2023
Servir en llamamientos en el momento y el lugar en que el Señor nos necesita
Febrero de 2023


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Servir en llamamientos en el momento y el lugar en que el Señor nos necesita

Aunque se nos pueda relevar de los llamamientos, nunca se nos releva de la responsabilidad de hacer el bien.

dos hombres que sonríen al estrecharse la mano

Fotografía con modelos

Cuando era joven, mi familia se mudó y se unió a un nuevo barrio. Poco después, mi papá fue llamado como obispo. Fue un tanto desconcertante desde nuestra perspectiva limitada: había otros hombres calificados en el barrio, y mi papá sentía que no conocía a los miembros ni sus necesidades individuales tan bien como le hubiera gustado.

Sin embargo, dio lo mejor de sí y sirvió de modo fiel, trabajando arduamente para llegar a conocer a quienes servía. Para el momento en que terminó su servicio, sentía un gran amor por los miembros de nuestro barrio.

Y justo después de su relevo, recibió el llamamiento de trabajar en la guardería.

Fue extraordinario ver la transición. Amaba a los niños de la guardería y se preocupaba por planificar lecciones y actividades que los ayudaran a desarrollar un cimiento fuerte en el Evangelio. Aunque su llamamiento en el barrio había cambiado, mantuvo una estrecha relación con los miembros del barrio que había llegado a conocer y amar, y continuó aprendiendo nuevas maneras de servir a sus hermanos y hermanas.

También tenía más tiempo para dedicar a nuestra familia; poco después del relevo, mi mamá obedeció la impresión de volver a la universidad y obtener un título avanzado, así que sus responsabilidades en el hogar aumentaron en tanto ella pasaba más tiempo estudiando. Fue una verdadera bendición para la familia contar con su ayuda en aquel momento.

Las responsabilidades de mi papá habían cambiado, pero la importancia y el impacto de sus responsabilidades no lo hicieron. El Señor sabía lo que era mejor tanto para el barrio, como para mi familia. Como explicó el presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia: “[N]o se nos ‘degrada’ al ser relevados, y no se nos ‘asciende’ cuando se nos llama; no hay ‘ascensos ni descensos’ en el servicio del Señor. Únicamente se da marcha ‘hacia adelante o hacia atrás’, y esa diferencia radica en la forma en que aceptamos y actuamos con respecto a nuestros relevos y llamamientos”1.

Llamados a servir y asignados a trabajar

Al hablar sobre la obra misional, el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, marcó la distinción entre ser asignado a un lugar y ser llamado a servir:

“Noten que la primera oración [de un llamamiento misional] es un llamado a servir como misionero de tiempo completo en la Iglesia restaurada del Señor. La segunda oración indica la asignación a servir en un lugar y una misión específicos. Es esencial que todos entendamos la importante distinción que se expresa en esas dos oraciones.

En la cultura de la Iglesia, con frecuencia hablamos de ser llamados a servir en cierto país como Argentina, Polonia, Corea o Estados Unidos, pero al misionero no se lo llama a un lugar; más bien, se lo llama a prestar servicio”2.

Puede ser útil ver los llamamientos de la misma manera. En Doctrina y Convenios 4:3 se nos dice que “si tene[mos] deseos de servir a Dios, so[mos] llamados a la obra”. Independientemente del lugar a dónde seamos “asignados” y cuáles sean nuestras responsabilidades específicas, siempre se nos llama a servir al Señor y a bendecir a Sus hijos como parte de las responsabilidades que hemos asumido por convenio. Podemos estar unidos en nuestro propósito de “sentir el gozo de servir a Dios a través del servicio a Sus hijos (véase Mosíah 2:17)”, sabiendo que “los llamamientos también [nos] ayudan […] a aumentar [nuestra] fe y acercar[nos] más al Señor”3. Sea cual sea la organización o el llamamiento en el que sirvamos, todos somos parte de la misma obra: la obra de salvación y exaltación.

Ser parte del “cuerpo de Cristo”

El presidente Henry B. Eyring, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, explicó que todos los llamamientos se dan para ayudarnos a llegar a ser más semejantes a Cristo y bendecir la vida de otras personas: “Hasta el más nuevo de los miembros de la Iglesia sabe que el llamamiento a servir debe ser, principalmente, un asunto del corazón. Llegamos a conocer al Maestro al entregarle por completo nuestro corazón y guardar Sus mandamientos […].

Se le[s] ha llamado para representar al Salvador. Cuando usted[es] testifica[n], su voz es la de Él, sus manos que auxilian son las de Él”4.

Cuando somos bautizados y hacemos convenios de actuar en el nombre de Cristo, llegamos a ser parte del “cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12:27). Las diferentes partes del cuerpo realizan tareas diferentes, pero todas son igualmente importantes; lo más esencial es que el cuerpo trabaja en conjunto para lograr un propósito unificado. Según el manual Ven, sígueme, “[e]n este tipo de unidad, no solo se reconocen las diferencias sino que se valoran, porque si no hubiera miembros con diversos dones y capacidades, el cuerpo estaría limitado”5.

El Señor conoce nuestras diferentes habilidades y capacidades, y también sabe cómo utilizarlas para bendecirnos a nosotros y a las personas que nos rodean, lo cual incluye invitarnos a servir en diferentes llamamientos y asignaciones en diferentes momentos. Los llamamientos no tienen que ver con el prestigio, el rango ni las calificaciones; tienen que ver con estar dispuestos a someternos a la voluntad de Dios y aceptar que Él nos llamará donde más nos necesite en un momento y lugar específicos.

La obra del Maestro

En su primer discurso después de ser llamado como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) hizo hincapié en la importancia de cada llamamiento en la Iglesia:

“En esta Iglesia no hay ningún llamamiento pequeño o insignificante. Todos, en el desempeño de nuestras tareas, surtimos una influencia en la vida de los demás. El Señor ha dicho refiriéndose a nuestras respectivas obligaciones: ‘De manera que, se fiel; ocupa el oficio al que te he nombrado; socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas debilitadas’ (Doctrina y Convenios 81:5) […].

“Ustedes tienen la misma oportunidad de lograr satisfacción en el desempeño de sus tareas como yo en las mías. El progreso de esta obra lo determinará nuestro esfuerzo mancomunado. Sea cual fuere su llamamiento, todos gozan de las mismas oportunidades que yo de lograr el éxito. Lo que de veras importa es que esta es la obra del Maestro; nuestra labor consiste en continuar haciendo el bien así como Él lo hizo”6.

Las palabras del presidente Hinckley ilustran perfectamente lo que mi padre aprendió como obispo, líder de guardería, cónyuge y padre: el Señor nos pide que sirvamos en diferentes llamamientos a lo largo de nuestra vida, pero Él nunca deja de invitarnos a llegar a ser más semejantes a Él conforme trabajamos para bendecir la vida de quienes nos rodean.