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El quórum del sacerdocio


Lección 4

El quórum del sacerdocio

El propósito de esta lección es ayudarnos a comprender los modos en que los quórumes del sacerdocio pueden ayudar a las personas, a las familias y a la Iglesia.

Introducción

Como poseedores del sacerdocio, tenemos la libertad y responsabilidad de hacer muchas cosas por nosotros mismos, sin necesidad de que nos las indiquen los líderes de la Iglesia (véase D. y C. 58:26–29). Podemos hacer nuestro trabajo, ocuparnos de nuestra familia, ser obedientes y hacer muchas cosas buenas que redunden en nuestro beneficio, el de nuestra familia y el de los demás. Sin embargo, debemos reconocer que en ciertos momentos precisaremos la ayuda de alguien más; por ejemplo, podemos estar a punto de hundirnos en el fango, hallarnos enfermos y sin fuerzas para ir a pedir ayuda, apesadumbrados por la desobediencia de un hijo o desanimados porque a nadie parecen importarle nuestros problemas.

Un día, un labrador se estaba preparando para juntar el heno y ponerlo bajo techo cuando vio que se avecinaba una tormenta. Si no hacía ese trabajo antes de que comenzara a llover, la hierba se echaría a perder; y como para poder efectuarlo con rapidez necesitaba ayuda, la solicitó a sus vecinos, quienes acudieron de inmediato. Gracias a la ayuda de ellos pudo salvar la cosecha.

Del mismo modo, cuando tenemos problemas personales o familiares que no podemos resolver solos, no debemos sentir temor de pedir ayuda a otras personas.

¿Quién puede ayudarnos? ¿A dónde podemos ir en busca de ayuda?

El propósito de los quórumes del sacerdocio

Nuestro Padre Celestial ha establecido los quórumes del sacerdocio para ayudar a los poseedores del sacerdocio a magnificarlo, a trabajar juntos y de este modo brindar servicio a los demás y fortalecer la Iglesia; también han sido diseñados para ayudar a los miembros del quórum a ayudarse mutuamente en tiempos de necesidad.

El quórum del sacerdocio es un grupo organizado de hombres que poseen el mismo oficio en el sacerdocio. En algunas unidades de la Iglesia donde hay pocos poseedores del sacerdocio, éstos se organizan en un solo grupo, sin importar el oficio que ocupe cada uno de ellos.

En unidades de la Iglesia en las que haya muchos poseedores del sacerdocio, se organizan quórumes de sumos sacerdotes, élderes, presbíteros, maestros y diáconos. Cada quórum, con excepción del de los presbíteros, está presidido por un presidente y dos consejeros. El quórum de presbíteros del barrio está presidido por el obispo, con dos presbíteros como ayudantes. El presidente de estaca y sus consejeros constituyen la presidencia del quórum de sumos sacerdotes, el cual está formado por todos los sumos sacerdotes de la estaca.

Con el fin de ayudar a los miembros del quórum a cumplir con su deber de ayudarse y enseñarse mutuamente en sus responsabilidades, se efectúan reuniones de quórum cada domingo. En ellas se tratan los asuntos del quórum, se efectúan asignaciones del sacerdocio, se enseña el Evangelio, se fortalece el testimonio de los hermanos y se aumenta la espiritualidad de cada miembro.

En las Escrituras se nos indica el modo de cumplir con nuestras responsabilidades y deberes.

Léase D. y C. 107:99–100.

Las presidencias de quórum o los líderes de grupo son responsables de enseñarnos nuestros deberes en el sacerdocio y darnos oportunidades de aprender a medida que los ponemos en práctica. Después que aprendemos, es nuestra responsabilidad actuar diligentemente en el oficio del sacerdocio al que hemos sido llamados. A medida que magnificamos nuestro llamamiento en el sacerdocio por medio del servicio a los demás y al aceptar asignaciones de las presidencias de quórumes, aumentamos nuestra comprensión y nuestra capacidad para servir.

Invite a los miembros a hablar sobre algunos de los deberes del sacerdocio que han aprendido y efectuado.

Cómo funcionan los quórumes del sacerdocio

Los quórumes del sacerdocio aceptan y ponen en práctica todos los principios del Evangelio que el Señor nos ha revelado por medio de Sus Profetas; algunos de los principios más importantes son: rectitud, unidad, ayuda y amistad.

Rectitud

El Señor ha dicho que “los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de la rectitud” (D. y C. 121:36). La fuerza con la que cuente nuestro quórum del sacerdocio depende de la fuerza de cada uno de los miembros. Cuanto más rectos seamos, recibiremos más poder y guía del Señor.

