“Capítulo 56: Declaración Oficial 2”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno (2017)
“Capítulo 56”, Doctrina y Convenios: Manual del alumno
Capítulo 56
Declaración Oficial 2
Introducción y cronología
A medida que la obra misional se extendía por todo el mundo durante el siglo XX, los líderes de la Iglesia oraron para recibir orientación adicional en cuanto a las restricciones que habían existido con respecto a la ordenación al sacerdocio y las ordenanzas del templo para los miembros de la Iglesia de ascendencia africana negra. El 1.º de junio de 1978, el Señor le reveló al presidente Spencer W. Kimball, a sus consejeros de la Primera Presidencia y a los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles que esas restricciones se debían eliminar. El 8 de junio de 1978, la Primera Presidencia anunció esta revelación en una carta dirigida a los líderes de la Iglesia, la cual se encuentra en la Declaración Oficial 2.
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30 de diciembre de 1973Se ordena a Spencer W. Kimball como Presidente de la Iglesia.
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1.º de junio de 1978El presidente Kimball, sus consejeros de la Primera Presidencia y los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles reciben una revelación en la que se extiende el sacerdocio y las bendiciones del templo a todos los miembros dignos de la Iglesia.
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8 de junio de 1978La Primera Presidencia da a conocer una carta en la que anuncia la revelación.
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30 de septiembre de 1978La revelación recibida el 1.º de junio se presenta a los miembros de la Iglesia durante la conferencia general y se aprueba unánimemente como “la palabra y la voluntad del Señor” (Declaración Oficial 2).
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Noviembre–diciembre de 1978Llegan misioneros a Ghana y a Nigeria para establecer la Iglesia en África Occidental.
Declaración Oficial 2: Antecedentes históricos adicionales
“… desde mediados de 1800 hasta 1978… la Iglesia no ordenó al sacerdocio a hombres de ascendencia africana negra, ni permitió a hombres ni a mujeres de raza negra participar en la investidura del templo ni en las ordenanzas selladoras” (“La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org). Con respecto al origen de esas restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo, la introducción de la Declaración Oficial 2 que se halla en la edición de 2013 de Doctrina y Convenios afirma: “En el libro de Mormón se enseña que ‘todos son iguales ante Dios’, sean ‘negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres’ (2 Nefi 26:33). A lo largo de la historia de la Iglesia, se han bautizado personas de toda raza y etnia en muchos países, quienes han vivido como miembros fieles de la Iglesia. Durante la vida de José Smith, algunos varones de raza negra miembros de la Iglesia fueron ordenados al sacerdocio. A principios de la historia de la Iglesia, sus líderes dejaron de conferir el sacerdocio a los varones de raza negra de ascendencia africana. Los registros de la Iglesia no ofrecen una idea clara en cuanto a los orígenes de esta práctica. Los líderes de la Iglesia creían que era necesaria una revelación de Dios para alterar dicha práctica y procuraron guía por medio de la oración. La revelación llegó al Presidente de la Iglesia, Spencer W. Kimball y fue confirmada a otros líderes de la Iglesia en el Templo de Salt Lake, el 1.º de junio de 1978. La revelación quita todas las restricciones relacionadas con la raza que alguna vez se aplicaron al sacerdocio” (Declaración Oficial 2, introducción).
“No están del todo claros los orígenes de la disponibilidad del sacerdocio. A falta de revelación directa se dieron algunas explicaciones con respecto a este asunto, y las referencias a esas explicaciones en ocasiones se citaron en publicaciones. Esas declaraciones personales anteriores no representan la doctrina de la Iglesia” (“Race and the Church: All Are Alike Unto God”, 29 de febrero de 2012, mormonnewsroom.org). “Actualmente, la Iglesia rechaza las teorías formuladas en el pasado de que la piel negra es una señal de desaprobación o maldición divina, o que refleja las acciones en la vida preterrenal; que los matrimonios de raza mixta son un pecado; y que las personas de raza negra, o de otra raza u origen, son en modo alguno inferiores a cualquier otra persona. Hoy en día, los líderes de la Iglesia condenan de forma inequívoca todo racismo, pasado y presente, de cualquier manera que se manifieste” (véase “La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org).
Al hablar en cuanto a teorías pasadas y a las supuestas razones que presentaron algunas personas sobre las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo, el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, escribió:
“En junio de 1978 nos maravillamos cuando el presidente Spencer W. Kimball, nuestro Presidente y Profeta, anunció que ‘se puede conferir el sacerdocio a todos los varones que sean miembros dignos de la Iglesia sin tomar en consideración ni su raza ni su color’ (Declaración Oficial 2). La revelación cambió el rumbo, y con ella se esfumaron las razones que habían dado los hombres con respecto al rumbo previo.
“Expliqué mi actitud hacia los intentos de proporcionar razones terrenales para la revelación divina en una entrevista de 1988 realizada en el décimo aniversario de la revelación sobre el sacerdocio:
“‘Si leen las Escrituras considerando la pregunta: “¿Por qué el Señor mandó esto? o ¿Por qué mandó aquello?”, se darán cuenta de que el motivo se da en menos de uno de cada cien mandamientos. Dar las razones no es el modelo del Señor. Nosotros [los mortales] podemos idear razones para las revelaciones; podemos conjeturar motivos para los mandamientos. Cuando lo hacemos, lo hacemos por nuestra propia cuenta. Algunas personas idearon motivos para lo que analizamos aquí [las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo] que resultaron estar espectacularmente equivocados…
“‘… No cometamos el error que se ha cometido en el pasado, en esta y en otras áreas, de tratar de alegar razones para la revelación. Los motivos terminan siendo, en gran medida, ideados por los hombres. Las revelaciones son lo que sostenemos como la voluntad del Señor, y ahí es donde yace la seguridad’” (Life’s Lessons Learned, 2011, págs. 68–69).
