¿Qué es lo que escogerán?
De un discurso de un devocional del Sistema Educativo de la Iglesia: “Juventud bendita: ¿qué es lo que escogerán?”, pronunciado en la Universidad Brigham Young–Hawái, el 6 de septiembre de 2013. Para leer el texto completo, vaya a cesdevotionals.lds.org.
Ustedes fueron comisionados por nuestro Padre Celestial para edificar el reino de Dios en la tierra en este tiempo y preparar un pueblo para recibir al Salvador.
Ustedes, la “juventud bendita”1, son literalmente hijos e hijas de Dios, nacidos en este tiempo particular de la historia del mundo para un propósito sumamente sagrado. Aunque los valores morales y religiosos de la sociedad parecen debilitarse en todo el mundo, la juventud de esta Iglesia debe empuñar el estandarte del Señor y ser faros de luz para atraer a los demás hacia Él. Ustedes tienen una identidad y un propósito únicos.
¿Cuál es su identidad? Ustedes son hijos del convenio que Dios concertó con el padre Abraham cuando a éste se le prometió: “…en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra” (Hechos 3:25; véanse también 1 Nefi 15:18; 3 Nefi 20:25). Ustedes también son “la esperanza de Sión”2, en este período de la historia del mundo en que el Evangelio se proclamará ampliamente a lo largo de todo el planeta.
¿Cuál es su propósito? Ustedes, hermanos, fueron preordenados en un reino premortal para poseer el sacerdocio (véase Alma 13:2–3); y ustedes, hermanas, fueron elegidas desde antes de la fundación del mundo para dar a luz y cuidar a los hijos de Dios; al hacerlo, glorifican a Dios (véase D. y C. 132:63). Hermanas, ¿han considerado lo que realmente significa ser creadoras junto con Dios?
Cada uno de ustedes, jóvenes y jovencitas, fueron comisionados por nuestro Padre Celestial para edificar el reino de Dios sobre la tierra en este tiempo y preparar un pueblo para recibir al Salvador cuando Él gobierne y reine como el Mesías milenario. Su noble linaje, identidad, propósito y comisión divina los distingue de todas las demás personas.
Pero ni su linaje, ni sus ordenaciones y comisiones premortales pueden salvarlos ni exaltarlos. Eso lo conseguirán ustedes mediante sus decisiones personales y al elegir tener acceso al poder de la expiación del Señor en su vida. El gran principio eterno del albedrío es fundamental en el plan de nuestro Padre. De modo que, ustedes, juventud bendita, ¿qué es lo que escogerán?
¿Escogerán adquirir mayor conocimiento?
Son ustedes los que deben obtener una educación; nadie la puede obtener por ustedes. Dondequiera que estén, cultiven el profundo deseo de aprender. Para nosotros, los Santos de los Últimos Días, el obtener una educación no sólo es un privilegio, sino una responsabilidad religiosa. “La gloria de Dios es la inteligencia” (D. y C. 93:36). De hecho, nuestra educación es para las eternidades.
“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección;
“y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia… hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (D. y C. 130:18–19).
Ese tipo de perspectiva a largo alcance los ayudará a tomar buenas decisiones en cuanto al aprendizaje.
No tengan miedo de luchar para lograr sus metas ¡e incluso sus sueños! Sin embargo, sepan que no hay atajos para lograr la excelencia y la competencia. La educación es la diferencia que existe entre desear poder ayudar a otras personas y el ser capaces de ayudarlas.
¿Qué modo de vida escogerán?
Se espera que vivan de manera diferente a los demás. Ustedes saben lo que Pablo le dijo al joven Timoteo: “…sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza” (1 Timoteo 4:12)3. Elijan pensar y actuar de manera diferente a las personas del mundo. Decidan tener un aspecto diferente y vean la influencia para bien que llegarán a ser. Como dijo en una ocasión Ardeth G. Kapp, ex presidenta general de las Mujeres Jóvenes: “No puedes ser un salvavidas si luces como todos los demás nadadores en la playa”4.
Como parte de la juventud bendita, ustedes han tenido un gran comienzo en la vida, pero también tienen una responsabilidad adicional. “Porque de aquel [o aquella] a quien mucho se da, mucho se requiere” (D. y C. 82:3; véase también Lucas 12:48). Parte de lo que se requiere es ser un recluta. Cuando se bautizaron, en realidad se volvieron a alistar en el ejército del Señor5. En la vida premortal, estuvieron del lado de Jesucristo durante la guerra en los cielos; y ahora el conflicto entre las fuerzas del bien y del mal continúa en la tierra. ¡Es real! (Véanse Apocalipsis 12:7–9; D. y C. 29:40–41). Del lado de Dios está Jesucristo, que fue preordenado para ser el Salvador del mundo (véase 1 Nefi 10:4); del otro lado está Satanás, un rebelde, destructor del albedrío (véase Moisés 4:3)6.
