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Capítulo 19: Doctrina y Convenios 50


Capítulo 19

Doctrina y Convenios 50

Introducción y cronología

Cuando el profeta José Smith llegó a Kirtland, Ohio, a principios de febrero de 1831, observó que “algunos conceptos raros y espíritus falsos se habían introducido entre” los santos. Comenzó a enseñar con “un poco de prudencia y algo de sabiduría” a fin de acabar con esas manifestaciones espirituales falsas (en Manuscript History of the Church, tomo A-1, página 93, josephsmithpapers.org). Unos meses más tarde, el élder Parley P. Pratt regresó de una misión y observó comportamiento similar en ramas de la Iglesia fuera de Kirtland, por lo que él y otros élderes se dirigieron a José Smith para pedir orientación (véase Manuscript History of the Church, tomo A-1, página 114, josephsmithpapers.org). En mayo de 1831, el Profeta preguntó al Señor en cuanto al asunto y recibió la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 50. En esa revelación, el Señor indicó a los santos que enseñaran y recibieran el Evangelio por el Espíritu de Verdad.

Primavera de 1831Algunos miembros de la Iglesia de Kirtland son influenciados por manifestaciones espirituales falsas.

Finales de marzo de 1831Parley P. Pratt regresa a Kirtland de una misión al Territorio Indio y a Misuri.

30 de abril de 1831Emma Smith da a luz a mellizos, un niño y una niña; ambos fallecen en pocas horas.

9 de mayo de 1831Se recibe Doctrina y Convenios 50.

9 de mayo de 1831José y Emma adoptan a los bebés mellizos de John y Julia Murdock después de que Julia fallece al dar a luz a los mellizos el 30 de abril.

Doctrina y Convenios 50: Antecedentes históricos adicionales

Parley P. Pratt

Preocupados por las manifestaciones de espíritus falsos entre los santos, Parley P. Pratt y otras personas se dirigeron al profeta José Smith en 1831 en busca de instrucción.

El élder Parley P. Pratt fue uno de los cuatro misioneros que ayudaron a convertir a más de cien personas en Kirtland, Ohio, a finales del otoño de 1830. Después de continuar su misión de predicar el Evangelio entre los indígenas americanos al oeste de Misuri, el élder Pratt regresó a Ohio a finales de marzo de 1831. En esa ocasión presenció comportamientos sorprendentes entre los miembros de la Iglesia de Kirtland. Él relató: “Al ir entre las diferentes ramas, se manifestaron ciertas demostraciones espirituales muy extrañas, que eran repugnantes en vez de edificantes. Algunas personas parecían desvanecerse y hacían gestos extraños, y su semblante estaba tenso o desfigurado. Otros entraban en trances que les producían contorsiones, espasmos, convulsiones, etc. Otros parecían tener visiones y revelaciones que no edificaban y que no estaban en armonía con la doctrina y el espíritu del Evangelio. En resumen, un espíritu falso y engañoso parecía estar infiltrándose en la Iglesia” (Autobiography of Parley P. Pratt, editado por Parley P. Pratt Jr., 1938, pág. 61).

El profeta José Smith describió las manifestaciones espirituales falsas que se produjeron en esa época: “Poco después de haberse establecido el Evangelio en Kirtland, y durante la ausencia de las autoridades de la Iglesia, se introdujeron muchos espíritus falsos, se vieron muchas visiones extrañas y se predicaron ideas descabelladas y obstinadas. Bajo la influencia de ese espíritu, los hombres salían corriendo, y algunos se subían a los troncos de los árboles, se ponían a gritar y se entregaban a toda clase de extravagancias. Un hombre echó a correr tras una pelota que, según él, había visto volar por el aire; llegó a un precipicio, y solo se salvó de morir porque cayó en la copa de un árbol. Se hicieron muchas cosas ridículas que tenían por objeto deshonrar a la Iglesia de Dios, causar que se retirase de ella el Espíritu de Dios, y desarraigar y destruir aquellos principios gloriosos que se habían establecido para la salvación de la familia humana” (en Manuscript History of the Church, tomo C-1, página 1311, josephsmithpapers.org; véase también Doctrina y Convenios: Manual para el alumno, Religión 324–325, 1985, pág. 101).