Para conocer más antecedentes históricos adicionales relacionados con las restricciones en cuanto a la ordenación al sacerdocio y a las ordenanzas del templo para los miembros de la Iglesia de ascendencia africana negra, consulta “La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org.
Declaración Oficial 2
El Señor revela que todos los varones miembros de la Iglesia dignos pueden ser ordenados al sacerdocio y que las bendiciones del templo se pueden extender a todos los miembros dignos de la Iglesia
Declaración Oficial 2. “… el presidente Spencer W. Kimball recibió una revelación”
El anuncio de la revelación de que “el día prometido por tan largo tiempo en el que todo varón que sea fiel y digno miembro de la Iglesia puede recibir el santo sacerdocio” (Declaración Oficial 2) se incluyó en una carta a los líderes de la Iglesia de todo el mundo. Esa carta se encuentra en la Declaración Oficial 2. La carta estaba fechada el 8 de junio de 1978 y se dio a conocer por primera vez a través de los medios de comunicación el 9 de junio de 1978. El 30 de septiembre de 1978, durante la conferencia general, el presidente N. Eldon Tanner, de la Primera Presidencia, presentó para el sostenimiento de los miembros de la Iglesia esa revelación “que extiende las bendiciones del sacerdocio y del templo a todo varón que sea miembro digno de la Iglesia” (Declaración Oficial 2). Los miembros de la Iglesia aprobaron la revelación como “la palabra y la voluntad del Señor” (Declaración Oficial 2). Por consiguiente, la Declaración Oficial 2 se destaca como un testimonio adicional de que los cielos aún están abiertos y que el Señor guía a Su Iglesia mediante la revelación continua a Sus profetas. Mientras testificaba que el Señor revela Su voluntad a Sus profetas en la actualidad, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) declaró:
“La revelación continua es en verdad la savia misma del evangelio del Señor y Salvador viviente, Jesucristo…
“¡Cuánto necesita la revelación de Dios este mundo confuso!… Cuán absurdo es pensar que el Señor daría su preciada dirección mediante revelación a un pequeño grupo de gente que vivía en Palestina y en el Viejo Mundo, y ahora, en estos tiempos críticos, cerraría los cielos…
“Hoy testifico al mundo que aquella bóveda de hierro se quebró hace ya más de un siglo y medio; los cielos se abrieron una vez más y desde entonces la revelación ha sido continua.
“Esa nueva era comenzó cuando otra alma con un deseo profundo de conocer la voluntad de Dios oró pidiendo guía divina. En un lugar apartado y solitario, de rodillas, con humildad de corazón, se expresó el profundo ruego; y una luz más brillante que la del mediodía iluminó el mundo para no apagarse jamás.
“Un joven de fe incomparable [José Smith]… rompió la maldición, eliminó las barreras y restableció la comunicación… De nuevo se levantó un profeta en la tierra y, por medio él, Dios estableció Su reino para no ser destruido jamás ni ser entregado a otro pueblo; un reino que permanecerá para siempre…
“Desde aquel día memorable de 1820 hemos seguido recibiendo escritura adicional, incluso las esenciales y numerosas revelaciones que fluyen en una corriente sin fin de Dios a Sus profetas en la tierra…
“… Testificamos al mundo que la revelación continúa y que los archivos de la Iglesia contienen toda la que se recibe mes a mes y día a día. También testificamos que, desde que se organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 1830, ha habido y siempre habrá en esta tierra un profeta, reconocido por Dios y por Su pueblo, que continuará interpretando la intención y la voluntad del Señor” (véase “La palabra del Señor a Sus profetas”, Liahona, octubre de 1977, págs. 64–65).
Declaración Oficial 2. Los líderes de la Iglesia aceptaron la revelación que se recibió el 1.º de junio de 1978 y “la aprobaron de modo unánime”
Al presentar a los miembros de la Iglesia la revelación que eliminaba las restricciones en cuanto al sacerdocio y las bendiciones del templo, el presidente N. Eldon Tanner recalcó el apoyo y la aprobación unánime de los líderes al respecto: “… después de [que el presidente Spencer W. Kimball recibió] esta revelación, que vino a él tras extensa meditación y oración en las salas sagradas del santo templo, él la presentó a sus consejeros, quienes la aceptaron y aprobaron. Luego se presentó al Cuórum de los Doce Apóstoles, los cuales la aprobaron de modo unánime” (Declaración Oficial 2). Esa reunión ocurrió el 1.º de junio de 1978 y en ella estuvieron presentes diez miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles y la Primera Presidencia (véase Gordon B. Hinckley, “Priesthood Restoration”, Ensign, octubre de 1988, págs. 69–70).
El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Esta revelación, que se recibió el 1.º de junio, fue reafirmada por el espíritu de inspiración una semana después, el 8 de junio, cuando las Autoridades Generales aprobaron el documento que se habría de anunciar al mundo” (“All Are Alike unto God”, simposio del Sistema Educativo de la Iglesia, 18 de agosto de 1978, pág. 5, speeches.byu.edu). Más tarde, ese mismo día, la Primera Presidencia se puso en contacto con dos miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles —el élder Mark E. Petersen y el élder Delbert L. Stapley— que no habían podido asistir a la reunión del 1.º de junio ni a la del 8 de junio. El élder Petersen reiteró todo su apoyo a la revelación por teléfono desde Sudamérica, donde se encontraba en una asignación. El élder Stapley aprobó la revelación cuando la Primera Presidencia lo visitó al día siguiente en el hospital (véase Henry Dixon Taylor, Autobiography of Henry Dixon Taylor, 1980, págs. 286–287). Por consiguiente, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles estaban unidos al apoyar la revelación como “la palabra y la voluntad del Señor” (Declaración Oficial 2; véase también D. y C. 107:27, 29).
