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Capítulo 4: Doctrina y Convenios 5; 17


Capítulo 4

Doctrina y Convenios 517

Introducción y cronología

Varios meses después de haber perdido las ciento dieciséis páginas del manuscrito del Libro de Mormón, Martin Harris deseó otra prueba de la realidad de las planchas de oro. Su esposa hablaba en contra del profeta José Smith, acusándolo de estafar a su marido y a otros con sus afirmaciones de que él poseía un antiguo registro. En marzo de 1829, Martin volvió a Harmony, Pensilvania, para preguntar si podía ver las planchas. Mediante la revelación registrada en Doctrina y Convenios 5, José se enteró de que el Señor llamaría a tres testigos que verían las planchas y testificarían de ellas al mundo. El Señor prometió a Martin que, si se humillaba, se le permitiría ver las planchas.

En junio de 1829, tal como está registrado en Doctrina y Convenios 17, el Señor dijo que Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris podrían ver las planchas y otros artículos sagrados, de acuerdo con su fe. Después de obtener un testimonio de las planchas, habrían de “[testificar] de ellas por el poder de Dios” (D. y C. 17:3).

Principios de 1829La traducción de las planchas del Libro de Mormón procede lentamente.

Marzo de 1829Martin Harris solicita ver las planchas; se recibe Doctrina y Convenios 5.

Abril–mayo de 1829Oliver Cowdery ayuda como escriba mientras José Smith traduce las planchas.

Junio de 1829José Smith y Oliver Cowdery se trasladan por un tiempo a Fayette, Nueva York.

Junio de 1829Se recibe Doctrina y Convenios 17.

Junio de 1829Moroni visita a José Smith y a los Tres Testigos y les muestra las planchas.

Aproximadamente el 1 de julio de 1829José Smith y Oliver Cowdery terminan la traducción del Libro de Mormón.

Doctrina y Convenios 5: Antecedentes históricos adicionales

En los meses posteriores a la pérdida de las ciento dieciséis páginas manuscritas del Libro de Mormón, la esposa de Martin Harris, Lucy, se afanó por fomentar la oposición contra el profeta José Smith. Estaba molesta por el tiempo y el dinero que su esposo había dedicado a la traducción del Libro de Mormón. Además, estaba enojada con el Profeta por haberle negado sus pedidos anteriores de ver las planchas de oro. Presentó una demanda legal contra José y reunió a un grupo de personas dispuestas a testificar que él había mentido en cuanto a la existencia de las planchas. Aparte de la amenaza del litigio legal contra José, dichas personas advirtieron a Martin que si no se les unía para testificar contra los supuestos fraudes y estafas de José Smith, Martin también sería inculpado como su cómplice e iría a la cárcel con él.

Hasta ese momento, Martin jamás había visto las planchas del Libro de Mormón, aunque había actuado como escribiente de José. Martin viajó hasta la casa de José y Emma en Harmony, Pensilvania, y manifestó su deseo de recibir un testimonio mayor de la realidad de las planchas. Tal vez haya creído que si veía las planchas con sus propios ojos, estaría preparado para testificar en un tribunal sobre su existencia y que limpiaría su nombre y el de José Smith de la acusación de estafa. Tras escuchar el pedido de Martin para ver las planchas, José preguntó al Señor y recibió la revelación que está en Doctrina y Convenios 5 (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, editado por Michael Hubbard MacKay y otros, 2013, págs. 14–15).

Mapa 3: Nordeste de los Estados Unidos de América

Doctrina y Convenios 5:1–22

El Señor sacará a luz Su palabra en los últimos días por medio del profeta José Smith, y tres testigos darán testimonio de ello

Doctrina y Convenios 5:1–3. Martin Harris desea un testimonio de las planchas

Martin Harris había recibido varias evidencias de que el profeta José Smith realmente poseía las planchas de oro. Previamente, él había actuado como escriba de José a medida que el Profeta traducía las planchas. Procurando verificar su autenticidad, Martin había mostrado a eruditos en Nueva York una copia de los grabados que se encontraban en las planchas. También había llevado a casa las ciento dieciséis páginas del manuscrito traducido para mostrarlas a su esposa y a unas cuantas personas más como prueba de que estaba involucrado en una obra importante. No obstante, cuando llegó otra vez a Harmony, Pensilvania, en marzo de 1829, Martin le confió al padre de Emma, Isaac Hale, que deseaba un “testimonio mayor” de las planchas (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, pág. 15).

