:37, el élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló que Abraham, Isaac y Jacob fueron exaltados con sus esposas: “Lo que decimos de Abraham, Isaac y Jacob también lo decimos de Sara, Rebeca y Raquel, las esposas que estuvieron a su lado y que, con ellos, fueron fieles y leales en todas las cosas. Los hombres no se salvan solos, y las mujeres no obtienen una plenitud eterna excepto en la continuación de la unidad familiar por la eternidad y a través de ella. La salvación es un asunto familiar” (“Mothers in Israel and Daughters of Zion”, New Era, mayo de 1978, pág. 37).
Doctrina y Convenios 132:39–40, 45. “… las llaves de esta potestad”
El Señor enseñó que el rey David estaba justificado en tener esposas y concubinas adicionales cuando así lo autorizaran el profeta Natán “y… otros profetas que tenían las llaves de esta potestad” (D. y C. 132:39). Las llaves del sacerdocio que poseía el profeta del Señor comprendían el poder para sellar o unir en la tierra y en el cielo todas las ordenanzas pertenecientes a la salvación, para que pudiesen permanecer vigentes y tuviesen validez “en la resurrección… [y] después” (D. y C. 132:7; véase también D. y C. 132:46).
Como el profeta José Smith poseía las llaves del sacerdocio, el Señor “[restauró] todas las cosas” por medio de él (D. y C. 132:40, 45), incluso la práctica del matrimonio plural. El profeta José Smith (1805–1844) enseñó: “Todas las ordenanzas y los deberes que jamás haya requerido el sacerdocio, bajo la dirección y los mandamientos del Todopoderoso y en cualquiera de las dispensaciones, se hallarán en la última dispensación; por consiguiente, todo lo que haya existido bajo la autoridad del sacerdocio en cualquier época anterior se tendrá de nuevo, con lo que se efectuará la restauración de la que han hablado todos los santos profetas” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 544).
Doctrina y Convenios 132:41–44, 48. “… en vista de que has preguntado concerniente al adulterio”
El texto de Doctrina y Convenios 132:41 indica que el profeta José Smith tenía una duda o preocupación en cuanto al adulterio en relación con el matrimonio plural. En respuesta, el Señor explicó que se comete adulterio cuando un hombre o una mujer casados tienen una relación sexual fuera de los lazos del matrimonio (véase D. y C. 132:41–43). El Señor también le dijo al Profeta que si un cónyuge cometía adulterio y, por tanto, violaba un voto o convenio matrimonial, el Profeta “[tendría] la facultad, por el poder de mi Santo Sacerdocio” de sellar en matrimonio al cónyuge justo a alguien “que no [hubiese] cometido adulterio mas [haya] sido fiel” (D. y C. 132:44). Por tanto, un cónyuge infiel no puede evitar que un cónyuge justo reciba las bendiciones de la exaltación.
El Señor le aseguró al Profeta que todo matrimonio, incluidos los matrimonios plurales, efectuado de acuerdo con Su ley y por el poder sellador del sacerdocio “[sería] visitado con bendiciones y no con maldiciones… y se verá libre de condenación en la tierra y en el cielo” (D. y C. 132:48; véase también D. y C. 132:45–47, 59–62).
Doctrina y Convenios 132:49–50. “… sello sobre ti tu exaltación”
El Señor le dio al profeta José Smith Su certeza de exaltación o vida eterna como resultado de los “sacrificios [de José] al obedecer lo que [le] he mandado” (véase D. y C. 132:49–50). Al igual que Abraham, el profeta José Smith demostró ser fiel sin importar la dificultad o los sacrificios necesarios para servir y obedecer al Señor.
Para una mayor explicación de lo que significa que a una persona le sea sellada la exaltación, consulta los comentarios sobre Doctrina y Convenios 131:5 en este manual.
Doctrina y Convenios 132:51–66
El Señor aconseja a Emma Smith y da instrucciones en cuanto al matrimonio plural
Doctrina y Convenios 132:51. “Un mandamiento le doy a mi sierva Emma Smith”
Si bien la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132 contiene doctrina y principios de interés general y de valor para todos los Santos de los Últimos Días, es probable que, en principio, las instrucciones más personales para Emma y José Smith no estuviesen dirigidas a toda la Iglesia. En 1877, un año después de que la sección 132 se agregase a Doctrina y Convenios, el presidente Joseph F. Smith (1838–1918) explicó: “Cuando se escribió la revelación en 1843 fue para un propósito especial, a petición del patriarca Hyrum Smith, y en ese entonces no tenía como fin que se diera a conocer a toda la Iglesia o al mundo. Es muy probable que si se hubiese escrito con el propósito de que se diera a conocer como doctrina de la iglesia, se habría presentado de forma un tanto diferente. En una parte de esa revelación hay personalidades [instrucciones] que no son pertinentes al principio en sí, sino más bien para las circunstancias que hicieron necesario que se escribiera en ese momento” (“Discourse”, Deseret News, 11 de septiembre de 1878, pág. 498).
Debido a que no se conocen ni se comprenden en su totalidad las circunstancias personales de José y Emma Smith, el significado de algunos versículos no está claro. Por ejemplo, el Señor le mandó a Emma “deten[erse] y no particip[ar] de lo que [el Señor mandó a José ofrecerle a ella]” (D. y C. 132:51). No sabemos qué fue lo que el Señor mandó a José que le ofreciera a Emma. Sin embargo, la revelación parece indicar que el Señor pretendía que la “oferta” —cualquiera que fuese— sirviera a José y a Emma como una prueba de fe equivalente a la de Abraham: “… pues lo hice para probaros como probé a Abraham, dice el Señor, y para que yo pudiese demandar una ofrenda de tus manos, por convenio y sacrificio” (D. y C. 132:51).
