“Capítulo 54: Doctrina y Convenios 134–136”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno (2017)
“Capítulo 54”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno
Capítulo 54
Doctrina y Convenios 134–136
Introducción y cronología
El 17 de agosto de 1835, los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, llevaron a cabo una reunión especial para aprobar la futura publicación de Doctrina y Convenios. Oliver Cowdery presidió esa reunión porque el profeta José Smith estaba visitando a los miembros de la Iglesia del territorio de Michigan. Durante la reunión, los miembros de la Iglesia votaron para incluir en Doctrina y Convenios “una declaración de la creencia concerniente a los gobiernos y a las leyes” (D. y C. 134, encabezamiento de la sección), La cual se encuentra en Doctrina y Convenios 134.
El 27 de junio de 1844, el profeta José Smith y su hermano Hyrum, que era el Presidente Asistente y el Patriarca de la Iglesia, murieron como mártires en Carthage, Illinois. En la edición de 1844 de Doctrina y Convenios se incluyó el anuncio del martirio basado en los relatos oculares de los élderes John Taylor y Willard Richards, miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles. Dicho anuncio se encuentra en Doctrina y Convenios 135.
En febrero de 1846, los miembros de la Iglesia comenzaron a abandonar Nauvoo, Illinois, y a viajar hacia el oeste a través del territorio de Iowa. El presidente Brigham Young recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 136 en Winter Quarters, Nebraska, en enero de 1847. En ella, el Señor aconseja a los santos que se organicen y se preparen para su trayecto hacia el oeste.
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17 de agosto de 1835Los miembros de la Iglesia de Kirtland, Ohio, aprueban que Doctrina y Convenios 134 se incluya en Doctrina y Convenios.
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27 de junio de 1844El profeta José Smith y Hyrum Smith mueren como mártires en la cárcel de Carthage, en Carthage, Illinois.
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Julio–agosto de 1844Se escribe Doctrina y Convenios 135.
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4 de febrero de 1846La primera compañía de santos sale de Nauvoo, Illinois, con destino al oeste.
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Junio de 1846La compañía de santos de Brigham Young llega al río Misuri, donde más tarde se establecen asentamientos en Kanesville, Iowa, Winter Quarters, Nebraska, y en otras partes.
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14 de enero de 1847Se recibe Doctrina y Convenios 136.
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24 de julio de 1847La compañía pionera de Brigham Young llega al valle del Lago Salado.
Doctrina y Convenios 134: Antecedentes históricos adicionales
Después de que los miembros de la Iglesia fueron expulsados ilegalmente de sus hogares en el condado de Jackson, Misuri, a finales de 1833, los líderes de la Iglesia solicitaron ayuda a funcionarios estatales y federales para proteger los derechos civiles de los santos y reclamar sus propiedades perdidas, pero las apelaciones de ayuda por parte de la Iglesia fracasaron repetidamente. En algunos casos, a los miembros de la Iglesia se les “acusó, por parte de sus enemigos más acérrimos, tanto en Misuri como en otros lugares, de oponerse a la ley y al orden” y falsamente se les “representó como personas que establecían leyes que iban en contra de las leyes del país” (Joseph Fielding Smith, Church History and Modern Revelation, 1953, tomo II, págs. 30–31).
En julio de 1833, muy pocas copias impresas del Libro de Mandamientos sobrevivieron a la violencia del populacho en Independence, Misuri. Por tanto, se preparó un nuevo libro con las revelaciones que había recibido el profeta José Smith para publicarlo en 1835 en Kirtland, Ohio. El 17 de agosto de 1835 se congregó una asamblea general de miembros de la Iglesia para aprobar la primera edición de Doctrina y Convenios antes de su publicación. Durante esa reunión, Oliver Cowdery leyó en voz alta un documento adicional titulado: “De los gobiernos y las leyes en general”. Los que asistieron aprobaron por unanimidad la inclusión del documento en Doctrina y Convenios y este se agregó después del apéndice —que ahora es Doctrina y Convenios 133— al final de la edición de 1835. Ese documento, actualmente registrado en Doctrina y Convenios 134, no fue una revelación que se dio al profeta José Smith, sino que posiblemente lo preparó Oliver Cowdery, con ayuda de William W. Phelps, como una declaración que aclara las creencias de los miembros de la Iglesia con respecto a su relación con el gobierno y la ley. (Véase The Joseph Smith Papers, Documents, Volume 4: April 1834–September 1835, editado por Matthew C. Godfrey y otros autores, 2016, págs. 479–482).
Doctrina y Convenios 134
Se describen las responsabilidades de los gobiernos y sus ciudadanos
Doctrina y Convenios 134:1–3. “… el libre ejercicio de la conciencia”
La persecución que los santos experimentaron en Misuri en 1833 y el no poder obtener ayuda de los líderes del gobierno intensificaron su creencia de que los gobiernos deberían proteger los derechos de los ciudadanos, incluso “el libre ejercicio de la conciencia, el derecho de tener y administrar propiedades y la protección de la vida” (D. y C. 134:2). Las leyes que permiten a los ciudadanos actuar de acuerdo con su conciencia protegen la libertad religiosa. El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que los gobiernos tienen la responsabilidad de proteger “el libre ejercicio de la conciencia” (D. y C. 134:2) y la libertad religiosa de sus ciudadanos.
