Faneva el misionero
Faneva miró por la ventana hacia la ajetreada calle afuera de su casa. Había personas que empujaban carretas llenas de verduras, arroz, ropa y otros productos para vender, y podía oír las bocinas de los autos sonando y a los perros ladrando. Entonces escuchó otro sonido.
“¡Mamá, alguien está llamando a la puerta!”, avisó Faneva. La mamá abrió la puerta y en el umbral vio a dos jóvenes vestidos con traje y corbata. Faneva nunca había visto a nadie así vestido en su vecindario de Madagascar.
“Somos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, dijo uno de ellos. “Enseñamos a las personas acerca de Jesús. ¿Podemos compartir un mensaje con ustedes?”.
Faneva se sintió entusiasmado cuando la mamá los invitó a entrar. Toda la familia se reunió para escuchar en cuanto a Jesucristo y Su Iglesia, que otra vez estaba sobre la tierra.
Después de aquel día, los misioneros visitaron muchas veces a la familia de Faneva. Llevaron un libro titulado Historias del Libro de Mormón y a Faneva le encantaba leerlo con su familia.
Algún día seré misionero y compartiré el Libro de Mormón con otras personas, se decía Faneva.
En otra de sus visitas, los misioneros enseñaron a la familia de Faneva la manera de orar. Faneva aprendió que podía hablar al Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier lugar.
Algún día seré misionero y enseñaré a las personas en cuanto a la oración, pensó Faneva.
Un día, los misioneros les hicieron una importante pregunta.
“¿Seguirán el ejemplo de Jesucristo y serán bautizados?”, preguntó uno de ellos.
Faneva se sintió feliz. “¡Sí!”, exclamó.
“¡Sí!”, exclamaron su hermano y su mamá.
El papá dijo que él todavía no estaba preparado para bautizarse, pero que le parecía bien que el resto de la familia se bautizara. ¡Y así lo hicieron! A Faneva lo bautizó uno de los misioneros que le había enseñado acerca de Jesús.
Algún día seré misionero y ayudaré a las personas a bautizarse, pensó Faneva.
Una de las mejores partes de ser miembro de la Iglesia era ir a la Primaria. A Faneva le encantaban las actividades y hacer nuevos amigos, pero lo que más le gustaba de todo era cantar las canciones de la Primaria. Un domingo, en la Primaria, estaban cantando canciones sobre compartir el Evangelio.
“Yo quiero ser un misionero ya”, cantó Faneva. “A ser grande no quiero esperar”.
Puedo comenzar a hacer obra misional ya, pensó Faneva. ¡No tengo que esperar hasta algún día!
Desde entonces, Faneva buscó maneras de compartir el Evangelio. Trataba de ser un buen ejemplo; invitaba a las personas a ir a la Iglesia y ayudaba a sus vecinos. Después de algunos años, fue lo suficientemente grande para ayudar a los misioneros a enseñar a las personas de su ciudad. En unos cuantos años más sirvió su propia misión, y en ella conoció personas nuevas y compartió el Evangelio, tal como los misioneros lo habían compartido con él. ●