Doctrina y Convenios 132:52–56. “… que permanezca y se una a mi siervo José”
Durante un tiempo, Emma Smith aceptó el principio del matrimonio plural y dio su consentimiento para que José se casara con otras mujeres (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org). Sin embargo, para el verano de 1843, cuando se escribió la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, Emma tenía dificultades para aceptar esos matrimonios plurales. En la revelación, el Señor mandó a Emma que recibiera “a todas las [mujeres] que han sido dadas a mi siervo José” y se uniera a su esposo (véase D. y C. 132:52, 54). El Señor le advirtió que si no obedecía Sus mandamientos, sería “[destruida]” (D. y C. 132:54), o sea, que sería apartada o separada de Dios (compárese con Hechos 3:22–23; 1 Nefi 22:20; 3 Nefi 21:11). Esa advertencia es similar a la que el Señor le hizo a Emma en una revelación en julio de 1830, cuando dijo: “Guarda mis mandamientos continuamente, y recibirás una corona de justicia. Y si no haces esto, no podrás venir a donde yo estoy” (D. y C. 25:15). El profeta José Smith había recibido una amonestación similar cuando “un ángel de Dios se presentó junto a él con una espada desenvainada y le dijo que, a menos que procediera y estableciera el matrimonio plural, ¡se le quitaría su sacerdocio y sería destruido!” (Smith, Biography and Family Record of Lorenzo Snow, págs. 69–70).
En contraste con las advertencias que el Señor le dio a Emma tal como y se registra en Doctrina y Convenios 132:52, 54, Él también le prometió que si aceptaba ese mandamiento y “[perdonaba]… sus ofensas a mi siervo José; entonces se le perdonarán a ella sus ofensas con las que me ha ofendido; y yo, el Señor tu Dios, la bendeciré y la multiplicaré, y haré que su corazón se regocije” (D. y C. 132: 56).
Después de que el Profeta dictó la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, su hermano Hyrum se la llevó a Emma para que la leyera, creyendo que podía “convencerla de su veracidad” y ayudarla a aceptar el principio del matrimonio plural (William Clayton, en History of the Church, tomo V, pág. XXXII). Cuando regresó a la oficina del Profeta en la Tienda de ladrillos rojos, “José le preguntó si había tenido éxito. Hyrum respondió que nunca en su vida había recibido una reprimenda más severa, que Emma estaba muy amargada y llena de resentimiento y enojo.
“José comentó tranquilamente: ‘Te dije que no conocías a Emma tan bien como yo’” (Clayton, en History of the Church, tomo V, pág. XXXIII).
“José y Emma se amaban y respetaban profundamente”, lo que hizo que la obediencia del Profeta al matrimonio plural fuera aún más difícil para Emma. “[Ella] vacilaba en su opinión del matrimonio plural; en ocasiones lo apoyaba y en otras lo denunciaba” (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org). Un relato de Maria Jane Woodward, que trabajó en casa de los Smith, refleja los sentimientos conflictivos que Emma tenía sobre el matrimonio plural, así como sus esfuerzos para creer y aceptar esa práctica. Maria recordó una conversación que Emma tuvo con ella la mañana después de que escuchara un intercambio emocional entre Emma y José con respecto al matrimonio plural: “[Emma] me pidió que me sentara en la cama junto a ella y ambas nos sentamos en la cama que yo estaba tendiendo. Se veía muy triste y abatida, y allí me dijo: ‘El principio del matrimonio plural es correcto, pero soy como otras mujeres, tengo un corazón celoso por naturaleza y puedo contestarle a José tanto como cualquier esposa puede contestarle a su esposo, pero esto es lo que quiero decirte. Me oíste criticar el principio. Quiero decirte que ese principio es correcto y proviene de nuestro Padre Celestial’, y luego volvió a hablar de sus celos. Entonces prosiguió: ‘Debo arrepentirme de lo que dije. El principio es correcto, pero soy celosa de corazón. Ahora bien, nunca le digas a nadie que me oíste criticar a José respecto a ese principio. El principio es correcto y si yo, tú o alguien más hallamos falta en él, debemos humillarnos y arrepentirnos de ello” (“Statement of Sister Maria Jane Woodward of Huntington, Emery County, Utah, Maiden Name, Maria J. Johnston”, adjunta con una carta de George H. Brimhall a Joseph F. Smith, 21 de abril de 1902, págs. 2–3, en la Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah).
El 28 de septiembre de 1843, o antes, Emma recibió su investidura del templo, después de lo cual “administró [las ordenanzas del templo] bajo la dirección de José, a muchas otras mujeres” (véase Gracia N. Jones, “My Great-Great-Grandmother Emma Hale Smith”, Ensign, agosto de 1992, págs. 34, 37).
Poco antes del martirio del Profeta en junio de 1844, Emma escribió las bendiciones que más deseaba de su Padre Celestial. En aquella lista anotó lo siguiente:
“Deseo el Espíritu de Dios para conocerme y comprenderme a mí misma, para superar cualquier obstáculo de costumbre o carácter que no me conduzca a alcanzar mi exaltación en los mundos eternos. Deseo una mente fructífera, activa, para comprender sin dudar los designios que Dios revela por medio de Sus siervos…
“Deseo de todo corazón honrar y respetar a mi esposo como cabeza de familia, ser siempre merecedora de su confianza y, siendo uno con él, conservar el lugar que Dios me ha concedido a su lado” (“Emma Hale Smith Blessing”, 1844, texto mecanografiado, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah).
Emma siguió compartiendo su testimonio de la veracidad del Libro de Mormón, del evangelio restaurado de Jesucristo y de la misión profética de su esposo, José Smith, hasta su muerte en 1879 (véase Jones, “My Great-Great-Great-Grandmother”, pág. 36).
Doctrina y Convenios 132:52. “… las que han sido dadas a mi siervo José”
El Señor mandó a Emma Smith que recibiera “a todas las que han sido dadas a mi siervo José” (D. y C. 132:52), o sea, que debía aceptar los matrimonios plurales de su esposo. Algunos de esos matrimonios eran por esta vida y la eternidad, y otros solo por la eternidad.
“Durante la época en que se practicó el matrimonio plural, los Santos de los Últimos Días distinguían entre los sellamientos por esta vida y la eternidad, y los sellamientos solo por la eternidad. Los sellamientos por esta vida y la eternidad abarcaban compromisos y relaciones familiares durante esta vida y, generalmente, incluían la posibilidad de mantener relaciones sexuales. Los sellamientos solo por la eternidad indicaban que eran relaciones solo para la vida venidera.
