Aunque estas dos niñas hablan idiomas diferentes y viven a más de 9.600 kilómetros de distancia, tienen algo especial en común: ambas encontraron maneras de mantener una actitud positiva cuando desastres naturales asolaron sus ciudades. Lee las historias verdaderas de Honoka O., de Japón, y de Maggie W., de Misuri, EE. UU. ¿Qué las ayudó a mantenerse fieles y optimistas en momentos tristes y de miedo?
Me llamo Honoka, y vivo en la prefectura de Chiba, Japón. Me gusta jugar, saltar a la cuerda y dibujar. Mi sueño es ser ilustradora algún día.
Mi historia preferida de las Escrituras es la del sueño de Lehi (véase 1 Nefi 8 ). Creo que la Primaria es muy importante porque aprendo mucho acerca de Dios y de Jesús. Me encanta la reunión sacramental porque siento que me vuelvo pura cuando tomo la Santa Cena, y eso me hace muy feliz.
Yo estaba en la escuela cuando ocurrió el terremoto. Lo primero que me vino a la mente fue: “¡Qué miedo!” y “Me pregunto si mi familia estará bien”. Hice una oración en mi corazón para que estuvieran a salvo y que las personas no murieran. Más tarde me enteré de que ninguno de mis amigos había sufrido daños. En ese momento, sentí que Dios nos había protegido. Sé que Dios y que Jesús viven.
¡Hola! Soy Maggie, de Joplin, Misuri. Una noche, mi mamá vio avisos de tormenta en las noticias, y todos fuimos al sótano. Los fuertes silbidos del viento me asustaban. Estaba preocupada por nuestros amigos y nuestros animales. Después de la tormenta, estaba agradecida porque mi familia estaba a salvo y nuestra casa no había sufrido muchos daños.
El tornado que pasó por nuestra ciudad destruyó muchas otras casas y negocios. Me sentí triste por las personas que habían perdido a sus seres queridos. Mis padres y mi hermano y hermana mayores decidieron ayudar a limpiar nuestra ciudad. Me hizo pensar en la Escritura: “Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17 ).
Yo también quería ayudar a limpiar, pero mi mamá dijo que no era seguro para los niños. Entonces sentí que el Espíritu Santo me dio una idea fantástica que haría que la gente se sintiera feliz. Hice veinte tarjetas de agradecimiento para dar a los voluntarios. Pasé mucho tiempo haciendo que cada tarjeta fuera especial para que las personas pudieran sentir el Espíritu y supieran que eran muy importantes para nuestra ciudad.
Aprendí que aunque no puedas hacer ciertas cosas para prestar servicio, siempre puedes pensar en otras maneras de servir. El Padre Celestial te bendecirá por servirlo a Él y a tus semejantes.