Al día siguiente, el 9 de junio de 1978, la Primera Presidencia y miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles se reunieron en el Templo de Salt Lake con todas las Autoridades Generales que estaban disponibles. El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, que en ese entonces era miembro de los Setenta y se encontraba presente en la reunión, relató la siguiente experiencia: “No tenía idea de lo que estaba pasando. Al arrodillarnos a orar [para dar comienzo a la reunión], el Espíritu me hizo saber lo que iba a ocurrir… y después de la oración, el presidente Kimball inició la descripción. Empecé a sollozar” (“Associated Press Interviews: 10th Anniversary of Priesthood Revelation”, 24 de mayo de 1988, Biblioteca de Historia de la Iglesia).
Durante la reunión se leyó la carta que anunciaba la revelación y cada miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles que se encontraba presente compartió su testimonio de que la decisión de “[extender] las bendiciones del sacerdocio y del templo a todo varón que [fuese] miembro digno de la Iglesia” (Declaración Oficial 2) se recibió por revelación. El presidente Spencer W. Kimball solicitó un voto de sostenimiento y las Autoridades Generales de la Iglesia dieron su aprobación unánime.
El esfuerzo de los líderes de la Iglesia de actuar unidos en cuanto a la inspiración y las revelaciones del Señor siempre ha sido un principio rector de los concilios gobernantes de la Iglesia. El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) enseñó:
“… todo asunto importante de normas, procedimientos, programas o doctrina se considera concienzudamente y con oración en las reuniones de la Primera Presidencia y los Doce. Esos dos cuórums, el de la Primera Presidencia y el de los Doce, al reunirse en conjunto, teniendo cada hombre plena libertad de expresarse, consideran todo asunto de peso…
“En las deliberaciones de ambos cuórums no se llega a ninguna decisión si no hay total unanimidad. Al comenzar a considerar los asuntos puede haber diferencias de opinión, lo cual es de esperarse, pues todos estos hombres provienen de circunstancias diferentes; todos tienen su propia opinión. Pero antes de llegar a la decisión final, se logra la unanimidad de pensamiento y de voz…
“… En esas deliberaciones se han presentado diferencias de opinión, pero ese proceso ha sido un tamiz en el que se han cernido y seleccionado ideas y conceptos. No obstante, nunca he observado entre mis hermanos seria discordia ni enemistades; en cambio, he observado algo hermoso y extraordinario que ha tenido lugar: bajo la influencia directa del Santo Espíritu y con el poder de la revelación, he visto la unidad de puntos de vista diferentes hasta lograr una armonía y un acuerdo totales. Solamente entonces se pone en práctica la decisión. Testifico que eso representa el espíritu de revelación manifestado una y otra vez en la dirección de esta, la obra del Señor.
“No tengo conocimiento de ninguna otra organización de gobierno de la que se pueda decir lo mismo” (véase “La obra sigue adelante”, Liahona, julio de 1994, pág. 66).
Declaración Oficial 2. “Al observar la expansión de la obra del Señor sobre la tierra”
Antes del 1.º de junio de 1978, “todos los privilegios y bendiciones que el evangelio proporciona” no siempre habían estado al alcance de “todo miembro digno de la Iglesia” (Declaración Oficial 2). “Al extenderse la Iglesia por todo el mundo, su grandiosa misión de ir ‘y hace[r] discípulos a todas las naciones’ [Mateo 28:19] parecía cada vez más incompatible con las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo. El Libro de Mormón declara que el mensaje de salvación del Evangelio debe ir ‘a toda nación, tribu, lengua y pueblo’ [Mosíah 15:28; 1 Nefi 19:17]. Si bien no había límites en cuanto a quién invita el Señor para que ‘participe de su bondad’ por medio del bautismo [2 Nefi 26:23, 28], las restricciones del sacerdocio y del templo creaban grandes barreras, un aspecto que se hizo cada vez más evidente cuando la Iglesia comenzó a extenderse a localidades internacionales con gente de diversos orígenes y mezclas raciales.
“Brasil en particular presentaba muchas dificultades. A diferencia de los Estados Unidos y de Sudáfrica, donde el racismo legal y real llevó a que las sociedades fueran profundamente segregadas, Brasil se enorgullecía de su patrimonio racial abierto, integrado y mixto. En 1975, la Iglesia anunció que se iba a edificar un templo en São Paulo, Brasil. Mientras avanzaba su construcción, las autoridades de la Iglesia se encontraron con mormones fieles de raza negra y de ascendencia mixta que habían contribuido económicamente y de otras maneras a la edificación del Templo de São Paulo, al que comprendían que no se les permitiría entrar una vez que se hubiera terminado. Sus sacrificios, así como las conversiones de miles de nigerianos y ghaneses en las décadas de 1960 y 1970, conmovieron a los líderes de la Iglesia” (“La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org).
“… la expansión de la obra del Señor sobre la tierra” y el hecho de que “los habitantes de muchas naciones han respondido al mensaje del evangelio restaurado y se han unido a la Iglesia en números cada vez mayores… [inspiró a los líderes de la Iglesia con] el deseo de extender a todo miembro digno de la Iglesia todos los privilegios y bendiciones que el evangelio proporciona” (Declaración Oficial 2).