“La evidencia indica que José Smith participó en ambos tipos de sellamientos. Se desconoce la cantidad exacta de mujeres a las que se selló en esta vida porque la evidencia es fragmentaria. Algunas de las mujeres selladas a José Smith testificaron posteriormente que su matrimonio fue por esta vida y la eternidad, mientras que otras indicaron que sus relaciones lo fueron solo por la eternidad.
“La mayoría de las mujeres que se sellaron a José Smith tenían entre 20 y 40 años en el momento de su sellamiento a él. La mayor, Fanny Young, tenía 56 años. La menor era Helen Mar Kimball… la cual se selló a José varios meses antes de cumplir los 15 años. El matrimonio a esa edad, inapropiado según las normas actuales, era legal en esa época, y algunas mujeres se casaban mediada la adolescencia. Helen Mar Kimball habló de su sellamiento a José Smith como ‘solo por la eternidad’, lo cual sugiere que la relación no incluía las relaciones sexuales…
“… José Smith se selló a varias mujeres que ya estaban casadas. Ninguna de ellas ni José explicaron gran cosa acerca de esos sellamientos, aunque varias dijeron que fueron solo por la eternidad. Otras no dejaron ningún registro, por lo que se desconoce si su sellamiento fue por esta vida y la eternidad o solo por la eternidad.
“Existen varias explicaciones posibles para esa práctica. Esos sellamientos pueden haber brindado una forma de crear un enlace eterno entre la familia de José Smith y otras familias dentro de la Iglesia. Esos lazos se extendían tanto verticalmente, de padre a hijo, como horizontalmente, de una familia a otra. En la actualidad, esos lazos eternos se logran mediante el matrimonio en el templo de personas que también se sellan a su familia biológica, enlazando de esa forma a las familias…
“Otra explicación de esos sellamientos puede haber sido que José Smith fuera renuente a entrar en el matrimonio plural por la pena que le causaría a su esposa Emma. Tal vez pensó que los sellamientos con mujeres casadas cumplirían con el mandato del Señor sin requerirle que tuviera relaciones maritales normales. Eso podría explicar por qué, según Lorenzo Snow, el ángel reprendió a José por haber ‘dudado’ en cuanto al matrimonio plural aun después de haber entrado en la práctica. Después de esa reprimenda, según esta interpretación, José volvió principalmente a sellarse a mujeres solteras.
“Otra posibilidad es que en una época en la que la esperanza de vida de una persona era más corta que hoy en día, las mujeres fieles sintieron la urgencia de ser selladas por la autoridad del sacerdocio. Varias de esas mujeres estaban casadas con hombres que no eran mormones o que lo habían sido, y más de una expresó con posterioridad que era infeliz en su matrimonio. Al vivir en una época en la que era difícil divorciarse, es posible que esas mujeres creyeran que el sellamiento a José Smith les daría las bendiciones que de otra manera no recibirían en la vida venidera.
“… Después de la muerte de José, la mayoría de las mujeres selladas a él se trasladaron a Utah con los santos, siguieron siendo miembros fieles y defendieron tanto el matrimonio plural como a José Smith” (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org).
Doctrina y Convenios 132:58–63. “… si le son dadas diez vírgenes por esta ley”
La palabra virgen puede referirse a cualquier mujer soltera que sea casta. Esa definición se corresponde con lo que enseñó el presidente John Taylor (1808–1887) cuando dijo que “nadie sino los más puros, virtuosos, honorables y rectos” habrían de practicar el matrimonio plural (“Discourse”, Deseret News, 26 de abril de 1882, pág. 212). Aunque no está claro por qué o cómo se utiliza la palabra virgen en Doctrina y Convenios 132:61–63, el matrimonio plural que practicaban el profeta José Smith y los primeros santos no excluía a las viudas ni a las mujeres que habían estado casadas previamente. El pasaje parece ilustrar que los matrimonios plurales realizados según la ley de Dios y por medio de Su autoridad y dirección eran aceptables para Él.
Es importante recordar que el Señor da revelaciones “a [Sus] siervos en su debilidad, según su manera de hablar” (D. y C. 1:24). Doctrina y Convenios 132 contiene el lenguaje del matrimonio tradicional que se utilizaba en la época del profeta José Smith. Por ejemplo, en los días del Profeta era algo común decir que una novia se “daba” en matrimonio. Cuando la revelación establece que las esposas son “dadas” a un hombre (D. y C. 132:61) o que le “pertenecen” a él (D. y C. 132:62), eso no significa que a las mujeres se las considerase como una propiedad o que tuvieran poco o nada que decir con respecto a con quién se casaban. “Las mujeres [de la Iglesia] tenían la libertad de escoger a su esposo, de participar en una unión polígama o monógama, o de no casarse en absoluto” (“El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org). En el contexto de esa revelación, las esposas “dadas” a un hombre aluden a matrimonios autorizados por el Señor y sellados por Su autoridad del sacerdocio (véase D. y C. 132:61; véase también D. y C. 132:39).
Doctrina y Convenios 132:63. “… para multiplicarse y henchir la tierra”
“Los Santos de los Últimos Días no entienden todos los propósitos de Dios al instituir, a través de Sus profetas, la práctica del matrimonio plural en el siglo XIX” (véase “El matrimonio plural y las familias en los primeros días de Utah”, topics.lds.org). Sin embargo, en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, el profeta José Smith aprendió que uno de los propósitos del matrimonio plural es “multiplicarse y henchir la tierra” (D. y C. 132:63; véase también Génesis 1:28). Jacob, un profeta del Libro de Mormón, explicó que a veces el Señor ordena a Su pueblo practicar el matrimonio plural para que pueda “levantar posteridad para [Él]” (Jacob 2:30). “… levantar posteridad para [el Señor]” significa “criar… hijos en la luz y la verdad” del Evangelio (véase D. y C. 93:40). Por consiguiente, en ocasiones el Señor ha establecido la práctica del matrimonio plural a fin de proporcionar a Su pueblo más oportunidades de criar hijos en el convenio del Evangelio. La práctica del matrimonio plural en la Iglesia en el siglo XIX “resultó en el nacimiento de un gran número de niños en hogares de fieles Santos de los Últimos Días” (“El matrimonio plural y las familias en los primeros días de Utah”, topics.lds.org).