“Hoy en día… ninguno de nosotros puede ignorar la importancia de la religión a nivel mundial, ya sea en la política, la resolución de conflictos, el desarrollo económico, la ayuda humanitaria y en otros aspectos más… Comprender la religión y su relación con las inquietudes y los gobiernos mundiales es esencial a fin de procurar mejorar el mundo en el que vivimos…
“Por consiguiente, los gobiernos deben garantizar la libertad de culto a sus ciudadanos. Tal como se indica en el artículo 18 de la influyente Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas: ‘Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia’ [Declaración Universal de Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, un.org]” (véase “El papel global de la religión”, Liahona, junio de 2017, pág. 14).
Doctrina y Convenios 134:4, 7. “… el libre ejercicio de su creencia religiosa”
En 1842, el profeta José Smith recalcó el principio de la libertad religiosa que se describe en Doctrina y Convenios 134 cuando escribió Artículos de Fe 1:11, el cual dice: “Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen”. Sin embargo, la libertad religiosa no significa que todas las prácticas religiosas deban estar amparadas por la ley. Según Doctrina y Convenios 134:4, los ciudadanos deberían poder practicar su religión “a no ser que sus opiniones religiosas los impulsen a infringir los derechos y libertades de los demás”. Por tanto, los límites en las actividades religiosas son apropiados cuando sea necesario proteger intereses apremiantes como la vida, la propiedad, la salud o la seguridad de los demás.
El profeta José Smith (1805–1844) hizo las siguientes declaraciones en cuanto a la importancia de proteger la libertad religiosa:
“Consideramos que el concepto de que todos los hombres son creados iguales y que todos tienen el privilegio de pensar por sí mismos cualquier asunto relativo a la conciencia es un principio justo, uno cuya potencia toda persona debe examinar debidamente. En consecuencia, no estamos dispuestos, ni lo estaríamos si tuviéramos el poder, a privar a nadie de ejercer esa independencia de la mente que el cielo tan gentilmente ha concedido a la familia humana como uno de sus dones más selectos.
“Abrigo los sentimientos más generosos y caritativos hacia todas las sectas, partidos y denominaciones; y considero sagrados y preciados todos los derechos y libertades de conciencia, sin despreciar a hombre alguno por discrepar conmigo en asuntos de opinión.
“Los santos pueden testificar si estoy dispuesto a dar mi vida por mis hermanos. Si se ha demostrado que he estado dispuesto a morir por un ‘mormón’, declaro sin temor ante los cielos que estoy igualmente dispuesto a morir en defensa de los derechos de un presbiteriano, un bautista o cualquier hombre bueno de la denominación que fuere; porque el mismo principio que hollaría los derechos de los Santos de los Últimos Días atropellaría los derechos de los católicos romanos o de cualquier otra denominación que no fuera popular y careciera de la fuerza para defenderse.
“Lo que inspira mi alma es el amor por la libertad, la libertad civil y religiosa para toda la raza humana” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 366–367).
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó los principios básicos de la libertad religiosa que todos deberíamos promover y apoyar:
“Hay cuatro piedras angulares de la libertad religiosa que, como Santos de los Últimos Días, debemos proteger y de las cuales dependemos.
“La primera es la libertad de culto. Nadie debería tener que soportar críticas, persecución ni ataques por parte de personas, ni tampoco de gobiernos, debido a lo que crea en cuanto a Dios. Es algo personal y muy importante…
“La segunda piedra angular de la libertad religiosa es la libertad de compartir nuestra fe y nuestras creencias con los demás… Como padres, misioneros de tiempo completo y miembros misioneros, dependemos de la libertad religiosa para enseñar la doctrina del Señor en nuestra familia y en todo el mundo.
“La tercera piedra angular de la libertad religiosa es la libertad de formar una organización religiosa, una iglesia, para adorar pacíficamente junto a otras personas… Existen documentos internacionales de derechos humanos y otras constituciones nacionales que apoyan este principio.
“La cuarta piedra angular de la libertad religiosa es la libertad de vivir nuestras creencias: la libertad de ejercer nuestra fe no solo en el hogar y en la capilla, sino también en lugares públicos” (véase “Cómo preservar el albedrío y cómo proteger la libertad religiosa”, Liahona, mayo de 2015, pág. 112).
Doctrina y Convenios 134:5–6. “… todos los hombres están obligados a sostener y apoyar a los gobiernos respectivos de los países donde residan”
Los Santos de los Últimos Días creen que deberían “sostener y apoyar a los gobiernos respectivos de los países donde residan” (D. y C. 134:5). El profeta José Smith resumió ese principio cuando escribió Artículos de Fe 1:12, el cual dice: “Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley”. Los miembros de la Iglesia viven ese principio cuando obedecen las leyes de su país y alientan a los demás a obedecer la ley, a prestar servicio en la comunidad, a mostrar respeto por los funcionarios del gobierno y al votar.
