La última palabra
Nuestra esperanza, nuestra luz, nuestra fortaleza
De la transmisión de una velada con una Autoridad General para los educadores de religión, celebrada el 8 de febrero de 2019.
Cuando fui ordenado Apóstol, el querido presidente Thomas S Monson (1927–2018) declaró que debía ser un testigo especial del nombre de Jesucristo en todo el mundo. No tomé ese mandato a la ligera. Escudriñé las Escrituras, ubicando al Señor por Sus nombres y títulos. Todos estos que voy a compartir con ustedes son de versículos de las Escrituras que nos recuerdan nuestra esperanza que hay en Él.
Él es la Esperanza de Israel (Jeremías 17:13), la Estrella Resplandeciente de la Mañana (Apocalipsis 22:16), el Buen Pastor (Doctrina y Convenios 50:44), el Consejero (Isaías 9:6; 2 Nefi 19:6), el Príncipe de Paz ( Isaías 9:6; 2 Nefi 19:6), el Libertador (Romanos 11:26), la Luz del Mundo (Juan 8:12), y el Sumo Sacerdote de las cosas buenas por venir (Hebreos 9:11). Él es poderoso para salvar (Alma 34:18; Doctrina y Convenios 133:47) y el que tiene todo poder (Doctrina y Convenios 61:1).
La influencia, la huella y el alcance de Cristo lo abarcan todo. Él está allí cuando vacilamos y nos esforzamos por avanzar. Y si tropezamos, Su “luz que brilla en las tinieblas” (Doctrina y Convenios 6:21) resplandece más que nunca. Él nos ama en nuestras horas más brillantes y en las más oscuras.
Ser un discípulo de Jesucristo no da lugar a conjeturas; Su sendero está bien marcado por Sus pasos. A medida que lo seguimos, llegamos a amar lo que Él ama. Al renovar los convenios con Él cada semana participando de la Santa Cena, aumenta nuestra comprensión de Él como el Redentor del mundo (Doctrina y Convenios 93:9), el Espíritu de Verdad (Doctrina y Convenios 93:9), y el Verbo (Doctrina y Convenios 93:8).
Queridos amigos, ese es el Salvador que conozco, a quien amo y venero con todo mi corazón. Desde lo más profundo de mi alma doy testimonio de Él y de Su bondad y misericordia. Él ha prometido: “[P]orque sois mis amigos y tendréis una herencia conmigo (Doctrina y Convenios 93:45).
Jesucristo es siempre la respuesta a los problemas y desafíos que forman parte de esta experiencia mortal. Al comprender Su misión y Su evangelio, nuestro amor por Él, y nuestra creencia y confianza en Él nos dan fortaleza.