La práctica del matrimonio plural “también dio forma, de muchas maneras, a la sociedad mormona del siglo XIX: el matrimonio estuvo al alcance de prácticamente todo el que lo deseaba; la desigualdad de riqueza per cápita disminuyó conforme las mujeres que se encontraban en desventaja económica se casaban para formar parte de familias económicamente más estables; y aumentaron los matrimonios [interétnicos], lo cual contribuyó a unir a una población diversa de inmigrantes” (véase “El matrimonio plural y las familias en los primeros días de Utah”, topics.lds.org).
Doctrina y Convenios 132:63. “… para su exaltación en los mundos eternos”
Muchos de los primeros líderes y miembros de la Iglesia no distinguían entre el matrimonio celestial y el matrimonio plural al hablar de los requisitos de la exaltación. En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 132, el Señor enseñó que “si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio, y les es sellado por el Santo Espíritu de la promesa, por conducto del que es ungido”, recibirán “exaltación y gloria en todas las cosas”, y “entonces serán dioses” (D. y C. 132:19–20). Por tanto, “el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio” (D. y C. 131:2) es el matrimonio eterno o celestial de un hombre y una mujer. El Señor extendió las mismas bendiciones prometidas de “exaltación en los mundos eternos” a los santos fieles que vivieran el principio del matrimonio plural (D. y C. 132:63; véase también D. y C. 132:55), pues el matrimonio celestial —no el matrimonio plural— es necesario para la exaltación.
En 1933, el presidente Heber J. Grant y sus consejeros de la Primera Presidencia explicaron que el término “matrimonio celestial” no implica el matrimonio plural: “El matrimonio celestial —o sea, el matrimonio por esta vida y por la eternidad— y el matrimonio polígamo o plural no son términos sinónimos. Los matrimonios monógamos por esta vida y por la eternidad que se solemnizan en nuestros templos de acuerdo con la palabra del Señor y las leyes de la Iglesia son matrimonios celestiales” (en James R. Clark, compilación, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1971, tomo V, pág. 329).
El élder Bruce R. McConkie enseñó que el matrimonio monógamo —el matrimonio entre un hombre y una mujer— es la norma del Señor para el matrimonio celestial: “El matrimonio plural no es esencial para la salvación ni la exaltación. A Nefi y a su pueblo se les negó el poder de tener más de una esposa y sin embargo pudieron alcanzar todas las bendiciones de la eternidad que el Señor jamás brindó a cualquier pueblo. En nuestros días, el Señor resumió por revelación toda la doctrina de la exaltación y la proclamó basándose en el casamiento de un hombre con una mujer (D. y C. 132:1–28). Después agregó los principios relativos a la pluralidad de esposas con la expresa estipulación de que cualquiera de esos casamientos sería válido únicamente si está autorizado por el Presidente de la Iglesia (D. y C. 132:7, 29–66). (Mormon Doctrine, 2.ª edición, 1966, págs. 578–579).
Doctrina y Convenios 132:64–66. “… la ley de Sara”
Las instrucciones registradas en Doctrina y Convenios 132:64–66 se relacionan aparentemente con las circunstancias específicas de José y Emma Smith. El Señor se refiere a un hombre “que tiene las llaves de este poder” y a la esposa de ese hombre (D. y C. 132:64; véanse también D. y C. 132:7 y los comentarios sobre Doctrina y Convenios 132:7 en este manual). El Señor explicó que después de que el profeta José Smith hubo enseñado a Emma “la ley de mi sacerdocio” en cuanto al matrimonio plural, ella tenía la obligación de “creer” y apoyar a José puesto que él obedecía el mandamiento del Señor de casarse con otras mujeres (D. y C. 132:64). Al hacerlo, Emma seguiría el ejemplo de Sara, “la cual ministró a Abraham según la ley, cuando [el Señor] le mand[ó]… que tomara a Agar por esposa” (D. y C. 132:65; véase también D. y C. 132:34).
Declaración Oficial 1: Antecedentes históricos adicionales
Cuando el profeta José Smith estableció el matrimonio plural de acuerdo con el mandamiento del Señor, solo un número relativamente pequeño de miembros de la Iglesia tuvo conocimiento de dicha práctica. “El matrimonio plural se dio a conocer gradualmente entre los primeros santos y se pidió a los participantes que mantuvieran sus acciones de manera confidencial” (véase “El matrimonio plural en Kirtland y en Nauvoo”, topics.lds.org). Después de que los santos se mudaron al valle del Lago Salado y a otras regiones del oeste de los Estados Unidos, aumentó el número de miembros de la Iglesia que practicó abiertamente el matrimonio plural, y la obediencia al principio se generalizó. Durante una conferencia de la Iglesia que se llevó a cabo en Salt Lake City el 29 de agosto de 1852, el élder Orson Pratt, del Cuórum de los Doce Apóstoles, actuando bajo la dirección del presidente Brigham Young, enseñó en cuanto al principio del matrimonio plural y declaró que “los Santos de los Últimos Días han aceptado la doctrina del [matrimonio plural] como parte de su fe religiosa” (en “Minutes of a Special Conference of Elders of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Assembled in the Tabernacle, Great Salt Lake City, August 28, 1852”, The Latter-Day Saints’ Millennial Star, suplemento, 1853, pág. 18). En los años siguientes, líderes religiosos y políticos de los Estados Unidos se opusieron a la práctica, calificándola de inmoral e incivilizada. Sin embargo, los miembros de la Iglesia defendieron el matrimonio plural, testificando que Dios lo había ordenado mediante revelación al profeta José Smith.