En ocasiones, las leyes del país pueden entrar en conflicto con las creencias de los miembros de la Iglesia. Al hablar en una conferencia a la que asistieron líderes judiciales y religiosos, el élder Dallin H. Oaks enseñó lo que podemos hacer cuando se presente este dilema:
“Si bien todos los creyentes reverencian la ley divina, asimismo la mayoría reconoce que la ley civil también es ordenada por Dios. El Señor Jesucristo indicó: ‘Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios’ (Mateo 22:21). De acuerdo con esa enseñanza, y en la medida de lo posible, debemos obedecer ambos sistemas de la ley. Cuando haya conflictos aparentes, debemos tratar de armonizarlos. Cuando sean verdaderamente irreconciliables, deberíamos unirnos a otras personas que tengan la misma manera de pensar en el esfuerzo por cambiar la ley civil para acomodar la divina. En todo caso, debemos ser muy precavidos antes de decidir, en las circunstancias más inusitadas, pasar por alto una en favor de la otra.
“En ese contexto, digo a mis colegas creyentes que no debemos afirmar el libre ejercicio de la religión para anular toda ley y acción del gobierno que posiblemente se pueda interpretar como una violación de la libertad religiosa institucional o personal. Como he dicho con frecuencia, el libre ejercicio de la religión implica obviamente el derecho a elegir creencias y afiliaciones religiosas, así como el derecho a ejercer o practicar esas creencias. Pero en una nación que tiene ciudadanos con muchas creencias religiosas diferentes, el derecho que tienen algunas personas a actuar según sus principios religiosos se debe circunscribir a la responsabilidad que tiene el gobierno de proteger la salud y la seguridad de todos” (“The Boundary Between Church and State”, discurso pronunciado en la Segunda Conferencia Anual Jurídico-Religiosa de Sacramento, 20 de octubre de 2015, mormonnewsroom.org).
Doctrina y Convenios 134:12. “… no creemos que sea propio intervenir en los asuntos de esclavos”
En 1821 se admitió a Misuri en los Estados Unidos como un estado esclavista, es decir, que la institución de la esclavitud era legal en ese lugar. Al tomar la palabra en una conferencia sobre la libertad religiosa, el élder Quentin L. Cook, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que a los santos de Misuri se les persiguió, en parte, debido a sus creencias contrarias a la esclavitud:
“En Misuri, en 1833, nuestros valores como Santos de los Últimos Días estaban en conflicto directo con los colonos de Misuri que no eran de nuestra fe. Muchos habitantes de Misuri consideraban a los indígenas americanos enemigos implacables y querían expulsarlos del lugar. Además, muchos de los colonos de Misuri eran dueños de esclavos y se sentían amenazados por los que se oponían a la esclavitud…
“Por el contrario, nuestra doctrina respetaba a los indígenas americanos y nuestro deseo era enseñarles el evangelio de Jesucristo. Con respecto a la esclavitud, nuestras Escrituras son claras en cuanto a que ningún hombre debe ser esclavo de otro. Los relativamente pocos primeros miembros de raza negra adoraban junto con los miembros de raza blanca… Algunos colonos de Misuri se sentían amenazados a medida que un gran número de santos se trasladaba a Misuri en cumplimiento de las revelaciones del Señor.
“Eso resultó en inmenso conflicto y persecución para los miembros de la Iglesia” (“Accountability to God: Religious Freedom and Fairness”, discurso pronunciado en el Seminario del Instituto Syemour sobre Libertad Religiosa, 26 de julio de 2017, mormonnewsroom.org).
Algunos de los colonos de Misuri estaban disgustados porque consideraban que un editorial que apareció en la publicación The Evening and the Morning Star abogaba a favor de la migración de negros libres al estado (véase Manuscript History of the Church, tomo A-1, págs. 332–333, josephsmithpapers.org). Oliver Cowdery fue testigo de la dura persecución que sufrieron los santos de Misuri y es posible que haya escrito la afirmación de que “no creemos que sea propio intervenir en los asuntos de esclavos” (D. y C. 134:12) para defender a la Iglesia en contra de esa acusación. Sus palabras aclararon que la Iglesia no abogaba por quebrantar la ley establecida con el fin de “predica[r] el evangelio ni bautiza[r]” a aquellos que vivían como esclavos “contra la voluntad y deseos de sus amos” (D. y C. 134:12).
“La Iglesia se estableció en 1830 durante una era de gran división racial en los Estados Unidos. En esa época, muchas personas de ascendencia africana vivían en esclavitud, y las distinciones y el prejuicio raciales no solo eran comunes sino habituales entre los estadounidenses de raza blanca. Dichas realidades, aunque nos parecen extrañas y perturbadoras hoy en día, influían en todos los aspectos de la vida de gente, incluso en su religión. Por ejemplo, muchas iglesias cristianas de esa época estaban segregadas según la raza. Desde el inicio de la Iglesia, las personas de cualquier raza y origen étnico podían bautizarse y eran recibidas como miembros. Hacia el final de su vida, el fundador de la Iglesia, José Smith, se opuso abiertamente a la esclavitud” (véase “La raza y el sacerdocio”, Temas del Evangelio, topics.lds.org).