Representación de las planchas del Libro de Mormón

Una réplica de las planchas del Libro de Mormón

Doctrina y Convenios 5:1–3. “… te he mandado que seas testigo de [estas cosas]”

El Señor le dijo al profeta José Smith que era su función dar testimonio del Libro de Mormón y de su sagrado llamamiento por medio de su testimonio al mundo, no poniendo las planchas al alcance de todos para que las vieran. Debido a que José Smith era el profeta y vidente elegido para traducir las planchas por el don y poder de Dios, su testimonio de la divinidad del Libro de Mormón es un testigo preeminente de la realidad de la restauración del Evangelio.

El Profeta cumplió ese mandamiento del Señor hasta las últimas horas de su vida mortal. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, relató lo siguiente:

“… cuando estaba en la cárcel de Carthage, José, el Profeta, se volvió hacia los guardias que lo tenían cautivo y dio un poderoso testimonio de la autenticidad divina del Libro de Mormón. Poco después, las pistolas y las balas acabarían con la vida de esos dos testadores [José y su hermano Hyrum].

“Como uno de los miles de elementos de mi propio testimonio de la divinidad del Libro de Mormón, presento esto como una evidencia más de su veracidad. En esa, su más apremiante y última hora de necesidad, yo les pregunto: ¿blasfemarían esos hombres ante Dios y continuarían basando su vida, su honor y su propia búsqueda de la salvación eterna en un libro (y por ende en una iglesia y un ministerio) que ellos hubieran inventado de la nada?

“… díganme si en esa hora de muerte, ¿entrarían esos dos hombres en la presencia de su Juez Eterno, hallando solaz y citando un libro, el cual, si no fuera la mismísima palabra de Dios, los tildaría de impostores y charlatanes por la eternidad? ¡Ellos no harían eso! Estaban dispuestos a morir antes que negar el origen divino y la veracidad eterna del Libro de Mormón” (véase “Seguridad para el alma”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 89).

Doctrina y Convenios 5:6–10. “… esta generación recibirá mi palabra por medio de ti”

José en la Arboleda

José en la Arboleda, por A. D. Shaw

El Señor prometió que, después de que se tradujeran las planchas del Libro de Mormón, el profeta José Smith sería ordenado para declarar la palabra del Señor en esta “generación” (D. y C. 5:8, 10) o dispensación. Una dispensación es un período durante el cual el Señor revela, o “dispensa”, la plenitud de Su evangelio, la autoridad y las ordenanzas del sacerdocio.

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, recalcó la importante función del profeta José Smith en esta dispensación: “El Señor le dijo a José Smith: ‘… esta generación recibirá mi palabra por medio de ti’ (D. y C. 5:10). Lo que eso significa es que si vamos a recibir el conocimiento de Dios, el conocimiento de la verdad, el conocimiento de la salvación, y saber las cosas que debemos hacer para labrar nuestra salvación con temor y temblor ante el Señor, eso debe venir por medio de José Smith y de ninguna otra manera. Él es el agente, el representante, el instrumento que el Señor ha señalado para comunicar la verdad acerca de Él y Sus leyes a todos los hombres en todo el mundo en esta era” (Sermons and Writings of Bruce R. McConkie, editado por Mark L. McConkie, 1989, pág. 19).

