En Dinamarca, una fe serena y vibrante
La historia de la Iglesia en este país es bastante extensa, pero el nuevo Templo de Copenhague aporta una nueva dimensión y estimula la fe de las personas y familias que desean venir a Cristo.
Cuando Ole Ravn-Petersen tenía 16 años, obtuvo el permiso de su padre para bautizarse en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El bautismo tuvo lugar en un edificio de estilo neoclásico situado en una tranquila zona residencial de Copenhague, un centro de reuniones que el élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Quórum de los Doce Apóstoles, había dedicado en 1931.
Más adelante, tras servir en una misión, el joven Ole regresaría a este mismo edificio para bautizar a su padre. Para él y para muchos otros miembros daneses, los dulces recuerdos que les evocaba el edificio cobraron un carácter aún más especial cuando se renovó y, en mayo de 2004, se dedicó como el Templo de Copenhague, Dinamarca.
Muchos transeúntes parecen percibir en parte la majestuosidad del edificio, pero los miembros de la Iglesia comprenden por qué es un lugar santo. Los miembros que pasan por el lugar pueden entrar en el pequeño terreno del templo y simplemente sentarse a contemplar sus altas ventanas y su aguja mientras meditan sobre la eternidad.
Ole Ravn-Petersen presta ahora servicio como obispo del Barrio Aarhus, Estaca Aarhus, Dinamarca, ubicada en la península Jutland, a tres horas de distancia en tren de Copenhague. Recientemente visitó la capital de la nación y se puso a pensar que el ritmo de vida allí era un poco frenético. Después pensó en el templo: “Tenemos un lugar aquí en Copenhague desde donde podemos acercarnos a nuestro Padre Celestial”.
Acercándose
Los miembros daneses han encontrado muchas razones para regocijarse en la proximidad de un templo, pero invariablemente sus razones tienen que ver con la oportunidad de acercarse al Padre Celestial.
Tine Andersen, del Barrio Roskilde, Estaca Copenhague, Dinamarca, afirma: “Esa cercanía no se puede disfrutar en ningún otro lugar. El Espíritu está presente con mucha fuerza”. Tine, que fue misionera, es hija de dos obreros del templo. Su padre, Niels, habla con reverencia de las oportunidades que se le presentaron como guía en la recepción para el público antes de la dedicación del templo. “Fue una experiencia fantástica poder observar la reacción de la gente”, dice, y la emoción le embarga al pensar en el flujo constante de visitantes. “He trabajado en la obra misional durante muchos años, pero por primera vez vi a personas que venían por su propia iniciativa. No tuvimos que llamar a su puerta para encontrarlos”.
Unas 25.000 personas visitaron el templo durante la recepción para el público. El hermano Andersen recuerda a una de esas personas, un arquitecto que había participado en la construcción de muchas iglesias hermosas por toda Europa. Pero lo que sintió en el templo lo conmovió de una manera que no pudo explicar; sólo pudo intentar describirlo en términos de la belleza y calidad del edificio.
Esa dificultad para describir las cosas espirituales no es inusual. Los miembros daneses explican que, debido a que su país prospera y la gente está contenta, parecería que la mayoría de ellos no se dan cuenta de lo mucho que necesitan a Dios.
Tine Andersen cuenta de una amiga suya, una joven que vive con su novio, algo bastante común en Dinamarca. La amiga le cuenta que tiene problemas en esa relación, pero que se aferra a ella porque es todo lo que tiene.
El Evangelio “nos da otra perspectiva”, explica Tine. “Puede que los demás estén contentos en parte porque cuentan con todo lo que necesitan en la vida cotidiana. No obstante, ignoran lo que hicieron antes de venir a esta vida terrenal y hacia dónde van”.
“Está bien ser diferente”
Como padre, resulta importante aprovechar cualquier oportunidad que se presente para enseñar a los hijos, dice Tim Jensen, obispo del Barrio Frederiksborg, Estaca Copenhague. Su esposa Karen y él tienen dos hijas que se acercan a la adolescencia, Pernilla y Mie. El obispo explica que si uno presta atención a los susurros del Espíritu Santo mientras está con sus hijos, “encuentra muchos momentos idóneos para compartir con ellos el testimonio de manera informal”. La hermana Jensen dice que a menudo procura obtener la guía del Señor. Recuerda un día en que se puso a orar para pedir ayuda con su hija mayor, para que ésta superara sus pocos deseos de ir a la Iglesia. Esa oración surtió efecto en Pernilla; más adelante, dio su testimonio de los tiernos susurros que llegaron a su corazón.