Parley P. Pratt indicó que ese comportamiento desconcertante llevó a algunos a buscar aclaración del Profeta: “Al sentir nuestra debilidad y falta de experiencia, y para no errar en nuestro juicio en cuanto a esos fenómenos espirituales, yo mismo, John Murdock y varios otros élderes, fuimos a José Smith y le pedimos que preguntara al Señor con respecto a esos espíritus o manifestaciones” (Autobiography of Parley P. Pratt, págs. 61–62).

Mapa 5: La región de Nueva York, Pensilvania y Ohio, Estados Unidos

Doctrina y Convenios 50:1–9

El Señor advierte a los élderes de la Iglesia en cuanto a los espíritus falsos

Doctrina y Convenios 50:2–3. “Satanás ha intentado engañaros”

El Señor advirtió a los santos que hay espíritus falsos en la tierra que, junto con Satanás, procuran engañar y destruir a los hijos de Dios. El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, advirtió a los miembros de la Iglesia que no fueran engañados por sentimientos o espíritus falsos:

“Debemos estar alertas para no ser engañados por inspiración de procedencia maligna. Es posible recibir mensajes espirituales falsos. Existen espíritus falsos, así como existen ángeles falsos (véase Moroni 7:17)…

“La parte espiritual y la emocional de nuestro ser están tan íntimamente ligadas que es posible que confundamos un impulso emocional con una inspiración espiritual. Algunas veces encontramos personas que piensan que han recibido inspiración espiritual de Dios, cuando lo que han creído percibir era fruto de sus propias emociones o provenía del adversario” (véase “La lámpara de Jehová”, Liahona, diciembre de 1988, pág. 37).

En otra ocasión, el presidente Packer habló de la importancia de distinguir entre una tentación del diablo y una verdadera revelación del Señor:

“Puede haber revelaciones falsas, impresiones del diablo, tentaciones. Durante toda su vida, de una manera u otra, el adversario tratará de descarriarlos…

“El profeta José Smith dijo que ‘nada perjudica más a los hijos de los hombres que estar bajo la influencia de un espíritu falso creyendo que tienen el Espíritu de Dios’ [Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 248]…

“Si alguna vez reciben la impresión de hacer algo que los haga sentir incómodos, algo que ustedes sepan en la mente que es indebido y contrario a los principios de rectitud, ¡no le presten atención!” (véase “Revelación personal: el don, la prueba y la promesa”, Liahona, enero de 1995, pág. 71).

Doctrina y Convenios 50:4–9. “… engañadores e hipócritas”

El Señor advirtió a los santos de Kirtland sobre “engañadores e hipócritas” entre los miembros de la Iglesia (D. y C. 50:6). El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que debemos cuidarnos de los falsos profetas y maestros:

“Como Apóstoles del Señor Jesucristo es nuestro deber ser atalayas en la torre, avisando a los miembros de la Iglesia que se cuiden de los falsos profetas y de los falsos maestros que aguardan en secreto para destruir la fe y el testimonio. Hoy les advertimos que están surgiendo falsos profetas y falsos maestros; y si no tenemos cuidado, incluso aquellos de entre los miembros fieles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días caerán víctimas de ese engaño…

“Cuando pensamos en falsos profetas y en falsos maestros tendemos a pensar en aquellos que apoyan una doctrina que es obviamente falsa o que presumen tener autoridad para enseñar el Evangelio verdadero de Cristo de acuerdo con la propia interpretación de ellos. Con frecuencia suponemos que tales individuos están relacionados con pequeños grupos radicales que viven al margen de la sociedad. Sin embargo, repito: hay falsos profetas y falsos maestros que son, o al menos dicen ser, miembros de la Iglesia. Hay personas que, sin autoridad, mencionan el nombre de la Iglesia para respaldar sus productos y sus prácticas. Cuídense de los tales” (véase “Guardaos de los falsos profetas y de los falsos maestros”, Liahona, enero de 2000, págs. 73–74).