Doctrina y Convenios 5:6–7. La evidencia física no llevará a las personas a creer

Entre las “cosas” (D. y C. 5:2) que el Señor había entregado al profeta José Smith estaban las planchas de oro (véase D. y C. 5:1). El simple acto de ver y de examinar las planchas no habría hecho que las personas creyeran en la veracidad del Libro de Mormón. Las señales no producen fe (véanse los comentarios en este manual sobre D. y C. 63:7–11). Lamán y Lemuel, por ejemplo, vieron a un ángel pero no experimentaron un cambio en su corazón (véase 1 Nefi 3:28–31). No se obtiene un testimonio de la autenticidad del Libro de Mormón por ver las planchas, sino más bien por estar dispuestos a creer en las palabras del Señor que se hallan en el libro. El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “La fe en Jesucristo es una dádiva del cielo que se recibe al elegir creer y al procurarla y aferrarnos a ella… El futuro de su fe no lo determina la casualidad, sino sus elecciones” (“La fe no es una casualidad, sino una elección”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 65). Al repetir la frase “mis palabras”, según aparece en D. y C. 5:6–7, el Señor nos invitó a centrarnos en las enseñanzas y en la doctrina del Libro de Mormón para obtener un testimonio de la verdad en vez de concentrarnos en las planchas.

Doctrina y Convenios 5:11–18. Tres siervos testifican del Libro de Mormón

Mediante la inspiración del Señor, el profeta José Smith llamó a Oliver Cowdery, Martin Harris y David Whitmer para servir como los tres “siervos” (D. y C. 5:11) a los que se hizo referencia en Doctrina y Convenios 5:11–18. Esos tres hombres oirían la voz de Dios declarar que las planchas habían sido “traducidas por el don y el poder de Dios”, y un ángel se las mostraría (“El Testimonio de Tres Testigos”, Libro de Mormón). Más tarde, cuando los Ocho Testigos vieron las planchas, no oyeron la voz de Dios ni vieron a un ángel. Por tanto, las palabras del Señor en cuanto a los Tres Testigos de que “a ningún otro concederé este poder, de recibir este mismo testimonio” (D. y C. 5:14), quizás se refieran al carácter singular de esa experiencia. A fin de leer más en cuanto a la experiencia de los Tres Testigos, véanse en este capítulo los comentarios sobre Doctrina y Convenios 17.

Doctrina y Convenios 5:16. “… [los] visitaré con la manifestación de mi Espíritu”

Si bien el Señor prometió mostrar las planchas del Libro de Mormón a tres testigos (D. y C. 5:11–13), también prometió que todo aquel que creyera Sus palabras recibiría su propia manifestación espiritual. El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó en cuanto a la realidad de ese testigo espiritual: “Al buscar un testimonio personal —su revelación personal—, descubrirán que nuestro Padre Celestial ha proporcionado una manera especial para que conozcan la verdad por ustedes mismos: a través del tercer miembro de la Trinidad, un personaje de espíritu al que conocemos como el Espíritu Santo” (véase “La vida eterna es conocer a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo, Jesucristo”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 82.

Tal como figura en Doctrina y Convenios 5:16, el Señor también declaró que recibir un testimonio espiritual tiene un efecto transformador en el creyente. Esa es una razón por la que no sería suficiente simplemente ver las planchas. El proceso de leer el libro, de creer en las palabras y de recibir una manifestación espiritual de la verdad provoca un cambio —un renacimiento espiritual— en el lector.

Mujer joven estudiando las Escrituras

Al estudiar el Libro de Mormón con espíritu de oración, podemos recibir un testimonio de su veracidad por medio del Espíritu Santo.

Doctrina y Convenios 5:21–22. “… no cedas más a las persuasiones de los hombres”

El Señor reprendió al profeta José Smith en esta y otras ocasiones (véanse D. y C. 3:3–9; 64:5–7). Estas revelaciones muestran que los siervos escogidos del Señor son personas imperfectas que, sin embargo, se esfuerzan por hacer la voluntad del Señor. La única persona perfecta y sin pecado que ha vivido en la tierra es Jesucristo; todos los demás hemos pecado, necesitamos la misericordia divina y debemos arrepentirnos (véase Romanos 3:23). Esa es una de las razones por las que debemos establecer nuestro fundamento espiritual en Jesucristo (véase Helamán 5:12) y seguirlo a Él sosteniendo a Sus siervos escogidos “con la oración de fe” (D. y C. 43:12).

