Mensaje de Área
¿Estoy perdiendo mis bendiciones?
El camino para obtener las bendiciones
¡Cuánto nos ama nuestro Padre Celestial y cuánto desea bendecir nuestras vidas y la de nuestra familia!
Él nos ha dado el camino por medio del cual esas bendiciones pueden llegar a nosotros. En una revelación al profeta José, Él nos declaró.
“¿Quién soy yo, dice el Señor, para aprometer y no cumplir?
Mando, y los hombres no obedecen; revoco, y no reciben la bendición.
Entonces dicen en su corazón: Esta no es la obra del Señor, porque sus promesas no se cumplen. Pero, ¡ay de tales!, porque su recompensa yace abajo, y no es de arriba”1.
El Señor es fiel en cumplir sus promesas. Él no miente, es el Dios de verdad.
Algunas de las promesas más impresionantes fueron dadas por el Señor a través de uno de sus profetas. Esta promesa inicia primeramente con una pregunta: “¿Robara el hombre a Dios?2”.
Esta pregunta pareciera más un reproche a todos aquellos que no somos fieles al hermoso mandamiento de los diezmos y las ofrendas, sin embargo, al meditar sobre la instrucción que sigue a la pregunta encontramos un dulce mensaje de un Padre que anhela darnos aquellas bendiciones que nos acercarán más a Él y que nos ayudará a desarrollar atributos de la deidad.
Todo es del Señor
Cuando analizamos nuestra vida no es difícil llegar a la conclusión de que nada de lo que tenemos nos pertenece realmente. Hoy lo disfrutamos, pero pareciera ser que solamente lo tenemos prestado, aunque algunas veces pensamos que nos pertenece.
Al descubrir tumbas de gobernantes antiguos en Egipto y en las civilizaciones de las Américas, se han encontrado grandes tesoros acompañados de los cuerpos que allí fueron enterrados con la esperanza de que pudieran disfrutar de ellos en “el más allá” pero ¿quién disfrutó de ellos? Los saqueadores de tumbas. Algunos de esos tesoros con suerte llegaron a formar parte de museos, pero sus espíritus se fueron vacíos.
Bien dijo Pablo a Timoteo: “Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar”3.
Todo lo que tenemos en esta vida es prestado a pesar de que algunas veces decimos “es mío, porque yo tengo el título de propiedad. Bien haríamos en recordar las palabras del Señor cuándo el declaró:
“Y es mi propósito abastecer a mis santos, porque todas las cosas son mías”4.
De todo lo que tenemos prestado El Señor ha declarado que hay algo que a Él le pertenece y esos son los diezmos y las ofrendas.
No sea generoso con lo que no le pertenece
Hace muchos años escuché la historia de un hombre que no pagaba sus diezmos y ofrendas porque decidió que era mejor darlo a los necesitados directamente. Cuando le relató eso a un fiel miembro de la Iglesia, la respuesta que recibió fue: “me parece que usted está siendo muy generoso con algo que no le pertenece”.
Las promesas
¿Qué estaría yo dispuesto a hacer para obtener la bendición de ver las ventanas de los cielos abiertas para bendecir mi vida?5.
Toda bendición se basa en el cumplimiento de la ley relacionada con esa bendición. Si cumplimos con la ley, el Señor derrama la bendición, si no cumplimos, retira la bendición.
Aun cuando bendiciones temporales siguen a los que son fieles a los diezmos y ofrendas, hay bendiciones que no vemos pero que cambian nuestro ser, estas llegan a ser aún más importantes que aquellas que logramos contar con números.
Hace muchos años me encontraba en mi trabajo cuando recibí una llamada de mi esposa quien me dijo: “Mi amor me acaban de robar el carro”. Recientemente lo había comprado, era un vehículo muy bonito, todavía olía a nuevo. Ella me relató que, al salir de la capilla de unas clases de piano de los niños, un vehículo se atravesó, se bajaron personas armadas y le pidieron las llaves. Ella les dijo a los niños que salieran rápido del carro, se bajó y entregó las llaves. De pronto se dio cuenta de que los libros de la escuela de los niños se habían quedado adentro. Eso le preocupo más que la pérdida del carro. Eran libros que ya no se podían conseguir porque llegaban de otro país solo a inicios del año. Así que se llenó de valor y les dijo a los asaltantes algo así como: “Señor ladrón, por favor, déjeme sacar los libros de la escuela de mis hijos”. Era un ladrón muy amable porque este le contestó: “Claro que sí, señora, pase adelante”. Y recuperó los libros.
Pero la experiencia más reconfortante fue que no sentí ningún pesar por la pérdida de ese vehículo. Aunque perdí el dinero que tanto me había costado ahorrar, sentí paz en mi corazón. Al pasar los días estuve meditando sobre la razón de ese sentimiento y recibí una clara impresión:
“El pagar los diezmos y las ofrendas me ayudó a no poner mi corazón en las riquezas temporales” Mi corazón ya no estaba en ellas. Entonces entendí mejor lo que El Salvador declaró:
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón6”.
Pablo también lo declaró en una forma muy clara:
“Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores7”.
Esta es una de las más grandes bendiciones derivadas de la ley del diezmo y la ofrenda, es el desarrollo de una virtud cristiana tan necesaria para llegar a ser más como Él es.
La ley de las ofrendas es la raíz de una de las más grandes bendiciones que una persona pueda llegar a desarrollar, el don de la Misericordia y del Amor. Cuando ayunamos sentimos hambre, eso nos ayuda a recordar que hay muchos que padecen de hambre, no porque estén ayunando sino porque no tienen el pan para llevar a su mesa. Al pensar en ellos, nuestras entrañas se llenan de compasión y nace en nosotros el deseo de ayudar y calmar el hambre del necesitado. Es entonces que entendemos cuán importante es dar “una ofrenda generosa.” A cambio, un nuevo atributo cristiano empieza a nacer en nuestros corazones.
Sí, nuestro amoroso Padre Celestial desea bendecirnos con bendiciones temporales, pero más que todo, con aquellas bendiciones que sí nos podremos llevar al salir de este mundo, bendiciones que perduran y se extienden más allá de la tumba porque llegan a ser bendiciones que cambian nuestro ser y nos volvemos más como Él es.
Extendemos una invitación a todos en el Área: niños, jóvenes y adultos a hacerse merecedores de las bendiciones prometidas a aquellos que cumplen con la ley del diezmo y la ofrenda.