Algunos miembros de la región de Kirtland se estaban comportando como si tuvieran poder o autoridad espiritual que en realidad no poseían; por consiguiente, el Señor los señaló como “engañadores e hipócritas” (D. y C. 50:6). El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Cuórum de los Doce Apóstoles, definió la hipocresía y nos instó a eliminarla de nuestra vida:

“… la hipocresía… es… simular una virtud o rectitud que no se posee y fingir ser algo que no se es. Si sabemos lo que es correcto y profesamos vivir de acuerdo con ese conocimiento, pero no lo hacemos, somos hipócritas. El Salvador censuró a los hipócritas con palabras inconfundibles [véanse Mateo 23:27–28; D. y C. 50:6, 8]…

“¿Qué debemos hacer los Santos de los Últimos Días al respecto? La respuesta es clara; no debe haber ninguna clase de engaño en ningún aspecto de la vida de los santos: en el hogar y la familia, en los llamamientos de la Iglesia, en el empleo o profesión, en todos los tratos de negocios y, especialmente, en lo privado y personal de nuestra vida que solo nosotros y el Señor conocemos.

“Sugiero que examinemos nuestro corazón y veamos si nuestros motivos y acciones son puros y están por encima de toda censura, y si estamos completamente libres de engaño” (véase “Ser sin engaño”, Liahona, julio de 1988, pág. 82).

Doctrina y Convenios 50:10–36

El Señor enseña a los élderes cómo discernir entre los espíritus falsos y el Espíritu de Verdad

Doctrina y Convenios 50:13–18. Enseñar por el Espíritu de Verdad

Los miembros de la Iglesia en Kirtland, Ohio, habían permitido que espíritus falsos influyeran en ellos, lo cual causó confusión; erróneamente consideraron que el comportamiento religioso extraño de algunos eran manifestaciones del Espíritu Santo. El Señor describió la función del Espíritu Santo como la de un “Consolador”, e indicó que el Espíritu Santo había sido “enviado para enseñar la verdad” (D. y C. 50:14), no para propagar confusión. El Señor también explicó que se había mandado a los élderes de la Iglesia predicar el Evangelio con el Espíritu, y que si procuraban hacerlo de cualquier otra manera, sus enseñanzas no serían de Dios (véase D. y C. 50:17–18). El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dio ejemplos de enseñar de maneras que no son por el Espíritu:

“Si enseñamos de la manera que el Señor ha prescrito, Él puede enviar Su Espíritu para edificar e iluminar a aquellos a quienes enseñemos. Si no enseñamos a Su manera —si enseñamos de acuerdo con nuestro propio conocimiento y según nuestro propio intelecto, y si nos sujetamos como esclavos a nuestra propia preparación o a la sabiduría o los escritos de alguien más— nuestra enseñanza ‘no es de Dios’ [D. y C. 50:18]…

“Si dependemos de técnicas de debate, de métodos de venta o de psicología de grupo, estamos predicando el Evangelio de alguna otra manera, y no es de Dios…

“Las cosas intelectuales —la razón y la lógica— pueden preparar el camino y nos pueden ayudar en nuestra preparación. Sin embargo, si nos apegamos a ellas en lugar de apegarnos al Espíritu del Señor, no estamos enseñando el Evangelio a la manera del Señor” (“La enseñanza y el aprendizaje por medio del Espíritu”, Liahona, mayo de 1999, págs. 16–17).

maestro y alumnos en un salón de Instituto

Los que han sido llamados a enseñar el evangelio de Jesucristo deben hacerlo por el Espíritu de Verdad (véase D. y C. 50:14, 17).

El Señor describió Su evangelio como “la palabra de verdad” (D. y C. 50:17); por tanto, los que predican el Evangelio deben procurar hacerlo “por el Consolador, en el Espíritu de verdad” (D. y C. 50:17). El Espíritu Santo da testimonio de la verdad a medida que esta se enseña. El élder L. Tom Perry (1922–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó cómo los que predican el Evangelio pueden hacerse merecedores de recibir esa ayuda esencial del Espíritu:

“Es nuestro privilegio tener al Espíritu Santo, un miembro de la Trinidad, como compañero constante, para edificarnos e inspirarnos en nuestra preparación como maestros. Debemos prepararnos por medio de la obediencia a los mandamientos de Dios para que nuestra confianza se fortalezca cuando nos dirijamos al Señor, para que Su espíritu nos magnifique a medida que enseñemos. Cuando tenemos el Espíritu como guía, podemos enseñar con gran poder…

“Nuestra enseñanza será eficaz si la abordamos en forma humilde, por medio de la oración y del estudio; entonces seremos asistidos por el Espíritu al impartir la palabra, en armonía con lo que el Señor desea que enseñemos” (véase “Enséñenles la palabra de Dios con toda diligencia”, Liahona, julio de 1999, pág. 8).