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo lo siguiente:

“Admitimos que nuestros antecesores eran humanos y que indudablemente cometieron errores…

“Ha habido solo un hombre perfecto en la tierra… El Señor se ha valido de personas imperfectas para llevar a cabo la obra de edificar Su sociedad perfecta. Si alguno de ellos hizo algún desatino alguna vez, o si tuvieron un leve defecto en sus rasgos de carácter, sorprende aún más que hayan logrado tanto” (“La búsqueda constante de la verdad”, Liahona, febrero de 1986, pág. 10).

Doctrina y Convenios 5:23–35

El Señor le dice a Martin Harris que podrá ser llamado como uno de los Tres Testigos, si se arrepiente

Doctrina y Convenios 5:23–28. La función de la humildad

El Señor prometió a Martin Harris que podría llegar a ser un testigo de las planchas del Libro de Mormón, o “estas cosas” (D. y C. 5:2, 11), si se humillaba, reconocía los errores que había cometido y estaba dispuesto a dar testimonio al mundo de las cosas que vería. Incluso después de tener la dura experiencia de perder las ciento dieciséis páginas manuscritas del Libro de Mormón, a Martin le resultaba difícil confiar humildemente en que Dios estaba obrando por medio de Su siervo José Smith (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, págs. 14–15.

Se requiere humildad de todos aquellos que procuran ser discípulos de Jesucristo. El élder Marlin K. Jensen, de los Setenta, explicó: “Durante ese proceso [de volvernos como un niño], adquiriremos finalmente los atributos de un niño: mansedumbre, humildad, paciencia, amor y sumisión espiritual. La verdadera humildad nos llevará inevitablemente a decir a Dios: ‘Hágase tu voluntad’. Y, debido a que lo que somos afecta lo que hacemos, nuestra sumisión se reflejará en nuestra reverencia, gratitud y disposición para aceptar llamamientos, consejo y corrección” (“Humillarte ante tu Dios”, Liahona, julio de 2001, pág. 10).

Doctrina y Convenios 5:30–34. El Señor proporcionará los medios para terminar la traducción

El profeta José Smith había progresado muy poco en la obra de la traducción desde que las planchas del Libro de Mormón le habían sido devueltas, luego de la pérdida de las ciento dieciséis páginas manuscritas. Es posible que durante ese tiempo, tanto Emma Smith como su hermano, Reuben Hale, ayudaran a José como escribas (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, pág. 4). En marzo de 1829, cuando se recibió la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 5, el Señor indicó que José debía “[detenerse] un tiempo” (D. y C. 5:30) y esperar hasta que Él “[proporcionara] los medios” para terminar la traducción del Libro de Mormón (D. y C. 5:34). Esto parece haberse cumplido cuando Oliver Cowdery llegó a Harmony, Pensilvania, unas semanas después de que José recibiera esa revelación (véanse en este manual los comentarios sobre Doctrina y Convenios 6).

Caja de madera donde se guardaban las planchas del Libro de Mormón

Las planchas del Libro de Mormón se guardaron algunas veces bajo llave en esta caja de madera para salvaguardarlas.

Doctrina y Convenios 17: Antecedentes históricos adicionales

En marzo de 1829, el Señor reveló al profeta José Smith que Él permitiría que tres siervos vieran las planchas del Libro de Mormón y de ese modo se convirtieran en testigos que darían testimonio al mundo (véase D. y C. 5:11–15). Más tarde, mientras terminaba la traducción de las planchas menores, casi al final de su obra en el Libro de Mormón, de nuevo se le recordó a José el plan que tenía el Señor de nombrar a tres testigos para que vieran las planchas (véanse 2 Nefi 27:12–14; Éter 5:2–4). El profeta José Smith anotó lo siguiente: “Casi inmediatamente después de haber hecho este descubrimiento, a Oliver Cowdery, a David Whitmer y… a Martin Harris (que habían ido a averiguar sobre el progreso de la obra) se les ocurrió pedirme que preguntara al Señor si ellos podrían obtener de Él [el privilegio] de ser esos tres testigos especiales; y al final estaban tan ansiosos y me rogaron tanto, que con el tiempo accedí y, mediante el Urim y Tumim, obtuve del Señor para ellos la siguiente revelación [D. y C. 17]” (en The Joseph Smith Papers, Histories [Los Documentos de José Smith], Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, editado por Karen Lynn Davidson y otros, 2012, pág. 314; se estandarizó la ortografía).

