Servir con toda el alma
Como aprendemos del lema de la Mutual para 2015, servir a Dios es un privilegio sagrado. Esperamos que este año cada uno de nosotros aprenda a servir con más dedicación de la manera que el Señor ha instruido: con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. ¿Cómo podemos hacerlo? A continuación se presentan algunas ideas:
Primero, servimos con todo el corazón. Entendemos que eso significa que la motivación de servir a Dios debe ser el amor que sienten por Él y por Sus hijos. “Nuestro amor por el Señor dirigirá nuestros afectos, la forma en que empleemos nuestro tiempo, los intereses que tengamos y el orden de prioridad que demos a las cosas”1. Ustedes demuestran al Señor el amor que sienten por Él cuando guardan Sus mandamientos (véase D. y C. 42:29); prestan servicio en su hogar y fortalecen a su familia; magnifican su llamamiento y se acercan a quienes necesitan un amigo; y buscan nombres de familiares para llevar al templo.
Segundo, servimos con toda el alma. Se requiere esfuerzo físico y un empeño diligente. Para la obra misional se necesita tener fortaleza y resistencia. Ustedes sirven con toda el alma cuando se ocupan de las necesidades de los demás, como “alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente” (Mosíah 4:26).
Después, servimos con toda la mente. Sus pensamientos deben ser limpios y puros, centrados en el Salvador; han hecho convenio de recordarlo siempre; buscan la guía del Espíritu Santo por medio del estudio de las Escrituras y la oración. Al alinear sus pensamientos, palabras y acciones con la mente y la voluntad de Dios, reconocen las necesidades de los demás, son dignos de servir y están preparados para hacerlo.
Por último, servimos a Dios con toda nuestra fuerza. Una forma de obtener fuerza es ejercitar fe en la expiación del Salvador. Ustedes se arrepienten y se santifican mediante la obediencia a Sus mandamientos; sienten el poder habilitador del Salvador y presencian milagros al servir con la fuerza del Señor (véase Alma 26:12).
Al servir a Dios con toda el alma, Él promete que serán purificados del pecado y preparados para estar en Su presencia y recibir Su gloria eterna.