Declaración Oficial 2. “Enterados de las promesas declaradas por los profetas y presidentes de la Iglesia que nos han precedido”
Motivado por el deseo de extender todas las bendiciones del Evangelio a todo miembro digno de la Iglesia, el presidente Spencer W. Kimball inició un estudio minucioso de las Escrituras y las palabras de los líderes de la Iglesia, comenzando con el profeta José Smith. Varios de los profetas de los últimos días habían enseñado que “en alguna ocasión, en el plan eterno de Dios, todos [los] hermanos que sean dignos podrán recibir el sacerdocio” (Declaración Oficial 2). El presidente Brigham Young (1801–1877) “dijo que en un día futuro, los miembros de raza negra de la Iglesia ‘tendrían [todo] el privilegio, y aún más’ del que disfrutaban los demás miembros” (“La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org). El presidente David O. McKay (1873–1970) testificó que “en algún momento en el plan eterno de Dios”, a los hombres de ascendencia africana negra “se les concederá el derecho de poseer el sacerdocio” (en “Policy Statement of Presidency”, Church News, 10 de enero de 1970, pág. 12). Poco después de convertirse en Presidente de la Iglesia en 1972, el presidente Harold B. Lee (1899–1973) explicó que era “solo cuestión de tiempo” que los miembros de la Iglesia de ascendencia africana negra pudiesen recibir todas las bendiciones del Evangelio; y afirmó: “Solo estamos esperando ese tiempo” (en L. Brent Goates, Harold B. Lee: Prophet and Seer, 1985, pág. 506).
No obstante los deseos que tenían de ver que “[llegara] el día prometido por tan largo tiempo” (Declaración Oficial 2), “los líderes de la Iglesia pensaron que, a fin de cambiar esa norma, era preciso recibir una revelación de Dios, e hicieron esfuerzos continuos por entender lo que debía hacerse” (“La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org).
En cuanto a por qué se recibió la revelación cuando lo hizo, el élder Bruce R. McConkie enseñó: “Por un lado, era un asunto de fe, rectitud y búsqueda, y por el otro era un asunto de un horario divino” (“All Are Alike unto God”, pág. 3, speeches.byu.edu; “The New Revelation on Priesthood”, en Priesthood, 1981, pág. 133).
Declaración Oficial 2. “… al ver la fidelidad de aquellos a quienes se les ha retenido el sacerdocio”
Los ejemplos de Helvécio y Rudá Martins, de Brasil, y de Joseph William Billy Johnson, de Ghana, ilustran la extraordinaria fidelidad de aquellos que esperaron pacientemente a que Dios extendiera el sacerdocio y las bendiciones del templo a todos Sus hijos dignos.
“En una clara noche de abril de 1972, mientras se encontraba en un atolladero de tráfico en Río de Janeiro, Brasil, Helvécio Martins pensaba sobre lo mucho que él y su familia deseaban encontrar la verdad. Él y su esposa, Rudá, habían investigado muchas religiones, pero ninguna parecía llenar su vacío espiritual. ‘Conversé con Dios aquella noche y le pedí ayuda’, [relató]” (véase “El élder Helvécio Martins, de los Setenta”, Liahona, julio de 1990, pág. 113). Unos días más tarde, los misioneros llegaron a su hogar en Río de Janeiro, Brasil. El élder Martins recordó:
“En el preciso momento en que aquellos jóvenes entraron en nuestro apartamento, toda mi tristeza y desconsuelo espiritual desaparecieron de inmediato y los reemplazaron una calma y una serenidad que ahora sé que provenían de la influencia del Santo Espíritu. Me embargó un sentimiento extraordinario de alivio cuando saludé a aquellos misioneros e invité a mis dos hijos a entrar en la sala…
“… Antes de que nos diéramos cuenta, ya era la una de la mañana y aquellos misioneros nos habían presentado… ahora me doy cuenta, la mayoría de las lecciones misionales” (Helvécio Martins, con Mark Grover, The Autobiography of Elder Helvécio Martins, 1994, pág. 43).
“La familia se bautizó el 2 de julio de 1972. Según las palabras del élder Martins: ‘Habíamos encontrado la verdad y nada se interpondría en nuestra determinación de vivir conforme a ella’; ni siquiera el hecho de que, hasta ese entonces, su familia no tenía en su hogar las bendiciones del sacerdocio. Pero ‘cuando el Espíritu le hace saber a uno que el evangelio es verdadero’, [dijo] el élder Martins, ‘¿cómo se puede negar?’” (“El élder Helvécio Martins, de los Setenta”, pág. 113). Debido a que el élder Martins y su familia habían recibido un testimonio del Evangelio restaurado por medio del Espíritu Santo, siguieron adelante, confiando en el Señor, aunque había cosas que no entendían.
La familia Martins sirvió fielmente en la Iglesia. En 1975, el presidente Spencer W. Kimball anunció que se construiría un templo en São Paulo, Brasil. “‘Aun cuando no pensábamos que podríamos entrar en él, trabajamos en la construcción del templo a la par de los demás miembros… Después de todo, se trataba de la casa del Señor’. La hermana Martins vendió sus joyas para colaborar con la recaudación de fondos y el hermano Martins sirvió en el comité de publicidad” (“El élder Helvécio Martins, de los Setenta”, pág. 113).