Doctrina y Convenios 135: Antecedentes históricos adicionales
A principios de 1844, un grupo de apóstatas de Nauvoo, Illinois, afirmaron que el profeta José Smith era un profeta caído y trataron de iniciar una iglesia rival. Algunos incluso llevaron a cabo reuniones secretas, durante las cuales conspiraron para matarlo. (Véase Glen L. Leonard, Nauvoo: A Place of Peace, a People of Promise, 2002, págs. 357–362). El 7 de junio de 1844, algunos de esos disidentes imprimieron y distribuyeron el que sería el único número de un periódico al que llamaron Nauvoo Expositor, en el que se atacaba el liderazgo del profeta José Smith, que se desempeñaba como alcalde de Nauvoo, acusándolo de enseñar doctrina falsa, de sobrepasar su autoridad política y religiosa, y de practicar en secreto la poligamia. Proponía, además, que se anulara el acta constitutiva de Nauvoo. (Véase Leonard, Nauvoo, págs. 362–364). Durante una reunión del pleno municipal de la ciudad de Nauvoo celebrada el 10 de junio de 1844, “el pleno aprobó una ordenanza que declaraba el periódico Nauvoo Expositor como un alterador del orden público, y también aprobó una orden para [José Smith] para que [pusiera fin] a esa publicación”. En esa reunión, el profeta José Smith observó que “la conducta de tales hombres y periódicos tiene como fin destruir la paz de la ciudad; y no es prudente que existan tales cosas, a causa del espíritu de hostilidad que tienden a producir”. Declaró, además, que el periódico “incitaba el espíritu de agresión entre la gente, creando muerte y destrucción entre nosotros”. (En Manuscript History of the Church, tomo F-1, págs. 74, 77–78, 80, josephsmithpapers.org).
El pleno municipal de la ciudad de Nauvoo mandó que el alcalde destruyera la imprenta. Posteriormente, los propietarios del Nauvoo Expositor presentaron cargos contra José Smith y otros funcionarios de la ciudad de Nauvoo por causar disturbios. Alentados por las acusaciones de los enemigos del Profeta, los ciudadanos de las comunidades aledañas de Warsaw y Carthage dieron discursos y escribieron artículos en periódicos para solicitar que una fuerza armada expulsara a todos los Santos de los Últimos Días del estado de Illinois si José Smith y los demás no se entregaban a las autoridades. Como alcalde de Nauvoo, José Smith declaró la ley marcial para proteger a los residentes de la ciudad de posibles ataques. El Profeta también apeló a las autoridades estatales para que lo ayudaran a resolver el problema legal. Al aumentar las tensiones en el estado, Thomas Ford, gobernador de Illinois, emitió una orden para que José Smith y otros funcionarios de la ciudad de Nauvoo fueran a Carthage, Illinois, para ser juzgados por los cargos de amotinamiento. Estando Nauvoo bajo amenaza de ataque y habiendo recibido la garantía del gobernador Ford de que recibirían un juicio justo y seguro, el profeta José Smith, Hyrum Smith y otros funcionarios de Nauvoo viajaron a Carthage. Después de una audiencia, José y los otros acusados pagaron la fianza. Entonces, los enemigos del Profeta acusaron a José y a Hyrum Smith de traición, basándose en que José había declarado la ley marcial en Nauvoo. La traición era una ofensa que no contemplaba la libertad bajo fianza, de modo que José y Hyrum tuvieron que permanecer encarcelados hasta que se les enjuiciara. El Profeta y su hermano fueron custodiados y llevados desde el Hotel Hamilton, donde se habían estado alojando, hasta la cárcel de Carthage a esperar el juicio. (Véase Leonard, Nauvoo, págs. 365–372, 376, 381, 384).
La tarde del 27 de junio de 1844, una turba hostil atacó el dormitorio del carcelero, ubicado en la segunda planta de la cárcel, donde se alojaban los prisioneros, y asesinaron al profeta José Smith y a Hyrum Smith. Otras dos personas, los élderes John Taylor y Willard Richards, que eran miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles, se encontraban también en la habitación con el Profeta y su hermano. John Taylor resultó gravemente herido, mientras que Willard Richards escapó sin daño alguno.
En julio y agosto de 1844 se redactó un anuncio basado en los relatos oculares de los élderes John Taylor y Willard Richards. La Iglesia incluyó ese anuncio y tributo al profeta José Smith al final de la edición de 1844 de Doctrina y Convenios. (Véase Jeffrey Mahas, “Recuerdos del martirio”, en Revelaciones en contexto, editado por Matthew McBride y James Goldberg, 2016, págs. 326–327, o history.lds.org). Ese anuncio se encuentra actualmente en Doctrina y Convenios 135.
Doctrina y Convenios 135
La Iglesia anuncia el martirio del profeta José Smith y Hyrum Smith
Doctrina y Convenios 135:1–3. “[José] ha sellado su misión y obras con su propia sangre; y lo mismo ha hecho su hermano Hyrum”
Así como muchos profetas antiguos fueron perseguidos e incluso se les dio muerte mientras cumplían las misiones que Dios les había encomendado (véanse Hechos 7:54–60; 1 Nefi 1:19–20; Mosíah 17:9–13; Alma 33:14–17; Helamán 8:17–19), el profeta José Smith también fue criticado, perseguido y, más tarde, muerto, “sell[ando] su misión y obras con su propia sangre” (D. y C. 135:3). En una revelación dada al presidente Brigham Young, el Señor confirmó que “fue menester que [José] sellara su testimonio con su sangre, a fin de que a él se le honrara, y los inicuos fueran condenados” (D. y C. 136:39). El élder Robert D. Hales enseñó: “José Smith selló su testimonio con su propia sangre. El martirio del Profeta fue una aceptación voluntaria de su muerte para sellar el testimonio del Libro de Mormón y de Doctrina y Convenios (véase D. y C. 135:1), y para dar testimonio sagrado de Jesucristo y de Su evangelio en esta dispensación” (“La importancia de recibir un testimonio personal”, Liahona, enero de 1995, pág. 23).
