¿Quién sigue al Señor? Las lecciones del Campo de Sion
Tomado de un devocional de la Semana de la Educación, “Who’s on the Lord’s Side? Now Is the Time to Show” [¿Quién sigue al Señor? Toma tu decisión], pronunciado en la Universidad Brigham Young–Idaho el 30 de julio de 2010.
La expedición del Campo de Sion que dirigió el profeta José Smith en 1834 es un extraordinario ejemplo de cómo decidir tomar partido por el Señor. Repasar la historia del Campo de Sion puede ayudarnos a aprender lecciones valiosas y eternas de aquel significativo episodio de la historia de la Iglesia que se aplican a nuestra vida y a las circunstancias actuales.
¿Qué fue el Campo de Sion?
El profeta José Smith recibió una revelación en 1831 que designaba a Independence, condado de Jackson, Misuri, [EE. UU.], como el sitio de Sion, el lugar central de recogimiento para los Santos de los Últimos Días y la ubicación de la Nueva Jerusalén que se menciona tanto en la Biblia como en el Libro de Mormón (véase D. y C. 57:1–3; véanse también Apocalipsis 21:1–2; Éter 13:4–6). Para el verano de 1833, los colonos mormones constituían aproximadamente un tercio de la población del condado de Jackson. El número, que aumentaba rápidamente; la potencial influencia política; y las distintivas creencias religiosas y políticas de aquellos recién llegados eran causas de preocupación para los otros colonos del área, quienes, por lo tanto, exigieron que los miembros de la Iglesia desalojaran sus casas y propiedades. Cuando no se actuó de conformidad con dicho ultimátum, los habitantes de Misuri atacaron los asentamientos en noviembre de 1833 y forzaron a los santos a partir.
La formación del Campo de Sion se mandó por revelación en febrero de 1834 (véase D. y C. 103). El propósito principal de ese ejército del Señor era proteger a los mormones del condado de Jackson de ataques adicionales, después de que la milicia de Misuri cumpliera con su obligación de escoltar a los colonos a salvo hasta sus casas y tierras. El campo, además, había de llevar dinero, provisiones y dar apoyo moral a los indigentes santos. Por consiguiente, durante mayo y junio de 1834, una compañía de más de doscientos voluntarios Santos de los Últimos Días dirigida por el profeta José Smith viajó aproximadamente 1.450 km (900 millas) desde Kirtland, Ohio, hasta el condado de Clay, Misuri. Hyrum Smith y Lyman Wight también reclutaron un grupo —más pequeño— de voluntarios del Territorio de Míchigan, y se reunieron con el grupo del Profeta en Misuri. Entre quienes participaron en el Campo de Sion se hallaban Brigham Young, Heber C. Kimball, Wilford Woodruff, Parley P. Pratt, Orson Hyde y muchos otros reconocidos personajes de la historia de la Iglesia.
Mi propósito no es describir los detalles de esa rigurosa travesía ni relatar todos los episodios significativos en lo espiritual que tuvieron lugar. Permítanme tan solo resumir algunos de los acontecimientos más importantes de la expedición del Campo de Sion:
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El gobernador de Misuri, Daniel Dunklin, no proporcionó la prometida ayuda de la milicia que necesitaban los colonos mormones para restablecerse en sus tierras.
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Las negociaciones que se entablaron entre los líderes de la Iglesia, los funcionarios del estado de Misuri y los ciudadanos del condado de Jackson para evitar un conflicto armado y resolver las disputas tocantes a las propiedades no llegaron a un acuerdo satisfactorio.
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Por último, el Señor mandó a José Smith que disolviera el Campo de Sion e indicó por qué los ejércitos del Señor no habían logrado el objetivo que imaginaban (véase D. y C. 105:6–13, 19).
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El Señor mandó a los santos que se granjearan la buena voluntad de la gente de aquella zona en preparación para el tiempo en que Sion fuese recuperada por medios legales en vez de militares (véase D. y C. 105:23–26, 38–41).
El ejército de Sion se dividió en grupos más pequeños a finales de junio de 1834, y los papeles de la baja militar definitiva se expidieron los primeros días de julio de dicho año. La mayoría de los voluntarios regresaron a Ohio.
¿Qué lecciones podemos aprender del Campo de Sion?
