“En un lugar santo”, Liahona, abril de 2022.
En un lugar santo
Cuando el joven pronunció lentamente cada una de las palabras de la oración sacramental, sentimos un potente testimonio del amor de Dios.
Éramos nuevos en el Barrio Dunwoody cuando conocimos a Billy. Cuando comenzó la reunión sacramental, vi que se sentó a la mesa sacramental.
Luego de que el barrio participara del pan, Billy comenzó la oración sacramental del agua, pero tartamudeaba y le costaba pronunciar cada palabra. Las frecuentes distracciones normales y los sonidos de los niños pequeños se fueron apagando. Todos parecieron detenerse a la espera de Billy.
Las palabras de la oración sacramental, que por lo general es fluida y breve, se articularon lentamente y cada palabra se pronunció con extrema dilación y esfuerzo. Al principio sentí pena por el joven y mi corazón se llenó de compasión por él.
Luego todo cambió.
Cuando terminó la primera frase de la oración —una oración que yo había escuchado mil veces—, un nuevo sentimiento inundó el salón. Una calma intensa se adueñó de nosotros y supimos que nos encontrábamos en un lugar santo. Billy no solo estaba leyendo las palabras de la oración, sino que estaba orando sinceramente a su Padre Celestial, quien respondió con un derramamiento incontenible del Espíritu.
El sentimiento del amor de Dios por ese joven era palpable y sentimos que era un privilegio formar parte de aquella ordenanza particularmente espiritual.
Billy continuó y finalmente terminó la oración. Yo no quería que terminara porque deseaba que aquel sentimiento sagrado continuase. Sin embargo, el intenso don del Espíritu perduró mientras se repartía la Santa Cena a la congregación. Fue una verdadera renovación de convenios para arrepentirnos, ser mejores y servir al Señor más plenamente.
Al final de la reunión, caminé hasta la mesa sacramental para darle las gracias al joven. Vi que tenía síndrome de Down. Tartamudeando, me respondió “De nada” con una gran sonrisa.
Años más tarde, en otro barrio, aún recuerdo a Billy. Las reuniones sacramentales son más significativas cuando, como Billy, trato de dirigirme al Padre Celestial en oración con una fe sencilla y ferviente.
El autor vive en Florida, EE. UU.