El verdadero milagro
El autor vive en Utah, EE. UU.
La mano del Señor se hizo evidente no solo en la recuperación de Paola, sino también en la conversión de su padre al Evangelio.
Lo que le sucedió a Paola Yáñez, dicen sus doctores, fue un milagro médico. La condición de la adolescente de Quito, Ecuador, mejoró de repente, su padre pudo donarle uno de sus riñones, el trasplante fue un éxito y ella tuvo una segunda oportunidad de vivir.
Sin embargo, Marco Yáñez, su padre, dice que lo que le sucedió a él fue igualmente increíble. Halló el Evangelio, y el cambio que este produjo en su vida también le dio una segunda oportunidad.
Un ataque de nefritis durante la niñez había dañado los riñones de Paola, pero la medicina la había ayudado a vivir. Sin embargo, cuando tenía 15 años su estado empeoró. Uno de sus riñones no funcionaba, y el otro estaba deteriorándose rápidamente. A pesar de los tratamientos de diálisis, Paola se estaba muriendo poco a poco. Podía beber tan solo un vaso de agua al día, y sus actividades se vieron severamente restringidas debido a que los riñones, el páncreas y el corazón habían sido afectados.
Era imposible trasladarla a Estados Unidos o Cuba para que recibiera un trasplante; tendría que encontrar un donante en Ecuador. Los análisis indicaban que su padre no podía ser el donante. Su madre sí podía, pero entonces los médicos descubrieron que la diálisis había dejado el nivel de anticuerpos de Paola tan elevado que el trasplante sería rechazado. Paola rogaba que de alguna manera pudieran salvarle la vida.
Entonces, en junio de 1988, los misioneros Santos de los Últimos Días llamaron a la puerta de la familia Yáñez. La madre de Paola, Carmen, recuerda que los invitó a pasar para burlarse de ellos. Cuando le dijeron que tenían un mensaje que podría ayudarla, ella dijo con enojo: “¿Cómo pueden ayudarme si mi hija se está muriendo? ¡Yo no creo que Dios existe!”.
A pesar de la antipatía inicial de Carmen, los misioneros siguieron visitando a la familia. Al principio Marco sentía que simplemente estaba demasiado ocupado con el cuidado de su hija como para prestar atención a los misioneros. Pero al final escuchó por curiosidad. Descubrió que ellos tenían respuestas a sus preguntas sobre el propósito de la vida.
Marco no creía en un Dios personal; para él, Dios era una fuente de energía universal o un ser grande y distante que no se relacionaba con los seres humanos. Pero cuando su hija se encontraba en la condición más crítica, él oró, pidiéndole a Dios que sanara a su doliente hija o se la llevara. Él rogó: “Si existes, por favor demuéstramelo; por favor dame la vida de mi hija”.
Después de su oración, Marco sintió profundamente que el estado de Paola cambiaría. Les pidió a los médicos que volvieran a hacerles análisis a él y a su hija. Le respondieron que el análisis sería una pérdida de tiempo, pero aceptaron hacerlo.
Descubrieron que en realidad Marco era un donante compatible, ¡y que la condición de Paola había mejorado lo suficiente como para que pudiera recibir un trasplante!
El día antes de la operación, Marco y Paola aceptaron que los misioneros les dieran una bendición del sacerdocio.
Tanto Marco como Paola esperaban recuperarse en el hospital durante un tiempo después de su operación. Sin embargo, Marco fue dado de alta cinco días después, y Paola, que esperaba quedarse por dos meses, permaneció en el hospital apenas 13 días. Marco atribuyó su rápida recuperación a las bendiciones del sacerdocio, y supo que debía tomar en serio el mensaje de los misioneros.
Marco y Carmen Yáñez fueron bautizados el 11 de septiembre de 1988. Paola, quien había escuchado las lecciones de los misioneros antes de la operación, y su hermana menor, Patricia, fueron bautizadas el 3 de noviembre. Para aquel entonces su padre había recibido el sacerdocio Aarónico y tuvo la oportunidad de bautizarlas.
El hermano Yáñez cree que el Señor contestó su oración y le permitió ser el donante de Paola a fin de cambiar su corazón. “Si hubieran operado a mi esposa en vez de a mí, creo que hubiera seguido teniendo la misma vida”, comenta. No era una vida que lo enorgullecía: tomaba, fumaba y apostaba. Superó sus adicciones, dice él, gracias a las respuestas a sus oraciones. Pero fue muy difícil; él reconoce que solo Dios podía ayudarlo a cambiar.
El hermano Yáñez dice que ahora tiene un gran testimonio de la Palabra de Sabiduría y de la ley del diezmo. Cuando los misioneros le enseñaban, él tenía abierto su negocio los siete días de la semana para pagar el tratamiento de Paola, el cual costaba US$1.000 al mes. La ley del diezmo “fue muy difícil de aceptar para mí”, reconoce, pero tomó la decisión de santificar el día de reposo y poner a prueba la promesa que se encuentra en Malaquías 3:10 al pagar el diezmo. Cuando cerró su tienda los domingos, dice él, “los que solían comprar el domingo compraron el sábado, y compraban más”. Hoy en día él está en una posición económica mucho mejor de la que tenía cuando abría su negocio siete días a la semana.
Al mirar atrás, Marco Yáñez se sorprende de los cambios que ha habido en su persona, y reconoce que sus súplicas por la vida de su hija llevaron a toda la familia a un nivel de espiritualidad que jamás había creído posible.