Un almuerzo a solas
La autora vive en Utah, EE. UU.
Kali solo quería un amigo.
El Espíritu Santo habla con una voz apacible (véase Canciones para los niños, pág. 56).
Kali entró en el comedor y miró a su alrededor. Todos los demás niños corrían directamente hacia sus amigos y se reunían alrededor de las mesas. En la sala se oía el ruido de voces animadas y risas felices. Era solo el segundo día de clase, pero parecía que todos menos Kali tenían alguien con quien sentarse.
Apretó el asa de la lonchera (porta-almuerzos) y caminó hacia una de las mesas. “¿Puedo sentarme contigo?”, preguntó Kali.
Una niña con una larga trenza castaña levantó la vista, resopló y movió la cabeza. “No. Está ocupado”, respondió.
“Está bien”. Kali se fue a otro asiento vacío y puso su lonchera sobre la mesa.
“¡No te puedes sentar aquí! Está reservado”, dijo un niño que llevaba una camiseta de rayas verdes, y tiró la lonchera de Kali al suelo. Todos sus amigos se rieron.
Kali se agachó y recogió su lonchera; se fue al otro extremo del comedor y se sentó en una mesa vacía. Vio a un vecino suyo e intentó saludar con la mano, pero él miró a otro lado. Kali frunció el ceño. ¿Por qué nadie quería ser su amigo?
Bajó la mirada y vio su almuerzo; ya no le apetecía comer. Se secó las lágrimas, cerró la lonchera y salió de allí.
Todos estaban jugando ya con sus amigos. Kali se sentó sola en un banco y observó cómo los demás niños se divertían sin ella. Entonces vio a un niño de su edad sentado solo sobre el césped. Llevaba una camiseta amarilla manchada y tenía el pelo revuelto en la parte de la nuca.
Kali miró a lo lejos y vio a un grupo de niñas de su clase jugando a las cuatro cuadras. Deseaba que la invitaran a jugar con ellas.
Kali volvió a mirar al niño. Estaba cabizbajo y arrancaba el pasto alrededor de sus pies. Kali recordó algo que a veces decía su mamá: Busca a los niños que estén solos.
Kali frunció el ceño. ¡Ella también estaba sola y nadie se preocupaba por ser su amigo!
Pero luego pensó en el día de su bautismo, el año anterior. Ella prometió escuchar al Espíritu Santo. Quizás el Espíritu Santo le estaba ayudando a recordar lo que su mamá le había dicho. Puede que el Espíritu Santo estuviera tratando de decirle que jugara con el niño de la camiseta amarilla.
Kali suspiró y se puso de pie. Sintió un cálido sentimiento en el corazón. Se acercó y se sentó junto al niño en el césped.
“Hola”, dijo ella.
“Hola”, respondió él entre dientes.
“¿Cuál es tu color favorito?”.
“Mm… el verde”.
“Es bonito. A mí me gusta el rosa”, añadió Kali. “¿Tienes un animal favorito?”.
El niño se incorporó un poco y la miró. “Sí, me gustan mucho los dinosaurios”.
“¡Vaya, a mí también! Mi favorito es el triceratops”.
El niño sonrió.
Entonces sonó la campana. Kali se puso de pie y se despidió de él. Sonrió mientras caminaba sola de regreso a clase. Puede que no tuviera un mejor amigo, pero se sentía feliz de saber que había hecho que el recreo de otra persona fuera un poquito mejor. ●