2023
Calla, enmudece: Calmar nuestras tormentas
Febrero de 2023


“Calla, enmudece: Calmar nuestras tormentas”, Liahona, febrero de 2023.

Los milagros de Jesús

Marcos 4:35–41; Mateo 14:22–33

Calla, enmudece: Calmar nuestras tormentas

Los milagros del Señor mostraron que a veces Él calma la tormenta, y a veces calma al marinero.

Jesús y Sus discípulos en una barca durante una tormenta

The Storm on the Sea of Galilee [La tormenta en el mar de Galilea], por Rembrandt Van Rijn, © Isabella Stewart Gardner Museum / Bridgeman Images

Cada uno de nosotros se ve afectado por tormentas o pruebas en diferentes etapas de la vida. La naturaleza y la duración de esas tormentas varían y son singulares, según nuestras circunstancias. A menudo, esos desafíos nos toman por sorpresa. Por mucho que tratemos de prepararnos para las tormentas de la vida, con frecuencia nos damos cuenta de que no tenemos el poder de calmarlas.

El ministerio y los milagros de Jesucristo nos ofrecen la esperanza de que podemos tener ayuda al enfrentarnos a esas tormentas. El Salvador realizó dos de esos milagros en el mar de Galilea. En ambos casos, el Salvador y Sus apóstoles cruzaban el mar por la noche en medio de fuertes tormentas. Un estudio minucioso de los aspectos espirituales y físicos de estos dos milagros puede enseñarnos algunas lecciones importantes sobre el poder del Salvador para ayudarnos a hacer frente a nuestras propias tormentas.

A veces Él calma la tempestad…

El milagro (Marcos 4:35–41)

Marcos nos dice que el primero de esos dos milagros tuvo lugar después de que Jesús hubo pasado buena parte del día enseñando a la multitud junto al mar de Galilea. La multitud se sentó en una colina con vistas al mar y el Salvador se sentó en una barca. Por la noche, el Salvador y Sus apóstoles subieron a una barca para cruzar a la ribera oriental del mar.

Sin embargo, al poco tiempo, la barca se vio envuelta en una fuerte tormenta. Mientras el Salvador dormía apaciblemente, Sus discípulos se esforzaban de modo desesperado por conservar la vida. Los vientos y las altas olas amenazaban con hundir la barca. Finalmente, desesperados, los Apóstoles despertaron al Salvador con las angustiosas palabras: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?”. Entonces, el gran milagro:

“Y levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza.

“Y a ellos les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:38–40).

La física

La singular geografía del mar de Galilea hace que sea susceptible a tormentas de viento. Con 21 kilómetros [13 millas] de largo y 13 kilómetros [8 millas] de ancho, el mar se encuentra a una altura de 210 metros [690 pies] por debajo del nivel del mar, rodeado de colinas. Algunas de las colinas se elevan hasta 610 metros [2000 pies] sobre el mar. Al atardecer, el aire cálido y húmedo sobre el agua a menudo se eleva, mientras que el aire más fresco de las colinas desciende rápidamente, creando vientos de gran velocidad sobre la superficie del agua. Además, el mar de Galilea es relativamente poco profundo, con una profundidad máxima de 43 metros [141 pies], lo cual tiende a producir olas más grandes cuando las velocidades del viento son altas.

Aunque se han hecho avances para simular y predecir tormentas, los seres humanos no tenemos la capacidad de controlarlas. Solo a lo largo del siglo pasado hemos aprendido cómo podemos influir tanto en el tiempo como en el clima. Se ha utilizado la siembra de nubes para iniciar las precipitaciones, y hay evidencia de que los entornos urbanos y la contaminación pueden alterar tanto el clima local como el mundial. Sin embargo, la capacidad de poner fin a una tormenta, especialmente en tan poco tiempo, excede las capacidades humanas. El viento es el resultado de las variaciones espaciales de temperatura y presión. Una tormenta de viento solo terminará cuando la temperatura y la presión alcancen el equilibrio.

Las lecciones

Una lección que he aprendido de ese milagro es que el Salvador tiene poder sobre los elementos. Fue el Salvador el que creó la tierra, las aguas, la atmósfera y todo lo que hay en el planeta (véase Juan 1:3). En la Creación, tenía el poder de mandar a los elementos y ellos obedecían (véase Abraham 4:18). El milagro de calmar la tormenta demostró que Él tenía ese mismo poder durante Su ministerio terrenal.