Doctrina y Convenios 17

El Señor manda a los Tres Testigos que testifiquen de las planchas

Doctrina y Convenios 17:1–2. “… veréis las planchas”

La promesa de que a tres testigos se les permitiría ver las planchas del Libro de Mormón y otros objetos sagrados estaba condicionada a que tuvieran fe como la que “tuvieron los profetas de la antigüedad” (D. y C. 17:2). Con el tiempo, a Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris se les concedió el privilegio de ver las planchas de oro, el pectoral, la espada de Labán, el Urim y Tumim y los “directores milagrosos”, o Liahona (D. y C. 17:1; véase también Alma 37:38–39). Más tarde, David Whitmer testificó: “No solo vimos las planchas del Libro de Mormón, sino también las planchas de Bronce, las Planchas del Libro de éter (sic), las Planchas que contienen el Registro de la iniquidad de la gente del mundo, y muchas otras planchas” (en The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, pág. 380). Además de ver las planchas de oro, el ver los otros artículos antiguos habría dado a los Tres Testigos la seguridad de que los acontecimientos y la gente que se describían en el Libro de Mormón eran reales.

Granja de Peter Whitmer Sr.

El ángel Moroni mostró las planchas del Libro de Mormón a José Smith y a los Tres Testigos en un lugar cercano a esta granja de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York.

Doctrina y Convenios 17:3–7. La visión que recibieron los Tres Testigos

La sagrada experiencia que prometió el Señor ocurrió casi a finales de junio de 1829 cuando el profeta José Smith terminaba la obra de traducción en casa de Peter Whitmer, padre. El Profeta escribió lo siguiente:

“No mucho después de haber recibido el mandamiento anteriormente citado [D. y C. 17], nosotros cuatro, es decir, Martin Harris, David Whitmer, Oliver Cowdery y yo, acordamos retirarnos al bosque para intentar, mediante oración ferviente y humilde, obtener el cumplimiento de las promesas que se dieron en esa revelación [poder ver las planchas y otros artículos]… De modo que elegimos un lugar en el bosque, cercano a la casa del señor Whitmer, al cual nos retiramos; y habiéndonos arrodillado, comenzamos a orar con mucha fe pidiendo que el Dios Todopoderoso nos otorgara la realización de aquellas promesas. De conformidad con lo que habíamos acordado previamente, comencé a orar en voz alta a nuestro Padre Celestial, y luego cada uno de ellos, uno tras otro; sin embargo, no obtuvimos ninguna respuesta ni manifestación alguna de favor divino en beneficio nuestro.

“Volvimos a orar en el orden que habíamos seguido anteriormente, cada uno orando y suplicando fervientemente a Dios por turnos, pero obtuvimos el mismo resultado. Al suceder este, nuestro segundo fracaso, Martin Harris propuso que él se alejaría de nosotros, creyendo, como nos lo expresó, que su presencia era la causa por la que no recibíamos lo que deseábamos. Así fue que Martin Harris se alejó y nosotros nos arrodillamos de nuevo; y no habían transcurrido muchos minutos en oración cuando enseguida contemplamos una luz arriba de nosotros, en el aire, de un gran fulgor; y he aquí, un ángel se apareció ante nosotros. En sus manos sostenía las planchas que habíamos solicitado ver. Fue dando vuelta a las hojas una por una, de manera que pudiéramos verlas y distinguir los grabados claramente. Se dirigió a David Whitmer y le dijo: ‘David, bendito es el Señor y aquel que guarda Sus mandamientos’, cuando inmediatamente después oímos una voz proveniente de la luz que estaba por encima de nosotros, que nos dijo: ‘Estas planchas han sido reveladas por el poder de Dios, y han sido traducidas por el poder de Dios. La traducción de ellas que vosotros habéis visto es correcta, y os mando dar fe de lo que ahora ves y oís’.

