Voces de los Santos de los Últimos Días
Con las manos vacías, pero llenas de fe
Después de servir en la Misión Filipinas Cagayán de Oro, estaba decidido a seguir el consejo del profeta y de los apóstoles de casarme en el templo. La mayoría de mis parientes y amigos no miembros, e incluso algunos miembros, me decían que debía obtener primero un título universitario o tener un buen trabajo antes de pensar en el matrimonio. No tenía ninguna de las dos cosas cuando me comprometí.
Estaba nervioso, pero recordé un relato sobre el presidente Gordon B. Hinckley (1910-2008) cuando recibió su llamamiento misional a Inglaterra. Se estaba preparando para salir en medio de presiones económicas y preocupaciones que le inquietaban. Justo antes de irse, su padre le entregó una tarjeta con las siguientes palabras: “No temas, cree solamente” (Marcos 5:36). También recordé las palabras de mi obispo: “Ten fe, Dios proveerá”. Esas palabras me dieron ánimo y fortaleza para seguir adelante.
A pesar de tener casi “vacías las manos”, me casé con mi adorable novia en el Templo de Manila, Filipinas. Poco después comencé a trabajar para una empresa en la cual tenía que trabajar los domingos. Yo quería santificar el día de reposo, así que ese trabajo no duró mucho tiempo. Muchos se preguntaban por qué había dejado mi trabajo, pero seguí adelante, repitiéndome las palabras: “Ten fe, Dios proveerá”.
Empecé a conducir un “jeepney” [en Filipinas, especie de bus tomado de un jeep] y a trabajar como agente de ventas para satisfacer nuestras necesidades básicas y prepararnos para la llegada de nuestro primer bebé. Mi esposa notó que estaba agotado tratando de proveer para nuestra familia. Me dijo que necesitaba volver a la escuela, pero pensé que sería difícil trabajar, servir en la Iglesia y estudiar.
Yo tenía razón; fue difícil, pero hicimos nuestro mejor esfuerzo por guardar los mandamientos. A menudo no nos alcanzaba el dinero, pero con la ayuda del Fondo Perpetuo para la Educación de la Iglesia, pude terminar mis estudios antes de que naciera nuestro segundo hijo. Conseguí un trabajo como maestro de escuela secundaria y también llegué a ser coordinador de Seminario e Instituto.
Seguir el consejo del profeta y de otros líderes de la Iglesia me ayudó a comprender que el matrimonio ofrece grandes oportunidades para el crecimiento espiritual y la madurez. He sido bendecido gracias a mi matrimonio y al Evangelio.
No debemos temer, ni siquiera en las circunstancias más difíciles, solo necesitamos hacer lo mejor y recordar estas palabras: “Ten fe, Dios proveerá”.