Si deseas más información acerca de cómo el profeta José Smith selló su testimonio con su sangre, consulta los comentarios sobre Doctrina y Convenios 136:39 en este capítulo.
Doctrina y Convenios 135:3. “José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro”
El profeta José Smith era un hombre mortal que fue llamado por Dios para ayudar en la restauración del Evangelio (véanse D. y C. 1:17–23; 136:37–39). Como resultado de su llamamiento como profeta de Dios, José Smith “ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él” (D. y C. 135:3). Los miembros de la Iglesia en la actualidad tienen acceso a abundantes bendiciones gracias a la obra del profeta José Smith. Al hablar sobre esas bendiciones, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) testificó del profeta José Smith: “Durante los breves 38 años y medio de su vida recibió un torrente incomparable de conocimiento, dones y doctrina. Desde un punto de vista objetivo, no hay nada que se le compare; desde uno subjetivo, es la sustancia del testimonio personal de millones de Santos de los Últimos Días de todo el mundo” (“Las cosas grandes que Dios ha revelado”, Liahona, mayo de 2005, pág. 83).
El presidente Joseph F. Smith (1838–1918) explicó que la influencia del ministerio del profeta José Smith se extiende a todo pueblo, independientemente de cuándo haya vivido o viva sobre la tierra: “La obra a la que José Smith se dedicó no se limita solo a esta vida, sino que también atañe a la vida venidera y a la existencia pasada. En otras palabras, se relaciona con los que han vivido en la tierra, con los que ahora viven aquí y con los que vivirán en ella después de nosotros. No es algo que tenga que ver con el hombre tan solo mientras este viva en la tierra en el cuerpo mortal, sino que tiene que ver con toda la familia humana de eternidad en eternidad” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 14).
Todo el que desee saber por sí mismo que José Smith fue un profeta de Dios puede recibir un testimonio espiritual de esa verdad. El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que todo miembro de la Iglesia debe buscar ese testimonio con espíritu de oración:
“José Smith es el Profeta de la Restauración. Su obra espiritual comenzó con la aparición del Padre y del Hijo, seguida de numerosas visitas celestiales. Fue el instrumento en las manos de Dios para sacar a luz Escrituras sagradas y doctrina perdida, y para restaurar el sacerdocio. La importancia de la obra de José exige más que un análisis intelectual; exige que nosotros, al igual que él, ‘[pidamos] a Dios’ [Santiago 1:5; véase también José Smith—Historia 1:11–13]. Las preguntas espirituales merecen respuestas espirituales de Dios…
“Cada creyente necesita una confirmación espiritual de la misión divina y del carácter del profeta José Smith. Esto es cierto para cada generación…
“Cada persona obtendrá un testimonio del profeta José Smith de forma distinta. Puede llegar mientras uno está arrodillado orando, pidiéndole a Dios que confirme que José era verdaderamente un profeta. Tal vez llegue al leer el relato de la Primera Visión que escribió el Profeta. Un testimonio podría destilarse sobre su alma a medida que lee una y otra vez el Libro de Mormón. Podría llegar al compartir su testimonio personal del Profeta o al estar en el templo y darse cuenta de que, gracias a José Smith, el santo poder para sellar se restauró sobre la Tierra. Con fe y verdadera intención, su testimonio del profeta José Smith se fortalecerá…
“A los jóvenes que escuchen hoy o que lean estas palabras en los días venideros, extiendo un desafío concreto: obtengan un testimonio personal del profeta José Smith” (véase “José Smith”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 28–30).
Doctrina y Convenios 135:4–5. “… mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres”
El profeta José Smith y su hermano Hyrum presintieron sus muertes inminentes mientras se preparaban para abandonar sus hogares en Nauvoo para ir a Carthage, Illinois. En aquella ocasión, el Profeta describió sus sentimientos mediante el simbolismo mesiánico de Isaías: “Voy como cordero al matadero” (D. y C. 135:4; véase también Isaías 53:7). A pesar de los obvios esfuerzos de los enemigos que conspiraban para matarlo, el Profeta dijo a sus amigos: “… me siento tan sereno como una mañana veraniega; mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres” (D. y C. 135:4).
Temprano el día en que sería asesinado en la cárcel de Carthage, el profeta José Smith dijo lo siguiente en una carta escrita de manera apresurada a su esposa Emma: “Me hallo completamente resignado a mi suerte, sabiendo que estoy justificado y que he hecho lo mejor que podía hacerse. Da mi amor a los niños y a todos mis amigos… en cuanto a traición, sé que no he cometido ninguna, y no podrían probar ni la apariencia de nada semejante, por lo que no debes temer que suframos ningún daño por ese motivo. Que Dios os bendiga a todos. Amén” (Enseñanzas: José Smith, págs. 565–566).
Previamente, en un discurso que pronunció en Nauvoo el 18 de junio de 1844, el profeta José Smith dijo: “No me importa mi propia vida; estoy listo para ofrecerme como sacrificio por este pueblo, porque, ¿qué pueden hacer nuestros enemigos? Solo matar el cuerpo y ahí se acaba su poder. Permanezcan firmes, amigos míos, no vacilen nunca. No traten de salvar su vida, porque el que teme morir por la verdad perderá la vida eterna. Resistan hasta el fin y seremos resucitados y llegaremos a ser como Dioses, y reinaremos en reinos celestiales, principados y dominios eternos” (Enseñanzas: José Smith, pág. 565).