En África se manifestaron una devoción y fidelidad similares. Cuando la Iglesia envió misioneros a Ghana en diciembre de 1978, estos se encontraron con que “el Evangelio ya estaba allí bien establecido” gracias a los dedicados esfuerzos de Joseph William Billy Johnson (Elizabeth Maki, “‘A People Prepared’: West African Pioneer Preached the Gospel Before Missionaries”, history.lds.org). El hermano Johnson oyó por primera vez de la Iglesia catorce años antes, cuando un amigo le dio ejemplares del Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y otra literatura de la Iglesia. Él relató: “Mientras leía el Libro de Mormón, me convencí de que realmente era la palabra de Dios y, a veces, mientras leía, se me salían las lágrimas. Sentía el Espíritu mientras leía. Percibí que el libro tenía un mensaje inspirado, especialmente el testimonio del profeta José Smith” (Joseph William Billy Johnson, “We Felt the Spirit of the Pioneers”, en “All Are Alike unto God”, editado por Dale E. LeBaron, 1990, pág. 14).
“Junto con [sus amigos] R. A. F. Mensah y Clement Osekre, Johnson organizó una congregación basada en las enseñanzas que se encontraban en un solo ejemplar del Libro de Mormón y algunos folletos que Mensah había recibido de una mujer en Europa. Mensah organizó una escuela donde enseñaba temas seculares y religión, y donde una vez más utilizó el Libro de Mormón como texto. En especial, Johnson fue incansable al difundir en Ghana el mensaje de la Iglesia restaurada, yendo de calle en calle, día tras día, predicando el Evangelio.
“‘Me sentía obligado a hacerlo’, dijo. ‘A pesar de la oposición que encontré a lo largo del camino… que fue sumamente grande, seguí adelante. Simplemente no podía dejar de hacerlo’…
“Ambos hombres escribieron a la sede de la Iglesia en Salt Lake para suplicar que mandaran misioneros a Ghana para bautizarlos y establecer allí la Iglesia, pero debido a [la restricción en cuanto al sacerdocio] (lo cual hacía imposible la organización de la Iglesia), sus súplicas no recibieron respuesta. David O. McKay, el Presidente de la Iglesia, los animó a seguir estudiando las Escrituras y a ser fieles…
“Habiendo mantenido correspondencia constante con Salt Lake, los hombres se enteraron en 1969 de que un miembro de la Iglesia, Lynn Hilton, iba a estar pronto en Ghana por asuntos de negocios. Johnson y sus colegas dieron con Hilton, le preguntaron si de verdad poseía el ‘Santo Sacerdocio de Melquisedec’ y lo llevaron al edificio donde llevaban a cabo sus reuniones.
“‘Era un edificio de arquitectura de barro, de un solo piso de altura’, recordaba Hilton. ‘Y había un letrero sobre la puerta que decía: “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Rama Accra, Ghana”… Nos llevaron adentro y había unos bancos toscos de madera. Si no recuerdo mal, el piso era de tierra’.
“Mientras estaba allí, los hombres le mostraron a Hilton su único y deteriorado ejemplar del Libro de Mormón…
“Ambos le explicaron que a cada persona se le permitía tener el libro solo unos minutos, luego se pasaba a la siguiente persona para que lo leyera; le dijeron que el libro ‘lo usaban y lo leían las 24 horas del día, semana tras semana’.
“Teniendo por fin un poseedor del sacerdocio entre ellos, los hombres le preguntaron a Hilton si los bautizaría. En cambio, Hilton les ofreció bendiciones del sacerdocio y se fue con la promesa de enviarles varios ejemplares del Libro de Mormón para que los usaran sus congregaciones.
“Con el tiempo, Johnson trasladó sus esfuerzos de proselitismo de Accra a Costa del Cabo e hizo todo lo posible por organizar la Iglesia; finalmente estableció varias ramas con cientos de miembros en Ghana. Durante años dirigió a los miembros en ayunos regulares, suplicando a los misioneros de Salt Lake que fueran y establecieran la Iglesia entre ellos” (Maki, “A People Prepared”, history.lds.org).
Para más información acerca de la familia Martins y Joseph William Billy Johnson, consulta el comentario titulado: “La importancia de extender la ordenación al sacerdocio a todos los varones dignos de la Iglesia y las bendiciones del templo a todos los miembros dignos de la Iglesia”, en este capítulo.
Declaración Oficial 2. “… suplicando al Señor orientación divina”
En las Escrituras y en la historia de la Iglesia se encuentran muchos ejemplos de profetas que buscaban orientación divina del Señor para dirigir Su obra y la Iglesia en la tierra. Antes de 1978, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles habían hablado en numerosas ocasiones acerca de la restricción en cuanto al sacerdocio y habían orado con fervor al respecto. El élder Bruce R. McConkie afirmó: “Es obvio que los hermanos de las Autoridades Generales llevaban mucho tiempo sumamente preocupados por [las restricciones del sacerdocio y del templo]” (“All Are Alike unto God”, pág. 3, speeches.byu.edu; “The New Revelation on Priesthood”, pág. 132). El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “El asunto de extender las bendiciones del sacerdocio a los varones de raza negra llevaba varios años en la mente de muchas de las Autoridades Generales. Los Presidentes de la Iglesia lo habían sacado a colación en repetidas ocasiones” (“Priesthood Restoration”, pág. 70). Por ejemplo, el presidente David O. McKay estudió el asunto, pero “después de orar pidiendo guía, no recibió la impresión de anular la prohibición” (“La raza y el sacerdocio”, Ensayos sobre Temas del Evangelio, topics.lds.org).
