Obtengamos el talento de la espiritualidad
“La espiritualidad es aprender a escuchar al Espíritu y luego permitirle dirigir nuestra vida”.
¿Cuántas de ustedes han deseado adquirir un nuevo talento? ¿Han tomado alguna vez lecciones de piano o de fÚtbol? Esta noche quiero hablarles en cuanto al obtener un talento, no cualquier talento, sino uno muy especial en el que estoy segura nunca se han puesto a pensar. Quisiera hablarles en cuanto al obtener el talento de la espiritualidad.
¿Sabían que la espiritualidad es un talento? El Élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo en una ocasión: “De entre todos los talentos… el principal de todos los atributos… se destaca el talento de la espiritualidad” (The Millennial Messiah, 1982, pág. 234). La espiritualidad es aprender a escuchar al Espíritu y luego permitirle dirigir nuestra vida.
¿Y cómo aprendemos a escuchar al Espíritu? Primero que nada tenemos que entender qué es el Espíritu. Segundo, veremos a las mujeres jóvenes que han aprendido a reconocer el Espíritu. Como miembros de la Iglesia, recibimos dos dones espirituales: la Luz de Cristo, que se da a todos los hombres al nacer, y el don especial del Espíritu Santo, que se les da después del bautismo, el cual nos permite “vivir mediante el poder del Espíritu Santo, que es el poder de revelación y… testimonio” (Bruce R. McConkie, Doctrines of the Restoration; Sermons and Writings of Bruce R. McConkie, ed. Mark L. McConkie, 1989, pág. 93). Una vez que sepamos lo que es el Espíritu, ¿cómo podemos reconocerlo si lo sentimos? Eso es lo más difícil.
Recuerdo que a los catorce años me di cuenta por primera vez lo que era el Espíritu. Me encantaba ir a la iglesia, en especial a la reunión sacramental, donde sentía calidez y paz. Eso era el Espíritu. Estoy segura de que no sabía cuán importante era; sólo sabía que me hacía sentir bien. De adulta, he aprendido que no sólo nos hace sentir bien; enseña, testifica y nos purifica del pecado; nos advierte el peligro y nos ayuda a recordar las cosas.
Algunas jovencitas luchan por reconocer el Espíritu. Una de ellas escribió: “En realidad no he tenido ninguna experiencia con el Espíritu Santo y yo tengo la culpa de ello por no vivir como debo. Pero me estoy esforzando, y espero tener pronto la oportunidad de sentir la [reconfortante influencia del] Espíritu Santo” (carta en el archivo de la oficina de las Mujeres Jóvenes).
Esos sentimientos son normales. Esa joven tal vez no lo sepa, pero el Espíritu Santo le está dando el deseo de sentir Su influencia. Éste no siempre nos da sentimientos cálidos y agradables; la mayor parte del tiempo, la voz de inspiración es una voz tranquila; una voz quieta y apacible.
Recuerdo lo que el Salvador dijo a los nefitas cuando visitó el nuevo mundo: “Veo que sois débiles, que no podéis comprender todas mis palabras… id a vuestras casas… meditad las cosas que os he dicho, y pedid al Padre… que podáis entender” (3 Nefi 17:2–3).
Las palabras del Salvador fueron escritas para nosotros. Está bien si somos débiles, en tanto no permanezcamos débiles, en tanto hagamos algo al respecto. Katie es una jovencita que hizo eso precisamente. Permítanme contarles su historia.
“Toda mi vida he deseado ser buena, pero llegué al punto en que me pregunté: ’¿Cómo puede alguien saber de verdad si la Iglesia es verdadera?’. Acepté la invitación de Moroni y durante cinco meses oré y leí las Escrituras todos los días. Una noche me senté en mi cama, casi a punto de llorar y de darme por vencida. Decidí orar y dije: ’Padre Celestial, por favor hazme saber por lo menos que eres real. He hecho lo que TÚ has pedido de acuerdo con la Iglesia, y tengo que saberlo’. Inmediatamente sentí que alguien me rodeaba con sus brazos. No oí una voz fuerte ni vi un ángel, pero sentí que mi Padre Celestial me decía: ’Querida Katie, lo has sabido todo el tiempo’. Fue como un padre bueno y amoroso que consolaba a su hijita” (carta).
Una de las funciones principales del Espíritu Santo es testificar de la verdad. El Espíritu le testificó a Katie que el Evangelio es verdadero. Katie había hecho su parte. Como dijo el Salvador, ella se fue a casa, estudió las palabras de él y oró durante cinco meses. Katie está desarrollando el talento de la espiritualidad y puede utilizar ese don para gobernar su vida.
Los talentos son para compartirse. Al aprender a tocar piano, ustedes pueden bendecir a los demás con su mÚsica. Al adquirir el talento de la espiritualidad, ustedes pueden utilizar ese don para bendecir a su familia. ¿Sabían que ustedes tienen cierta responsabilidad por la felicidad de su familia? El mantener a la familia feliz no es tan sólo tarea de la madre o del padre. Ustedes también pueden contribuir a ello. Presten atención a lo que hizo Brooke al compartir su talento de la espiritualidad.
