Lección 30
El don del Espíritu Santo
El propósito de esta lección es ayudarnos a comprender las grandes bendiciones que pueden venir por medio del don del Espíritu Santo.
Introducción
Puede que haya habido oportunidades, antes de unirnos a la Iglesia, en las que hayamos disfrutado de la influencia del Espíritu Santo; por ejemplo, el buen sentimiento que experimentamos cuando escuchamos a los misioneros era el Espíritu Santo que nos ayudaba a comprender y aceptar el Evangelio. Sin embargo, no teníamos el derecho a su constante compañía hasta después de bautizarnos y ser confirmados. Entonces, en virtud del poder del Sacerdocio de Melquisedec, recibimos el don del Espíritu Santo por la imposición de manos.
El presidente Lorenzo Snow nos ha aconsejado: “Debemos tratar de aprender la naturaleza de ese espíritu, para que podamos comprender sus sugerencias, y entonces podremos siempre hacer lo correcto… Desde el momento en que [recibimos el don del Espíritu Santo], tenemos un amigo, siempre que no lo apartemos de nosotros al hacer lo malo. Ese amigo es el Espíritu Santo” (Conference Report, abril de 1899, pág. 52).
Muestre la ayuda visual 30-a, “El don del Espíritu Santo es el derecho a tener al Espíritu Santo como compañero constante”.
¿Por qué el Espíritu Santo es como un amigo? Pida a los miembros de la clase que lean Juan 14:16, 17, 26 y Juan 16:13.
¿Por qué necesitamos al Espíritu Santo como compañero y amigo? (Anote las respuestas en la pizarra.)
Algunas de las formas en que el Espíritu Santo nos ayuda son las que figuran a continuación:
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Nos revela la verdad.
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Ayuda a enseñarnos el Evangelio.
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Nos ayuda a recordar cosas.
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Nos consuela en momentos de tristeza.
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Nos protege del mal.
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Nos inspira cuando enseñamos el Evangelio en discursos y lecciones.
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Nos advierte cuando estamos en peligro.
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Nos indica lo que debemos hacer.
Lea 2 Nefi 32:5.
El élder LeGrand Richards hizo la siguiente declaración: “Preferiría que mis hijos y los hijos de mis hijos disfrutaran de la compañía del Espíritu Santo que de ningún otro en este mundo, porque si dan oído a los susurros de ese Espíritu, les conducirá a toda verdad y les hará llegar salvos a la presencia de su Padre Celestial” (Improvement Era, junio de 1966, pág. 540).
Dado que el Espíritu Santo es un compañero muy deseable, debemos hacer todo lo que podamos para tenerle como amigo y compañero.
Cómo mantener con nosotros el Espíritu Santo
Hay muchas cosas que podemos hacer para mantener con nosotros el Espíritu Santo, una de las cuales es el participar dignamente de la Santa Cena. Cada vez que lo hacemos, prometemos que obedeceremos los mandamientos del Señor; y si cumplimos nuestra promesa, el Señor nos ha prometido que “siempre [podemos] tener Su Espíritu” con nosotros (véase D. y C. 20:77).
Otra manera de mantener con nosotros el Espíritu Santo es conservar nuestro cuerpo moralmente limpio, ya que el Señor nos ha dicho que nuestro cuerpo es como un templo y que no debemos profanarlo (véase 1 Corintios 3:16–17). El Espíritu Santo no puede morar en un templo impuro; por lo tanto, es importante que mantengamos nuestro cuerpo limpio y puro en pensamiento, palabra, vestimenta y acción, y que evitemos aun la apariencia del mal. El élder Melvin J. Ballard dijo en una ocasión: “El Espíritu Santo es el espíritu más sensible que he conocido” (1967–68 Priesthood Study Course, Deacons Quorum, pág. 70). Ya que es tan sensible, el Espíritu Santo se puede ofender por lo que nosotros consideremos que no es importante.
Para mantener con nosotros al Espíritu Santo, debemos vivir en armonía con quienes estén a nuestro alrededor. Hablando a los nefitas, Cristo dijo que el espíritu de contención viene del diablo (véase 3 Nefi 11:29). El Espíritu Santo no puede morar donde hay desunión y falta de armonía, por lo cual el discutir con nuestra esposa o el pelear con un hermano o hermana hará que se aleje de nosotros y de nuestro hogar.
