2009
Con el amor de mis hermanas
Diciembre de 2009


Con el amor de mis hermanas

“Estamos bien”, le aseguré a mis maestras visitantes; pero lo cierto es que el servicio que nos prestaron aquella Navidad marcó una enorme diferencia.

Cuanto más se acercaba la Navidad, más pesar sentía. En noviembre, ni mi esposo ni yo teníamos un trabajo estable. Yo pagaba el alquiler, la electricidad y el teléfono con mis reducidos ingresos, y mi esposo pagaba la cuota del auto con su bajo sueldo. El dinero que nos quedaba apenas cubría nuestras necesidades. En diciembre aumentó el trabajo y regresamos a la normalidad, pero no recibiríamos el pago hasta enero. En esas circunstancias, no podíamos permitirnos ni siquiera una cena especial de Navidad.

“Todo saldrá bien”, me dije a mí misma. Aquel verano, mi esposo había recogido muchas frambuesas y habíamos hecho mermelada. Comeríamos panqueques (tortitas) con mermelada y prepararíamos los regalos nosotros mismos. No obstante, cuando mis tres hijas (de seis, ocho y catorce años) empezaron a colocar las guirnaldas que habían confeccionado ellas mismas, las escuché hablar de lo que sus padres les podrían regalar en Navidad y me sentí descorazonada.

Una tarde, mis maestras visitantes me hicieron una visita inesperada. Como no tengo hermanos ni hermanas de sangre, las hermanas de la Sociedad de Socorro de mi rama, en especial mis maestras visitantes, se han convertido en verdaderas hermanas para mí. Aquella tarde compartieron conmigo un mensaje interesante, y después comenzaron a conversar acerca de la Navidad que se acercaba. Les aseguré que todo estaba bien, pero les dije que aquella Navidad sería bastante “pobre” para nosotros. Me aseguraron que orarían por nuestra familia.

Un día, cuando mi esposo fue a recogerme al trabajo, dijo que todos me estaban esperando en casa con mucha impaciencia, ya que una hermana de nuestra rama nos había llevado unas cajas. Cuando las abrimos, vimos que contenían todas las delicias navideñas habituales para nosotros: fruta, galletas, caramelos, otros alimentos, decoraciones y regalos hermosamente envueltos. Los ojos se me llenaron de lágrimas de gratitud; pero eso no fue todo. La familia de una de mis maestras visitantes nos sorprendió la mañana de Navidad con una caja de regalos.

A fin de cuentas, nuestra “pobre” Navidad fue una llena de un gozo. Nuestro hogar se llenó no sólo del espíritu navideño, sino de la calidez y del amor de mis maestras visitantes y de otros miembros de nuestra rama. Llegué a comprender que muchas veces el Señor en verdad satisface nuestras necesidades por medio de otras personas, especialmente aquéllas que Él ha asignado e inspirado para que nos cuiden y se preocupen por nosotros.

Ilustración por Gregg Thorkelson.