Unidad

“El quórum debe estar unido de forma tal que pudiéramos ayudarnos el uno al otro, no sólo espiritual sino también financieramente y en toda otra forma posible. Si podemos lograr el espíritu de unidad en nuestros quórumes, entonces comenzaremos a comprender el significado total de nuestra organización del sacerdocio en la Iglesia” (David O. McKay, “The Fundamental Basis for Home Teaching”, Improvement Era, julio de 1963, pág. 615).

Ayuda

“Todos los quórumes del sacerdocio están… dirigidos [por el Señor] para unir y organizar sus fuerzas y, bajo el espíritu y poder del sacerdocio, asegurarse de que cada uno de sus miembros que se halle en necesidad reciba la ayuda del quórum para que pueda llegar a ser autosuficiente” (Harold B. Lee, “The Place of the Priesthood Quorum in the Church Security Program”, Improvement Era, octubre de 1937, pág. 634).

Amistad

En los primeros días de la Iglesia, los hombres aportaron a sus quórumes “su completa y leal sumisión… Nunca conoceremos la completa fuerza y belleza de las amistades creadas en esos quórumes del sacerdocio. Los hombres se ocupaban de otras familias cuyos padres habían sido llamados a cumplir llamamientos misionales. Se compartieron privaciones y tristezas y se creó lealtad… Los hombres ofrecían hasta su propia vida por los demás…

“Es verdad que hoy no nos exponemos a los mismos peligros físicos que una vez existieron, pero estamos rodeados por otros riesgos cuyas consecuencias finales temo sean peores que las de nuestros antepasados. ¿Necesitamos amigos para hacer frente a estas situaciones? ¡Naturalmente!” (Stephen L. Richards, “The Priesthood Quorum: A Three-fold Definition”, Improvement Era, mayo de 1939, pág. 294).

Debería ser una fuente de consuelo para nosotros el saber que si alguna vez necesitáramos fortalecernos en el Evangelio, todos los hermanos fieles de nuestro quórum se unirían para aconsejarnos, fortalecernos espiritualmente y ayudarnos a hallar nuestro camino de vuelta a la actividad. El élder Boyd K. Packer dijo: “Un hombre que se vuelva menos activo no pierde su calidad de miembro en el quórum. Puede que él pierda interés en el quórum, pero el quórum jamás debe perder interés en él. El quórum es responsable siempre y continuamente por cada uno de sus miembros. El ignorar a un miembro menos activo y perder el interés y el contacto con él, es negarle los derechos que tiene como poseedor del sacerdocio” (véase Un sacerdocio real, Guía de estudio personal del Sacerdocio de Melquisedec 1975–76, pág. 153).

La Iglesia “tiene necesidad de cada miembro, para que todos se edifiquen juntamente, para que el sistema se conserve perfecto” (D. y C. 84:110). La organización de la Iglesia es la más perfecta que existe en la tierra, y los quórumes del sacerdocio constituyen una parte vital de esta organización. A medida que el quórum del sacerdocio lleva a cabo sus responsabilidades, debe considerarse a cada miembro del mismo. El élder Boyd K. Packer ha dicho: “Si su quórum del sacerdocio funciona adecuadamente, un hombre [o joven] apoyado por los hermanos de dicho quórum, casi no puede fallar en ninguna fase de sus responsabilidades en la vida” (véase Un sacerdocio real, Guía de estudio personal del Sacerdocio de Melquisedec, 1975–76, pág. 154).

El quórum opera adecuadamente cuando cada miembro del mismo hace su parte. Por ejemplo, al cumplir con su responsabilidad como maestros orientadores, los poseedores del sacerdocio sirven de enlace entre el presidente del quórum y cada familia. A medida que se identifican los problemas y los maestros orientadores informan sobre las necesidades, el quórum puede tomar medidas y actuar. Con tal información, el quórum, bajo la dirección de su presidencia, ayuda a los miembros del quórum que lo necesiten.

Después de la familia, el quórum es la primera fuente de ayuda y, por esa razón, los miembros del mismo deben responder al llamamiento de ayudar a los miembros del quórum que lo precisen.

¿Cuáles son algunos modos en que los miembros del quórum del sacerdocio pueden servirse unos a otros como hermanos en el sacerdocio?

Hagamos nuestra parte como miembros del quórum del sacerdocio

Pida a los miembros que lean y marquen D. y C. 108:7. ¿Qué nos dice este pasaje de las Escrituras que podemos hacer para fortalecernos los unos a los otros?
Escriba en la pizarra los modos mencionados en el pasaje de las Escrituras.