Cuando el presidente Spencer W. Kimball llegó a ser Presidente de la Iglesia, la restricción en cuanto al sacerdocio le preocupaba de manera particular. Proporcionó el siguiente relato en cuanto a sus propios esfuerzos para recibir orientación divina sobre el asunto: “Sabía que ante nosotros había algo de suma importancia para muchos de los hijos de Dios. Sabía que únicamente podríamos recibir las revelaciones del Señor si éramos dignos y estábamos preparados para aceptarlas y ponerlas en práctica. Día tras día entraba con gran solemnidad y seriedad en los aposentos superiores del templo y allí ofrecía mi alma y mis esfuerzos para seguir adelante con el programa. Yo quería hacer lo que Él deseaba. Hablé con Él al respecto y le dije: ‘Señor, tan solo deseo lo que es correcto… Deseamos solo aquello que Tú desees, y lo queremos cuando Tú lo quieras y no hasta entonces’” (Enseñanzas: Spencer W. Kimball, pág. 262).
El 1.º de junio de 1978, miembros de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles se reunieron en el Templo de Salt Lake. Habían ido ayunando. El presidente Gordon B. Hinckley recordó:
“Cada primer jueves del mes es un día en que las Autoridades Generales de la Iglesia ayunan y dan testimonio. Debido a que muchas de las Autoridades Generales están ausentes de su hogar el primer domingo del mes por asignaciones de conferencias de estaca, efectuamos nuestra reunión mensual de testimonio en una sala superior del Templo de Salt Lake el primer jueves del mes. El jueves al que me refiero fue el 1.º de junio de 1978. Oímos los testimonios de algunos hermanos y participamos del sacramento de la Cena del Señor.
“Fue una reunión maravillosamente espiritual, como lo son todas en esos recintos sagrados y bajo esas circunstancias. Después se permitió que salieran de la reunión el Primer Cuórum de los Setenta y el Obispado Presidente, permaneciendo allí el Presidente de la Iglesia, sus dos consejeros y diez miembros del Consejo de los Doce, estando dos de ellos ausentes, uno en Sudamérica y el otro en el hospital” (“Priesthood Restoration”, págs. 69–70).
El élder Bruce R. McConkie relató lo siguiente:
“El presidente Kimball planteó el asunto de la posibilidad de conferir el sacerdocio a todas las razas. Era un tema del que nuestro grupo había hablado ampliamente en numerosas ocasiones en las semanas y los meses previos. El Presidente reiteró el problema en cuestión, nos recordó las conversaciones anteriores y dijo que había pasado muchos días solo en el aposento alto [del templo], suplicando al Señor una respuesta a nuestras oraciones… Expresó la esperanza de que recibiéramos una respuesta clara [del Señor] de una manera u otra para que se resolviera el asunto.
“En ese momento, el presidente Kimball preguntó a los hermanos si alguno de ellos deseaba expresar sus sentimientos y opiniones sobre el asunto en cuestión. Todos lo hicimos, de manera libre, fluida y detallada, cada persona manifestando sus puntos de vista y expresando los sentimientos de su corazón. En el concilio se desplegó un maravilloso derramamiento de unidad, coherencia y acuerdo. Esa sesión duró un poco más de dos horas. Luego el presidente Kimball sugirió que nos uniésemos en oración formal y dijo, modestamente, que si los demás estábamos de acuerdo, él actuaría como portavoz” (“The New Revelation on Priesthood”, en Priesthood, págs. 127–128).
El élder McConkie también describió el sentimiento de unidad que se manifestó entre los presentes cuando el presidente Kimball ofreció la oración:
“En su oración, el presidente Kimball pidió que todos fuésemos purificados y liberados del pecado a fin de que pudiésemos recibir la palabra del Señor. Deliberó en consejo con el Señor de manera libre y plena, se le dio el don de expresión por el poder del Espíritu y lo que dijo fue inspirado de lo alto. Fue uno de esos momentos excepcionales, y que raras veces se llegan a experimentar, en que los discípulos del Señor están perfectamente unidos, cuando cada corazón late como uno y el mismo Espíritu late en cada seno…
“Fue durante esa oración que se recibió la revelación” (“The New Revelation on Priesthood”, en Priesthood, págs. 126, 128).
Declaración Oficial 2. “Él ha escuchado nuestras oraciones y ha confirmado por revelación que ha llegado el día prometido por tan largo tiempo”
Empezando con el presidente Brigham Young, los profetas de la Iglesia habían declarado que, en algún momento del plan eterno de Dios, todas las bendiciones del sacerdocio y del templo le serían concedidas a aquellos a quienes les habían sido retenidas. Ese “día prometido por tan largo tiempo” llegó el 1.º de junio de 1978, cuando el Señor confirmó mediante revelación al presidente Spencer W. Kimball, a sus consejeros de la Primera Presidencia y a los miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles que “se puede conferir el sacerdocio a todos los varones que sean miembros dignos de la Iglesia sin tomar en consideración ni su raza ni su color” (Declaración Oficial 2).
El presidente Spencer W. Kimball testificó más adelante: “Tuvimos la gloriosa experiencia de que el Señor nos indicara claramente que había llegado el momento en que todos los hombres y las mujeres dignos, en todas partes, fueran coherederos y partícipes de la plenitud de las bendiciones del Evangelio. Como testigo especial del Salvador, quiero que sepan cuán cerca me he sentido de Él y de nuestro Padre Celestial en las numerosas oportunidades en que he estado en los aposentos superiores del templo, a los que he ido a solas hasta varias veces al día. El Señor me hizo ver muy claramente lo que había que hacer” (véase Enseñanzas: Spencer W. Kimball, pág. 263).
