Lección 6
Los deberes del maestro
El propósito de esta lección es ayudarnos a comprender los deberes de los maestros.
Los deberes de un maestro
Nuestros deberes como maestros incluyen todos los que tiene un diácono: siempre tendremos la autoridad y responsabilidad de un diácono independientemente del oficio que tengamos en el sacerdocio. De igual modo, cuando se nos ordena como presbíteros, en nuestros deberes se incluyen los del diácono y del maestro. Dado que algunos de nosotros somos maestros, y otros algún día lo serán, debemos aprender los deberes de este oficio.
Pida a los miembros de la clase que lean D. y C. 20:53. ¿Cuáles son algunos de los deberes de un maestro? Anote las respuestas en la pizarra. (Deben incluirse las que se indican en la sección “Preparación del maestro”, al final de esta lección.)
El estar con los miembros y fortalecerles significa llegar a conocerles, participar con ellos en las actividades de la Iglesia, ayudarles a satisfacer sus necesidades y a servir a otros.
Pida a los miembros de la clase que lean D. y C. 20:54–55. ¿Cuáles son algunos de los deberes de los maestros? Anótelos en la pizarra.
El versículo 54 nos dice que los maestros deben promover unidad y amor entre los miembros de la Iglesia. Esto puede llevarse a cabo ayudándoles a resolver sus diferencias e instándoles al servicio mutuo. El versículo 55 nos dice que los maestros también deben ayudar a los miembros a cumplir con su deber.
¿Cómo cumple un maestro con sus deberes?
Hay muchas formas en que un maestro puede cumplir con sus deberes: puede dar un buen ejemplo, ser un buen maestro orientador, recibir y saludar a los miembros en la Iglesia, preparar la Santa Cena, ayudar en casa y ser un pacificador.
Dar un buen ejemplo
Por medio del ejemplo podemos fortalecer a los miembros de la Iglesia. Alma, hablando a su hijo Coriantón, le dijo que cuando los zoramitas observaron la conducta pecadora de éste “no quisieron creer en mis palabras” (Alma 39:11). Nuestra vida, al igual que la de Coriantón, influirá en otros sin importar el lugar donde nos hallemos y lo que estemos haciendo, por lo que es muy importante que en todo lugar y momento demos un buen ejemplo.
Ser un buen maestro orientador
Muestre la ayuda visual 6-a, “La orientación familiar es un importante deber del maestro”.
Podemos magnificar nuestro llamamiento de enseñar y fortalecer a los miembros por medio de la orientación familiar, y al llevarla a cabo, debemos recordar que tenemos el derecho de recibir la inspiración del Señor, quien ha dicho que todos los que han sido ordenados a predicar el Evangelio deben hacerlo “por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad” (véase D. y C. 50:13–14).
¿Cómo podemos saber qué enseñar a las familias que nos han sido asignadas?
Un maestro orientador asignado al profeta José Smith y a su familia, relata la siguiente historia que muestra lo que deberíamos hacer por aquellos a quienes visitamos en calidad de maestros orientadores.
“Al visitar al Profeta y a su familia en calidad de maestro, pude sentir mi debilidad. Casi sentí deseos de huir de [mi] deber. Finalmente, llegué hasta la puerta de su casa y golpeé, y al cabo de un minuto el Profeta llegó a la puerta. Yo me quedé allí de pie, temblando, y le dije:
“—Hermano José, he venido a visitarlo como maestro, si esto es oportuno para usted.
“Él me respondió:
“—Hermano William, adelante, me alegro de verlo; siéntese en esa silla y yo iré a llamar a mi familia.
“Después que todos tomaron asiento, él me dijo:
“—Hermano William, mi familia y yo estamos a sus órdenes —y sentándose, continuó—. Y ahora, hermano Williams, haga todas las preguntas que guste.
“Al llegar a este punto habían cesado todos mis temores así como mis temblores, y pregunté:
“—Hermano José, ¿está usted tratando de vivir su religión?
“El contestó afirmativamente, entonces proseguí:
“—¿Ora usted con su familia?
“—Sí.
“—¿Les enseña usted los principios del Evangelio?
“—Sí, estoy tratando de hacerlo.