Entre otra cosas, el Señor señala que un poseedor del sacerdocio puede fortalecer a sus hermanos por lo que dice de ellos y por lo que les enseña. El presidente J. Reuben Clark, hijo, dijo que un quórum es simplemente tan fuerte como el amor que sus miembros sienten entre sí.

“La ayuda [del quórum] significa socorrer al hermano en su necesidad y en su problema actual, ayudarle a construir una casa o a comenzar un pequeño negocio; si es artesano, proporcionarle una caja de herramientas; si es labrador, conseguirle semillas o ayudarle a sembrar o recoger la cosecha, o avalar cualquier crédito urgente que precise; también proporcionarle ropa, refugio, alimento, asistencia médica o estudios escolares para sus hijos o brindarle ayuda en cualquier otro modo” (“Church Welfare Plan”, a discussion by President J. Reuben Clark before the First Citizens’ Conference on Government Management at Estes Park, Colorado, June 20, 1939, p. 20).

¿Cómo sería nuestro quórum si verdaderamente nos amáramos los unos a los otros?

El propósito del quórum del sacerdocio es ayudar a cada poseedor del sacerdocio a aprender cómo usar su sacerdocio y ayudar a sus compañeros en momentos de necesidad. Este objetivo solamente puede cumplirse si cada miembro tiene el deseo de ayudar y se identifican las necesidades de los miembros del quórum. Por esta razón, debemos mantener a nuestros líderes del quórum informados sobre las necesidades que detectemos, incluso nosotros mismos debemos estar dispuestos a pedir ayuda cuando la necesitemos. Los miembros del quórum no pueden ayudar a otras personas hasta que conozcan sus necesidades. Ciertamente, cada uno debe tratar de solucionar sus propios problemas, pero hay circunstancias en que precisamos la ayuda del quórum y no deberíamos sentirnos avergonzados de pedir ayuda, ya que esto proporcionará a los demás una oportunidad de servicio.

La siguiente historia muestra cómo un quórum ayudó a uno de sus miembros:

“En el otoño de 1918, el terrible año culminante de la Primera Guerra Mundial, durante la cual murieron más de 14 millones de personas como consecuencia del horrible azote de ‘la peste negra’ o la gripe española… el invierno llegó temprano… y congeló gran parte de la cosecha de remolacha. Mi padre y mi hermano Francis trataban desesperadamente de recoger del helado suelo una carga de remolachas por día; tenían que arrancar las remolachas de la tierra, cortarles los tallos y luego arrojarlas, una por una, en un vasto vagón, tras lo que transportaban la carga a la planta azucarera. Era un lento y tedioso trabajo debido a la helada y a la falta de ayuda en la granja, ya que mi hermano Floyd y yo nos hallábamos en el servicio militar…

“Mientras ellos se hallaban ocupados de ese modo en la única fuente de ingresos de la familia, un día, mientras cenaban, recibieron una llamada telefónica de nuestro hermano mayor, George Albert… la que comunicaba la trágica noticia de que Kenneth, el hijo de nueve años de nuestro hermano Charles… había sido atacado por la terrible gripe y después de sólo unas pocas horas de violenta enfermedad, había fallecido en los brazos de su padre, y que éste deseaba por favor, que papá fuese a la ciudad de Ogden y llevara el niño a casa y lo enterrara en el lote familiar, en el cementerio de la localidad de Lehi.

“Mi padre… se dirigió a Five Points, en Ogden, para llevar su pequeño nieto a casa y darle sepultura. Cuando llegó, se encontró a Charles tendido al lado del cuerpo inerte del pequeño… hirviendo, literalmente, a causa de la fiebre abrasadora.

“ ‘Lleva a mi niño a casa —masculló el enfermo padre—, entiérralo en la parcela familiar y vuelve por mí mañana’.

“Nuestro padre llevó a Kenneth a casa, hizo un ataúd en su taller de carpintería, y nuestra madre y hermanas… pusieron en él un cojín y un lienzo; papá fue con Franz y dos buenos vecinos a excavar la sepultura, ya que como morían tantos, las familias tenían que ocuparse de ello. Todo lo que se pudo hacer fue un breve servicio religioso ante la tumba.

“Apenas habían regresado a casa procedentes del cementerio, cuando sonó el teléfono otra vez; George Albert (Bert), en el otro extremo de la línea, les comunicaba otro terrible mensaje: Charles había muerto y dos de sus hermosas hijitas —Vesta de 7 años y Elaine de 5— estaban en situación crítica; y los dos pequeños, Raeldon de 4 y Paulina de 3, habían sido atacados por el mal.