“A partir de 1862, el gobierno de Estados Unidos promulgó una serie de leyes para forzar a los Santos de los Últimos Días a abandonar el matrimonio plural…
“Esta oposición gubernamental fortaleció la resolución de los santos de resistir lo que consideraban leyes injustas. Los hombres polígamos se ocultaron, a veces hasta por años, yendo de casa en casa, alojándose con amigos o familiares…
“La campaña contra la poligamia generó un gran trastorno en las comunidades mormonas. La ausencia de los esposos hizo recaer en las esposas y en los hijos la atención de las granjas y los negocios, por lo que disminuyeron los ingresos y se produjo una recesión económica. La campaña también creó tensiones entre las familias. Las nuevas esposas plurales tenían que vivir apartadas de sus esposos y, confidencialmente, solo unos pocos sabían de sus matrimonios. Con frecuencia, las mujeres embarazadas elegían ocultarse, a veces en regiones apartadas, para no correr el riesgo de ser citadas a testificar en un tribunal de justicia en contra de sus maridos. Los hijos vivían con el temor de que sus familias se rompieran o que se les obligase a testificar en contra de sus padres. Algunos hijos se ocultaron y asumieron otra identidad” (véase “El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural”, topics.lds.org).
Las leyes que se crearon para impedir el matrimonio plural negaron a los hombres que lo practicaban el derecho a votar y ocupar cargos políticos; revocó, o canceló, el derecho de las mujeres a votar en el Territorio de Utah; disolvió la Iglesia como institución legal; y autorizó que el gobierno confiscara todas las propiedades de la Iglesia valoradas en 50 000 dólares o más, incluso los templos. La Iglesia impugnó esa ley por ser inconstitucional, pero finalmente fue confirmada por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. (Véase Encyclopedia of Mormonism, 1992, “History of the Church: c. 1878–1898, Late Pioneer Utah Period”, tomo II, págs. 625–627, eom.byu.edu).
En agosto de 1890, los líderes de la Iglesia fueron informados de que el gobierno de los Estados Unidos tenía la intención de confiscar los Templos de Logan, Manti y St. George (véase Abraham H. Cannon, Candid Insights of a Mormon Apostle: The Diaries of Abraham H. Cannon, 1889–1895, editado por Edward Leo Lyman, 2010, pág. 124; véase también In the Whirlpool: The Pre-Manifesto Letters of President Wilford Woodruff to the William Atkin Family, 1885–1890, editado por Reid L. Neilson, 2011, pág. 91). Eso ocasionó que el presidente Wilford Woodruff deliberara en consejo con otros líderes de la Iglesia y procurara fervientemente la voluntad del Señor con respecto a la práctica del matrimonio plural. El 25 de septiembre de 1890 registró lo siguiente en su diario: “He llegado a un punto en la historia de mi vida como presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en que me veo bajo la necesidad de actuar para la salvación temporal de la Iglesia. El gobierno de los Estados Unidos ha adoptado una postura y ha promulgado leyes para destruir a los Santos de los Últimos Días en cuanto al tema de la poligamia o el orden patriarcal del matrimonio; y después de orar al Señor y de sentirme inspirado, he emitido la siguiente proclamación que cuenta con el apoyo de mis consejeros y los Doce Apóstoles” (en Clark, Messages of the First Presidency, 1966, tomo III, pág. 192). La proclamación del presidente Woodruff, registrada en Doctrina y Convenios como Declaración Oficial 1, “se hizo pública el 25 de septiembre y llegó a conocerse como el Manifiesto” (véase “El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural”, topics.lds.org). El Manifiesto fue “aceptado por la Iglesia como autorizado y obligatorio el 6 de octubre de 1890” (véase Declaración Oficial 1).
Declaración Oficial 1
El presidente Wilford Woodruff emite el Manifiesto, que lleva a la finalización de la práctica del matrimonio plural
Declaración Oficial 1, párrafos 1–3. “No estamos enseñando la poligamia o matrimonio plural, ni permitiendo a persona alguna su práctica”
En los años previos a la publicación del Manifiesto, los líderes de la Iglesia, con espíritu de oración, hicieron cambios en la práctica del matrimonio plural con la esperanza de reducir las hostilidades contra los Santos de los Últimos Días. Aconsejaron a los hombres que tenían matrimonios plurales “que vivieran con solo una de sus esposas a la vista de los demás, y propuso que no se enseñara el matrimonio plural públicamente. En 1889, las autoridades de la Iglesia prohibieron efectuar nuevos matrimonios plurales en Utah” (“El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural”, topics.lds.org). El presidente Wilford Woodruff también mandó que se derribara la Casa de Investiduras en Salt Lake City, después de enterarse de que allí se llevó a cabo un matrimonio plural sin su conocimiento (Declaración Oficial 1, párrafo 3). Durante más de 30 años, la Casa de Investiduras había sido como un templo provisional donde los miembros de la Iglesia recibían las ordenanzas del templo, incluidos los sellamientos matrimoniales. En junio de 1890, la Primera Presidencia instruyó a los líderes de la Iglesia que no llevaran a cabo ningún matrimonio plural nuevo en los Estados Unidos, al tiempo que lo permitía de manera limitada en las comunidades de Santos de los Últimos Días de México y Canadá (véase Thomas G. Alexander, “The Odyssey of a Latter-day Prophet: Wilford Woodruff and the Manifesto of 1890”, en Banner of the Gospel: Wilford Woodruff, editado por Alexander L. Baugh y Susan Easton Black, 2007, pág. 301). Cuando el presidente Woodruff declaró que la Iglesia ya no enseñaba oficialmente el principio del matrimonio plural “ni [permitía] a persona alguna su práctica”, se refería específicamente a informes de nuevos matrimonios plurales efectuados en el Territorio de Utah (Declaración Oficial 1, párrafo 2).
¿Cómo reaccionaron los miembros de la Iglesia al Manifiesto?
