2012
Me veía en el templo
Agosto de 2012


Me veía en el templo

Me veía en el templo

Ilustración por Craig Stapley.

Un joven bien parecido del trabajo me invitó a salir, pero no era miembro de la Iglesia, y yo tenía la meta de casarme en el templo.

De jovencita, soñaba con ser parte de una familia eterna. Cuando tenía doce años, mi familia se selló en el Templo de São Paulo, Brasil. Recuerdo perfectamente haberme arrodillado con mi familia en el altar del templo y ser sellada a mis padres, junto con mis hermanos, por esta vida y por la eternidad. Sabía que ése era el tipo de familia que yo quería. Coloqué una foto del Templo de São Paulo junto a mi cama y la miraba cada noche, renovando mi compromiso de no tener nada menos que una familia eterna.

Varios años más tarde empecé a trabajar en el departamento comercial de una compañía grande. Un día, nuestro gerente me presentó a un empleado nuevo; era un joven alto, de magníficos ojos azules, con una amplia sonrisa y con gran gusto para la moda.

Un tiempo después, cuando empezó a coquetear conmigo, casi no podía creerlo. ¡Me sentía en las nubes! La primera vez que salimos juntos, me entusiasmó el hecho de saber que era el baterista de una banda que estaba teniendo algo de éxito. También descubrí que fumaba y tomaba, pero pensé que, dado que no era miembro de la Iglesia, no estaba mal para él.

Esa noche, al llegar a casa, no podía dejar de pensar en ese joven tan apuesto. Pero, al arrodillarme a orar, vi la foto del templo y me invadió un sentimiento extraño. No le hice caso, y me fui a dormir.

Al día siguiente, cuando volvimos a salir, el hecho de que tomaba y fumaba me causó un mal sentimiento. Me avergonzaba estar sentada en una mesa con bebidas, a pesar de que yo no había tocado ninguna de ellas. Cuando trató de besarme, primero sentí emoción y luego frustración. Al sentir el olor a cigarrillos y alcohol en su aliento, ¡el beso no llegó a concretarse!

Esa noche me arrodillé junto a mi cama para orar mirando la foto del templo. Al reflexionar, entendí que ese joven no era el tipo de persona que podría llevarme al templo para tener un matrimonio eterno.

Me recosté y me quedé dormida, pero no sin antes pensar felizmente en mi meta de casarme con un joven digno, con quien pudiera formar una familia eterna.

Si bien el baterista aún me atraía, dejó de interesarme románticamente. Yo sabía qué tipo de matrimonio deseaba.

Un año más tarde me casé en el Templo de São Paulo con un digno poseedor del sacerdocio a quien amo. Valió la pena esperar a un joven fiel que pudiera recibir junto a mí esa maravillosa bendición del Señor.