El plan de Dios permite que el adversario los tiente a fin de que ustedes puedan ejercer su albedrío para elegir el bien sobre el mal, elegir arrepentirse, y elegir venir a Jesucristo, creer en Sus enseñanzas y seguir Su ejemplo. ¡Qué gran responsabilidad y enorme confianza!
La libertad de actuar por ustedes mismos es tan fundamental para su progreso y felicidad eternos que el adversario dedica un empeño extraordinario a destruirla (véanse 2 Nefi 2:27; 10:23).
¿Establecerán prioridades para que eso los ayude a tomar decisiones?
No todas las decisiones que deban tomar serán entre algo bueno y algo malo; muchas veces tendrán que elegir entre dos buenas opciones. No todas las verdades son igual de importantes, de modo que ustedes tendrán que establecer prioridades. En su búsqueda de conocimiento, tengan presente que la verdad más importante que puedan aprender proviene del Señor. El Salvador mismo confirmó esto en Su oración intercesora a Su Padre; Él dijo: “…ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Por encima de cualquier cosa que procuren aprender, procuren conocer a Dios, su Padre Celestial, y a Su Hijo Jesucristo. Lleguen a conocerlos y a amarlos, como yo los amo.
Otro importante pasaje de las Escrituras que me ha ayudado en la vida es éste: “…mas buscad primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Más que cualquier cosa en este mundo, ustedes querrán tomar decisiones que conduzcan al destino final y glorioso de la vida eterna. Ésa es la gran gloria que Dios tiene para ustedes (véanse D. y C. 14:7; Moisés 1:39). ¡Elijan la vida eterna como su mayor prioridad! Estudien las Escrituras, como por ejemplo las secciones 76 y 88 de Doctrina y Convenios, a fin de entender más en cuanto a las diferentes bendiciones que les esperan a aquellos que eligen la vida eterna y a los que no lo hacen. Elijan la vida eterna como su mayor prioridad y verán cómo las demás decisiones serán más fáciles de tomar.
¿Con quién decidirán relacionarse?
Se relacionarán con muchas buenas personas que también creen en Dios. Ya sean judíos, católicos, protestantes o musulmanes, los creyentes saben que en realidad existe la verdad absoluta. Los creyentes en Dios también tienen una conciencia; los creyentes obedecen voluntariamente la ley civil y la divina, incluso las leyes que no se puedan imponer.
Debido a que tienen el cometido de obedecer la ley civil y la divina, se detienen en un semáforo con la luz roja a pesar de que no se divise ningún tráfico. Como hijos de Dios, ustedes saben que aunque la policía no los aprehenda, robar y asesinar es algo malo y que, al final, Dios los tendrá por responsables. Saben que las consecuencias de no guiarse por las reglas no sólo son temporales sino eternas.
Al transitar por la vida, también conocerán a personas que no creen en Dios. Muchas de ellas aún no han encontrado la verdad divina y no saben dónde buscarla; pero ustedes, juventud bendita, están aquí para rescatarlas. En grandes cantidades, ustedes están respondiendo al llamado del profeta de Dios para que haya más misioneros. ¡Estamos profundamente agradecidos por cada uno de ustedes!
Al relacionarse con los no creyentes, tomen conciencia de que algunos tal vez no tengan buenas intenciones hacia ustedes (véanse D. y C. 1:16; 89:4). Tan pronto como se den cuenta de eso, huyan de ellos rápido y de forma permanente (véase 1 Timoteo 6:5–6, 11).
Lamentablemente, conocerán a personas cuya búsqueda desesperada por algo que para ellos parece ser felicidad los arrastra por las resbaladizas cuestas del pecado. ¡Cuídense de esa resbalosa caída! Cualquier placer en el pecado es sólo pasajero, mientras que sus obsesionantes recuerdos llevan la mancha del remordimiento constante y devastador. La distorsión pecaminosa de la intimidad divinamente concebida para unir al esposo y a la esposa es tan sólo una vana falsificación. Cada experiencia ilícita va despojada de significado profundo y dulces recuerdos.
¿Escogerán la libertad o el cautiverio?
Hay fuerzas inicuas por doquier; ustedes literalmente están viviendo en territorio enemigo7. Abunda la plaga de la pornografía ponzoñosa que atrapa a todos los que ceden a sus garras insidiosas.
El Señor, al ver lo que vendría, dijo: “Y ahora os descubro un misterio, una cosa que se halla en las cámaras secretas, para llevar a cabo vuestra destrucción con el transcurso del tiempo, y no lo supisteis” (D. y C. 38:13; véase también el versículo 28).
¡Piensen en cuánta gente en cámaras secretas está tratando de destruir su vida y su felicidad! La tentación carnal no es algo nuevo. El apóstol Pedro amonestó en cuanto a esta misma trampa cuando escribió:
“…seducen con las concupiscencias de la carne… a los que… habían escapado…;
“les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 Pedro 2:18–19).