Teniendo en cuenta los desafíos a los que se enfrentan los jóvenes, dice el obispo Jensen, los padres deben enseñarles que “está bien ser diferente”. Su esposa recalca ese principio: “A los hijos hay que enseñarles a aferrarse a sus creencias”.
Algunas circunstancias sociales plantean ciertas dificultades. Por ejemplo: La edad legal para comenzar a tomar alcohol —16 años— se estableció recientemente en Dinamarca. Aún así, algunos padres dan a sus hijos bebidas alcohólicas antes de esta edad, con la teoría de que pueden enseñarles a beber de manera responsable. Se trata de una teoría que no funciona bien en la práctica. Otro ejemplo: La pornografía ha sido legal desde 1970 y desde entonces ha estado al alcance de todos. Una generación entera ha crecido con ella, con la idea bastante generalizada de que es inofensiva.
Karen Jensen dice: “Es muy importante enseñar a nuestras hijas a respetar su cuerpo, que el cuerpo es sagrado”. El obispo Jensen añade que los jóvenes no sólo deben conocer la ley de castidad, sino también comprender sus motivos. Cuando la doctrina del Evangelio difiere de ciertas prácticas habituales, explica, los jóvenes deben comprender “que no tienen necesidad de hacer las mismas cosas que hacen las demás personas a su alrededor”.
Thomas Ringheim fue obispo del Barrio Allerød, Estaca Copenhague, y su esposa, Heidi, presta servicio en la presidencia de la Sociedad de Socorro del barrio. Tienen ocho hijos, de 4 a 24 años de edad, así que están al corriente de los desafíos a los que se enfrentan los jóvenes. Los padres deben aprovechar todo momento propicio para enseñar, dice la hermana Ringheim, porque todos esos pequeños momentos ayudan a desarrollar el testimonio. Para fortalecer el suyo propio, la hermana se ha fijado la meta de asistir al templo cada semana. “En la vida cotidiana, siento una diferencia positiva en mí misma, en la manera en que me llevo con la gente”.
“Creo que el hecho de ser tan pocos en Dinamarca representa un desafío para los miembros de la Iglesia”, opina el hermano Ringheim. “Pero por otro lado, creo que es una gran bendición. Tenemos que aprender a defender lo que creemos”. Los Santos de los Últimos Días no tienen por qué temer a la hora de expresar su fe. “De hecho, la mayoría de la gente nos respeta cuando declaramos abiertamente aquello en lo que creemos”.
Raíces profundas
La historia de la Iglesia en Dinamarca es muy extensa. Los misioneros llegaron al país por primera vez en 1850. El danés fue el segundo idioma, tras el inglés, en el que se publicó el Libro de Mormón (1851). Pero en los primeros tiempos y también en los años después de la Segunda Guerra Mundial, muchos conversos emigraron a Utah. Dinamarca es un país pequeño cuya historia, geografía y comercio le proporcionan fuertes lazos con otras naciones, y es fácil que los daneses sientan la atracción de ir a otros países por motivos profesionales o educativos. Estos factores, además de una tendencia general a considerar la religión un asunto privado, quizá expliquen el lento crecimiento de la Iglesia durante las últimas décadas. Son ahora unos 4.500 Santos de los Últimos Días en una nación de 5,5 millones de habitantes.
Pero las experiencias espirituales y de liderazgo de los miembros antiguos constituyen un recurso valioso para la Iglesia en Dinamarca.
Orla Rode Nielsen, que se bautizó en 1956, prestó servicio como presidente de rama dos veces en Aarhus antes de que esa unidad se convirtiera en un barrio. Kirsten Bokhonko, que también es miembro desde hace mucho tiempo, dice que el hermano Nielsen y su esposa Esther (ahora fallecida) son el tipo de personas que tienen por costumbre hacer el bien por los demás de manera callada, sin llamar la atención. Cuando los Nielsen descubrieron su pasión por la historia familiar, comenzaron a dedicar mucho de su tiempo libre a ayudar a más de otros 30 miembros a elaborar su historia familiar. El hermano Nielsen todavía sigue yendo a los archivos municipales casi todos los días para recoger información. “Me encanta. Cuando se empieza, ya no se puede parar”. Desde el momento en que se unió a la Iglesia, ésa misma ha sido su actitud hacia el Evangelio. El día en que se bautizó, estuvo cantando de felicidad durante todo el camino de regreso a su casa. “Desde mi bautismo, nunca he dudado”, afirma.