La mañana del 24 de junio de 1844, cuando el profeta José Smith y sus compañeros salieron de Nauvoo hacia la cárcel de Carthage, “Hyrum, después de haberse preparado para ir… leyó [la despedida de Moroni] cerca del fin del capítulo doce de Éter, en el Libro de Mormón, y dobló la hoja” (D. y C. 135:4; véase también Éter 12:36–38). Luego de describir los eventos que tuvieron lugar esa mañana, el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo:
“Más tarde, cuando estaba en la cárcel de Carthage, José el Profeta se volvió hacia los guardias que lo tenían cautivo y dio un poderoso testimonio de la autenticidad divina del Libro de Mormón [véase History of the Church, tomo VI, pág. 600]. Poco después, las pistolas y las balas acabarían con la vida de ambos testadores.
“Como uno de los miles de elementos de mi propio testimonio de la divinidad del Libro de Mormón, presento esto como una evidencia más de su veracidad. En esa, su más apremiante y última hora de necesidad, yo les pregunto: ¿Blasfemarían esos hombres ante Dios y continuarían basando su vida, su honor y su propia búsqueda de la salvación eterna en un libro (y por ende en una iglesia y un ministerio) que se hubieran inventado de la nada?
“… díganme si en esa hora de muerte, ¿entrarían esos dos hombres en la presencia de su Juez Eterno, hallando solaz y citando un libro, el cual, si no fuera la mismísima palabra de Dios, los tildaría de impostores y charlatanes por la eternidad? ¡No lo harían! Estaban dispuestos a morir antes que negar el origen divino y la veracidad eterna del Libro de Mormón” (véase “Seguridad para el alma”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 89).
Doctrina y Convenios 135:3, 6. “¡En vida no fueron divididos, y en su muerte no fueron separados!”
Hyrum Smith era el hermano mayor del Profeta, además de uno de sus amigos y seguidores más fieles y dignos de confianza. El presidente Heber J. Grant (1856–1945) describió la gran lealtad que Hyrum tenía hacia su hermano: “No hay mejor ejemplo del amor de un hermano mayor que el que se manifestó en la vida de Hyrum Smith por el profeta José Smith… Estaban tan unidos, eran tan afectuosos y amorosos como puedan serlo los hombres mortales… En el corazón de Hyrum Smith no había cabida para los celos. Ningún hombre mortal podría haber sido más leal, más verídico, más fiel en la vida o en la muerte que Hyrum Smith lo fue con el Profeta del Dios viviente” (“Hyrum Smith and His Distinguished Posterity”, Improvement Era, agosto de 1918, págs. 854–855).
Doctrina y Convenios 136: Antecedentes históricos adicionales
Los líderes de la Iglesia llevaban planeando activamente un posible traslado hacia el oeste desde, por lo menos, 1844. El profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia percibieron la creciente hostilidad hacia la Iglesia en Illinois y reconocieron que tal vez tendrían que abandonar el estado. En febrero de 1844, y bajo la dirección de José, el Cuórum de los Doce Apóstoles comenzó a planificar en secreto una expedición hacia el oeste de Norteamérica para buscar posibles lugares donde congregarse. Poco después, el Profeta formó una nueva organización, conocida como el Consejo de Cincuenta, con el encargo de encontrar un nuevo hogar para los santos en el oeste. (Véanse The Joseph Smith Papers, Journals, Volume 3: May 1843–June 1844, editado por Andrew H. Hedges y otros autores, 2015, págs. 179–180; The Joseph Smith Papers, Administrative Records, Council of Fifty, Minutes, March 1844–January 1846, editado por Matthew J. Grow y otros autores, 2016, págs. 40, 464–465, 471–472).
Cerca del final de su vida, el profeta José Smith entregó las llaves del sacerdocio de esta dispensación a los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles (véase Enseñanzas: José Smith, pág. 568). Después del martirio del Profeta, y en una reunión que se llevó a cabo el 8 de agosto de 1844, muchos miembros de la Iglesia recibieron una manifestación espiritual que les confirmó que Brigham Young, que era el Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, era quien debía dirigir la Iglesia (véase La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, Manual del alumno, 2.ª edición, manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2003, págs. 319–320).
Muchos enemigos de la Iglesia pensaban que esta se derrumbaría después de la muerte del profeta José Smith. Sin embargo, cuando la Iglesia y la ciudad de Nauvoo continuaron creciendo y prosperando, sus enemigos redoblaron los esfuerzos por expulsar a los santos de Illinois. En septiembre de 1845, el coronel Levi Williams, uno de los acusados por los asesinatos de José y Hyrum Smith, pero que luego fue absuelto, encabezó una turba de 300 hombres y “fueron sistemáticamente quemando granjas y casas de mormones en los alrededores de la ciudad … incendiaron varias casas, edificios de granjas, molinos y parvas de grano que no estaban protegidos” (La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, págs. 329–330; véase también History of the Church, tomo VII, págs. 439–444). Muchos residentes de Illinois temían que la presencia de los Santos de los Últimos Días en el estado derivara en una guerra civil y pidieron a los miembros de la Iglesia que abandonaran el estado. El 24 de septiembre de 1845, el Cuórum de los Doce Apóstoles publicó una carta en la que prometía que la Iglesia partiría en la primavera siguiente (véase La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, pág. 330).