Cuando el Evangelio se enseñe con el Espíritu, los que sean receptivos a la palabra del Señor serán edificados y nutridos. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó por qué cada maestro de la Iglesia debe procurar recibir la guía del Espíritu Santo:

“… el consejo que el Señor ha dado a la Iglesia nunca ha sido más firme, y es que debemos enseñar el Evangelio ‘por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad’ [D. y C. 50:14]…

“No puede haber aprendizaje eterno sin esa vivificación del Espíritu desde el cielo…

“Eso es lo que nuestros miembros en realidad desean cuando se congregan en una reunión o entran en un salón de clases. La mayoría de las personas no va a la Iglesia únicamente para buscar unos cuantos conceptos nuevos del Evangelio o para ver a viejos amigos, aunque ambas cosas son importantes; van en busca de una experiencia espiritual. Desean paz, desean que su fe sea fortalecida y que su esperanza sea renovada; en una palabra, desean ser nutridos por la buena palabra de Dios para ser fortalecidos por los poderes del cielo. Aquellos de nosotros que seamos llamados a tomar la palabra, a enseñar o a dirigir, tenemos la obligación de proporcionar eso de la mejor manera posible” (véase “Venido de Dios como maestro”, Liahona, julio de 1998, pág. 27).

Doctrina y Convenios 50:19–22. Recibir el Evangelio por el Espíritu de Verdad

Quienes escuchan el evangelio de Jesucristo predicado por el Espíritu de Verdad tienen la oportunidad de sentir al Consolador, de ser edificados y de recibir la verdad. Cuando una persona enseña por el Espíritu, y quien recibe la enseñanza se abre a recibirla por el Espíritu, “ambos son edificados y se regocijan juntamente” (D. y C. 50:22).

A fin de que una persona reciba el mensaje del Evangelio cuando se enseña por el Espíritu Santo, él o ella debe estar dispuesto a recibir la influencia del Espíritu de Verdad. El hermano A. Roger Merrill, Expresidente General de la Escuela Dominical, enseñó cómo podemos recibir o aprender mejor el Evangelio por el Espíritu:

“Con frecuencia nos concentramos, y así debe ser, en la importancia de enseñar por medio del Espíritu; no obstante, debemos recordar que el Señor le ha dado igual relevancia, si acaso no mayor, al hecho de recibir por medio del Espíritu (véase D. y C. 50:17–22)…

“Durante las reuniones de la Iglesia, durante el estudio de las Escrituras, tanto personal como en familia, [y]… al escuchar a los profetas y apóstoles del Señor, algunos ‘recibiremos’ más que otros. ¿Por qué? He llegado a la conclusión de que quienes en verdad reciben hacen al menos tres cosas que quizás los demás no hagan:

“En primer lugar, buscan. El mundo en el que vivimos es un mundo dominado por el entretenimiento, un mundo ‘espectador’. Sin darnos cuenta, quizás acudimos a la conferencia o asistimos a la Iglesia con la actitud de: ‘Aquí me tienen; ahora, inspírenme’. Llegamos a ser espiritualmente pasivos.

“Si nos concentramos en buscar y en recibir el Espíritu, nos preocuparemos menos de que el maestro o el orador capten nuestra atención y nos importará más prestar atención al Espíritu. Recuerden que recibir es un verbo, es un principio de acción, es una expresión fundamental de la fe.

