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La vida no es justa, pero está bien que así sea
Cuando la vida parezca injusta, recuerda que el Salvador sobrellevó la máxima injusticia.
Estoy segura de que, mientras crecía, me habré quejado a mis padres unas mil veces de que las cosas que no fueran justas; de que no era mi turno de lavar los platos; de tener más tareas que mis hermanos menores.
La respuesta de mis padres siempre era la misma. Un unánime y rotundo: “¡La vida no es justa!”.
Pero aparentemente nunca lo entendí.
Aun así, llegué a mis veintitantos años pensando todavía que la vida debía ser justa. En lo referente a vivir el Evangelio, yo esperaba recibir bendiciones inmediatas por guardar los mandamientos. Y suponía que el no guardar los mandamientos siempre traería pesar y dolor.
Mi perspectiva comenzó a cambiar cuando mi hermana decidió dejar la Iglesia. Aparentemente, ella también había creído que vivir el Evangelio traería bendiciones instantáneas. Así que, cuando no vio las bendiciones que esperaba, comenzó a dudar de lo que había creído.
Para mayor confusión, después de dejar la Iglesia, algunas de las cosas que había estado esperando empezaron a ocurrir. Y de seguro no sufría el pesar que yo pensaba que sobrevenía cuando no escogías seguir a Jesucristo.
Yo estaba feliz de que ella fuera feliz, pero también me preocupaba que sus circunstancias afortunadas pudieran convencerla más de que la Iglesia no era verdadera.
En cuanto a mí, seguía viviendo el Evangelio, pero algunas bendiciones que yo esperaba todavía no llegaban. No parecía justo.
Una vez más, la respuesta era evidente, clara como el agua: “La vida no es justa”. Estas son algunas cosas que he llegado a comprender al respecto.
Cambiar mis ideas en cuanto a la injusticia
Les suceden cosas buenas y malas tanto a las personas que viven el Evangelio, como a las que no lo viven: Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Es parte de la vida.
Entonces, ¿qué hay de las promesas de que vivir el Evangelio trae bendiciones y gozo? Las Escrituras dicen que cuando guardamos los mandamientos somos bendecidos (véase Mosíah 2:22). Sin embargo, es posible que las bendiciones no siempre lleguen de la manera o en el momento en que esperamos que lo hagan. Vivir el Evangelio no garantiza que tendremos más dinero, más éxito o menos pruebas que otras personas. Y eso no significa que podamos esperar bendiciones temporales particulares de Dios como forma de “pago” por ser rectos1.
No obstante, hay ciertas bendiciones que podemos esperar conforme guardamos los mandamientos. Se nos promete que siempre tendremos el Espíritu con nosotros (véase Moroni 4:3). Además, conforme acudamos al Señor con fe, se nos dará fortaleza para afrontar las pruebas que inevitablemente vendrán2.
Se nos promete gozo y paz verdaderos (la clase de gozo y paz que no depende de nuestras circunstancias)3. Y también se nos promete el don más grande de todos: la vida eterna. El élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha dicho: “Su fe en el Padre Celestial y en Jesucristo se verá recompensada con más de lo que puedan imaginarse”4.
Al cambiar mi comprensión sobre lo justo, tuve que decidir por qué escojo vivir el Evangelio. ¿Lo vivo porque espero que Dios me bendiga, o por otro motivo?
Me di cuenta de que la motivación más importante para mí es mi amor por el Padre Celestial y Jesucristo.
El Salvador vence toda injusticia
En Su amor y misericordia, el Salvador, que fue sin pecado, pagó el máximo precio injusto y me ofreció gozo eterno a mí, que soy imperfecta. El élder Renlund ha dicho: “Nada se compara con la injusticia que Él sufrió […], pero Él eligió hacerlo debido a Su amor por nosotros y por el Padre Celestial”5. La salvación es un don que no merecemos ni podemos ganar; pero el Salvador la ofrece a todos, si escogemos volvernos a Él.
Asimismo, el élder Renlund enseñó:
“En las eternidades, el Padre Celestial y Jesucristo resolverán toda injusticia […].
“Gracias a Él, podemos tener paz en este mundo y ser de buen ánimo. Si se lo permitimos, Jesucristo consagrará las injusticias para nuestro provecho [véase 2 Nefi 2:2]. No solo nos consolará y restaurará lo que se haya perdido [véanse Job 42:10, 12–13; Jacob 3:1]; Él utilizará las injusticias para nuestro beneficio”6.
Cuán agradecida estoy por un Salvador que sobrellevó la máxima injusticia por mí y por mis seres queridos. Él nos espera con los brazos abiertos y nos ofrece el don de la vida eterna y la paz sempiterna.