Al no restablecer a los santos en sus tierras del condado de Jackson, algunas personas consideraron al Campo de Sion una empresa fallida e infructuosa. Un hermano de Kirtland —alguien que carecía de la fe para ofrecerse como voluntario e ir con el Campo de Sion— se encontró con Brigham Young al regreso de este de Misuri y le preguntó: “‘Bien, ¿qué consiguieron ustedes en este inútil viaje a Misuri con José Smith?’. ‘Todo lo que esperábamos lograr’, replicó sin demora Brigham Young. ‘No cambiaría la experiencia que obtuve en esa expedición por todas las riquezas del condado de Geauga’”, que era el condado donde estaba Kirtland por entonces1.
Los invito a pensar seriamente en la respuesta de Brigham Young: “Todo lo que esperábamos lograr”. ¿Cuáles son las enseñanzas clave que podemos aprender de una empresa que no logró su propósito expreso pero que, a pesar de todo, supuso para aquellos santos y puede suponer para nosotros bendiciones para toda la vida?
Creo que pueden hallarse al menos dos lecciones predominantes en la respuesta del hermano Brigham a aquella pregunta mordaz: (1) la lección de las pruebas, de la criba y de la preparación; y (2) la lección de observar a las Autoridades Generales, de aprender de ellas y de seguirlas. Recalco que estas lecciones son igual de importantes, o tal vez más, que aprendamos y apliquemos hoy en día como lo fueron hace poco más de 180 años para los voluntarios del Campo de Sion.
La lección de las pruebas, de la criba y de la preparación
Los resueltos santos que marcharon con el ejército del Señor fueron puestos a prueba; tal como el Señor declaró: “He oído sus oraciones y aceptaré su ofrenda; y me es menester traerlos hasta este punto para poner a prueba su fe” (D. y C. 105:19).
En su sentido más literal, los retos físicos y espirituales del Campo de Sion constituyeron la criba para separar el trigo de la cizaña (véanse Mateo 13:25, 29–30; D. y C. 101:65), la separación de las ovejas de los cabritos (véase Mateo 25:32–33), la separación de las personas espiritualmente fuertes de las débiles. Así, cada hombre y mujer que se alistó en el ejército del Señor afrontó y respondió la penetrante pregunta de “¿quién sigue al Señor?”2.
Mientras Wilford Woodruff resolvía sus asuntos de negocios y se preparaba para unirse al Campo de Sion, sus amigos y vecinos le advirtieron que no emprendiera un viaje tan peligroso. Le aconsejaron: “No vaya. Si lo hace, perderá la vida”. Él contestó: “Iría aunque supiera que una bala me atravesaría el corazón al dar el primer paso dentro del estado de Misuri”3. Wilford Woodruff sabía que no debía temer las malas consecuencias en tanto que fuera fiel y obediente. Él claramente estaba del lado del Señor.
En verdad, el momento de “[tomar la] decisión”4 para aquellos fieles hombres y mujeres fue en el verano de 1834. No obstante, la decisión de marchar con el profeta José a Misuri no fue necesariamente una respuesta inmediata, ni que se dio una sola vez, ni que abarcaba todo, a la pregunta: “¿Quién sigue al Señor?”. El momento de tomar la decisión para aquellos santos se presentaría frecuente y repetidamente mediante la fatiga física y mental, mediante ampollas sangrantes en los pies, mediante alimentos insuficientes y agua impura, mediante una multitud de desilusiones, mediante disensiones y rebeliones dentro del campo, y mediante amenazas externas de enemigos feroces.
El momento de tomar la decisión llegó con las experiencias y las privaciones de cada hora, de cada día y de cada semana. Fue la magnífica combinación de las muchas decisiones y acciones aparentemente pequeñas en la vida de esos dedicados santos lo que dio una respuesta concluyente a la pregunta: “¿Quién sigue al Señor?”.
¿De qué modo las pruebas y la criba que tuvieron lugar en la vida de los participantes del Campo de Sion actuaron como preparación? Es interesante notar que ocho de los hermanos llamados al Cuórum de los Doce Apóstoles en 1835, así como todos los Setentas llamados al mismo tiempo, eran veteranos del Campo de Sion. En una reunión posterior al llamamiento de los Setenta, el profeta José Smith declaró:
“Hermanos, sé que algunos de ustedes se hallan enfadados conmigo porque no peleamos en Misuri, pero permítanme decirles que Dios no quería que pelearan. Él no podía organizar Su reino con doce hombres que abrieran las puertas del Evangelio a las naciones de la tierra, y con otros setenta que estuvieran bajo la dirección de estos y siguieran sus pasos, a menos que los eligiera de un grupo de hombres que hubieran ofrecido su propia vida y hubieran hecho un sacrificio tan grande como el de Abraham.
