El primer testamento de Jesucristo

Mi ocupación de profesor requiere que realice investigaciones frecuentes en Jerusalén sobre la Biblia y los Manuscritos del mar Muerto. Mi esposa Camille y yo hemos tenido la bendición de navegar varias veces en barca en el mar de Galilea. Aprovechamos esas oportunidades para reflexionar sobre los muchos pasajes de las Escrituras que hablan de mares.

Por ejemplo, Miqueas dice que Jehová “echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19); no unos cuantos ni una parte de ellos, sino todos. La palabra “todos” indica un perdón total, mientras que “profundo” significa muy por debajo de la superficie del agua, donde nuestros pecados desaparecerán por siempre jamás.

Afortunadamente, Jehová no echa nuestros pecados a la orilla del mar, donde todos los pueden ver. Además, el agua del mar actúa como agente purificador. Gracias a la disposición de Jehová a llevar nuestras iniquidades (véase Isaías 53:11), nuestros pecados son lavados. Mediante nuestro arrepentimiento, afirma el élder Ulisses Soares, del Cuórum de los Doce Apóstoles, se nos promete un lugar a Su lado (véase la página 4).

Otros profetas del Antiguo Testamento presentan numerosos pasajes sobre el Salvador que resultan convincentes y expresivos. Esto se debe a que el Antiguo Testamento es un texto que se enfoca en Jesucristo; en realidad, es el primer testamento de Jesucristo.

Espero que esta verdad resuene en usted este año mientras estudia el Antiguo Testamento y espero también que mi pequeña aportación a la revista Liahona de este mes (véase la página 40) fortalezca su testimonio de esta verdad.

Atentamente,

Donald W. Parry

Profesor de la Universidad Brigham Young