El hombre de mis sueños
Él era perfecto, excepto por sus malos hábitos y su actitud, y yo sabía que podía cambiarle si tan sólo me lo permitía.
Steve era alto, apuesto, tenía 17 años y estaba en su último año de secundaria. Yo era dos años más joven y creía que estaba locamente enamorada de él. Yo también le gustaba y pensaba que era genial. No salíamos juntos porque aún no tenía edad para hacerlo, ni tampoco íbamos a la misma escuela, pero me llamaba por teléfono y lo veía en los bailes de la estaca dos veces al mes. Yo preveía un romance que duraría por siempre.
De todos los chicos que conocía, Steve no era de los más activos en la Iglesia, pero sabía que podía ayudarle a cambiar y oraba a nuestro Padre Celestial para que me inspirara a saber qué hacer para que Steve participara más en la Iglesia; pero por encima de todo, oraba para que las cosas funcionaran entre nosotros.
Le imaginaba yendo a la misión mientras yo terminaba la secundaria. Soñaba con que nos escribiríamos fielmente y que todo sería muy romántico. Le veía volviendo a casa y sorprendiéndome con flores. Estaríamos muy enamorados. Él estaría listo para ir a la universidad y sobresalir, nos casaríamos en el templo y tendríamos una vida muy feliz. Lo deseaba por encima de todo.
Entonces, tras tres meses de un romance de fantasía, Steve apareció en un baile con el aliento oliéndole a alcohol, lo cual no encajaba en mi sueño. Me dijo que no le entendía y dejó de llamarme por teléfono.
Todo lo que podía hacer era llorar y orar, y eso hice repetidamente. Durante meses oré para que mi Padre Celestial inspirara a Steve para que me diera otra oportunidad. Seré más tolerante, pensaba. Seré más comprensiva. El cambiará conmigo.
Nadie es perfecto, me decía. Tan sólo necesita más tiempo para madurar. Mis oraciones eran a la vez suplicantes y exigentes, y yo ni siquiera hice ningún intento por escuchar al Espíritu para comprender la voluntad de mi Padre Celestial.
Afortunadamente, Steve no volvió a mostrar interés alguno en mí. Más tarde, mientras yo todavía estaba en la secundaria, oí que su novia estaba embarazada. Se casaron, pero ahora están divorciados. Lo siento por Steve, pero también me siento agradecida de que las oraciones de cuando tenía 15 años no fueran contestadas como yo quería. Estoy agradecida de que mi vida sea como es: sin él.
Desde entonces he servido en una misión y me gradué de la universidad. Me casé en el templo con un ex misionero que es cien veces más maravilloso que cualquier otro hombre que jamás imaginé en mis sueños de adolescente. Y a diferencia de Steve o de algunos de los otros jóvenes con los que salí, no hacía falta que mi esposo cambiara de estilo de vida para hacerme feliz. Me gustaba tal como era.
Hoy doy gracias a mi Padre Celestial por lo que creí eran oraciones sin respuesta. A los 15 años de edad, pensaba que estaba pidiendo algo bueno, pero ahora he madurado. Estoy muy agradecida por un Padre Celestial amoroso que sabe más que yo y que no contestó aquellas oraciones tal como quería yo, aunque entonces me sintiera herida. Él hizo que mis sueños se hicieran realidad de forma más espléndida de lo que jamás me había imaginado.
Lara Bangerter es miembro del Barrio Garden 1, Estaca Garden, Pleasant Grove, Utah.