“Ahora el Señor tiene Sus doce y Sus setenta, y se llamará a otros cuórums de setentas”5.
Verdaderamente, el Campo de Sion fue un fuego purificador para todos los voluntarios en general y para muchos futuros líderes de la Iglesia del Señor en particular.
La experiencia que adquirieron los voluntarios del ejército del Señor también fue una preparación para las mayores y futuras migraciones de los miembros de la Iglesia. Más de veinte de los participantes del Campo de Sion llegaron a ser capitanes y tenientes en dos grandes éxodos; el primero, tan solo cuatro años después, implicó el traslado de entre 8.000 y 10.000 personas de Misuri a Illinois6; y el segundo, doce años después, fue la gran migración al Oeste de aproximadamente 15.000 Santos de los Últimos Días de Illinois al valle de Salt Lake y a otros valles de las Montañas Rocosas. El Campo de Sion fue de inmenso valor para la Iglesia como capacitación preparatoria. El año 1834 fue el momento de tomar la decisión, así como de prepararse para 1838 y 1846.
Como personas y familias, a nosotros también se nos probará, se nos pasará por la criba y se nos preparará, como sucedió con los miembros del Campo de Sion. Las Escrituras y las enseñanzas de las Autoridades Generales están repletas de promesas de que la fe en el Señor Jesucristo, el hacer, honrar y recordar convenios sagrados, y la obediencia a los mandamientos de Dios nos fortalecerá a fin de que nos preparemos para las pruebas de la vida terrenal, y para que las afrontemos, las superemos y aprendamos de ellas.
Los líderes de la Iglesia del Señor han indicado claramente algunas de las pruebas colectivas o generacionales que podemos esperar afrontar en nuestra época y generación. En 1977, como Presidente del Cuórum de los Doce Apóstoles, el presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) hizo oír su voz profética de amonestación en una reunión de representantes regionales. Cito ahora en gran medida el mensaje del presidente Benson y los invito a centrar su atención en este oportuno consejo:
“Cada generación tiene sus pruebas y su oportunidad de resistir y probarse a sí misma. ¿Le gustaría conocer una de nuestras pruebas más difíciles? Escuchen las palabras de exhortación de Brigham Young: ‘Lo que más temo en cuanto a este pueblo es que se harán ricos en esta tierra, olvidarán a Dios y a Su pueblo, se volverán opulentos, se harán echar de la Iglesia e irán a parar al infierno. Este pueblo resistirá los ataques de populachos, el robo, la pobreza y todo género de persecución, y permanecerá fiel; pero mi temor más grande es que no podrá resistir las riquezas’”.
El presidente Benson continúa diciendo: “Por tanto, al parecer tenemos la prueba más difícil de todas, porque sus males son más sutiles, más astutos. Todo se presenta como si fuera menos amenazante y es más difícil de detectar. Si bien toda prueba a la rectitud supone una lucha, esa prueba en particular no parece ser una prueba en absoluto, ni una lucha, y es así que podría ser la más engañosa de todas.
“¿Saben lo que la paz y la prosperidad pueden hacerle a un pueblo? Pueden hacerlo adormecer. El Libro de Mormón nos advirtió sobre cómo Satanás, en los últimos días, nos conduciría astutamente al infierno. El Señor tiene en la tierra algunos gigantes espirituales en potencia que ha reservado durante seis mil años para que ayuden a conducir el Reino triunfalmente, y el diablo trata de adormecerlos. El adversario sabe que probablemente no tendrá gran éxito en hacerlos cometer muchos pecados de comisión graves y muy malos. De modo que les induce un sueño profundo, como Gulliver, mientras los descarría mediante pequeños pecados de omisión. ¿Y de qué sirve como líder un gigante adormecido, neutralizado y tibio?
“Tenemos muchos gigantes espirituales en potencia que deberían elevar de forma más vigorosa su hogar, el Reino y el país. Tenemos muchas personas que piensan que son buenos hombres y mujeres, pero tienen que ser buenos para algo; patriarcas firmes, misioneros valientes, obreros del templo y de historia familiar valientes, patriotas dedicados, y miembros de cuórum devotos. En resumen, se nos ha de sacudir y despertar de un adormecimiento espiritual”7.