“Nuestros buenos primos… pudieron encontrar un ataúd para Charles y le enviaron a casa por ferrocarril. Papá y el joven Frances se encargaron de recogerlo en la estación…

“Al día siguiente, mi anciano padre, fuerte e inconquistable, fue llamado a cumplir otra horrenda misión: esta vez se trataba de traer a casa a Vesta, la sonriente pequeña de cabello azabache y grandes ojos azules.

“Cuando llegó a casa, halló a Juliett, la acongojada y quebrantada madre, arrodillada junto a la cuna de la pequeña Elaine, la bebé de ojos azules y cabello ensortijado, que lloraba desconsoladamente y oraba…

“Antes de que papá llegara a casa con Vesta, la palabra fatal había azotado de nuevo: Elaine había ido a reunirse con su papá, su hermano Kenneth y su hermanita Vesta. Papá tuvo que hacer otro desgarrador viaje para traer a casa y dar sepultura a un cuarto miembro de su familia, todo en el transcurso de esa semana.

“El teléfono no sonó el día del sepelio de Elaine, ni hubieron más noticias tristes de fallecimientos al día siguiente…

“Después del desayuno, papá dijo a Francis: ‘Bueno, hijo mío, es mejor que nos preparemos para ver si podemos sacar otra carga de remolacha antes de que se congelen más. Levantémonos y pongámonos en camino’.

“Francis condujo el vagón de cuatro caballos hacia el camino y papá subió a él. Mientras iban por el camino de Saratoga se encontraron con campesinos vecinos que llevaban a la planta cargas de remolachas. Al cruzarse con ellos, cada uno tenía un saludo: ‘Hola, tío George’. ‘De veras lo siento, George’, ‘Ha sido todo muy triste, George’. ‘Recuerda que tienes muchos amigos, George’.

“En el último vagón estaba… Jasper Rolfe, quien dijo animadamente: ‘Ya no hay más, tío George’.

“Papá se dirigió a Francis y dijo: ‘¡Cómo me gustaría que esas fueran las nuestras!’.

“Cuando llegaron a la entrada de la granja, Francis salió del vagón y abrió el portón para que entráramos en el prado. Se detuvo y observó detenidamente una y otra vez, sin poder hallar en el campo entero una sola remolacha; y comprendió lo que había querido decir Jasper Rolfe con ‘Ya no hay más’.

“Entonces papá saltó del vagón, tomó un puñado de la tierra rica y morena que tanto amaba, y con la mano izquierda que no tenía pulgar, recogió un tallo de remolacha, y por un momento miró esos símbolos de su trabajo, como si no pudiera creer lo que veían sus ojos.

“Después se sentó sobre una pila de tallos y este hombre, que había llevado a su casa a cuatro de sus seres queridos para enterrar en el transcurso de solamente seis días, que hizo ataúdes, que excavó sepulturas y hasta ayudó con las ropas del sepelio, este hombre sorprendente que no vaciló, ni se acobardó, ni desmayó en medio de las penosas pruebas, se echó a sollozar como un niño.

“Luego se levantó, secó sus ojos con su gran pañuelo rojo y mirando al cielo dijo: ‘Gracias, Padre, por los élderes de nuestro barrio’ ” (Les Goates, citado por Vaughn J. Featherstone, “Now Abideth Faith, Hope and Charity,” Ensign, julio de 1973, págs. 36–37).

Conclusión

Todos los quórumes de la Iglesia están organizados para cumplir los propósitos del Señor. Como poseedores del sacerdocio, debemos cumplir las responsabilidades que se nos han dado.

El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Nunca jamás en la historia de la Iglesia ha habido mayor necesidad de cumplir con la responsabilidad que se ha dado al sacerdocio como la que hay en la actualidad. Nunca jamás nos hemos visto con mayor obligación de servir al Señor, guardar sus mandamientos y magnificar los llamamientos que se nos han señalado” (Doctrina de Salvación, 3:110).

Cometidos

  1. Cumpla las asignaciones recibidas.

  2. Esté al tanto de las necesidades de los miembros del quórum.

  3. Busque la ayuda de su quórum del sacerdocio cuando necesite ayuda.

Preparación del maestro

Antes de presentar esta lección:

  1. Lea D. y C. 107:21–26, 58–66, 85–100.

  2. Consiga tiza y pizarra. Dado que precisará de estos objetos en la mayor parte de las lecciones, haga arreglos para tenerlos en su clase todas las semanas.

  3. Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.

  4. Planee comenzar la reunión con el himno “Pon tu hombro a la lid”, Himnos, Nº 164.