Los miembros de la Iglesia habían practicado el matrimonio plural durante medio siglo porque creían firmemente que Dios lo había ordenado. Muchos de los que habían sacrificado tanto para obedecer ese mandamiento reaccionaron al Manifiesto con asombro y cierta inquietud. Lorena Washburn Larsen relató la lucha que tuvo después de conocer el Manifiesto y la confirmación personal que recibió posteriormente:
“Había entrado en ese orden del matrimonio… porque creía que Dios había ordenado a Su pueblo que lo hiciera; había sido un sacrificio enorme entrar en él y vivirlo como pensaba que Dios quería que lo hiciera. Al reflexionar en ello, parecía imposible que el Señor se retractara de un principio que había sido la causa de tanto sacrificio, angustia y tribulación…
“Mi angustia era inexpresable y una densa oscuridad se apoderó de mi mente… Imaginé verme a mí misma y a mis hijos, y a muchas otras mujeres extraordinarias y a sus familias a la deriva, cuando nuestro único propósito al entrar [en el matrimonio plural] había sido servir al Señor más plenamente. Me dejé caer sobre la cama y, en mi angustia, deseé que la tierra se abriera y nos tragara a mí y a mis hijos. La oscuridad parecía impenetrable.
“De repente escuché una voz y sentí una presencia muy poderosa…
“Apareció una luz cuyo brillo no se puede describir, la cual llenó mi alma y sentía tanto gozo, paz y felicidad que sentí que no importaba lo que me sucediera en el futuro, pues nunca podría volver a estar triste. Aunque todo el mundo se hubiese congregado para tratar de consolarme con todas sus fuerzas, no podría compararse con la potente Presencia invisible que vino a mí en aquella ocasión…
“En los años difíciles que siguieron, a menudo volvía a aparecer ante mí un destello de aquella misma luz” (Autobiography of Lorena Eugenia Washburn Larsen, 1962, págs. 105–106).
Cuando se anunció por primera vez el Manifiesto, el élder Brigham H. Roberts, que en aquel entonces era miembro del Cuórum de los Setenta, se encontraba en un tren que se dirigía a Salt Lake City junto con varios miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles. Durante el viaje, el élder John W. Taylor, del Cuórum de los Doce Apóstoles, se encontró un ejemplar de la publicación Deseret News Weekly, cuyos titulares anunciaban el Manifiesto, y se lo mostró al élder Roberts. Este recordó más tarde:
“Leí [los titulares] con asombro. Pero nada más leerlos, como si un destello de luz hubiese traspasado mi alma, el espíritu dijo: ‘Está bien’, y se esfumó. Entonces comencé a reflexionar sobre el asunto. Pensé en todo lo que los santos habían sufrido para apoyar esa doctrina; recordé mi propio exilio [en Inglaterra], mi propio encarcelamiento; pensé en el de otras personas. Recordé los sacrificios que mis esposas habían hecho por dicha doctrina; lo que otros habían hecho por ella. La habíamos predicado; habíamos sostenido su divinidad desde el púlpito, en la prensa, en el estrado. Nuestra comunidad había soportado toda clase de recriminación del mundo por causa de ella, ¿y así era como terminaba? Había aprendido a esperar que Dios sostuviese ese principio así como a Sus santos que lo habían cumplido, y abandonarlo de ese modo era como una especie de proceder cobarde que, cuanto más pensaba en ello, menos me agradaba… Estaba sumamente enfurecido; me sentía abrumado y humillado…
“… Ese asunto continuó siendo una prueba para mí hasta el año 1891 y me atormentó mucho, pero dije poco al respecto; y poco a poco comencé a recordar el destello de luz que vino a mí la primera vez que supe [del Manifiesto], hasta que finalmente mis sentimientos lo aceptaron. Tal vez había transgredido al rechazar el primer testimonio que recibí en cuanto a él y permitir que mis propios prejuicios y mi propio y estrecho razonamiento humano se interpusieran entre la inspiración de Dios y el testimonio que me expresó en cuanto a que el Manifiesto era correcto. Cuando empecé a darme cuenta de ello, me arrepentí de mi error y procuré con fervor el Espíritu de Dios para obtener un testimonio que recibí gradualmente” (citado en Ronald W. Walker, “B. H. Roberts and the Woodruff Manifesto”, BYU Studies Quarterly, tomo XXII, nro. 3, artículo 10, 1982, págs. 364–365, scholarsarchive.byu.edu).
Si bien algunos miembros de la Iglesia reaccionaron con preocupación por el Manifiesto, otros se llenaron de alegría y alivio con el anuncio del presidente Woodruff.
¿Cesó de inmediato la práctica del matrimonio plural con el Manifiesto?
“Al igual que el comienzo del matrimonio plural en la Iglesia, el fin de la práctica fue un proceso y no un acontecimiento único. La revelación vino ‘línea por línea, precepto por precepto’ [D. y C. 98:12]…
“… Aún quedaban por resolver muchos asuntos prácticos. El Manifiesto no hacía mención de lo que debían hacer las familias de los matrimonios plurales existentes. Por iniciativa propia, algunos matrimonios se separaron o divorciaron como consecuencia del Manifiesto; otros esposos dejaron de convivir con todas sus esposas, salvo una, pero continuaron brindando sostén económico y emocional a todos sus dependientes. En reuniones a puerta cerrada con líderes locales, la Primera Presidencia condenó a los hombres que abandonaban a sus esposas valiéndose del Manifiesto como excusa. ‘Yo no prometí, no podría prometer ni prometería jamás que ustedes abandonarían a sus esposas e hijos’, dijo el presidente Woodruff a esos hombres. ‘No pueden hacerlo y a la vez mantener su honor’ [en el diario de Abraham H. Cannon, 7 de octubre de 1890, 12 de noviembre de 1891].
“Basados en la creencia de que los convenios que habían hecho con Dios y sus esposas tendrían que ser honrados por encima de todo, muchos esposos, incluso líderes de la Iglesia, continuaron conviviendo con sus esposas plurales y teniendo hijos con ellas hasta bien entrado el siglo XX…
“… En circunstancias excepcionales se efectuó un número reducido de matrimonios plurales en Estados Unidos entre 1890 y 1904, si bien no está claro si se disponía o no de autorización para efectuarlos en el país.
