Fortalezcamos a la familia
Dentro de los lazos del matrimonio
Una serie de artículos que dan ideas para el estudio y el empleo de “La familia: Una proclamación para el mundo”.
“El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para [el] plan eterno [de Dios]. Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio, y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad completa”1
El sagrado convenio del matrimonio
El presidente Gordon B. Hinckley ha enseñado esto: “La Iglesia hace mucho hincapié en la santidad del hogar y enseña que los hijos son una bendición del Señor. No hay ningún otro principio que los Santos de los Últimos Días recalquen tanto como el de lo sagrado del convenio matrimonial”2. Debido a que sabemos que las relaciones familiares pueden perdurar eternamente, comprendemos la importancia de casarse con una persona íntegra y en el lugar apropiado y de formar un hogar al cual Dios pueda enviar a Sus hijos espirituales para ser criados con rectitud.
Los lazos del amor
La palabra lazo tiene varias acepciones, entre ellas las de “vínculo”, “obligación”, “alianza”, “ligadura que une moralmente a las personas”. Los lazos del matrimonio son lazos de amor que unen a dos personas en una relación de convenio que las fortalece y les da un propósito más elevado. En este sentido, esos lazos liberan a los hombres y a las mujeres para que alcancen su pleno potencial eterno.
Dicha relación de convenio es el fundamento de un hogar en el cual los hijos son bienvenidos y pueden aprender y crecer en una atmósfera de amor y seguridad, sin temor de sufrir abuso ni abandono.
Criados por padre y madre
Los líderes de la Iglesia han afirmado constantemente que los niños están mejor cuando nacen y se crían en una familia en la que haya tanto madre como padre. La Primera Presidencia hizo la siguiente declaración: “Se debe hacer todo el esfuerzo posible por ayudar a los que conciban fuera del matrimonio a establecer una relación familiar eterna. Cuando existe la probabilidad de que el matrimonio no logrará el éxito, se debe alentar a los padres solteros a poner al menor en adopción, de preferencia por medio de LDS Social Services, a fin de asegurarse de que el bebé pueda ser sellado a padres que sean dignos de entrar en el templo”3. Si no se cuenta con dichos servicios, los líderes del sacerdocio deben aconsejar la adopción por medio de una agencia legalmente autorizada.
La investigación hecha por peritos en asuntos familiares apoya la posición de la Iglesia. En una publicación reciente, se compara a los hijos de padres solteros, que viven con uno solo de ellos o con ambos que cohabitan sin casarse, con los de padres casados. Mientras que los padres solos muchas veces tienen éxito en criar hijos bien equilibrados y responsables, el informe saca en conclusión que, por lo general, los hijos que viven con ambos padres casados tienen menos probabilidades de divorciarse o de convertirse ellos mismos en padres solteros, menos posibilidades de vivir en la pobreza, más tendencia a tener mejores notas, a asistir a clases universitarias y menos probabilidad de desocupación. Además, generalmente gozan de mayor salud física y mental, tienen promedios más bajos de abuso de substancias nocivas, sufren menos abuso físico y son menos propensos a cometer suicidio o a embarcarse en una conducta delictiva4. Un matrimonio fuerte y amoroso es muchas veces el mejor regalo que los padres puedan hacer a sus hijos.
El matrimonio entre el hombre y la mujer
En razón de las presiones que se han hecho en el gobierno para permitir el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres, en julio de 2004 la Iglesia publicó un escrito que apoyaba la definición del matrimonio como la unión legal entre un hombre y una mujer. Esa definición es mucho más que una simple cuestión de derechos civiles. La protección del matrimonio es un asunto de profundo compromiso hacia una institución establecida por Dios, nuestro Padre. Tal compromiso da forma al ambiente moral en el cual madres y padres crían a sus hijos.
Si el gobierno fuera a alterar el ambiente moral al legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, aumentaría la confusión en cuanto a los sexos, particularmente entre los niños, y eso haría aún más borrosa la línea que separa el bien del mal (véase Isaías 5:20).
El amor en el hogar
El matrimonio es sin duda esencial para el plan de Dios, pero el matrimonio en sí no es la solución de todos los problemas que pueda encarar una familia. El élder Neal A. Maxwell (1926–2004), que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “A fin de lograr esa deseable condición de ‘cuando hay amor’, se deben tomar decisiones bien pensadas, tales como, entre otras cosas, la de dedicar al hogar bastante tiempo para expresar amor a los hijos, añadiendo así a su almacenamiento de recuerdos felices. No es suficiente con cantar esa canción5, sino que eso debe ir acompañado de una administración sabia del tiempo que beneficie a la familia, que a menudo es la víctima de nuestra vida demasiado ocupada”6.
Otras decisiones bien pensadas que marido y mujer pueden tomar son: ser fieles; vencer sus debilidades, incluso la tendencia a criticar; y prestarse servicio mutuamente a fin de que el amor se profundice con el tiempo, asegurándose de que la frase “cuando hay amor” no se convierta en una expresión trillada sino en una realidad que toda familia puede lograr.