“En segundo lugar, los que reciben, sienten. Aun cuando la revelación acude a la mente y al corazón, la mayoría de las veces se siente. Mientras no aprendamos a prestar atención a esos sentimientos espirituales, por lo general, ni siquiera reconoceremos al Espíritu…

“En tercer lugar, los que reciben por medio del Espíritu tienen la intención de actuar. Tal y como indicó el profeta Moroni, para recibir un testimonio del Libro de Mormón, debemos pedir ‘con verdadera intención’ (Moroni 10:4). El Espíritu enseña si tenemos la sincera intención de hacer algo con respecto a lo que hayamos aprendido” (“El ser receptivos al Espíritu”, Liahona, noviembre de 2006, págs. 93–94).

alumnos en un salón de Seminario

Los estudiantes del Evangelio tienen la responsabilidad de aprender por el Espíritu de Verdad (véase D. y C. 50:19–21).

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó la siguiente analogía para ayudar a los maestros y a los alumnos a entender su función en el aprendizaje del Evangelio: “La adoración real, verdadera, genuina y nacida del Espíritu en una reunión sacramental, por ejemplo, se produce cuando el orador habla por el poder del Espíritu Santo y la congregación escucha por el poder del Espíritu Santo”. El élder McConkie continuó diciendo que lo que a menudo sucede en las reuniones sacramentales es que la congregación llega habiéndose preparado espiritualmente para aprender el Evangelio “con el deseo de ser alimentada; traen una jarra grande. El orador llega con su sabiduría del mundo trayendo una pequeña botella; vierte su botella y esta suena como sonaja dentro de la jarra. O bien, como sucede en ocasiones, el predicador recibe su comisión del Señor, se pone en armonía con el Espíritu y llega con una jarra grande para dar un mensaje, y no hay nadie en la congregación que haya llevado algo más grande que una taza. Él vierte el contenido de verdad eterna de la jarra y las personas solo reciben una pequeña muestra, suficiente para saciar la sed eterna de un momento, en vez de recibir el verdadero mensaje impartido. Se requiere del maestro y del estudiante, se requiere del predicador y de la congregación, ambos unidos en la fe, para tener una buena situación de predicación o de enseñanza” (“The Foolishness of Teaching”, discurso pronunciado ante maestros del Sistema Educativo de la Iglesia, 18 de septiembre de 1981, págs. 9–10).

Doctrina y Convenios 50:23–24. “… lo que no edifica… es tinieblas. Lo que es de Dios es luz”

Las tinieblas representan las influencias malignas del adversario y simbolizan todo lo que no edifica (véase D. y C. 50:23–24). El Libro de Mormón recuerda a sus lectores que quienes “se entregan al diablo, y escogen las obras de tinieblas más bien que la luz” están condenados a “bajar al infierno” (2 Nefi 26:10). Cuando las personas desobedecen los mandamientos de Dios, sus pecados bloquean la luz que proviene del Espíritu del Señor y hallan que “andan en tinieblas al mediodía” (D. y C. 95:6). El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) enseñó: “No hay dicho que contenga mayor verdad que el que dice que ‘lo que no edifica no es de Dios’. Y lo que no es de Dios es tinieblas, sin importar si viene disfrazado de religión, ética, filosofía o revelación. No existe ninguna revelación de Dios que no edifique” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, págs. 201–202).

foto de un amanecer

Aquellos que reciban la luz de Dios recibirán más y más hasta el día perfecto (véase D. y C. 50:23–25).

Durante Su ministerio terrenal, el Salvador dijo: “… el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12; véase también D. y C. 45:7). Quienes siguen al Señor “recib[en] más luz”, la cual les permite “[saber] la verdad” y “desech[ar] las tinieblas” (D. y C. 50:24–25). El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“La luz hace desvanecer la oscuridad. Cuando está presente, la oscuridad es derrotada y debe retirarse. Y lo que es más, la oscuridad no puede conquistar la luz a menos que esta disminuya o desaparezca. Cuando está presente la luz del Espíritu Santo, la oscuridad de Satanás se aleja…

“Si dejamos que la luz del Espíritu titile o disminuya al dejar de cumplir los mandamientos o no participar de la Santa Cena, orar y estudiar las Escrituras, la oscuridad del adversario entrará con toda seguridad” (véase “De la oscuridad a Su luz maravillosa”, Liahona, julio de 2002, pág. 78).

