Mensajes de Doctrina y Convenios
La historia familiar cambió mi vida
Hace muchos años, poco después de bautizarme, oí a una hermana testificar en la reunión sacramental de lo que había sentido mientras estaba efectuando la obra de historia familiar. De repente, me puse a llorar como un niño. En el momento no me di cuenta de lo que me pasaba, pero después supe que el Señor me estaba testificando por medio del Espíritu que lo que la hermana decía era verdad y que yo debía efectuar la historia familiar y la obra del templo por mis antepasados.
En lo profundo de mi corazón, sentí la veracidad de estas palabras inspiradas, escritas por el profeta José Smith: “…permítaseme aseguraros que éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra…” (D. y C. 128:15). No nos será posible lograr la exaltación sin nuestros antepasados, ni tampoco ellos podrán lograrla sin nosotros.
Más adelante, el Espíritu me inspiró a visitar a mi tía Esther, a quien no había visto desde hacía mucho tiempo. Me encontré en su casa sin saber por qué había ido. En el curso de nuestra conversación, le hablé sobre la obra de historia familiar que los miembros de la Iglesia llevamos a cabo. Ella se levantó y fue a otra parte de la casa; volvió llevando una caja llena de papeles que había guardado, pero con los cuales no sabía qué hacer. Cuando la abrió y empezó a mostrarme su contenido, me quedé asombrado al ver documentos con el nombre y la fecha de nacimiento y de muerte de muchos miembros de mi familia, incluso de mis abuelos, tías, tíos y otras personas. ¡Qué agradecido me quedé por obtener los datos que necesitaba para empezar a efectuar la obra de historia familiar!
Un año después de bautizarme, mi esposa y yo nos sellamos en el Templo de São Paulo, Brasil. También llevamos a cabo bautismos por mis abuelos maternos y, estando allí en el templo, sentí su aprobación.
Mi testimonio de la maravillosa obra que se efectúa en nuestros templos es muy fuerte. En el templo se unen las familias por la eternidad, los lazos eternos se fortalecen y los vínculos familiares se hacen más estrechos que nunca.
Ahora tenemos un templo en Uruguay y podemos asistir a él regularmente. Allí he podido sentir lo mismo que sentí hace veintisiete años y que cambió mi vida para siempre. He aprendido que debemos buscar constantemente experiencias espirituales que nos motiven a cambiar nuestra vida y luego produzcan gran felicidad.
Esas experiencias que cambian la vida pueden tener efecto en muchas personas que nos rodean, así como también en los que han vivido antes que nosotros. Tenemos un inmenso poder y debemos usarlo siempre. La obra comenzada hace ya muchos años por un jovencito de catorce años es la obra de Dios en la tierra. La que se lleva a cabo en nuestros templos es una obra divina. Testifico que podemos saber eso si somos obedientes a nuestro Padre Celestial y si actuamos de acuerdo con las impresiones espirituales que recibamos.