“Mi hermana de ocho años tenía miedo de que entraran ladrones a nuestra casa. Una noche se apareció en mi habitación y traté de explicarle que no estaba escuchando ruidos de ningÚn extraño. Recordé que mi maestro de seminario nos decía que siempre tratáramos de tener el Espíritu de nuestro Padre Celestial con nosotros. De modo que oré en mi corazón para recibir ayuda y no sentirme frustrada. De inmediato acudió a mi mente un pasaje. Abrí las Escrituras y le pedí a ella que lo leyera. Le di mi testimonio acerca del Espíritu Santo y que si deseaba sentir paz, debía arrodillarse y orar, y recibiría el Espíritu. Ella me dio un abrazo y un beso y se fue a acostar. Luego recordé a mi hermana de diez años que dormía en la litera de arriba. Me dijo que nunca había sabido que si alguien deseaba eso podía orar y el Espíritu le daría paz. Sé que el Espíritu Santo me inspiró para decir eso” (carta).
Ustedes pueden bendecir a su familia de muchas maneras. Brooke hizo tres cosas importantes: expresó su testimonio, oró por su hermana, y fue un ejemplo para la otra hermana que estaba en la litera de arriba. Eso también fortaleció su propia espiritualidad.
El Salvador nos invita a dar testimonio. Él ha dicho: “Id por todo el mundo, predicad el evangelio a toda criatura” (D. y C. 68:8).
A muchas de ustedes les gusta dar testimonio cuando están de campamento. Pues ya no tienen que esperar ese tiempo; ustedes pueden dar testimonio a su familia con frecuencia, en maneras sencillas.
Cuando mis nietos me visitaron, vimos un retrato del presidente Hinckley, y dije: “Quiero al presidente Hinckley. Estoy tan agradecida de tener un profeta viviente en la tierra”. Tomó tan sólo diez segundos, pero fue una enseñanza para mis nietos y nos sirvió para sentir el Espíritu.
Nosotros damos testimonio todos los días por medio de nuestro ejemplo. El mes pasado, mientras preparaba este discurso, mi hija Jill llegó a casa, preparó alegre la cena y limpió la cocina. El dulce espíritu que lleva en su corazón es una bendición en nuestro hogar. Yo sé que ella ama a JesÚs por la manera que demuestra su amor hacia mí. Otra forma en la que demostramos nuestro amor hacia JesÚs es a través de la oración. El presidente Hinckley ha dicho: “Que todas las familias de esta Iglesia oren juntas” (Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 216). “Las conversaciones diarias que tengan con él llevarán paz a sus corazones y gozo a sus vidas, cosas que no pueden provenir de ninguna otra fuente” (Teachings of President Gordon B. Hinckley, pág. 216).
Ustedes pueden recordar a su familia que deben orar. La oración es como un paraguas en las tormentas de la vida. Cuando yo era una ocupada madre de siete niños, me sentía muy agradecida cuando uno de mis hijos decía: “Se nos olvidó tener la oración familiar”. A veces orábamos detrás de la puerta antes de que los niños salieran corriendo para ir a la escuela. Eso siempre fortaleció la espiritualidad de nuestro hogar.
Y ustedes pueden orar por su familia. Si hay contención, oren para tener un espíritu de paz. Y por sobre todo, nuestro Padre Celestial les bendecirá con paz en su corazón. La oración es un milagro; sirve para desarrollar la espiritualidad en sus hogares.
Recientemente, nuestro profeta, el presidente Hinckley, oró por la juventud de la Iglesia; fue una experiencia que jamás se olvidará.
¿Se pueden imaginar qué maravilloso sería saber que JesÚs ora por nosotras? Mientras se encontraba entre los nefitas, “se arrodilló él mismo también en el suelo; y… oró al Padre… nadie puede conceptuar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre” (3 Nefi 17:15, 17).
¿Podrían sentir ustedes lo mismo que sintieron los niños nefitas? Cuando el Señor les ministraba, “soltó la lengua de ellos, y declararon cosas grandes y maravillosas… mayores aÚn que las que él había revelado al pueblo” (3 Nefi 26:14).
Mediante el poder del Espíritu, ustedes también pueden declarar cosas grandes y maravillosas dentro de su propia familia.
Esos niños “vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos… y los ángeles les ministraron” (3 Nefi 17:24).
Es posible que nunca vean ángeles descender del cielo, pero les prometo que al dar testimonio y al orar en sus familias, ángeles invisibles les ministrarán. Al compartir su talento de espiritualidad, sentirán que la calidez y el poder del Espíritu serán una guía en su vida.
Los profetas tienen razón; ustedes, jovencitas, “forman parte de la generación más maravillosa que jamás hayamos tenido” (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 718). Ustedes pueden ser una fuerte influencia en su familia. Uno de los principios verdaderos es que el Señor actÚa a través de las familias.
Y ahora que han aprendido la forma en que actÚa el Espíritu y la forma en que ustedes, jovencitas, pueden utilizarlo para bendecir a sus familias, rogamos que desarrollen su talento de la espiritualidad. Nuestro Padre Celestial está ansioso por desencadenar ese gran poder. Que el Espíritu las bendiga a medida que desarrollan el talento de la espiritualidad, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.