“Ministrar con humildad”, Liahona, febrero de 2023.
Principios de ministración
Ministrar con humildad
Desarrollar una mayor humildad mejorará nuestra capacidad de ministrar como lo hizo el Salvador.
Juan el Bautista es un ejemplo de humildad
Juan el Bautista tuvo gran éxito en su ministerio. Llevó a muchos a una mayor comprensión de la verdad. Pero Juan entendía que su función principal era preparar a las personas para que el Salvador las cambiara. Juan sabía que era necesario que Jesús “crezca, y que yo mengüe” (Juan 3:30). Reconoció quién merecía la alabanza y la gloria. Sabía de dónde provenía el poder para hacer el bien. Mientras que otras personas podrían haber sentido orgullo debido a todo lo bueno que hacían, Juan ejemplificó el atributo cristiano de la humildad.
Cuando Jesús acudió a Juan y pidió ser bautizado, este respondió humildemente con sorpresa ante la petición: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3:14). Entonces Juan volvió a mostrar humildad al obedecer la guía del Salvador y al hacer lo que Él le pedía.
Gracias a su humildad, Juan pudo preparar el camino para que muchos vinieran a Jesucristo.
Practicar la humildad al ministrar
Esforzarnos por aprender humildad contribuirá a nuestros esfuerzos por ministrarnos unos a otros.
1. Se requiere humildad para aceptar la asignación de ministrar de aquellos que son llamados a guiarnos (véanse 1 Pedro 5:1–6; Filipenses 2:8). La humildad nos ayuda a avanzar con fe en que el Señor bendecirá nuestros esfuerzos (véanse Éter 12:27; Doctrina y Convenios 1:28).
2. Se requiere humildad para buscar guía y seguir las impresiones espirituales. El ser humildes nos hará más enseñables y receptivos a las impresiones del Espíritu (véase Doctrina y Convenios 112:10). El corazón humilde está más preparado para recibir inspiración, es más blando y está lleno de compasión. Recibir inspiración nos ayudará a servir de la manera que sea mejor para aquellos a quienes ministramos.
3. Se requiere humildad para relacionarse con alguien que es diferente de nosotros y servirle (véanse Romanos 12:3–5; Filipenses 2:1–3). Independientemente de las diferencias, el tratar de entender en qué somos iguales puede ayudarnos a conectarnos mejor con los demás. Practicar el arte de escuchar atentamente puede ayudarnos a entenderlos, aprender de ellos y reconocer cómo podemos ayudarlos. El preguntarnos: “¿Qué es lo que más me ayudaría si estuviera en sus zapatos?” podría darnos ideas.
4. Se requiere humildad para reconocer que todos estamos aprendiendo y creciendo juntos. Podemos ser pacientes con los demás y esperar que ellos sean pacientes con nosotros (véase Colosenses 3:12–13). El procurar sugerencias sobre las maneras en que podemos mejorar requiere humildad.
5. Para quienes reciben la ministración, aceptar ayuda no siempre es fácil. Por naturaleza queremos sentir que podemos manejar los problemas por cuenta propia. Sin embargo, aceptar la ministración de los demás es una manera de fortalecer las amistades, ya que servir a los demás fomenta el amor entre nosotros. El permitir que otras personas nos sirvan requiere un corazón blando y humilde que todos debemos esforzarnos por adquirir (véase 1 Pedro 3:8–9).
Cultivar la humildad
A medida que lleguemos a conocer al Salvador, sabremos mejor lo que Él haría para ministrar en nuestro lugar. ¿Cómo podemos desarrollar el atributo cristiano de la humildad?
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Podemos ayunar y orar para pedir humildad (véanse Helamán 3:35; Salmo 35:13).
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Podemos recordar y estar agradecidos por lo que Él ha hecho por nosotros (véase Mosíah 4:11).
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Podemos reconocer nuestra dependencia de Él (véanse Mosíah 2:23–25; Éter 12:27).
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Podemos arrepentirnos (véase Alma 5:26–29).
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Nuestra humildad puede aumentar al invitar al Espíritu a nuestra vida (véase Doctrina y Convenios 11:12).