La hermana Bokhonko, que se bautizó en 1952, también forma parte de los miembros que han ayudado a arraigar la Iglesia en el lugar. Ha prestado servicio como líder de todas las organizaciones auxiliares y además traduce materiales para la Iglesia. Por sus propias experiencias de la infancia, sabe que a los 25 niños de la Primaria del Barrio Aarhus les puede resultar difícil encontrar amigos que compartan sus normas morales y éticas. Pero también sabe que no hay razón alguna para que abandonen sus creencias. En su juventud, las personas que la rodeaban siempre conocían sus principios y los respetaban.
El hecho de que los miembros vivan sus creencias puede convertirse en una bendición para su propia vida y la de los demás. Karin Messell, de Aarhus, que creció siendo miembro de la Iglesia, conoció a su esposo Jesper en el trabajo. Cuando se casaron en el año 2001, él no era miembro. Jesper considera ahora que el ejemplo de su esposa es una gran bendición en su vida. Gracias en parte a ese ejemplo, se bautizó en 2003 y se selló con su esposa en el Templo de Copenhague dos meses después de su dedicación, en 2004.
Jesper ha aceptado de buen grado las normas y los principios del Evangelio, entre ellos la importancia de la familia. Como pareja, los Messell han decidido sacrificar las cosas materiales para que Karin pueda quedarse en el hogar cuando tengan hijos. Jesper dice: “Podemos escoger: ¿Preferimos una casa grande o que Karin permanezca en el hogar?”
Johan Koch y su esposa Lisa, de Copenhague, podrían explicarles las recompensas a largo plazo que se obtienen al fijar las prioridades correctas. Los Koch se unieron a la Iglesia en 1968, siendo recién casados, y tuvieron siete hijos que crecieron como miembros de la Iglesia. En 2004, cuando prestaron servicio como guías durante la recepción para el público del Templo de Copenhague, un hombre que había sido compañero de clase de uno de sus hijos acudió a visitar el templo. “Tenía que venir”, explicaba este hombre, “porque conozco a Kristian y sé lo mucho que el hacerlo significará para él”.
Los Koch fueron al templo por primera vez en Suiza, hace muchos años, y dieron un gran ejemplo a su familia sirviendo como obreros del templo cuando ello suponía un viaje de ocho horas a Estocolmo. Tenían una foto del templo colgada en una pared de su casa. Se valieron de todos los recursos disponibles para ayudar a sus hijos a crecer siendo firmes en el Evangelio, entre ellos la oración familiar, la noche de hogar y el curso de estudio individual supervisado de seminario.
Después de muchos años en los que tenían que viajar fuera de su país, “tener un templo tan cerca es una bendición especial”, dice la hermana Koch. Su esposo, a quien se relevó como presidente de la Estaca Copenhague en 2001, percibe la presencia del templo como siigno de una mayor madurez de sus miembros; pero los Koch también están impresionados por el efecto que produce en los que no son miembros. Cuando hablaban del sellamiento durante la recepción para el público, explica el hermano Koch, “se podía ver qué parejas disfrutaban de un buen matrimonio por la manera en que se miraban. Preguntaban: ‘¿Podríamos nosotros hacer eso?’”.
La vida de soltero
El matrimonio en el templo es una meta, sin duda, para los miembros solteros de Dinamarca, pero la socialización con otros Santos de los Últimos Días solteros puede resultar difícil dado que están muy esparcidos y ocupados.
Un baile o una fiesta para los jóvenes adultos de Copenhague suele contar con entre 20 y 30 asistentes, explica Tine Andersen, a menos que la invitación se extienda también a los miembros de la Estaca Aarhus y de Suecia. La ciudad de Malmo, Suecia, se encuentra cerca; desde la parte superior de un edificio alto de Copenhague se puede ver con facilidad el puente que cruza el corto estrecho del mar Báltico que separa a los dos países. Aunque el idioma de estas dos naciones tiene similitudes, las conversaciones en estos bailes suelen desarrollarse en inglés, un idioma que muchos europeos tienen en común.