“Entonces, dejé allí a David y Oliver y fui a buscar a Martin Harris, al que encontré a bastante distancia, orando fervientemente. No obstante, me dijo en seguida que no había logrado una respuesta del Señor y me suplicó con insistencia que orara con él, a fin de que él también fuera digno de las bendiciones que nosotros acabábamos de recibir. Por consiguiente, nos unimos en oración y al fin obtuvimos nuestro deseo, pues antes de haber terminado de orar, la misma visión se desplegó ante nuestros ojos, al menos se desplegó de nuevo ante mí, y una vez más vi… y oí las mismas cosas. En tanto, en aquel mismo momento, Martin Harris exclamó, aparentemente en un éxtasis de gozo: ‘¡Es suficiente; es suficiente! ¡Mis ojos han visto, mis ojos han visto!’, y dando un salto, exclamó: Hosanna, bendiciendo a Dios, y regocijándose sobremanera” (en The Joseph Smith Papers, [Los Documentos de José Smith], Histories, Volume 1: 1832–1834, págs. 316, 318, 320; se estandarizó la puntuación, la ortografía y el uso de las mayúsculas).

Después de esa experiencia, se escribió una declaración que firmó cada uno de los testigos. Esa declaración, conocida como “El Testimonio de los Tres Testigos”, se publicó en la primera versión impresa del Libro de Mormón y en todas las versiones subsiguientes publicadas por la Iglesia.

Monumento a los Tres Testigos en Richmond, Misuri

Monumento en Richmond, Misuri, en honor a los Tres Testigos del Libro de Mormón

Doctrina y Convenios 17:4–5. “Y testificaréis de haberlas visto”

Después de ver las planchas de oro, Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris compartían la responsabilidad de testificar al mundo de la realidad de las planchas y de la divinidad del Libro de Mormón. Lucy Mack Smith, la madre del profeta José Smith, dio el siguiente relato en el que describía cómo se sentía José cuando regresó a la casa de los Whitmer después de la visión: “[Cuando] regresaron, era entre las tres y las cuatro de la tarde. La Sra. Whitmer, mi esposo y yo nos encontrábamos en uno de los dormitorios. Yo estaba sentada en un lado de la cama. Al entrar, José se arrojó a mi lado y exclamó: ‘¡Papá, mamá’, dijo él, ‘no saben lo feliz que estoy! El Señor ha hecho que se mostraran las planchas a tres personas más, aparte de mí, quienes también han visto a un ángel y quienes tendrán que testificar en cuanto a la veracidad de lo que he dicho, pues ahora ellos mismos saben que no ando engañando a la gente. Siento como si se me hubiera liberado de una terrible carga, que me resultaba demasiado pesada de soportar, y mi alma se regocija al saber que no estoy enteramente solo en el mundo’” (“Lucy Mack Smith, History, 1844–1845,” libro 8, pág. 11, josephsmithpapers.org; se estandarizó la ortografía y la puntuación).

Tal como está registrado en el Libro de Mormón, el Señor profetizó que además de José Smith y de los Tres Testigos, “nadie más lo verá [el libro], sino unos pocos, conforme a la voluntad de Dios, para dar testimonio de su palabra a los hijos de los hombres” (2 Nefi 27:13; véase también el versículo 12). Esto se refiere a los Ocho Testigos, quienes vieron y palparon las planchas de oro (véase “El Testimonio de Ocho Testigos”, Libro de Mormón). En total, había doce testigos oculares de las planchas del Libro de Mormón (José Smith, los Tres Testigos y los Ocho Testigos), a quienes se dio el mandamiento de declarar su testimonio al mundo.