Algunos miembros del Cuórum de los Doce Apóstoles describieron más tarde la confirmación espiritual que recibieron cuando se dio la revelación que ponía fin a las restricciones en cuanto al sacerdocio y el templo. El presidente Gordon B. Hinckley, que en 1978 era miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, testificó:
“En la sala se percibía un ambiente sagrado y santificado. A mí me pareció como si se hubiera abierto un conducto de comunicación entre el trono celestial y el suplicante profeta de Dios arrodillado y rodeado de sus hermanos. El Espíritu de Dios estaba allí, y por el poder del Espíritu Santo, el profeta recibió la seguridad de que aquello por lo que oraba era correcto, de que había llegado el momento y de que las maravillosas bendiciones del sacerdocio debían extenderse a todo hombre digno, fuera cual fuese su linaje.
“Todos los hombres en aquel círculo supieron lo mismo por el poder del Espíritu Santo.
“Fue una ocasión tranquila y sublime.
“No se oyó el ruido ni ‘de un viento recio’, no se vieron ‘lenguas repartidas, como de fuego’ (Hechos 2:2–3), como ocurrió en el día de Pentecostés, pero sí se sintió un espíritu pentecostal, pues el Espíritu Santo estuvo presente.
“Nuestros oídos físicos no oyeron ninguna voz audible, pero la voz del Espíritu susurró con certeza a nuestras mentes y nuestras almas.
“Fue para nosotros, por lo menos para mí personalmente, como me imagino que lo fue para Enós, quien dijo en cuanto a su extraordinaria experiencia: ‘Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi mente’ (Enós 1:10).
“Así fue aquel memorable 1.º de junio de 1978. Salimos de aquella reunión en silencio, reverentes y llenos de gozo. Ninguno de los allí presentes en aquella ocasión volvió a ser la misma persona después de aquello. La Iglesia tampoco ha sido la misma.
“Todos sabíamos que había llegado el momento de hacer un cambio y que la decisión había venido de los cielos. La respuesta fue clara. Hubo perfecta unidad entre nosotros tanto en nuestra experiencia como en nuestro entendimiento” (“Priesthood Restoration”, pág. 70).
El élder Bruce R. McConkie afirmó que cada persona que asistió a aquella reunión en el Templo de Salt Lake el 1.º de junio de 1978 recibió la revelación:
“En esa ocasión, por causa de nuestra insistencia y nuestra fe, y dado que habían llegado la hora y el tiempo, el Señor, en Su providencia, derramó el Espíritu Santo sobre la Primera Presidencia y los Doce de forma milagrosa y maravillosa, más allá de lo que cualquiera de los presentes jamás había experimentado. La revelación vino al Presidente de la Iglesia y también a cada una de las personas que se hallaban presentes… El resultado es que el presidente Kimball supo, así como cada uno de nosotros, independientemente de cualquier otra persona, por revelación personal y directa, que había llegado el momento de extender el Evangelio y todas sus bendiciones y obligaciones, incluso el sacerdocio y las bendiciones de la Casa del Señor, a las personas de toda nación, cultura y raza… No hubo duda alguna sobre lo que sucedió o sobre la palabra y el mensaje que se recibieron.
“La revelación llegó al Presidente de la Iglesia y, en armonía con el gobierno de esta, fue él quien la anunció; el anuncio se hizo ocho días después con la firma de la Primera Presidencia. Pero en este caso, además de que la revelación la recibió el hombre que la anunciaría a la Iglesia y al mundo, y que fue sostenido como el portavoz de Dios en la tierra, la revelación la recibió cada miembro de la entidad que he nombrado. Todos lo supieron en el templo.
“En mi opinión, el Señor lo hizo de esa manera porque era una revelación de enorme trascendencia e importancia; que cambiaría todo el curso de la Iglesia, tanto de forma reglamentaria como administrativa; que afectaría a los vivos y a los muertos; que afectaría a la relación total que tenemos con el mundo; como digo, era tal su importancia, que el Señor quería que hubiese testigos independientes que pudieran dar testimonio de lo que había ocurrido” (“All Are Alike unto God”, pág. 4, speeches.byu.edu; “The New Revelation on Priesthood”, en Priesthood, págs. 133–134).
El élder David B. Haight (1906–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió su testimonio de la revelación que se recibió el 1.º de junio de 1978:
“… [Me hallaba] presente en el templo cuando el presidente Spencer W. Kimball recibió la revelación sobre el sacerdocio. Yo era entonces el miembro más nuevo del Cuórum de los Doce. Estuve allí. Estuve allí cuando la presencia del Espíritu en aquel cuarto fue tan fuerte que ninguno de nosotros pudo pronunciar palabra. Todos salimos en silencio para regresar a nuestras oficinas; ninguno pudo decir nada a causa de la potencia de aquella experiencia espiritual celestial.
“Apenas unas horas después de que se hizo el anuncio a la prensa, se me asignó asistir a una conferencia de estaca en Detroit, estado de Michigan. Al aterrizar el avión en Chicago noté que en el quiosco de periódicos estaba el Chicago Tribune, y el encabezamiento decía: “Los mormones dan el sacerdocio a los negros”, con el subtítulo: “El presidente Kimball alega haber recibido una revelación”. Compré un ejemplar y me quedé contemplando una de las palabras de aquel subtítulo —alega— que resaltaba ante mis ojos como si estuviera escrita en grandes letras rojas. Al ir por el pasillo hacia el otro avión que tenía que abordar, pensé: Acá estoy, en Chicago, caminando por este aeropuerto repleto de personas. Sin embargo, yo fui testigo de esa revelación. Estuve allí; fui testigo de ello. Sentí aquella influencia divina. Fui parte de ello. El editor de aquel periódico no tenía idea de la verdad de aquella revelación cuando escribió: “… alega haber recibido una revelación”. El no tenía idea, ni el impresor, ni el hombre que ponía la tinta en la imprenta, ni el que repartía los periódicos; ninguno de ellos sabía que se trataba verdaderamente de una revelación de Dios. Ninguno sabía lo que yo sabía, porque yo había sido testigo de ello” (véase “Esta obra es verdadera”, Liahona, julio de 1996, pág. 23).