Consideren que la opulencia, la prosperidad y la comodidad pueden ser pruebas de nuestros días iguales o mayores en intensidad que las persecuciones y las penurias físicas que sobrellevaron los santos que se ofrecieron como voluntarios para la marcha del Campo de Sion. Tal como el profeta Mormón describió en su magnífico resumen del ciclo del orgullo que se encuentra en Helamán 12:
“Y así podemos ver cuán falso e inconstante es el corazón de los hijos de los hombres; sí, podemos ver que el Señor en su grande e infinita bondad bendice y hace prosperar a aquellos que en él ponen su confianza.
“Sí, y podemos ver que es precisamente en la ocasión en que hace prosperar a su pueblo, sí, en el aumento de sus campos, sus hatos y sus rebaños, y en oro, en plata y en toda clase de objetos preciosos de todo género y arte; preservando sus vidas y librándolos de las manos de sus enemigos; ablandando el corazón de sus enemigos para que no les declaren guerras; sí, y en una palabra, haciendo todas las cosas para el bienestar y felicidad de su pueblo; sí, entonces es la ocasión en que endurecen sus corazones, y se olvidan del Señor su Dios, y huellan con los pies al Santo; sí, y esto a causa de su comodidad y su extrema prosperidad” (Helamán 12:1–2).
Los invito a notar específicamente la frase final del último versículo: “Y esto a causa de su comodidad y su extrema prosperidad”.
El presidente Harold B. Lee (1899–1973) también enseñó sobre la prueba colectiva de la comodidad que afrontamos en nuestros días: “Se nos prueba, se nos acrisola, atravesamos algunas de las pruebas más rigurosas hoy en día y tal vez no nos damos cuenta de la intensidad de las pruebas que atravesamos. En aquellos días hubo asesinatos, ataques de populachos y destierros. Fueron expulsados al desierto, estaban hambrientos y desnudos, y tenían frío. Vinieron aquí, a esta tierra favorecida. Somos herederos de aquello que nos dieron, pero, ¿qué hacemos con ello? Hoy en día, disfrutamos de nadar en una abundancia de un género tal que jamás hemos visto en la historia del mundo. Parecería que esta fuera probablemente la prueba más rigurosa de todas las pruebas que hayamos tenido en la historia de esta Iglesia”8.
Esas enseñanzas de los profetas modernos y antiguos acerca de las pruebas y dificultades de los últimos días son aleccionadoras y solemnes. Sin embargo, no deben ser desalentadoras ni debemos temer. En el caso de quienes tienen ojos para ver y oídos para oír, las advertencias espirituales conducen a velar de un modo cada vez más alerta. Ustedes y yo vivimos en un “día de amonestación” (D. y C. 63:58). Y puesto que se nos ha amonestado y se nos amonestará, debemos estar, como aconsejó el apósol Pablo, “velando… con toda perseverancia” (Efesios 6:18). Conforme velemos y nos preparemos, ciertamente no tenemos necesidad de temer (véase D. y C. 38:30).
¿Quién sigue al Señor? Tomen ahora su decisión de demostrar que tenemos una mente y un corazón que aceptan y que serán receptivos a dichas advertencias inspiradas. Tomen ahora su decisión de demostrar que velamos y nos preparamos para resistir las pruebas de los últimos días de la prosperidad y el orgullo, de la opulencia y la comodidad, y de un corazón endurecido y de olvidar al Señor nuestro Dios. Tomen ahora su decisión de demostrar que seremos fieles en todo momento en cualesquiera cosas que nuestro Padre Celestial y Su Amado Hijo nos confíen; y que guardaremos los mandamientos de Dios y andaremos rectamente ante Él (véase Alma 53:20–21).
La lección de observar a las Autoridades Generales, aprender de ellas y seguirlas
Los resueltos santos del ejército del Señor tuvieron la bendición de observar a las Autoridades Generales, de aprender de ellas y de obedecerlas. Y nosotros, hoy en día, podemos beneficiarnos en gran medida del ejemplo y la fidelidad de los dedicados miembros del Campo de Sion.