Por ejemplo, el profeta José Smith no podía recibir inspiración alguna del Señor hasta que tuviera buenos sentimientos hacia cada persona. Una mañana él se molestó por algo que su esposa había hecho. Más tarde, cuando trató de traducir parte del Libro de Mormón, se dio cuenta que no podía hacerlo. Sumamente preocupado por el incidente, se dirigió al huerto donde elevó una oración al Señor. Al regresar a la casa después de la oración, le pidió disculpas a Emma. Sólo entonces pudo volver a traducir. (De una declaración hecha por David Whitmer el 15 de septiembre de 1882, Comprehensive History of the Church, tomo 1, pág. 131).
Nosotros necesitamos al Espíritu Santo tanto como lo necesitaba el Profeta; necesitamos que nos guíe en nuestras responsabilidades, especialmente en la de dirigir a nuestra familia; por lo tanto, cuando nuestros hijos obren mal, no debemos perder la paciencia, sino pedir al Espíritu Santo que nos indique cómo debemos corregirles (véase D. y C. 121:43).
¿Cuáles son algunas de las cosas que hacemos que entorpecen la compañía del Espíritu Santo? ¿Qué podemos hacer para conservar Su compañía? (Anote las respuestas en dos columnas separadas en la pizarra.)
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El Espíritu Santo no permanecerá con la persona que no esté dispuesta a obedecer y guardar los mandamientos de Dios… El Espíritu Santo no puede entrar en tal alma.
“Recibimos ese gran don sólo mediante la humildad, la fe y la obediencia… ¿Han acaso pensado alguna vez en el gran privilegio que significa para nosotros disfrutar de la compañía de uno de los miembros de la Trinidad? ¿Alguna vez lo han pensado de esa forma? Ese es el privilegio que tenemos si obedecemos los mandamientos que el Señor nos ha dado” (Church News, 4 de noviembre de 1961, pág. 14).
Las formas en que nos ayuda el Espíritu Santo
Cuando mostramos por medio de nuestra fidelidad que deseamos tener el Espíritu Santo como compañero, Él nos ayuda en las formas que figuran a continuación para que podamos vivir vidas mejores y más felices:
Nos ayuda a ser mejores personas
El Espíritu Santo “inspira virtud, amabilidad, bondad, ternura, gentileza y caridad” (Parley P. Pratt, Key to the Science of Theology, pág. 101).
Nos muestra lo que debemos hacer
El Espíritu Santo nos puede ayudar a tomar decisiones importantes.
Lea D. y C. 6:15 y D. y C. 8:2. ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo a tomar decisiones?
Nos ayuda a crecer en la Iglesia
El élder Franklin D. Richards relató cómo el Espíritu Santo lo guió: “He oído esa suave voz del Espíritu muchas veces al reunirme con ustedes; al conferir sobre alguien el sacerdocio; al apartar personas para que ocuparan cargos en la Iglesia; al dar bendiciones de salud; al expresar mi testimonio a personas que no son miembros, lo mismo que a los santos; al decir un discurso, y en muchas otras oportunidades” (“El constante poder del Espíritu Santo,” Liahona, marzo de 1974, pág. 36).
Nos advierte
Hay ocasiones en que el Espíritu Santo nos advierte de un peligro o tentación. El élder Franklin D. Richards relata que un joven padre “fue despertado una noche por una voz que claramente le dijo que se levantara y fuera escaleras abajo. Así lo hizo y al llegar a la cocina, encontró una pared en llamas. Inmediatamente, despertó al resto de la familia y llamó a los bomberos, y mientras éstos llegaban, pudieron comenzar a sofocar el fuego.
“No hubo dudas en su mente de que este aviso fue una manifestación de la protección que el Espíritu Santo puede dar a quienes mantienen su vida en armonía con Él” (“El constante poder del Espíritu Santo”, Liahona, marzo de 1974, pág. 36).
Pida al miembro de la clase previamente asignado que comparta una experiencia en la que el Espíritu Santo le previno de alguna tentación o peligro.
Nos puede consolar
Una de las funciones del Espíritu Santo es la de servir de consuelo en momentos de tristeza o dolor. En tales momentos el Espíritu Santo puede ayudarnos a encontrar paz y comprensión. El élder Franklin D. Richards relató la experiencia que viene a continuación: “Tuve el privilegio de reunirme con dos mujeres, amigas íntimas, que habían perdido a sus esposos en un trágico accidente de aviación. Pensarán quizás que las encontré hundidas en la desesperación y el dolor. Ciertamente que no. Nunca he visto valor y fortaleza mayores; ambas me testificaron del gran consuelo que les había brindado el Espíritu, y… que ellas y sus familias estarían perfectamente bien mientras se mantuvieran fieles a la Iglesia y guardaran los mandamientos del Señor” (“El constante poder del Espíritu Santo”, Liahona, marzo de 1974, pág. 36).
Pida al miembro de la clase previamente asignado que presente la historia que se relata a continuación.