“—¿Pide una bendición para los alimentos?
“—Sí.
“—¿Está usted tratando de vivir en paz y armonía con toda su familia?
“Él replicó afirmativamente.
“Me volví entonces hacia la hermana Emma, su esposa, y le pregunté:
“—Hermana Emma, ¿está usted tratando de vivir su religión? ¿Enseña a sus hijos a obedecer a sus padres? ¿Trata usted de enseñarles a orar?
“Ella contestó afirmativamente a todas esas preguntas.
“En seguida me dirigí al hermano José y le dije:
“—He terminado con mis preguntas como maestro y si ahora tiene usted algunas instrucciones que darme, me sentiré feliz de recibirlas.
“A esto él me contestó:
“—Dios lo bendiga, hermano William; y si es usted humilde y fiel, tendrá poder para vencer las dificultades que puedan presentársele en su cargo de maestro.
“Después de esto, dejé mi bendición de despedida como maestro sobre él y su familia, y me fui” (William Farrington Cahoon, “Recollections of the Prophet Joseph Smith,” Juvenile Instructor, 15 de agosto de 1896, págs. 492–493).
Al igual que este maestro orientador, podemos fortalecer a las familias que nos hayan sido asignadas, al orar con ellas, al instarlas a cumplir con sus deberes familiares y al ayudarles a vivir el Evangelio. Si las familias a las que enseñamos necesitan ayuda, debemos informar sobre sus necesidades a las autoridades del sacerdocio.
Cuando visitamos a dichas familias, debemos recordar que lo hacemos con el permiso de los cabezas del hogar; y ya que ellos son responsables de sus familias ante el Señor, debemos enseñarles siempre bajo su dirección, que es la única forma en que podemos cumplir con nuestras responsabilidades como maestros.
Cuando llevamos a cabo nuestras visitas de orientación familiar en el modo en que el Señor desea que lo hagamos, desarrollamos amor y unidad en la Iglesia. La siguiente historia muestra un buen ejemplo de lo que puede suceder cuando tomamos en serio nuestro llamamiento como maestros:
“Recientemente… un hombre y su hijo, que es maestro, recibieron la asignación de visitarnos como maestros orientadores. Conocíamos la dedicación del padre al Evangelio, pero no sabíamos qué esperar del hijo, aunque la apariencia y conducta del joven parecían reflejar la misma dedicación. Durante su primera visita me dediqué a observarlo. Aunque no habló mucho, con todo lo que hizo o dijo magnificaba su sacerdocio. Pronto supieron que nuestro hijito había muerto hacía un año y que estábamos esperando otro. Desde ese momento desempeñaron un papel especial en nuestra vida, orando por nosotros y dándonos ánimo. Al terminar esa primera visita le pedí al joven que ofreciera la oración, y al hacerlo pidió al Señor que nos ayudara a sobrellevar la pérdida de nuestro hijo y bendijera al niño que iba a nacer; también pidió que mi esposa no tuviera dificultad en el parto. Nosotros estábamos ambos sobrecogidos por la sinceridad y sensibilidad de este joven maestro. Durante los días y las semanas siguientes, estos hermanos estuvieron en contacto con nosotros regularmente (más de una vez al mes). Después de nacer el niño, nos llevaron un regalo. Mientras todos nos arrodillamos en oración, el maestro expresó su gratitud al Señor por el nacimiento sin problemas del niño” (relatado por H. Burke Peterson en “The Role of the Teacher,” New Era, mayo de 1974, págs. 10–11).
¿Qué puede hacer usted para ser mejor maestro orientador?
Saludar en la capilla
Podemos magnificar nuestro llamamiento de ser un buen ejemplo saludando a los miembros cuando llegan a la capilla. Podemos saludarles por medio de un apretón de manos e interesarnos por su bienestar. Cuando saludamos en la puerta de entrada con ese afectuoso y cálido sentimiento amistoso, ayudamos a incrementar el amor y la unidad entre los miembros.