Otras personas palparon las planchas, cuando estaban cubiertas con un lienzo, o las sopesaron en un saco de tela. Mary Whitmer, la esposa de Peter Whitmer, padre, tuvo una experiencia extraordinaria durante ese tiempo. Ella y su marido llevaron la carga adicional de hospedar a los Smith y a Oliver Cowdery en su hogar mientras el Profeta terminaba la traducción del Libro de Mormón. Su hijo, David, recordó que, aunque su madre no se quejaba, se sentía abrumada. “Más adelante, él relató algo que le sucedió a su madre un día que fue al granero a ordeñar las vacas: ‘En el patio se encontró con el mismo anciano (a juzgar por la descripción que hizo de él) [el mismo que David había visto en el viaje], el cual le dijo: “Has sido muy fiel y diligente en tus labores, pero estás cansada porque has tenido que aumentar tus esfuerzos. Por lo tanto, a fin de que tu fe se vea fortalecida, es apropiado que recibas un testimonio”. Y a continuación, le mostró las planchas’” (La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos [manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2003], pág. 62).

Vista de la Arboleda Sagrada desde la granja de los Smith

José Smith mostró las planchas del Libro de Mormón a los Ocho Testigos en algún lugar de la granja de su padre, en Palmyra, Nueva York, o cerca de ella. Al fondo se aprecia la Arboleda Sagrada (fotografía de aproximadamente 1907).

Cortesía de la Biblioteca y los Archivos de Historia de la Iglesia

Doctrina y Convenios 17:6. El testimonio del Señor en cuanto al Libro de Mormón

Además de los testimonios que dieron los testigos especiales sobre el Libro de Mormón, el Señor mismo dio una confirmación definitiva de que es verdadero. El élder Bruce R. McConkie explicó:

“Uno de los juramentos más solemnes que se han dado al hombre se encuentra en las palabras del Señor relacionadas con José Smith y el Libro de Mormón. ‘Y [José Smith] ha traducido el libro , sí, la parte que le he mandado’; dice el Señor, ‘y vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero’ (D. y C. 17:6).

“Este es el testimonio de Dios sobre el Libro de Mormón. En él, Dios mismo ha puesto por testigo Su divinidad: O el libro es verdadero o Dios cesa de ser Dios. No hay ni puede haber lenguaje más formal y poderoso que se conozca entre los hombres o entre los dioses” (véase “La doctrina del sacerdocio”, Liahona, julio de 1982, pág. 67).

Doctrina y Convenios 17:7–9. “… a fin de realizar mis propósitos justos”

El mandamiento que se dio a los Tres Testigos de testificar fue esencial en la restauración del Evangelio. Si hubiesen negado su testimonio, habrían dado a la gente razón para no creer en el profeta José Smith ni en el Libro de Mormón.

Refiriéndose a los Tres Testigos, el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Cada uno de los tres tuvo amplias razones y oportunidades para renunciar a su testimonio si hubiera sido falso, o para ser ambiguos en los detalles si alguno de ellos hubiese sido impreciso. Como bien se sabe, debido a desacuerdos y celos que incluyeron a otros líderes de la Iglesia, cada uno de los Tres Testigos fue excomulgado de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días aproximadamente ocho años después de la publicación de su testimonio. Los tres siguieron caminos diferentes, sin ningún interés común por apoyar un esfuerzo de confabulación. Sin embargo, hasta el final de su vida —períodos que oscilan desde doce hasta cincuenta años después de haber sido excomulgados—, ninguno de esos testigos se desvió de su testimonio publicado ni dijo nada que pudiera generar alguna duda con respecto a su veracidad (véase “El testigo: Martin Harris”, Liahona, julio de 1999, pág. 42).

El Señor prometió Su gracia a los Tres Testigos, ya que enfrentarían gran oposición a sus testimonios. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, testificó: “Los Tres Testigos jamás negaron su testimonio del Libro de Mormón; no podían hacerlo porque sabían que era verdadero. Realizaron sacrificios y pasaron dificultades inimaginables para la mayoría de la gente… El que durante sus largos periodos de distanciamiento de la Iglesia y de José continuaran afirmando lo que habían visto y oído, hace que su testimonio sea aún más poderoso” (“Un testimonio imperecedero de la misión del profeta José Smith”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 90).