El presidente Heber J. Grant explica cómo el Espíritu Santo brindó conocimiento y consuelo a los miembros de su familia:
“Alrededor de una hora antes de que mi esposa falleciera, reuní a mis hijos en su habitación y les dije que su madre estaba muriendo, con el fin de que se despidieran de ella. Una de las niñas, de doce años de edad, me dijo: ‘Papá, no quiero que mi mamá muera. He estado contigo en el hospital… durante seis meses;… [y cada vez] que mamá estaba en apuros, le ministrabas y a continuación se sentía aliviada de su dolor y se dormía tranquilamente. Quiero que le impongas las manos y la sanes’.
“Respondí a mi pequeña que todos tenemos que morir algún día y que sentía la seguridad en mi corazón que había ya llegado la hora de su madre. Después ella y el resto de los niños salieron de la habitación.
“Entonces me arrodillé al lado de la cama de mi esposa (que ya había perdido el conocimiento) y le dije al Señor que reconocía su mano en la vida, en la muerte, en la alegría y la tristeza, en la prosperidad o la adversidad. Le agradecí el conocimiento que tenía de que mi esposa me pertenecía por toda la eternidad… pero le dije que me faltaba la fuerza de verla morir y que ello afectara la fe de los pequeños… y le [pedí] con todas mis fuerzas que diera a mi pequeña un conocimiento de que era Su voluntad y Su intención que su madre muriese.
“Al cabo de una hora mi esposa falleció y de nuevo reuní a mis hijos en la sala. Mi hijo de cinco o seis años lloraba amargamente y la niña de doce años, tomándolo en sus brazos, le dijo: ‘No llores, Heber; desde que salimos de esta habitación la voz del Señor desde los cielos me dijo: “Con la muerte de tu mamá se cumplirá la voluntad del Señor” ’…
“¡Yo sé que Dios escucha y responde las oraciones!; ¡sé que en la hora de adversidad los Santos de los Últimos Días son más bendecidos y consolados que otras personas!” (Gospel Standards, pág. 361.)
Testifica de la verdad
Por medio del Espíritu Santo recibimos nuestro testimonio del Evangelio y, del mismo modo, el Espíritu Santo nos ayudará a saber cuándo nuestros líderes están hablando por el poder de ese Espíritu. El élder Henry D. Moyle enseñó: “Sólo podemos saber cuándo los oradores hablan bajo la influencia del Espíritu Santo cuando nosotros mismos estamos bajo la influencia de ese mismo Espíritu; por lo tanto, es esencial que los miembros de la Iglesia sean tan diligentes en su fe como sus líderes” (“Revelation: Yesterday and Today”, Improvement Era, junio de 1962, pag. 407).
Las bendiciones del Espíritu Santo son reales y están al alcance de los miembros de la Iglesia si las procuramos con rectitud.
Invite al miembro de la clase previamente asignado que relate una experiencia en la cual sintió la compañía del Espíritu Santo.
Conclusión
El don del Espíritu Santo es una gran bendición que se da a quienes han sido confirmados miembros de la Iglesia y, si vivimos dignos de Su compañía, nos ayudará a completar con éxito nuestra misión aquí en la tierra, lo cual hará al guiarnos, protegernos, consolarnos y ayudarnos en todos los aspectos de nuestra vida.
Cometido
Busque la compañía del Espíritu Santo en su vida diaria. Con el fin de saber cuáles son las áreas en que necesita mejorar para tenerle como constante compañero, hágase las preguntas que figuran a continuación:
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¿Estoy intentando observar todos los mandamientos?
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¿Estoy orando con regularidad?
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¿Cómo muestro amor por mi Salvador?
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¿Cómo muestro mi amor por otros?
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¿Mantengo mis pensamientos y acciones puras?
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¿Agradezco al Señor sus bendiciones, incluyendo la del don del Espíritu Santo?
Pasajes adicionales de las Escrituras
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Hechos 5:32 (el Espíritu Santo llega al obediente).
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1 Nefi 10:17–19 (el poder y conocimiento del Espíritu Santo llega por medio de la fe en Cristo).
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2 Nefi 31:13 (el Espíritu Santo se recibe después de la fe, el arrepentimiento y el bautismo).
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Moisés 6:61 (los poderes y bendiciones del Espíritu Santo).
Preparación del maestro
Antes de presentar esta lección:
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Lea el capítulo 21 del manual Principios del Evangelio, intitulado “El don del Espíritu Santo”.
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Recuerde a los hermanos que lleven consigo a la clase sus libros canónicos.
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Si no puede obtener pizarra y tiza, haga un cartel con las listas sugeridas.
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Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.