Preparar la Santa Cena
El Salvador nos enseñó que el verdadero servicio es hacer algo sin esperar alabanzas como recompensa, por lo que preparar la Santa Cena es un buen ejemplo de ese principio. A menudo los miembros no se dan cuenta de que los maestros preparan la Santa Cena, ya que frecuentemente no se hace ningún reconocimiento a quienes se encargan de ello. Sin embargo, se efectúa un verdadero servicio, por cuyo motivo el Señor se siente complacido.
¿Qué podemos hacer para estar listos física y espiritualmente para preparar la Santa Cena? (Incluya la idea de estar físicamente aseado.)
Ayudar en el hogar
Como maestros, podemos colaborar también con nuestras propias familias, por medio de cosas tan importantes como ayudar a limpiar y reparar la casa, ocuparse del cuidado de los alrededores y trabajar en el huerto. Además, como poseedores del sacerdocio, podemos ayudar a nuestra familia a vivir el Evangelio.
Muestre la ayuda visual 6-b, “Un maestro que magnifica su sacerdocio contribuye al fortalecimiento de su familia”.
Se relata la historia de un poseedor del sacerdocio menos activo que fumaba y que no había dado los pasos necesarios para hacer que su esposa e hijo adolescente fueran sellados a él en el templo. Su hijo se interesó profundamente en la unidad familiar eterna tras escuchar una lección del sacerdocio sobre el matrimonio en el templo. La lección influyó al muchacho a hablar con su padre sobre el asunto; y como resultado de esta conversación, cambió la vida de ese hombre, ya que se dio cuenta de que amaba a su hijo y deseaba estar con él para siempre. Posteriormente, la familia fue sellada en el templo por esta vida y la eternidad; y todo porque un miembro de la familia, un maestro, estuvo interesado en desarrollar amor y unidad en la familia.
Ser pacificador
Podemos cumplir con nuestras responsabilidades como maestros siendo pacificadores en nuestra familia y en la Iglesia. Un modo en que podemos lograr esto es buscando lo bueno en los demás, lo que fortalecerá su autoestima. Otros modos son el evitar el chisme y los rumores que dañarían la reputación de otros, y usar siempre amor y amabilidad en nuestros tratos con los demás. A medida que desarrollamos esas habilidades y las utilizamos, podemos ayudar a muchas personas a experimentar paz en su vida.
Conclusión
Como maestros, debemos siempre tratar de fortalecer la Iglesia, promover unidad y amor, y ayudar a los miembros a cumplir con sus deberes. Aunque seamos jóvenes o conversos recientes de la Iglesia, tenemos el poder de influir para bien en los demás. Debemos recordar siempre que el Señor no nos da mandamientos “sin preparar[nos] la vía para que [cumplamos] lo que [nos] ha mandado” (1 Nefi 3:7).
Programe con la clase un proyecto de servicio que puedan realizar y que ayude a desarrollar unidad y amor en la Iglesia.
Cometidos
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Considerar por medio de la oración las necesidades de las familia asignadas a usted en su capacidad de maestro orientador.
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Preparar, según lo indique el Espíritu, un mensaje que se adapte a las necesidades de cada familia.
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Visitar con su compañero de orientación familiar, durante la primera parte del mes, a las familias que se les hayan asignado.
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Orar con las familias que se les han asignado.
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Llevar a cabo los servicios que usted pueda realizar y que las familias a quienes visita necesiten. Informe a sus líderes del quórum lo que usted no pueda satisfacer.
Pasaje adicional de las Escrituras
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Jacob 1:17–19 (la forma en que los maestros deben magnificar su llamamiento en el sacerdocio).
Preparación del maestro
Antes de presentar esta lección:
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Lea D. y C. 20:53–60 y la lección 4, intitulada “El quórum del sacerdocio”.
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Consiga una pizarra y tiza.
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Durante el análisis de la clase, prepárese para anotar en la pizarra o en un diagrama los siguientes deberes de un maestro:
Los deberes del maestro:
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Llevar a cabo cualquiera de las obligaciones de un diácono.
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Estar con la Iglesia y fortalecerla.
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Promover unidad y amor en la Iglesia.
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Ayudar a los miembros a cumplir con sus deberes.
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Asigne a miembros de la clase para que relaten las historias y para que lean los pasajes de las Escrituras de la lección.