Amenazados con violencia por parte de populachos de la zona y de la milicia estatal, los miembros de la Iglesia comenzaron a salir de Nauvoo en febrero de 1846, atravesando el estado de Iowa en su éxodo hacia el oeste. Debido a las abundantes lluvias y las escasas provisiones, los santos que salieron de Nauvoo en febrero de 1846 tardaron más de tres meses y medio en hacer el recorrido de 480 km a través de Iowa. Durante ese tiempo, más de 500 hombres Santos de los Últimos Días, que llegaron a ser conocidos como el Batallón Mormón, atendieron el llamado del presidente Brigham Young de alistarse en el ejército de Estados Unidos para servir durante la guerra entre Estados Unidos y México que había empezado en mayo de 1846. A algunos de los hombres los acompañaron sus esposas e hijos. Por medio de su servicio ganarían dinero para ayudar a los miembros de la Iglesia empobrecidos a realizar el viaje al oeste, aunque muchas familias se quedaron sin esposo y padre durante parte del trayecto. Por esas razones, los líderes de la Iglesia decidieron no continuar hacia el oeste rumbo a las Montañas Rocosas hasta la primavera de 1847 y aconsejaron a los miembros de la Iglesia que se quedaran en asentamientos provisionales durante el invierno. (Véanse Richard E. Bennett, We’ll Find the Place: The Mormon Exodus, 1846–1848, 1997, págs. 31–34, 40–47; Nuestro Legado: Una breve historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1996, págs. 69–74).
“Los santos se establecieron en varios lugares a lo largo de ambas orillas del río Misuri. El poblado más grande, Winter Quarters, quedaba del lado occidental, en el estado de Nebraska. En poco tiempo se convirtió en el hogar de aproximadamente tres mil quinientos miembros de la Iglesia, quienes vivían en cabañas y en cuevas hechas a mano, y cubiertas de ramas y tierra” (Nuestro Legado, págs. 71–72). Muchas personas estaban pobremente protegidas del frío. Se propagaron enfermedades como la malaria, la pulmonía, la tuberculosis, el cólera o el escorbuto, causando gran sufrimiento y mortandad. Ese primer invierno fallecieron más de setecientos miembros de la Iglesia. (Véase La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, pág. 351). En enero de 1847, Brigham Young oró por la dirección del Señor con respecto a la emigración al oeste y luego dictó el inspirado consejo que se encuentra en Doctrina y Convenios 136.
Doctrina y Convenios 136:1–33
El Señor organiza y aconseja a los miembros de la Iglesia en preparación para su trayecto hacia el oeste
Doctrina y Convenios 136:1–33. “[El] Campamento de Israel”
Se hacía referencia a los Santos de los Últimos Días exiliados como “al Campamento de Israel”, el nombre que antiguamente se dio a los hijos de Israel que Moisés sacó de Egipto (véase D. y C. 136:1; véanse también Éxodo 14:19–20; Josué 6:23). El uso intencional de ese nombre sugiere que el Israel moderno podría ser bendecido durante su jornada por el desierto y, finalmente, ser llevado a un hogar permanente, como lo había sido el antiguo Israel. El Señor declaró a los miembros de la Iglesia en Winter Quarters, Nebraska, que Él mismo era “el Señor vuestro Dios, sí, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, el mismo Dios que “[sacó] a los hijos de Israel de la tierra de Egipto”, y prometió que “[Su] brazo est[aría] extendido en los postreros días para salvar a [Su] pueblo Israel” (D. y C. 136:21–22). El modelo inspirado por el cual los santos habían de organizarse para la migración era similar a la organización y el liderazgo que manifestó el antiguo Israel (véanse Éxodo 18:21–27; Deuteronomio 1:15).
Doctrina y Convenios 136:7. “… para ir a la vanguardia”
Como no todos los miembros de la Iglesia pudieron partir hacia el oeste al mismo tiempo, los que avanzaron debían dedicarse “con toda su fuerza a hacer los preparativos para los que [iban] a permanecer”, o que irían más tarde, y “preparar la siembra primaveral” y “prepar[ar]… casas, y terrenos para el cultivo de granos” (véase D. y C. 136:6–7, 9). El Señor llamó a esos santos “la vanguardia”, (D. y C. 136:7), es decir, que habrían de ayudar a los demás al ir delante de ellos y preparar el camino que habrían de seguir.
Después de que algunos líderes de la Iglesia partieron el 5 de abril de 1847, la primera compañía de pioneros abandonó Winter Quarters el 15 de abril. Viajaron más de 1 600 kilómetros y llegaron al valle del Lago Salado a finales de julio de 1847. El 24 de julio de ese mismo año, el presidente Brigham Young entró en el valle y recibió la confirmación de que los santos habían encontrado su nuevo hogar (véase La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, págs. 364–367). Con el tiempo, más de 60 000 personas recorrieron el mismo camino para reunirse con los santos en la región de Utah antes de que se finalizara el ferrocarril transcontinental en 1869 (véase Bennett, We’ll Find the Place, pág. 359).