Anne Christina Larsen, de Aarhus, no tiene muchos problemas para comunicarse en cualquier idioma. Además de su lengua materna, el danés, también habla con fluidez alemán, inglés y español. Se bautizó mientras estudiaba en Austria, trabajó durante un tiempo en Guatemala y sirvió en una misión en la zona de Washington, D.C. Actualmente estudia psicología en la universidad y asiste a las clases de instituto. Por lo general, la asistencia a estas clases no suele superar los dos o tres alumnos.
Pero Anne no se queda de brazos cruzados en espera de casarse. Sigue cumpliendo metas espirituales personales, especialmente ahora que el templo está cerca. El acudir allí “brinda mayor fortaleza y paz, así como una perspectiva nueva. Uno puede recordar quién es”. La hermana basa las decisiones que toma en cuanto a la vida en los principios del Evangelio. “El Evangelio es la base de todo lo que hacemos”.
Construyendo los cimientos
Britta Rasmussen, que se bautizó junto a su esposo en 1975, dice que obtuvo su testimonio del Evangelio al vivirlo. Cuando comenzó a asistir a la Sociedad de Socorro, pensó en su fuero interno: “Estas mujeres llevan a cabo aquello en lo que creen”. La hermana siempre ha procurado seguir ese ejemplo.
Durante 45 años, ha estado relacionándose con un grupo de amigos que conoció como estudiante. Los invitó a asistir a la recepción para el público del templo mientras su esposo y ella servían de guías, y tuvo la oportunidad de compartir su testimonio con ellos. “Todos ellos sintieron algo especial”, recuerda la hermana Rasmussen, expresando su esperanza de que lo que les dijo dé fruto algún día en sus vidas.
Su esposo, Kjeld, conoció el Evangelio a través de un amigo. Aunque Kjeld tenía por costumbre examinar la religión desde un punto de vista filosófico, desarrolló un firme testimonio mediante la influencia del Espíritu Santo. Él explica: “Nuestro desafío consiste en decirle a la gente: ‘Ésta no es una religión de los hombres. Contamos con la autoridad de Dios’ ”.
Elisabeth Andersen, que se encuentra en los últimos años de la adolescencia y es el único miembro de la Iglesia de su escuela, todavía no está segura de si tiene un testimonio. “A veces creo que sí y a veces que no”, pero permanece donde debe estar y está haciendo lo necesario para obtenerlo. Su padre, Jens Andersen, es el presidente de la Estaca Copenhague, Dinamarca. En su hogar, la oración familiar y la noche de hogar familiar son costumbre. Su padre y su madre son ejemplos de fidelidad, y Elisabeth hace las cosas espirituales que se le han enseñado a fin de fortalecer su testimonio. Está muy dispuesta a compartir las verdades del Evangelio con sus amigos que le preguntan acerca de sus creencias o de su modo de vida.
Cuando se viven los principios básicos del Evangelio, como la fe, la oración, el arrepentimiento y la obediencia, se obtiene una perspectiva diferente sobre la vida, dice el presidente Andersen. “Las alegrías de la vida llegan a ser más abundantes. El gozo que siento por mi esposa y mis hijos está revestido de una perspectiva eterna”, explica. “Las familias de la Iglesia que disfrutan de verdad las bendiciones del Evangelio son las que llevan a la práctica estos principios básicos”.
El Templo de Copenhague ha ayudado a fortalecer esa perspectiva eterna, añade. Todos los miembros, sin importar su edad, pueden percibir su influencia. Cuando su hija Elisabeth ha visitado el templo, también lo ha sentido: “Se siente paz. Una paz que no se puede encontrar casi en ningún otro lugar”.
El presidente Andersen dice que los líderes de estaca y de barrio enseñan que el servicio en el templo debe ser la meta de cada miembro. Explica que la mayor espiritualidad que se desarrolla al hacer los convenios del templo y guardarlos puede ser la clave para lograr que el número de miembros de la Iglesia aumente en Dinamarca. “Creo que la obra misional es el resultado natural de la conversión en la vida de uno”. Cuando los miembros están convertidos, dice, entonces se muestran capaces y ansiosos de tender una mano a los demás.