“Se desconoce el número exacto de nuevos matrimonios plurales efectuados durante esos años dentro y fuera de los Estados Unidos…
“… En términos generales, el registro muestra que la práctica del matrimonio plural iba en descenso y que los líderes de la Iglesia estaban actuando de buena fe para ceñirse a los términos del Manifiesto, conforme al entendimiento de ellos” (véase “El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural”, topics.lds.org).
Al hablar sobre las decisiones complejas que los santos tuvieron que tomar con respecto a la práctica de la poligamia y su suspensión, el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, declaró:
“Está claro que durante los procesamientos federales de la década de 1880, numerosos líderes y miembros fieles de la Iglesia fueron perseguidos, arrestados, enjuiciados y encarcelados por violaciones de varias leyes que prohibían la poligamia o la cohabitación. Algunas esposas incluso fueron encarceladas por negarse a testificar contra sus maridos, siendo una de ellas la hermana mayor de mi abuelo.
“También está claro que la poligamia no cesó súbitamente con el Manifiesto de 1890. Las relaciones polígamas que fueron selladas antes de que se anunciara la revelación continuaron por una generación, al igual que la realización de matrimonios polígamos fuera de los Estados Unidos, donde la aplicación del Manifiesto fue incierta durante un tiempo. Parece ser que los matrimonios plurales también continuaron en algunos lugares durante aproximadamente una década entre líderes y miembros que se tomaron la libertad de hacerlo por las ambigüedades y las presiones creadas por el choque de alto nivel entre las leyes de las que se resentían y las doctrinas que veneraban” (“Gospel Teachings about Lying”, Clark Memorandum, publicación periódica de la Facultad de Derecho J. Reuben Clark, Universidad Brigham Young, primavera de 1994, pág. 16).
En abril de 1904, el presidente Joseph F. Smith emitió una declaración conocida como el Segundo Manifiesto, declarando que se prohibían todos los nuevos matrimonios plurales: “Si un oficial o un miembro de la Iglesia se dispusiera a solemnizar o a contraer esta clase de matrimonio, se le considerará en transgresión contra la Iglesia, será sancionado de acuerdo con las normas y regulaciones de esta, así como excomulgado de ella” (en Conference Report, abril de 1904, pág. 75).
“Los miembros de la Iglesia que rechazaron el Segundo Manifiesto y persistieron en abogar públicamente por el matrimonio plural o por efectuar nuevos matrimonios plurales fueron convocados a consejos disciplinarios de la Iglesia. Algunos de los que fueron excomulgados se agruparon para fundar movimientos independientes y a veces se les llama fundamentalistas. Estos grupos no pertenecen a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ni cuentan con su apoyo. Desde la etapa del presidente Joseph F. Smith, los Presidentes de la Iglesia han recalcado de manera continua que la Iglesia y sus miembros ya no están autorizados a contraer matrimonios plurales y han hecho hincapié en la sinceridad de sus palabras al instar a los líderes locales a presentar ante los consejos disciplinarios de la Iglesia a los miembros que no cumplan con esto” (véase “El Manifiesto y la finalización del matrimonio plural”, topics.lds.org).
Al hablar sobre la postura de la Iglesia con respecto a la poligamia, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) declaró:
“No hay tal cosa como un ‘mormón fundamentalista’; es una contradicción emplear esas dos palabras juntas.
“Hace más de un siglo Dios reveló claramente a Su profeta Wilford Woodruff que la práctica del matrimonio plural debía suspenderse, lo cual significa que ahora está en contra de la ley de Dios. Incluso en los países en los que la ley civil o la ley religiosa permiten la poligamia, la Iglesia enseña que el matrimonio debe ser monógamo y no acepta entre sus miembros a los que practican el matrimonio plural” (“¿Qué pregunta la gente acerca de nosotros?”, Liahona, enero de 1999, pág. 84).
Declaración Oficial 1, párrafo 6. “Propongo que… consideremos [al presidente Woodruff] plenamente autorizado, en virtud de su posición, para expedir el Manifiesto”.
El matrimonio plural solo se puede autorizar mediante las llaves del sacerdocio que posee el Presidente de la Iglesia (véase D. y C. 132:39, 45–48). El presidente Joseph F. Smith enseñó: “[El] Presidente es el portavoz de Dios, el revelador, el traductor, el vidente y el Profeta de Dios para toda la Iglesia. Él es quien posee las llaves de este santo sacerdocio: las llaves que abren las puertas de los templos de Dios y de las ordenanzas de Su casa para la salvación de los vivos y para la redención de los muertos” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 151). Como Presidente de la Iglesia, Wilford Woodruff estaba “plenamente autorizado” a recibir la voluntad del Señor para la Iglesia y poner fin a la práctica del matrimonio plural (Declaración Oficial 1, párrafo 6).
Para una explicación adicional en cuanto a la manera en que las llaves del sacerdocio que poseía el Presidente de la Iglesia regían la práctica del matrimonio plural, consulta los comentarios sobre Doctrina y Convenios 132:39–40, 45 en este capítulo.
Declaración Oficial 1, “Selecciones de tres discursos del presidente Wilford Woodruff referentes al Manifiesto”, párrafo 1. “El Señor jamás permitirá que [el Presidente de esta Iglesia los] desvíe”
A algunos miembros de la Iglesia les costaba aceptar el Manifiesto como la voluntad del Señor. En un discurso de conferencia general pronunciado menos de dos semanas después de emitir el Manifiesto, el presidente Wilford Woodruff testificó a los miembros de la Iglesia: “El Señor jamás permitirá que [los] desvíe yo ni ningún otro hombre que funcione como Presidente de esta Iglesia. No es parte del programa. No existe en la mente de Dios. Si yo intentara tal cosa, el Señor me quitaría de mi lugar, y así lo hará con cualquier hombre que intente desviar a los hijos de los hombres de los oráculos de Dios y de su deber” (Declaración Oficial 1, “Selecciones de tres discursos del presidente Wilford Woodruff referentes al Manifiesto”, párrafo 1).