Doctrina y Convenios 50:23–24. “… el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz”

El evangelio de Jesucristo prepara a los hijos de Dios para llegar a ser perfectos mediante un proceso de crecimiento espiritual. Quienes se esfuercen para seguir al Señor y obtener una plenitud de Su luz, finalmente llegarán a ser perfectos como Él lo es (véanse Moroni 10:32; D. y C. 67:13). El profeta José Smith (1805–1844) enseñó por qué el recibir luz espiritual nos prepara para llegar a ser como Dios: “Consideramos que Dios ha creado al hombre con una mente capaz de recibir instrucción y una facultad que puede ser ampliada en proporción al cuidado y diligencia que se dé a la luz que se comunica del cielo al intelecto; y que cuanto más se acerca el hombre a la perfección, tanto más claros son sus pensamientos y tanto mayor su gozo, hasta que llega a vencer lo malo de su vida y pierde todo deseo de pecar y, al igual que los antiguos, llega a ese punto de la fe en que se halla envuelto en el poder y gloria de su Hacedor y es arrebatado para morar con Él. Pero consideramos que este es un estado que ningún hombre alcanzó jamás en un momento” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 222).

Recibir luz espiritual es el proceso de obtener conocimiento espiritual y crecer en rectitud personal. El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, explicó cómo el esfuerzo para obtener luz fortalece y aclara el testimonio de la verdad de la persona:

“Cuanto más volcamos nuestro corazón y mente hacia Dios, más luz celestial se destila sobre nuestra alma; y cada vez que voluntaria y sinceramente procuramos esa luz, indicamos a Dios nuestra disposición para recibir más luz. Gradualmente, las cosas que antes parecían confusas, oscuras y lejanas se vuelven claras, brillantes y conocidas para nosotros.

“De la misma manera, si nos privamos de la luz del Evangelio, nuestra propia luz comienza a atenuarse —no en un día ni en una semana, sino gradualmente, a través del tiempo— hasta que miramos hacia atrás y no podemos entender por qué alguna vez creímos que el Evangelio era verdadero. Es posible que nuestro conocimiento previo parezca insensato porque lo que alguna vez era tan claro, nuevamente se volvió borroso, confuso y lejano…

“Es mi testimonio que esta luz espiritual está al alcance de cada hijo de Dios. Iluminará su mente, traerá sanación a su corazón y gozo a sus días. Mis queridos amigos, por favor no demoren el momento de procurar y fortalecer su testimonio personal de la obra divina de Dios, aun la obra de luz y verdad.

“Su testimonio personal de luz y verdad no solo los bendecirá a ustedes y a su posteridad aquí en la vida terrenal, sino que también los acompañará por toda la eternidad, entre los mundos sin fin” (“Cómo recibir un testimonio de luz y verdad”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 22–23).

Doctrina y Convenios 50:26–30. “… os será indicado lo que debéis pedir”

Los siervos ordenados del Señor tienen acceso a poder celestial para ayudarles a lograr todo lo que Él requiere. Esa ayuda divina solo se puede dar a quienes estén “purificado[s] y limpiado[s] de todo pecado” (D. y C. 50:28). El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué nuestros esfuerzos para ser limpiados del pecado nos preparan para recibir respuesta a nuestras oraciones:

“Nadie puede pretender que se cumpla una ley física si no la obedece. Así es con las leyes espirituales; cuando queremos ayuda, debemos seguir la ley espiritual de la que esta dependa. La ley espiritual no es algo misterioso; es comprensible…

“El Señor tiene el poder de bendecirnos en cualquier momento; pero vemos que para recibir Su ayuda debemos obedecer siempre Sus mandamientos…

“‘Y si sois purificados y limpiados de todo pecado, pediréis cuanto quisiereis en el nombre de Jesús y se cumplirá. Mas sabed esto, que os será indicado lo que debéis pedir’ (D. y C. 50:29–30; cursiva agregada)…

“La oración sincera recibe respuesta si se conforma a la voluntad del Señor. Puesto que no comprendemos totalmente Su voluntad, debemos andar por la fe. Él es omnisciente y Sus decisiones son perfectas. El hecho de que nuestra capacidad limitada no nos permita entender todos sus tratos con el hombre no le impide bendecirnos. Su voluntad es nuestra mejor elección en la vida, ya sea que la entendamos o no. Cuando hacemos uso sabio de nuestro albedrío moral, el Señor actuará según Su voluntad.