Como respuesta al consejo de Parley P. Pratt, Wilford Woodruff viajó a Kirtland, Ohio, en abril de 1834 para unirse al Campo de Sion. El relato del hermano Woodruff de su primer encuentro con el profeta José Smith es instructivo para todos nosotros:
“Aquí, por primera vez en mi vida, conocí y tuve una entrevista con nuestro amado profeta José Smith, el hombre a quien Dios había escogido para sacar a la luz Sus revelaciones en estos últimos días. El primer encuentro no fue de la clase que satisfaría las ideas preconcebidas de la mente prejuiciosa en lo tocante a cómo había de ser un profeta y cómo habría de verse. Podría haber consternado la fe de algunos hombres; hallé a él y a su hermano Hyrum disparando a un blanco con un par de pistolas. Cuando dejaron de disparar, me presentaron al hermano José y este me estrechó la mano del modo más cordial. Me invitó a alojarme en su casa mientras permaneciera en Kirtland. Acepté aquella invitación con el mayor entusiasmo, y fui muy edificado y bendecido durante mi estancia con él”9.
Me parece digno de mención que el hermano Woodruff, quien vivió durante un tiempo en la casa del Profeta e indudablemente tuvo la extraordinaria oportunidad de observarlo en la rutina del diario vivir, fuera bendecido con ojos para ver más allá de “las ideas preconcebidas de la mente prejuiciosa en lo tocante a cómo había de ser un profeta y cómo habría de verse”. Tales ideas falsas nublan la vista de muchas personas del mundo hoy en día, tanto dentro como fuera de la Iglesia restaurada del Señor.
Como consecuencia de mi llamamiento en el año 2004 a servir en el Cuórum de los Doce Apóstoles, tengo una perspectiva definitivamente peculiar sobre lo que significa observar a las Autoridades Generales, aprender de ellas y seguirlas. Ahora veo a diario las personalidades individuales, las diversas preferencias y los nobles caracteres de los líderes de esta Iglesia. Algunas personas encuentran las limitaciones e imperfecciones humanas de las Autoridades Generales inquietantes y perjudiciales para su fe. Para mí, esas debilidades edifican la fe. El modelo revelado del Señor para el gobierno de Su Iglesia prevé y atenúa el impacto de la flaqueza humana. Para mí, es verdaderamente milagroso ver al Señor llevar a cabo Su voluntad por medio de Sus siervos a pesar de los defectos y fallas de Sus líderes escogidos. Esos hombres nunca han afirmado ser perfectos ni lo son; no obstante, ciertamente son llamados de Dios.
Wilford Woodruff, que era presbítero cuando caminó hasta Misuri con el ejército del Señor, declaró luego, mientras prestaba servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Obtuvimos una experiencia que no hubiéramos podido obtener de ninguna otra manera. Tuvimos el privilegio de… viajar mil seiscientos kilómetros [mil millas] [al lado del Profeta], y de ver cómo el Espíritu de Dios obraba en él, así como las revelaciones que recibió de Jesucristo y el cumplimiento de estas… Si no hubiera acompañado al Campo de Sion, no estaría aquí hoy”10.
El último domingo de abril de 1834, José Smith invitó a cierto número de los líderes de la Iglesia a dirigir la palabra a los voluntarios del Campo de Sion que estaban congregados en una escuela. Después de que los hermanos hubieron concluido sus mensajes, el Profeta se levantó e indicó que la instrucción lo había edificado. Luego profetizó:
“Quiero decirles ante el Señor que, concerniente al destino de esta Iglesia y este Reino, ustedes no saben más de lo que sabe un bebé en brazos de su madre. No lo comprenden… Esta noche solo ven aquí a un puñado de hombres con el sacerdocio, pero esta Iglesia se extenderá por América del Norte y del Sur, cubrirá todo el mundo”11.
Hombres tales como Brigham Young, Heber C. Kimball, Orson Pratt y Wilford Woodruff escucharon y aprendieron mucho del Profeta aquella noche; y años después ayudaron a cumplir su anuncio profético. ¡Cuán gloriosas oportunidades tuvieron esos hombres de observar al Profeta, aprender de él y seguirlo!