El presidente Thomas S. Monson explicó la forma en que los miembros de la Iglesia pueden ser pioneros en la actualidad:
“Ser un Santo de los Últimos Días es ser un pionero, porque un pionero se define como ‘alguien que va delante a fin de preparar o abrir el camino para que otras personas lo sigan’ [véase The Compact Edition of the Oxford English Dictionary, 1971, ‘pioneer’] y ser un pionero es llegar a conocer el sacrificio. Aunque a los miembros de la Iglesia ya no se les requiere dejar sus hogares para hacer el viaje a Sion, a menudo deben dejar atrás viejos hábitos, antiguas costumbres y amigos queridos. Algunos toman la dolorosa decisión de dejar atrás a familiares que se oponen a que sean miembros de la Iglesia. No obstante, los Santos de los Últimos Días siguen adelante, orando para que sus seres tan queridos entiendan y acepten.
“La senda de un pionero no es fácil, pero seguimos los pasos del Pionero supremo, el Salvador, quien fue delante de nosotros mostrándonos el camino a seguir” (“Leales a la fe de nuestros antepasados”, Liahona, julio de 2016, págs. 4–5).
Doctrina y Convenios 136:34–42
El Señor consuela a los miembros de la Iglesia y les aconseja que sean diligentes en guardar todos Sus mandamientos
Doctrina y Convenios 136:37–38. “… fue fiel; y lo tomé para mí”
Los disidentes en Nauvoo, que contribuyeron a los acontecimientos que resultaron en el asesinato del profeta José Smith, proclamaron que era un profeta caído. Sin embargo, en la revelación registrada en Doctrina y Convenios 136, el Señor testificó del llamamiento divino del profeta José Smith y declaró que “fue fiel; y lo tomé para mí” (véase D. y C. 136:37–38). El presidente Joseph F. Smith testificó que el profeta José Smith fue fiel a la misión y el llamamiento divinos que recibió de Dios:
“El acontecimiento más grande que jamás haya ocurrido en el mundo desde la resurrección del Hijo de Dios del sepulcro y Su ascensión a los cielos fue la visita del Padre y del Hijo al joven José Smith con el fin de preparar el camino para poner los fundamentos del reino [de Dios] —no del reino del hombre— que no dejará de existir nunca más ni será derribado.
“Habiendo aceptado esta verdad, me es fácil aceptar todas las demás que él anunció y declaró durante su misión… en el mundo. Nunca enseñó una doctrina que no fuese verdadera; nunca practicó una doctrina que no se le hubiese mandado practicar. Nunca defendió el error. Él no fue engañado; vio, oyó e hizo lo que se le mandó hacer y, por tanto, Dios es responsable de la obra realizada por José Smith, y no José Smith. El Señor es responsable de ello, y no el hombre” (en Enseñanzas: José Smith, pág. 581).
Doctrina y Convenios 136:39. “… fue menester que él sellara su testimonio con su sangre”
Tras la muerte del profeta José Smith, muchos miembros de la Iglesia se “maravilla[ron] a causa de su muerte” (D. y C. 136:39), o sea, que estaban confundidos en cuanto a por qué Dios permitió que fuera asesinado. En la revelación registrada en Doctrina y Convenios 136, el Señor explicó que el profeta José Smith murió porque “fue menester que él sellara su testimonio con su sangre, a fin de que a él se le honrara, y los inicuos fueran condenados” (D. y C. 136:39). Mientras expresaba sus sentimientos sobre el martirio del Profeta, el presidente Wilford Woodruff (1807–1898) declaró: “Antes tenía sentimientos peculiares sobre su muerte y la forma en que le quitaron la vida. Pensaba que si… José hubiera visto cumplido su deseo, habría dirigido el camino hacia las Montañas Rocosas. Pero desde entonces me he reconciliado completamente con el hecho de que todo estuvo de acuerdo con el plan; que, como cabeza de esta dispensación, se le requirió sellar su testimonio con su sangre y, a continuación, ir al mundo de los espíritus, poseyendo las llaves de esta dispensación, para abrir la misión que se lleva a cabo actualmente de predicar el Evangelio a ‘los espíritus que están en prisión’” (en Enseñanzas: José Smith, pág. 572).
El presidente Joseph F. Smith habló también de la necesidad de la muerte del profeta José Smith y de la de su hermano Hyrum, y lo que podemos aprender de ello:
“¿Qué nos enseña el martirio [de José y Hyrum Smith]? La gran lección de que ‘donde hay testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador’ (Hebreos 9:16) para hacerlo válido… El Señor permitió el sacrificio para que el testimonio de aquellos hombres virtuosos y rectos permanezca como testigo contra un mundo perverso y pecaminoso. Y, además, fueron ejemplos del asombroso amor del que habla el Redentor: ‘Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos’ (Juan 15:13.) Ese maravilloso amor lo manifestaron a los santos y al mundo porque, antes de empezar su viaje a Carthage, ambos se dieron cuenta y expresaron la convicción de que iban hacia su muerte…
“Ese martirio ha sido siempre una inspiración para los del pueblo del Señor. Les ha ayudado en sus pruebas individuales; les ha dado valor para seguir el camino de la rectitud y para conocer la verdad y vivir de acuerdo con ella; y los Santos de los Últimos Días que han aprendido las grandiosas verdades que Dios ha revelado por medio de Su siervo José Smith lo tendrán presente como memoria sagrada” (en Enseñanzas: José Smith, pág. 572).