Eviten ese cautiverio, mis amados hermanos y hermanas. Si ahora están viendo pornografía, ¡dejen de hacerlo! ¡Ya! Busquen la ayuda de su obispo. Nadie es lo suficientemente sabio para engañar por sí solo al adversario una vez que lo haya envenenado la pornografía. Es tan destructiva como la lepra, tan adictiva como la anfetamina y tan corrosiva como la lejía.
¿Decidirán seguir al Señor o las filosofías de los hombres?
Estudien detenidamente “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”8. En todo el mundo, la familia está siendo objeto de ataque, pero las verdades de la proclamación sobre la familia los fortalecerán.
Tienen que comprender las consecuencias de largo alcance que se derivan del conflicto actual de la sociedad en cuanto a la definición del matrimonio. El debate actual tiene que ver con la pregunta de si se pueden casar dos personas del mismo sexo. Si ustedes tienen alguna duda sobre la postura de la Iglesia en cuanto a éste o cualquier otro asunto de importancia, medítenlo en oración, y después presten oído a los mensajes proféticos de los profetas vivientes. Sus inspiradas palabras, junto con la inspiración del Espíritu Santo, brindarán a su mente una comprensión más completa y verdadera9.
El debate del matrimonio es tan sólo una de las muchas controversias a las que harán frente en el futuro. En oposición a las voces estridentes del adversario, ustedes, juventud bendita, elegirán defender al Señor y Su verdad.
El apóstol Pablo profetizó en cuanto a la situación de nuestros días (véase 2 Timoteo 3:1–5). A la visión precisa que tuvo Pablo sobre la devastación espiritual de nuestros días le siguió su consoladora conclusión, donde nos decía cómo permanecer a salvo: “…desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).
A este consejo agrego el mío: Sigan estudiando las Escrituras; sigan haciendo las cosas que edifiquen su fe en Jesucristo; y después fíjense en las buenas decisiones que de manera natural se inclinen a tomar.
Su fe en Jesucristo y en Su evangelio les dará el valor para casarse y traer hijos a su familia mientras son jóvenes y pueden tenerlos. Cuando tengan la edad que yo tengo, atesorarán a sus hijos, sus nietos y a los hijos de sus nietos, más que cualquier fama o fortuna que pudiesen haber obtenido de otra forma.
¿Cómo se prepararán para la entrevista personal que tengan con el Salvador?
Ustedes, los integrantes de la juventud bendita, no son perfectos aún; ninguno de nosotros lo es. Por ello ustedes, junto con el resto de nosotros, estamos muy agradecidos por la expiación del Salvador, la cual brinda pleno perdón, si nos arrepentimos con sinceridad. También saben que su estadía aquí en la mortalidad es relativamente breve. Con el tiempo, cada uno de ustedes se graduará de esta frágil existencia y pasará al mundo venidero.
A cada uno de nosotros le espera el día del juicio. Sé que “el guardián de la puerta es el Santo de Israel; y allí él no emplea ningún sirviente” (2 Nefi 9:41). Sí, cada uno de nosotros tendrá una entrevista personal con Jesucristo.
Cada día que pasan en la tierra les da el tiempo y la oportunidad de prepararse para esa entrevista. Quiero que sepan una cosa: Al elegir seguir al Señor, nunca estarán solos. Dios les ha dado acceso a Su ayuda mientras transitan por el peligroso sendero de la mortalidad. Si de manera diligente y ferviente le revelan al Señor los deseos de su corazón mediante la oración diaria, Él enviará a Sus ángeles para que los ayuden (véase D. y C. 84:88). Él les ha dado el Espíritu Santo para que esté a su lado a medida que vivan dignamente; les ha dado las Escrituras para que puedan deleitarse plenamente en las palabras de Jesucristo (véanse 2 Nefi 9:51; 32:3); les ha dado las palabras de los profetas vivientes para que les presten atención.
¿En quién pondrán su confianza?
Ustedes saben que Dios es su Padre; Él los ama; Él desea que sean felices. Pongan su confianza en Él (véanse 2 Nefi 4:34; 28:31). Manténganse enfocados en Su santo templo; sean dignos de recibir las ordenanzas de la investidura y del sellamiento. Permanezcan fieles a esos convenios y regresen al templo con frecuencia. Recuerden, la meta más sublime que podrán tener es lograr la más grande de todas las bendiciones de Dios, o sea, la vida eterna (véase D. y C. 14:7). Las ordenanzas del templo son esenciales para recibir esa bendición (véase D. y C. 131:1–3).
Los invito a estudiar, con oración, la declaración de las Escrituras en cuanto a su identidad, propósito y bendición (véase D. y C. 86:8–11). Sí, ustedes son en verdad una juventud bendita, cada uno creado a la imagen de Dios. Ustedes son los herederos legítimos; y serán probados y evaluados. Ruego que elijan ser una luz al mundo a fin de salvar a los hijos de Dios, para tener gozo y, al final, ganar la bendición de la vida eterna.