Es importante que todos nosotros recordemos que podemos aprender tanto de las enseñanzas de las Autoridades Generales, como de los ejemplos de sus vidas. A la luz de la majestuosa visión del futuro crecimiento de la Iglesia que expresó el profeta José Smith, ahora consideren el poder de su ejemplo personal en la ejecución de labores rutinarias y triviales, pero necesarias. George A. Smith describió en su diario personal la reacción del Profeta a las dificultades diarias de la marcha a Misuri.
“El profeta José tomó sobre sí por completo la porción que le tocó de las fatigas de toda la jornada. Además de encargarse de suministrar lo necesario y presidir al grupo, recorrió a pie casi todo el camino, con los pies llenos de ampollas, sangrando y doloridos… Pero durante todo el viaje jamás profirió murmuración ni queja alguna, mientras que la mayoría de los demás hombres iban a él para quejarse de los pies doloridos o ampollados, los largos recorridos, el escaso suministro de provisiones, la mala calidad del pan, el pan de maíz en mal estado, la mantequilla rancia, la miel con un sabor demasiado fuerte, el tocino y el queso con gusanos, etc. No podía un perro ladrar a algunos de los hombres sin que estos se quejaran a José. Si había que acampar con agua insalubre, eso los ponía a punto de rebelarse. Aun así, formábamos el Campo de Sion, y muchos de nosotros no orábamos, éramos desconsiderados, descuidados, desatentos, necios o maliciosos y no lo sabíamos. José tuvo que soportarnos y enseñarnos como a niños”12.
José era un gran ejemplo del principio que enseñó Alma: “Porque el predicador no era de más estima que el oyente, ni el maestro era mejor que el discípulo… y todos trabajaban, todo hombre según su fuerza” (Alma 1:26).
Desde mi llamamiento como Autoridad General, he tratado de observar y aprender conforme algunos de mis hermanos de las Autoridades Generales han afrontado los efectos de la vejez, o las implacables exigencias de las limitaciones físicas y el dolor constante. Ustedes no pueden conocer ni conocerán nunca el sufrimiento privado y silencioso que algunos de esos hombres viven mientras prestan servicio públicamente con todo su corazón, alma, mente y fuerza. El servir con el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008), el presidente James E. Faust (1920–2007), el élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), el presidente Boyd K. Packer (1924–2015), el élder L. Tom Perry (1922–2015), el élder Richard G. Scott (1928–2015) y observarlos, así como a mis demás compañeros apostólicos, me faculta para declarar con claridad y autoridad que las Autoridades Generales con quienes sirvo son guerreros —nobles y grandes guerreros espirituales— en el sentido más veraz y admirable de la palabra. Su paciencia, persistencia y valor les permite “seguir adelante con firmeza en Cristo” (2 Nefi 31:20), algo digno de emular por parte de nosotros.
El presidente Lee advirtió sobre una prueba colectiva adicional que se torna cada vez más generalizada en esta generación: “En la actualidad estamos pasando por otra prueba, un período al que podríamos definir como de sofisticación. Esta es una época en la que mucha gente inteligente no está dispuesta a escuchar a los humildes profetas del Señor… Esta es, en realidad, una prueba muy seria”13.
La prueba de la sofisticación es compañera de la prueba de la prosperidad y de la comodidad. Cuán importante es que cada uno de nosotros observe a las Autoridades Generales, aprenda de ellas y las siga.
“¿Quién sigue al Señor?” Ahora es el momento de tomar la decisión de demostrarlo al escuchar y obedecer el consejo de los apóstoles y profetas vivientes llamados por Dios en estos últimos días para supervisar y dirigir Su obra sobre la tierra. Ahora es el momento de tomar la decisión de demostrar que la “palabra [de Dios] no pasará, sino que toda será cumplida, sea por [Su] propia voz o por la voz de [Sus] siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38). Ahora es el momento de tomar la decisión y demostrarlo. ¡El momento es ahora!
Nuestro propio Campo de Sion
En algún punto de nuestra vida, a cada uno de nosotros se nos invitará a marchar en nuestro propio Campo de Sion. El momento de la invitación variará y los obstáculos particulares que podamos hallar en la jornada serán diferentes; pero en definitiva, nuestra reacción continua y constante a ese llamado inevitable brindará respuesta a la pregunta “¿Quién sigue al Señor?”.
El momento de tomar la decisión es ahora, hoy, mañana y siempre. Ruego que siempre recordemos las lecciones relacionadas de las pruebas, la criba y la preparación; y las de observar a las Autoridades Generales, aprender de ellas y seguirlas.