Creo que el Salvador estaba enseñando acerca del poder salvador y protector que posee. Los vientos del mal pueden causar toda clase de olas tumultuosas en nuestra vida (véase Helamán 5:12). Al recurrir al Salvador, podemos ser protegidos del mal y de sus efectos. Podemos ser salvos de la destrucción espiritual (véase Mateo 7:24–27).

El Salvador en verdad tiene el poder de calmar las tormentas de nuestra vida. A veces las tormentas se calman rápidamente y otras veces tenemos que soportarlas por un tiempo. Pero recuerden que un mismo viento puede causar mayores olas en las aguas poco profundas que en las aguas profundas. A medida que profundicemos nuestra fe en el Salvador, descubriremos que nos afectan menos los vientos y las olas espirituales que antes habrían amenazado con agobiarnos.

A veces calma al marinero

Jesús sujeta a Pedro en el agua

Finisher of Faith [El Consumador de la fe], por J. Alan Barrett

El milagro (Mateo 14:22–33)

Cuando una gran multitud siguió al Salvador hasta un lugar apartado, Él les enseñó y luego les dio de comer milagrosamente. Por la noche, envió a los discípulos en una barca para que se adelantaran a Él y cruzaran al otro lado del mar. Despidió a la multitud y subió a un monte cercano a orar.

En el mar había un fuerte viento en contra y los discípulos habían avanzado poco. Más tarde, esa misma noche, el Salvador decidió reunirse con ellos de una manera milagrosa: caminando sobre el agua.

Cuando Pedro lo vio, quiso dejar la relativamente segura embarcación para emular al Salvador y andar sobre el agua. Al inicio, Pedro tuvo éxito, pero cuando el temor se apoderó de él, comenzó a hundirse hasta que el Salvador lo rescató (véase Mateo 14:22–33).

La física

Una de las implicaciones físicas de este milagro es que la comprensión que el Salvador tiene de la gravedad, la dinámica de fluidos y otros principios de la física es muy superior a la nuestra. Por ejemplo, nuestra comprensión científica de la gravedad ha aumentado con el tiempo. En el siglo XVII, Sir Isaac Newton describió matemáticamente la gravedad como una fuerza que actúa entre dos masas en el universo. El científico inglés Henry Cavendish, a finales del siglo XVIII, demostró que existe una fuerza de gravedad que se puede medir. El considerar a la gravedad como una fuerza cambió cuando Albert Einstein publicó su teoría general de la relatividad en 1915. Su explicación de la gravedad, que ahora es ampliamente aceptada, es que las masas crean una distorsión de la estructura tanto del tiempo como del espacio.

A medida que nuestra comprensión de la gravedad ha aumentado, hemos aplicado esa comprensión de maneras que han cambiado nuestra percepción de las limitaciones que la gravedad nos impone. Por ejemplo, imaginemos lo que habría sido formar parte de los miles de personas que se encontraban en la ciudad de Nueva York junto al río Hudson en 1909 cuando Wilbur Wright se elevó hacia el cielo y voló sobre el río y alrededor de la Estatua de la Libertad. La gente de aquel día estaba asombrada porque Wilbur Wright parecía desafiar la gravedad. Habían sido testigos de un milagro: el milagro del vuelo.

Las lecciones

El milagro del Salvador al andar sobre el mar de Galilea muestra que todavía tenemos mucho que aprender sobre la gravedad y otras leyes físicas. Hay muchas cosas que no comprendemos del todo.

Es posible que el Salvador también estuviera enseñando a Sus discípulos, entonces y ahora, en cuanto a Su poder para fortalecer, elevar y habilitar. Todos afrontamos el viento y las olas de los desafíos de esta vida. Al igual que con Pedro, así es con nosotros. A veces las tormentas no se apaciguan, y la única manera de atravesarlas y llegar a nuestro destino eterno es salir a la tempestad centrados decididamente en el Salvador.

Tenemos que tener fe en el poder habilitador del Salvador de ayudarnos a superar nuestros propios temores y limitaciones. Ese es un mensaje importante que se halla presente en ambos milagros.

Hay muchas lecciones de estos milagros que nos ayudarán e inspirarán a medida que progresemos en nuestro propio trayecto. Los milagros del Salvador son un gran testimonio de Su divinidad, Su inteligencia y Su gran sacrificio expiatorio por cada uno de nosotros. Por medio de Su poder podemos tener paz cuando las olas amenacen sumirnos, y podemos tener confianza en que Él nos levantará hasta un lugar superior en el reino de nuestro Padre.

Él en verdad tiene el poder de calmar las tormentas, así como a los marineros.