Algo que debía hacer
Una tarde de noviembre de 1999, una vez terminada nuestra noche de hogar y cuando nos dirigíamos a la cama, mi madre dijo: “No se olviden de que el próximo domingo es domingo de ayuno, ¿está bien?”.
Yo le pregunté si íbamos a ayunar como familia por un propósito específico.
“Todavía no lo sé”, contestó.
De repente tuve la impresión de que debía ayunar y orar a fin de prepararme para recibir mi bendición patriarcal.
A las 10 de la noche aún no había podido conciliar el sueño, así que me fui al cuarto de mis padres. Sentía que esa noche había algo que debía hacer. Mi madre me dijo que leyera un rato y que luego ella me apagaría la luz, así que regresé a mi cuarto, tomé un libro del colegio y comencé a leer. Encontré algunos datos que necesitaba para una tarea de la escuela que tenía que entregar al día siguiente y que no había encontrado en los demás libros.
Terminé la tarea cerca de las 11 de la noche. Puse el libro y el cuaderno con la tarea sobre el escritorio y me acosté, pero aunque tenía el cuerpo y la mente cansados, mi espíritu estaba inquieto. Levanté la cabeza y me fijé en que la primera página, bastante arrugada, de un mensaje de la Primera Presidencia sobresalía de entre una pila de libros. Tomé el ejemplar de noviembre de 1995 de la revista Liahona (en portugués) y comencé a leer “Servir al Señor y resistir al diablo”, escrito por el presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia. La última sección del mensaje se titulaba “El ayuno y la oración”.
Al finalizar el artículo, me prometí que ayunaría y oraría con respecto a mi bendición patriarcal. Luego puse la revista en el escritorio y de nuevo intenté dormir, pero sin éxito. Así que tomé otra vez la revista y pasé la página. El siguiente artículo llevaba por nombre “Un milagro personal” y me conmovió ver que trataba de la experiencia que una joven tuvo al recibir su bendición patriarcal. Decía que debemos orar y ayunar para poder prepararnos espiritualmente para recibir la bendición patriarcal.
Yo había hablado anteriormente con mi obispo en cuanto a recibir mi bendición y él opinaba que debía aguardar. Luego de leer el mensaje de la joven, entendí la razón de su respuesta: no había ayunado y ni siquiera orado al respecto. Después de leer el artículo, me arrodillé y oré fervientemente a mi Padre Celestial, y por primera vez en mi vida sentí la presencia del Espíritu Santo. Después de orar, guardé la revista y pude dormir.
Oré y aguardé ansiosamente toda la semana. Ayuné el domingo y fui a ver al obispo, quien después de oír mi experiencia dijo: “Creo que ya estás lista para recibir tu bendición patriarcal”. Me hizo muy feliz el saber que el Señor quería que aprendiera en cuanto al ayuno y la oración, y que me preparara espiritualmente para mi bendición.
Sé que el Señor nos ama y nos da bendiciones patriarcales para guiarnos.
Thaiz Martins Leal es miembro del Barrio Portão, Estaca Portão, Curitiba, Brasil.