¿Cómo guardo el equilibro entre no juzgar a los demás y no justificar el pecado?
Se nos manda perdonar a los demás y dejar el juicio final en manos de Dios (véase D. y C. 64:9–11), pero eso no significa que justifiquemos el pecado. Si estamos entre personas que se comportan de manera pecaminosa, debemos ser una luz para ellos y defender lo que es correcto. Como mínimo, esto implica que nosotros mismos demos un buen ejemplo, al no participar del pecado ni colocarnos en situaciones o compañías que sean cuestionables. Pero, ¿debemos señalar la mala conducta de los demás para hacerles saber las leyes de Dios y cuál es nuestra posición ante ellas? Y, si es así, ¿cuándo y cómo debemos hacerlo?
La respuesta probablemente dependa de la situación, de la clase de relación que tengamos con las personas involucradas y del conocimiento que esas personas tengan de las leyes de Dios. Por ejemplo, hablar “de tú a tú” con familiares o buenos amigos es mejor que llamar al arrepentimiento a personas que apenas conoces en una sala llena de gente. Busca la inspiración del Espíritu Santo. Él puede guiar tus palabras y acciones para que puedas mostrar un adecuado equilibrio de amor, tolerancia y firme compromiso con las normas del Señor.