Declaración Oficial 2. La importancia de extender la ordenación al sacerdocio a todos los varones dignos de la Iglesia y las bendiciones del templo a todos los miembros dignos de la Iglesia.
La revelación que recibió el presidente Spencer W. Kimball, y que puso fin a la restricción en cuanto al sacerdocio, tuvo un profundo impacto en la Iglesia, sus miembros y la gente de todo el mundo. El élder Bruce R. McConkie enseñó que esta revelación “afecta a nuestra obra misional y a toda nuestra predicación al mundo. Afecta a nuestra investigación genealógica y a todas nuestras ordenanzas del templo. Afecta a lo que está sucediendo en el mundo de los espíritus, porque el Evangelio se predica en el mundo de los espíritus como preparación para que los hombres reciban las ordenanzas vicarias que los hacen herederos de la salvación y la exaltación. Esta es una revelación de una trascendencia enorme” (“All Are Alike unto God”, pág. 4, speeches.byu.edu; “The New Revelation on Priesthood”, en Priesthood, págs. 134–135).
Para los hombres de raza negra de ascendencia africana, la ordenación al sacerdocio significaba que podían bautizar a sus hijos, dar bendiciones del sacerdocio y servir como maestros orientadores y misioneros de tiempo completo. La revelación también extendía a todos los miembros de la Iglesia de raza negra las bendiciones de las ordenanzas del templo, incluida la oportunidad de ser sellados por la eternidad como familias.
Helvécio Martins recordó cómo él y su esposa Rudá reaccionaron al anuncio de la revelación: “No podía contener mis emociones. Rudá y yo fuimos a nuestra habitación, nos arrodillamos y oramos. Lloramos y dimos gracias a nuestro Padre Celestial por ese acontecimiento con el que solo nos atrevíamos a soñar. Realmente había llegado el día, y durante nuestra vida terrenal” (The Autobiography of Elder Helvécio Martins, págs. 69–70). La familia Martins se selló en el Templo de São Paulo, Brasil. Su hijo Marcus fue de los primeros miembros de la Iglesia de ascendencia africana que sirvió en una misión tras la revelación que dio fin a la restricción en cuanto al sacerdocio. El élder Martins recordó: “Una semana después de que Marcus y yo recibimos el Sacerdocio Aarónico, fuimos ordenados al Sacerdocio de Melquisedec. El presidente João Eduardo Keminy, de la Estaca Niteroi, Río de Janeiro, me ordenó al oficio de élder, después de lo cual puse mis manos sobre la cabeza de mi hijo y, con la ayuda de otras personas en el círculo, le conferí el Sacerdocio de Melquisedec. Sentí que iba a explotar de alegría, felicidad y satisfacción. ¡Qué increíble experiencia para mí y para Marcus” (The Autobiography of Elder Helvécio Martins, págs. 70–71). Helvécio Martins prestó servicio como líder local del sacerdocio y con el tiempo fue llamado como miembro del Segundo Cuórum de los Setenta.
En Ghana, Joseph William Billy Johnson “oyó la noticia alrededor de la medianoche después de un arduo día cuando sintió que debía sintonizar su radio con la BBC antes de acostarse.
“‘Salté y comencé a llorar y a regocijarme en el Señor con lágrimas porque había llegado el momento en que el Señor iba a enviar misioneros a Ghana y a otras partes de África para recibir el sacerdocio’, recordó. ‘Me sentía verdaderamente feliz’.
Cuando los misioneros por fin llegaron unos meses después, fueron enviados a la capilla de Johnson en Costa del Cabo, Ghana, donde encontraron ‘una gran estatua del ángel Moroni encima de una esfera y tocando una trompeta. También había imágenes de la Biblia y del Libro de Mormón, de José Smith, del Coro del Tabernáculo y otras escenas propias de los Santos de los Últimos Días’.
“Muchos de los miembros de las congregaciones de Johnson solicitaron el bautismo, y el primer día se entrevistó a treinta y cuatro personas para recibir la ordenanza. Los misioneros pasaron la tarde hasta bien entrada la noche bautizando a nuevos miembros, y varios más llegaron llorando a la casa de Johnson esa noche, después de haber caminado desde un pueblo distante con la esperanza de ser bautizados ese día.
“A los pocos días se había organizado la Rama Costa del Cabo con Joseph William Billy Johnson como su presidente” (“A People Prepared”, history.lds.org).
Se bautizaron aproximadamente 600 miembros de la congregación del hermano Johnson (véase Johnson, “We Felt the Spirit of the Pioneers”, en “All Are Alike unto God”, pág. 22). Después de esperar fielmente durante catorce años, Joseph William Billy Johnson por fin llegó a ser miembro de la Iglesia del Señor. “Después de servir como el primer presidente de rama en Costa del Cabo, [el hermano] Johnson llegó a prestar servicio como presidente de distrito, misionero de tiempo completo y patriarca de la Estaca Costa del Cabo, Ghana” (“A People Prepared”, history.lds.org).
Como resultado de la revelación que puso fin a la restricción en cuanto al sacerdocio, en la actualidad los misioneros predican el Evangelio en muchos países de África. Desde entonces se han construido templos en ese continente y cientos de miles de personas de ascendencia africana han recibido las ordenanzas del Evangelio para sí mismas y por sus antepasados fallecidos. Hoy día, los miembros de la Iglesia de ascendencia africana de todo el mundo experimentan una integración y unidad significativas con sus hermanos santos mientras se esfuerzan por llegar a ser “uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).