“¿Cómo me puede ayudar el Salvador al ser yo víctima de abuso?”, Ayuda para las víctimas, 2018
“¿Cómo me puede ayudar el Salvador al ser yo víctima de abuso?”, Ayuda para las víctimas
¿Cómo me puede ayudar el Salvador al ser yo víctima de abuso?
El Salvador le puede consolar y sanar. El Salvador experimentó dolores, aflicciones, tentaciones y enfermedades de toda clase (véase Alma 7:11–12). Él sabe cómo ayudarle, darle apoyo, sanarle y consolarle en los momentos en que lo necesite. Él puede quitarle su dolor y sus penas.
Creerle al Salvador puede serle de ayuda
Por ser víctima de abuso, quizás se pregunte cómo le puede ayudar el Salvador a sanar. Tal vez piense que el sacrificio expiatorio del Salvador era únicamente para aquellos que pecan y necesitan arrepentirse. Usted no es culpable del abuso por el que ha pasado, ni tampoco es necesario que se le perdone por las acciones que otro cometió contra usted. Entonces, ¿cómo le ayuda el Salvador? A causa de Su sacrificio, Él comprende por lo que cada persona ha pasado. Aunque tal vez no sepamos con exactitud la forma en que el Salvador fue capaz de sentir todos nuestros dolores, podemos tener fe en que Él comprende a todo hombre, a toda mujer y a todo niño de manera perfecta (véase 2 Nefi 9:21). Él puede proporcionar paz y fortaleza para seguir adelante.
Usted puede procurar el poder sanador del Salvador y confiar en que Él le ayudará.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“Por lo tanto, el Salvador ha sufrido no solo por nuestros pecados e iniquidades, sino también por nuestras angustias y dolores físicos, nuestras debilidades y faltas, temores y frustraciones, desilusiones y desánimo, pesares y remordimientos, desesperanza y desesperación, por las injusticias y desigualdades que experimentamos, y las angustias emocionales que nos acosan.
“No hay dolor físico, no hay herida espiritual, no hay angustia de alma, pena, enfermedad ni debilidad que ustedes y yo afrontemos en la vida terrenal que el Salvador no haya experimentado primero. En un momento de debilidad quizá clamemos: ‘Nadie sabe lo que se siente; nadie entiende’. Pero el Hijo de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado las cargas de cada uno; y gracias a Su infinito y eterno sacrificio (véase Alma 34:14), tiene perfecta empatía y nos puede extender Su brazo de misericordia. Él puede tendernos la mano, conmovernos, socorrernos, sanarnos y fortalecernos para ser más de lo que podríamos ser y hacer lo que no podríamos si nos valiésemos únicamente de nuestro propio poder” (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, págs. 89–90).
El Salvador tiene el poder para ayudarle y sanarle, si se lo permite. Algunas veces Él quitará la carga y en ocasiones le ayudará a tener “paciencia y [soportar] esas congojas, con una firme esperanza de que algún día [descansará] de todas [sus] aflicciones” (Alma 34:41). Si bien usted aún puede sentir dolor, no tiene que soportarlo solo.
El presidente James E. Faust enseñó: “El ofendido debe hacer todo lo posible para superar sus pruebas, y el Salvador socorrerá ‘a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos’ [Alma 7:12]. Él nos ayudará a llevar nuestras cargas. Algunas heridas duelen tanto y son tan profundas que no se pueden curar sin la ayuda de un poder superior y una esperanza en la justicia perfecta y la restitución en la vida venidera. Dado que el Salvador ha padecido todo lo imaginable que nosotros podemos sentir o experimentar, Él puede ayudar a los débiles a fortalecerse. Él lo ha experimentado todo, comprende nuestro dolor y caminará a nuestro lado aun en los momentos más difíciles” (“La Expiación: nuestra mayor esperanza”, Liahona, enero de 2002, pág. 22).
Recurrir al poder sanador del Salvador
Usted puede recurrir a la ayuda y al poder sanador del Salvador si ora honesta y sinceramente al Padre Celestial para que le dé paz, consuelo y sanación. También puede hacerlo si aprende más sobre Jesucristo y Su expiación.
El presidente Russell M. Nelson enseñó que hay cuatro cosas que podemos hacer para “obtener en nuestra vida el poder de nuestro Señor y Maestro, Jesucristo”. Nos aconsejó:
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Aprender del Salvador.
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Elegir tener fe en Él y seguirle.
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Hacer y guardar convenios sagrados.
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Acudir a Él.
El presidente Nelson explicó: “Cuanto más sabemos acerca del ministerio y la misión del Salvador —cuanto mejor comprendemos Su doctrina y lo que Él hizo por nosotros—, más claramente sabemos que Él puede darnos el poder que necesitamos para nuestras vidas” (“Cómo obtener el poder de Jesucristo en nuestra vida”, Liahona, mayo de 2017, págs. 39–41).
El Salvador a menudo trabaja por medio de otras personas
Si bien el Salvador proporciona paz y consuelo a través del Espíritu Santo, a menudo invita a otras personas a que también nos sirvan. El presidente Spencer W. Kimball enseñó la siguiente verdad: “Dios nos ve, y vela por nosotros; pero generalmente es por medio de otra persona que Él atiende a nuestras necesidades” (véase “La vida plena”, Liahona, junio de 1979, pág. 3).
Como víctima de abuso, quizás sienta que está solo. Al orar al Padre Celestial, pídale la capacidad de reconocer los momentos en que las personas le estén tendiendo una mano de ayuda. Luego, humildemente, permita que otras personas le ayuden de maneras pequeñas y sencillas. A veces esa persona podría ser un hermano o una hermana ministrante, el cónyuge u otro familiar, o un líder de la Iglesia (véase “¿A dónde puedo acudir para recibir ayuda?”). Permita que le ayuden a ponerse en contacto con otros recursos de protección y sanación, como ayuda médica, consejeros profesionales y líderes de la Iglesia. Al combinar el apoyo espiritual con la ayuda profesional, usted podrá comenzar a encontrar esperanza y sanación.
Recursos comunitarios y de la Iglesia
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“Soportar sus cargas con facilidad”, David A. Bednar, Liahona, mayo de 2014
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“Cómo obtener el poder de Jesucristo en nuestra vida”, Russell M. Nelson, Liahona, mayo de 2017
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“¡Él vive y yo lo honraré!”, Richard G. Scott, Liahona, mayo de 2010
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“La Expiación: nuestra mayor esperanza”, James E. Faust, Liahona, enero de 2002
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“En la fuerza del Señor”, David A. Bednar, Liahona, noviembre de 2010