Las enseñanzas del presidente Woodruff no deben malinterpretarse como queriendo decir que los profetas son perfectos o infalibles. Por ejemplo, en varias ocasiones el Señor reconoció las debilidades e imperfecciones del profeta José Smith (véanse D. y C. 3:1–10; 64:3–7; 124:1), pero también afirmó que , a pesar de ellas, el Profeta había logrado cumplir su misión divinamente señalada (véase D. y C. 136:37–39; véase también D. y C. 135:3–7).
Refiriéndose a la necesidad de la revelación continua, el presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, enseñó:
“Se nos ha prometido que el Presidente de la Iglesia, como revelador de esta, recibirá guía para todos nosotros. Estaremos seguros si obedecemos lo que él dice y seguimos su consejo…
“¿Cómo podemos estar seguros de que, tal como se ha prometido, los profetas, videntes y reveladores nunca guiarán al pueblo de Dios por sendas equivocadas? (Véase Joseph Fielding Smith, [“Las llaves eternas y el derecho de presidir”], Liahona, marzo de 1973, pág. 18). Una respuesta a esta pregunta la encontramos en el gran principio que se encuentra en la sección 107 de Doctrina y Convenios: ‘Y toda decisión que tome cualquiera de estos cuórums se hará por la voz unánime del cuórum’ [D. y C. 107:27]. Este requisito de unanimidad es una protección en contra de tendencias y preferencias personales; garantiza que Dios gobierna por medio del Espíritu y no el hombre por mayoría o compromiso; garantiza que la sabiduría y la experiencia se concentran en un asunto antes de recibir las impresiones profundas e inconfundibles de la revelación; y… protege contra las debilidades del hombre” (véase “La revelación continua”, Liahona, enero de 1990, pág. 10).
Los miembros de la Iglesia tienen el privilegio y la responsabilidad de saber por sí mismos que el Señor inspira y dirige a los llamados a dirigir la Iglesia. Después de que el Manifiesto se hubo presentado en una conferencia general para el voto de sostenimiento de los miembros de la Iglesia, el presidente George Q. Cannon (1827–1901), de la Primera Presidencia, digirió la palabra a los santos. Durante sus comentarios, extendió la siguiente invitación a aquellos que tenían dudas con respecto al Manifiesto: “Acudan a Dios por ustedes mismos si se sienten contrariados por esto y no pueden ver su propósito; vayan a sus aposentos secretos y pídanle a Dios y suplíquenle, en el nombre de Jesús, que les dé un testimonio como el que Él nos ha dado, y les prometo que no saldrán vacíos ni insatisfechos; obtendrán un testimonio, y se derramará luz sobre ustedes y verán cosas que tal vez no vean y comprendan en este momento” (en Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, compilación de Brian H. Stuy, 1988, tomo II, pág. 133).
Declaración Oficial 1, “Selecciones de tres discursos del presidente Wilford Woodruff referentes al Manifiesto”, párrafos 4–7. “… el Dios del cielo [me mandó] hacer lo que hice”
Un año después de emitido el Manifiesto, el presidente Wilford W. Woodruff se dirigió a los miembros de la Iglesia reunidos en una conferencia de estaca en Logan, Utah y les dijo: “El Señor me ha hecho saber por revelación que hay muchos miembros de la Iglesia en Sion que son duramente probados en sus corazones debido [al Manifiesto]” (“Remarks Made by President Wilford Woodruff”, Deseret Evening News, 7 de noviembre de 1891, pág. 4). Invitó a los santos a reflexionar sobre la misma pregunta que él había meditado y analizado con otros líderes de la Iglesia y luego presentado ante el Señor en ferviente oración: “¿Cuál es el rumbo más prudente que deben seguir los Santos de los Últimos Días: continuar intentando llevar a la práctica el matrimonio plural con las leyes de la nación en contra de ella… o, después de padecer como hemos padecido por motivo de nuestra obediencia a este principio, cesar la práctica y someternos a la ley, y con ello lograr que permanezcan en su casa los Profetas, los Apóstoles y los padres de familia, para que puedan instruir a la gente y encargarse de los deberes de la Iglesia, y también dejar los templos en poder de los santos, para que estos puedan encargarse de las ordenanzas del evangelio tanto para los vivos como por los muertos?” (Declaración Oficial 1, “Selecciones de tres discursos”, párrafo 5). Luego testificó: “El Señor me mostró, en visión y por revelación, exactamente lo que sucedería si no poníamos fin a esta práctica. Si no la hubiéramos terminado, de nada os hubiera servido… ninguno de los hombres de este Templo de Logan, porque todas las ordenanzas se habrían suspendido en toda la tierra de Sion. Habría reinado la confusión por todo Israel, y muchos hombres [habrían] sido encarcelados”. Sin embargo, declaró su voluntad de continuar la práctica del matrimonio plural, a pesar de las consecuencias, “si el Dios del cielo no [le] hubiera mandado hacer lo que [hizo]” (Declaración Oficial 1, “Selecciones de tres discursos”, párrafos 6–7).
Una verdad que podemos aprender de las enseñanzas del presidente Woodruff es que el Señor da revelación continua a Sus profetas de acuerdo con las necesidades y circunstancias de Su Iglesia y pueblo. El presidente John Taylor enseñó:
“Y desde la ocasión en que Adán recibió la primera comunicación de Dios hasta la ocasión en la que la recibió Juan en la Isla de Patmos, o la ocasión en que los cielos se abrieron para José Smith, siempre han hecho falta nuevas revelaciones, adaptadas a las circunstancias exclusivas de la Iglesia o de las personas.
“La revelación que recibió Adán no daba instrucciones a Noé para construir el arca, ni la revelación que recibió Noé mandaba a Lot que abandonase Sodoma, ni ninguna de ellas hablaba de que los hijos de Israel salieran de Egipto. Cada uno de ellos recibió revelaciones individuales, así como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jesús, Pedro, Pablo, Juan y José. Y así debe ser también con nosotros” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: John Taylor, 2002, págs. 176–177).
Por consiguiente, las circunstancias nuevas y cambiantes requieren revelación adicional de Dios. Si bien los acontecimientos externos, como la intensa oposición al matrimonio plural, pueden crear la necesidad de revelación nueva, al final es el Señor quien dirige la Iglesia y a sus miembros mediante la revelación.