Cómo lo sé
El centro de mi vida
El autor vive en en Arequipa, Perú.
Sabía sobre el ministerio de Cristo por medio de la Biblia, pero, ¿sería posible que realmente hubiese visitado el continente americano?
Cuando cumplí los dieciocho años, mi padre permitió que me bautizara en la iglesia de mi preferencia. Quería unirme a una iglesia cristiana porque había estudiado la Biblia en varias congregaciones y creía en Jesucristo.
Un día, mi tío invitó a dos hermanas misioneras a nuestro hogar. Hablaron con mucha convicción sobre su creencia en el Libro de Mormón como otro testamento de Jesucristo, y afirmaron que Él había visitado el continente americano.
En cuanto a ese punto, expresé mi opinión de que era posible que estuviesen equivocadas, ya que jamás había leído nada al respecto. Una de las misioneras, con los ojos llenos de lágrimas y con mucha amabilidad, me dijo: “Hermano Roberto, el hecho de que usted no sepa que el Libro de Mormón es verdadero no significa que estemos equivocadas. Yo sé que Jesucristo nos ama y que Él estuvo en este continente, y que enseñó Su evangelio al igual que lo había hecho en la Tierra Santa”.
Ellas trataron de ayudarme con las muchas inquietudes y dudas que tuve durante la primera lección, y acordamos que regresarían la semana siguiente.
Esa noche comencé a hojear el Libro de Mormón. Al leer la portada, una frase me llamó la atención: “…Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”. También leí 3 Nefi 11 acerca de la visita del Salvador a las Américas, y sentí que mi corazón se regocijaba. Por lo tanto, hice lo que las misioneras me habían dicho que hiciera: me arrodillé y le pregunté al Padre Celestial si el libro era verdadero.
Al terminar la oración, sentí paz y la seguridad de que sí lo era. Por un momento pensé que las lágrimas de las misioneras me habían conmovido e hicieron que creyera su testimonio; de modo que continué leyendo el Libro de Mormón hasta pasadas las cuatro de la mañana. Cada vez que oraba, sentía con más fuerza la confirmación de que Cristo había venido a América y que Él quería que yo supiese más en cuanto a Su evangelio verdadero.
En pocas semanas terminé de leer el Libro de Mormón y sentí la necesidad de ser bautizado en la Iglesia verdadera.
Leer el Libro de Mormón me ayudó a acercarme a Jesucristo y a hacerlo a Él el centro de mi vida. Estoy muy agradecido de que el Salvador haya puesto a las misioneras y a Su Iglesia en mi camino.