Lección 18
La enseñanza por medio del poder del Espíritu Santo
El objetivo de esta lección es ayudarnos a comprender que debemos enseñar el Evangelio mediante el poder del Espíritu Santo.
Introducción
El presidente David O. McKay dijo: “Maestros, comiencen la preparación de sus lecciones con una oración. Enseñen sus lecciones con una oración en su corazón y oren para que el Señor enriquezca su mensaje… por medio de la influencia de Su Santo Espíritu” (Gospel Ideals, pág. 223).
Si hemos de enseñar el Evangelio de Jesucristo, debemos tener la guía del Espíritu Santo, ya que sólo de esta manera podemos enseñar la verdad, porque nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios, ni nuestros caminos los caminos de Dios (véase Isaías 55:8–9).
Enseñemos mediante la influencia del Espíritu Santo
Pida a los miembros de la clase que lean D. y C. 42:12–14. ¿Qué nos dicen estos versículos en cuanto a lo que debemos enseñar? ¿Dónde hallamos estos principios? ¿Cómo podemos obtener el Espíritu con el cual debemos enseñar? ¿Por qué no debemos enseñar si no tenemos la influencia del Espíritu Santo?
Para saber qué y cuándo enseñar, debemos aprender a reconocer la influencia del Espíritu Santo. El élder A. Theodore Tuttle ha explicado qué se siente cuando se habla mediante el poder del Espíritu Santo:
“¿Perciben ustedes cuando llega la revelación? Permítanme compartir con ustedes esta experiencia.
“Viajando [con el élder Marion G. Romney] a Salt Lake City tras [una] reunión, otra de las Autoridades Generales [que también viajaba en esa ocasión], dijo: ‘Hermano Romney, usted habló esta noche bajo la inspiración del Espíritu Santo’.
“El hermano Romney respondió: ‘Es verdad, lo hice. ¿Sabe usted cómo lo sé? Porque también yo aprendí algo que no sabía’ (“Teaching the Word to the Rising Generation”, 10 de julio de 1970, Universidad Brigham Young, Cursos de verano, págs. 9–10).
¿Cómo influenció el Espíritu Santo al presidente Romney? ¿Cómo puede aumentar el Espíritu Santo nuestra habilidad para enseñar?
El Espíritu Santo no solamente enseña al maestro, sino que también hace que las palabras de éste penetren profundamente en el corazón de quienes escuchan. “…porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1).
¿Cómo influye el Espíritu Santo en las personas a quienes se está enseñando?
Muestre la ayuda visual 18-a, “El rey Benjamín cambió la vida de muchas personas cuando les enseñó mediante el poder del Espíritu Santo”.
El rey Benjamín, un Profeta del Libro de Mormón, reunió a su pueblo al final de su vida y les dio instrucciones especiales a fin de fortalecerles espiritualmente.
Pida a los miembros de la clase que lean Mosíah 5:1–2. ¿Qué hizo que el pueblo creyera en las palabras del rey Benjamín? Pida a los miembros de la clase que lean Mosíah 5:3–4. ¿Por qué ese pueblo fue tan receptivo a la influencia del Espíritu Santo?
Obtengamos la guía del Espíritu Santo
El Libro de Mormón nos dice que muchos Profetas y misioneros de aquella época fueron guiados por el Espíritu Santo cuando enseñaban. Cuatro de esos hombres fueron los hijos de Mosíah.
Pida a los miembros de la clase que lean Alma 17:2–3. ¿Cuáles fueron los tres pasos que dieron los hijos de Mosíah que les permitieron enseñar con poder? Anótelos en la pizarra (escudriñaron las Escrituras, ayunaron y oraron).
El presidente Marion G. Romney compartió una experiencia que tuvo su esposa cuando siguió esos tres pasos al preparar una lección que tenía que enseñar sobre la visión que el profeta José Smith tuvo del Padre y del Hijo. En su clase había una brillante joven que se había graduado de la universidad, que no era miembro de la Iglesia. La hermana Romney era una joven sin experiencia en aquella época y sentía temor de que esta inteligente joven no aceptara su lección. El hermano Romney relató:
“[Al hablar del problema con su madre, la hermana Romney] dijo: ‘Mamá, no puedo dar esa lección; no sé si José Smith tuvo esa visión’…
“Su madre no era una mujer que hubiera recibido mucha educación académica, pero en cambio tenía un firme testimonio. La respuesta que le dio a su hija fue: ‘Sabes cómo recibió el Profeta esa visión, ¿verdad?’.
“ ‘Sí’, contestó la joven, ‘la recibió pidiendo sabiduría a Dios’…
“[Entonces la hermana Romney] fue a su habitación y lo puso a prueba: ‘luchó’ con Dios, como Enós lo hizo. El resultado fue que… presentó la lección en la manera más convincente, con un poder que sobrepasaba sus habilidades naturales. ¿Cómo pudo hacerlo? Recibió el Espíritu Santo en respuesta a su súplica. Sintió un ardor en su alma y llegó a saber que José Smith había visto una visión, tal como también él lo sabía. Ella no había visto exactamente con sus propios ojos las cosas que el Profeta vio, pero había obtenido el mismo conocimiento. Por medio de la descripción de José Smith, sabía lo que él había visto, y había recibido un testimonio del Espíritu Santo de que su relato era verídico” (véase “Cómo obtener un testimonio”, Liahona, noviembre de 1976, pág. 3).
