Él puso mi vida en orden
Mi amiga se enteró de que estaba enferma y me envió un rompecabezas que hizo en casa especialmente para mí.
Siempre me había considerado una persona saludable, así que me sorprendí cuando una mañana desperté sintiendo que me oprimía el pecho con tanta fuerza que estaba a punto de explotar. Me llevaron de urgencia al hospital pero, después de horas de pruebas, los doctores no pudieron hallar el problema. Me enviaron a casa, a pesar de que todavía sufría un dolor insoportable. Así comenzó una terrible experiencia, de siete meses de duración, con visitas al médico, hospitalizaciones y el peor dolor que he sentido en mi vida.
Comencé a deprimirme. Tuve que abandonar mis clases de la universidad y volver a vivir con mis padres. No podía salir con amigas; sentía demasiado dolor para ocuparme de cualquiera de mis pasatiempos. Sentía que todo lo que era importante para mí —mis aspiraciones, mis amistades, mis talentos— se habían destrozado y que ahora parecía imposible volver a poner mi vida en orden. Comencé a preguntarme: ¿Cómo pudo el Padre Celestial dejar que me pasara esto? ¿No me amaba?
Después de otra consulta médica decepcionante y dolorosa, todo lo que quería hacer era acurrucarme y llorar, pero al llegar a casa vi algo extraño en el porche: una vieja y desvencijada caja de zapatos cubierta de cinta adhesiva y dirigida a mí.
Una carta sobre la caja revelaba que el paquete provenía de una de mis amigas. Ella se había enterado de que yo estaba enferma y quería levantarme el ánimo. Cuando abrí la caja de zapatos, encontré que estaba llena de pequeñas piezas de poliestireno. Se trataba de un rompecabezas hecho en casa especialmente para mí.
Mientras armaba el rompecabezas, comencé a llorar. El rompecabezas formaba mi nombre, rodeado de bondadosos mensajes de amor y aliento. Mientras armaba el regalo de mi amiga, sentí que las piezas destrozadas de mí misma ahora volvían a ocupar el orden debido.
Poco tiempo después, comencé a tomar una medicación que redujo mis síntomas y sirvió para que los médicos hicieran un diagnóstico. Tenía una enfermedad poco frecuente pero tratable y, con el medicamento adecuado, podría volver a la vida normal.
Incluso a medida que mi cuerpo sanaba, tuve la certeza de que nunca olvidaría lo que había aprendido. Gracias al encantador regalo de mi amiga, supe que se me amaba y que nuestro Padre Celestial no me había olvidado. Después de meses de sentirme destrozada, gracias a la bondad de una amiga y al amor de mi Padre Celestial, volví a sentirme totalmente sana.