“Vemos solo una ínfima parte del plan eterno que Él ha diseñado para cada uno de nosotros. Confía en Él, aun cuando, en la perspectiva eterna, por un tiempo duela mucho. Ten paciencia cuando se te pida que esperes y quieres una solución inmediata. Tal vez Él te pida que hagas algo totalmente contrario a lo que tú deseas; ejerce la fe y dile: ‘Que se haga Tu voluntad’. Esas experiencias, cuando se responden honorablemente, te preparan para bendiciones aun mayores. Siendo tu Padre, Su propósito es tu felicidad eterna, tu progreso continuo y el aumento de tu capacidad. Su deseo es compartir contigo todo lo que Él tiene” (véase “Cómo obtener ayuda del Señor”, Liahona, enero de 1992, págs. 94, 95, 96).

El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, explicó cómo nuestras oraciones pueden progresar hasta el punto en el que expresen la voluntad de Dios: “El momento llegará en el que conoceremos la voluntad de Dios antes de pedir. Entonces todo lo que pidamos en oración será ‘para [nuestro] bien’ [D. y C. 88:64]. Todo lo que pidamos será ‘just[o]’ [3 Nefi 18:20]. Eso sucederá cuando, como resultado de vivir rectamente, disfrutemos tanto de la compañía del Espíritu que Él dictará lo que hemos de pedir” (en Conference Report, octubre de 1944, pág. 56).

Doctrina y Convenios 50:31–35. “… poder para vencer todas las cosas que por él no son ordenadas”

Tal como está registrado en Doctrina y Convenios 50:31–35, el Señor da a Sus siervos el poder de discernimiento a fin de distinguir entre los espíritus falsos y los verdaderos dones y manifestaciones espirituales de Dios. Con ese poder, los líderes del sacerdocio han de señalar o anunciar cuando detecten un espíritu falso o maligno, mas no deben jactarse de esa habilidad o ellos mismos podrían ser engañados.

Doctrina y Convenios 50:37–46

El Señor llama a Sus siervos para fortalecer la Iglesia y les promete estar con ellos

El Buen Pastor, por Del Parson

El Buen Pastor, por Del Parson. “… soy el buen pastor” (D. y C. 50:44).

Doctrina y Convenios 50:40–46. “… no podéis soportar todas las cosas por ahora; debéis crecer”

El Señor dijo que los élderes de la Iglesia eran como “niños pequeños” en su conocimiento del Evangelio, pero prometió que si lo recibían a Él, “[crecerían] en gracia y en el conocimiento de la verdad” (D. y C. 50:40) y algún día llegarían a ser uno con el Padre y con el Hijo (véase D. y C. 50:43). El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, recordó a los santos que no se desanimaran si experimentaban un crecimiento espiritual lento:

“El progreso gradual no solo es aceptable para el Señor, sino que también lo recomienda. Las declaraciones divinas dicen: ‘… sois niños pequeños y no podéis soportar todas las cosas por ahora’ (D. y C. 50:40); ‘… yo os guiaré’ (D. y C. 78:18). Así como la revelación divina generalmente ocurre línea sobre línea, precepto tras precepto, un poco aquí y otro poco allí, de la misma manera lograremos gradualmente nuestro progreso espiritual (véanse D. y C. 128:21; 98:12).

“En vez de considerar que estamos fallando simplemente porque no llegamos a ser perfectos inmediatamente, como con el atributo de la misericordia, por ejemplo, debemos procurar llegar a ser cada vez más misericordiosos ‘con el transcurso del tiempo’. Incluso en medio de la diligencia, no debe haber expectativas poco realistas. Aunque imperfecta, una persona que esté mejorando puede en realidad saber que el curso de su vida es generalmente aceptable para el Señor a pesar de que todavía haya mucha distancia por cubrir” (Men and Women of Christ, 1991, pág. 23).