“¿De qué modo se preparó la hermana Romney para la lección? ¿Por qué el estudio por sí solo no le dio la confianza necesaria para impartir la lección? ¿Cómo llamamos al testimonio que recibió la hermana Romney?
¿Qué diferencia hay entre simplemente leer la verdad y escuchar a alguien testificar personalmente de tal verdad? Pida a los miembros de la clase que lean Moroni 10:4–5. ¿En qué formas nos ayuda el Espíritu Santo a aprender la verdad? ¿Qué tenemos que hacer para recibir ese testimonio?
El testimonio da poder a la enseñanza
El enseñar con un testimonio es enseñar con un conocimiento de que el Evangelio es verdadero. Si tenemos un testimonio de lo que estamos enseñando, quienes escuchen sentirán el poder del Espíritu y comprenderán mejor el Evangelio. Cuando damos testimonio de la verdad, el Espíritu Santo confirma la veracidad de nuestro testimonio a quienes nos escuchan (véase D. y C. 50:21–22).
Muestre la ayuda visual 18-b, “El Espíritu Santo confirma el testimonio de quienes dan fe de las verdades del Evangelio”.
El élder Alvin R. Dyer relató lo que figura a continuación:
Dos misioneros llegaron una tarde a una casa cuando la familia se estaba preparando para cenar, por lo que tuvieron poco éxito con el mensaje que intentaron dejar a la puerta. A medida que la mujer comenzaba a cerrarla, los élderes sintieron el impulso de dar su testimonio de la veracidad del Evangelio, y uno de ellos intencionalmente elevó su voz, con el fin de que pudieran oírle las personas que estaban dentro. Entonces, debido a que comenzaba a llover, empezaron a lejarse rápidamente. No habían caminado ni media cuadra, cuando un muchacho de unos catorce años les alcanzó, a la vez que les decía: “Mi padre quiere que vuelvan a casa”. Así lo hicieron y, al llegar, el padre les dijo que había escuchado el mensaje que habían dado cuando estaban en la puerta, pero que no se conmovió hasta que escuchó a uno de ellos expresar su testimonio, y añadió: “Me invadió un extraño sentimiento y supe que habíamos hecho mal al despedirles”. El testimonio de un humilde élder llevó a toda una familia a las aguas del bautismo (véase “When Thou Art Converted”, Instructor, julio de 1961, pág. 225).
¿Por qué el padre pidió a los misioneros que regresaran? Pida a los miembros de la clase previamente asignados que hablen sobre lo que experimentaron cuando se les enseñó el Evangelio.
Conclusión
Como padres y maestros de la Iglesia, tenemos la responsabilidad de cambiar la vida de aquellos a quienes enseñamos; sin embargo, sólo lo podemos hacer enseñando mediante el Espíritu Santo. Cuando así lo hacemos, causamos que aumente el conocimiento y la fe, no sólo de aquellos a quienes enseñamos, sino también de nosotros mismos.
Solamente enseñando mediante el poder del Espíritu Santo podemos enseñar la verdad; pero para poder hacerlo, debemos ser dignos y estar preparados. La preparación incluye el estudio, la oración y la observancia de los mandamientos de Dios.
“Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis…
“Y al elevar vuestras voces por medio del Consolador, hablaréis y profetizaréis conforme a lo que me parezca bien.
“Pues he aquí, el Consolador sabe todas las cosas” (D. y C. 42:14, 16, 17).
Cometidos
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Al prepararse para enseñar, busque la guía del Espíritu Santo mediante el estudio de las Escrituras, la oración para recibir guía y el ayuno.
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Buscar oportunidades para enseñar a niños, amigos y vecinos.
Pasajes adicionales de las Escrituras
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Lucas 24:32 (qué se siente al ser inspirado por el Espíritu Santo).
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Juan 14:26 (el Consolador nos enseña todas las cosas).
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2 Nefi 32:7–8 (el Espíritu nos insta a orar).
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Mosíah 23:14 (debemos confiar solamente en los maestros que observan los mandamientos de Dios).
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Alma 5:43–52 (el ayuno y la oración invitan la guía del Espíritu Santo).
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Moroni 10:7–10 (los dones de Dios se reciben por medio de la fe).
Preparación del maestro
Antes de presentar esta lección:
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Siga los pasos que se bosquejan en la lección para recibir la influencia del Espíritu Santo mientras la prepara.
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Si lo desea, asigne a dos miembros de la clase para que expliquen los sentimientos que experimentaron cuando se les enseño el Evangelio.
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Consiga una pizarra y tiza.
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Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.