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La esclerosis múltiple y mi testimonio de Jesucristo
El autor vive en Washington, EE. UU.
Esperaba un milagro del Salvador, pero descubrí que ya había recibido dos.
He sido un golfista entusiasta durante mucho tiempo, pero desde hace varios años, caminar por el campo de golf se ha convertido en un desafío. Seguí jugando al golf pero me vi obligado a usar un carrito para trasladarme. A medida que aumentaban mis dificultades, decidí que era hora de ir al médico. Después de varias pruebas médicas en 2017, finalmente me diagnosticaron esclerosis múltiple progresiva primaria, una enfermedad autoinmune que afecta al cerebro y la médula espinal.
Desde que recibí ese diagnóstico he pasado mucho tiempo reflexionando acerca de los milagros del Salvador, especialmente Sus milagros sanadores. A menudo he pensado que necesito uno. Yo tengo fe, entonces ¿por qué no puedo tener un milagro para ser sanado de mi enfermedad?
Encontrar sanación espiritual
Al estudiar los milagros sanadores del Salvador, he obtenido una mayor comprensión y aprecio por uno de ellos en particular:
Al enterarse del regreso de Jesús a Capernaúm se reunió una gran multitud, quizás porque habían oído acerca de los milagros sanadores que acababa de efectuar. Cuatro personas llevaban a un hombre enfermo de parálisis en una cama tipo camilla para ver al Salvador. La multitud era tan grande que no podían pasar por la puerta ni entrar en la habitación para verlo. ¿Y qué es lo que hicieron? Se subieron al techo, hicieron una abertura y bajaron al hombre con cuerdas (véase Marcos 2:1–4). ¡Qué grandes amigos tenía ese hombre!
Jesús vio su fe y dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5).
Al oír esto, los escribas acusaron al Salvador de blasfemia, diciendo: “¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?” (Marcos 2:7).
Cristo respondió: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?” (Marcos 2:9). Pues para que supieran que Él también tenía la potestad para perdonar pecados como hijo de Dios y Salvador del mundo, procedió a sanar al hombre de su parálisis (véase Marcos 2:10–11).
He pensado mucho acerca de esa experiencia. Este hombre es llevado al Salvador para ser sanado supuestamente de su enfermedad física, y ¿qué es lo primero que hace el Salvador? Declara que le han sido perdonado sus pecados: lo sana espiritualmente. Aunque no sabemos de qué pecados este hombre necesitaba el perdón ni cuánto se había esforzado debido a sus pecados en comparación con su enfermedad, me parece revelador que la primera sanación que el Salvador lleva a cabo en este hombre sea la espiritual.
Al meditar en ello me llegó la siguiente impresión: Ya he recibido uno de los milagros de Jesucristo, a saber, el milagro sanador hecho posible por Su expiación. Todos padecemos una enfermedad espiritual, todos necesitamos ser sanados espiritualmente. El Salvador efectuó el milagro de Su expiación por todos nosotros para que podamos arrepentirnos y regresar a la presencia del Padre Celestial. Solo necesitamos tener la fe para recibir las bendiciones que Él ya ha puesto a nuestra disposición. Este milagro espiritual es más importante de lo que cualquier milagro sanador físico podría llegar a ser.
Sentir esperanza en la resurrección
Aún deseo ser sanado físicamente.
Pero me he dado cuenta de que el Padre Celestial y el Salvador también se han ocupado de eso. Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, sé que yo también resucitaré y recibiré un cuerpo eterno y perfecto; seré sanado de cualquier enfermedad que actualmente me aflige. Aunque ese milagro va a suceder en algún momento futuro y es algo que espero con anhelo, en mi opinión no es un milagro menor que una sanación física instantánea.
En esta existencia terrenal podemos andar por la fe sin saber lo que está por venir. Cuán agradecido estoy por mi fe y el conocimiento de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Salvador del mundo. Él nos ha dado tan grandes dones. Siento Su amor constantemente y ruego que ustedes también lo sientan.
Que nuestra fe en Él y nuestro conocimiento de Él siempre se mantengan fuertes.