Sentí un gozo indescriptible
A la edad de 30 años mi vida se hacía añicos. Tenía un problema con la bebida y no sabía qué hacer al respecto. Un lunes por la mañana, el editor jefe de la publicación para la que trabajaba como reportero me llamó a su despacho y me dijo sin rodeos que tenía que dejar la bebida si quería conservar mi empleo.
Ese día salí en busca de nuevas historias con su advertencia en mente. De repente, en medio de la calle, dos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se dirigieron a mí. Jamás había oído de esa Iglesia. Evité tener una conversación extendida con ellos, pero les di mi tarjeta de negocios.
Dos días más tarde me hallaba en casa de mi madre cuando me dijo: “Aquí hay dos jóvenes americanos que quieren verte”. Le respondí: “No tengo amigos americanos”. Ella replicó: “Dicen que son misioneros”. Yo le dije: “En ese caso hazlos pasar. Hablaré con ellos”. Para mi sorpresa se trataba de los misioneros que había conocido el lunes. Me hallaron por medio de la tarjeta que les di.
Una vez que nos encontramos frente a frente en la sala de estar decidí escuchar su mensaje. Uno de ellos sacó un folleto y dijo que contenía el testimonio de José Smith. Me lo dio y me invitó a leerlo. Apenas acababa de aceptar cuando el otro misionero sacó un libro con una portada azul y me preguntó: “¿Leerá las primeras 150 páginas de este libro?”. También acepté esa invitación. Mientras salían de casa dijeron: “Volveremos el viernes para ver si ha cumplido sus metas”. Así fue como empecé a aprender el Evangelio.
Después de que recibí todas las charlas hubo otra invitación. Uno de los misioneros me dijo: “Hermano Rosillo, precisa tener su propio testimonio”. El otro agregó: “Pregúntele a Dios si José Smith fue un profeta y si el Libro de Mormón es verdadero. Le prometemos que el Señor le responderá. Volveremos la semana que viene”.
El día anterior al regreso de los misioneros decidí poner a prueba el asunto. Tomé el Libro de Mormón, que casi había terminado de leer, me dirigí a la sala de estar y me arrodillé. Estaba solo y todo estaba tranquilo. Empecé a decir: “Padre Celestial, los misioneros me han pedido que te pregunte si José Smith fue un profeta y si el Libro de Mormón es verdadero. Ellos consideran que necesito tener un testimonio para poder bautizarme. ¿Fue José Smith un profeta? ¿Es el Libro de Mormón verdadero?”.
Dejé de hablar y de inmediato sentí un gozo indescriptible que deseé que durara para siempre. Había recibido mi respuesta. Cuando los misioneros llegaron, les conté mi experiencia.
El 11 de septiembre de 1971 me bauticé en el río Piura. Desde entonces han pasado cerca de 34 años en los que he vivido los principios del Evangelio (incluida la Palabra de Sabiduría) con muchas bendiciones. Pero aún recuerdo a aquellos dos misioneros que me hablaron en la calle y me llevaron de las tinieblas a la luz.
Hildo Rosillo Flores pertenece al Barrio Los Ficus, Estaca Piura Centro, Perú.