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Exodo 20
Los Diez Mandamientos
(11-1) Introducción
Hay muchas personas, aun algunos cristianos, que parecen creer que los Diez Mandamientos fueron solamente para la dispensación mosaica y que no son parte del evangelio actual. Al comenzar a estudiar estos diez principios, revelados hace más de tres mil años, pregúntese qué importancia tienen en la actualidad. ¿Forman parte del evangelio como lo tenemos hoy día o eran solamente para los antiguos israelitas? Esta pregunta es sumamente importante para usted. Cecil B. DeMille, productor de la película Los Diez Mandamientos, hizo esta observación:
“Algunos, que no conocen la Biblia ni la naturaleza humana, tal vez vean en la escena de la orgía del Becerro de Oro sólo una expresión de la imaginación hollywoodense; pero quienes tienen ojos para ver apreciarán en la misma una terrible lección acerca de cuán rápidamente una nación, o el hombre mismo, puede caer si no obedece la ley de Dios.
“Si el hombre no es gobernado por Dios, ciertamente será gobernado por tiranos, y no hay tiranía más imperiosa y más devastadora, que el propio egoísmo del hombre sin ley.
“Al desobedecer los Diez Mandamientos, solamente nos destruimos a nosotros mismos. Obedeciéndolos, por el contrario, podemos elevarnos a la plenitud de libertad bajo la guía de Dios. Dios quiere que seamos libres y con osadía divina nos otorgó el poder de elegir.” (Discurso dado en la ceremonia de graduación, en Brigham Young University Speeches of the Year, Provo, 31 de mayo de 1957.)
COMENTARIOS SOBRE EXODO 20
(11-2) Exodo 20:1-17. Las diez grandes piedras fundamentales
Quizás la mayor indicación de la importancia de los Diez Mandamientos sea el hecho de que los mismos se encuentran en tres de los cuatro Libros Canónicos de la Iglesia. Después de que el Señor se los dio a Moisés (véase Exodo 20), éste los repitió al resumir las experiencias de Israel en el desierto (véase Deuteronomio 5:6-21). El profeta Abinadí los citó ante los malvados sacerdotes del rey Noé (véase Mosíah 13:12-24), de manera que también se encuentran en el Libro de Mormón. Y, aunque no dados en la forma exacta en que aparecen en los pasajes anteriores, los mismos principios se encuentran también en el Nuevo Testamento (véase Mateo 5:17-37) y en Doctrina y Convenios (véase D. y C. 42:18-29; 59:5-9). Cuando el Señor recalca algo por medio de tanta repetición, debe ser porque es importante. El élder Mark E. Petersen dijo:
“Con su propio dedo el Señor escribió los Diez Mandamientos sobre planchas de piedra. Estos mandamientos representan la ley básica del Todopoderoso y desde ese entonces han constituido los elementos básicos de la ley civil y religiosa.
“Son fundamentales para nuestra relación con Dios; constituyen parte integral del evangelio restaurado del Señor Jesucristo y son esenciales para que lleguemos a ser perfectos, como nuestro Padre Celestial es perfecto. (D. y C. 42; D. y C. 59.)
“Podemos encontrar algunas variantes de estas leyes en las reglas establecidas en Levítico y Deuteronomio, que se aplican a situaciones específicas, pero, en general, son la base para toda conducta apropiada del hombre.” (Moses, pág. 110.)
Estos mandamientos muestran al hombre, en orden de prioridad, las tres facetas más importantes de sü vida. Los cuatro primeros mandamientos se refieren a su relación con Dios. El quinto establece la importancia de la familia y de las relaciones familiares apropiadas. Los cinco restantes regulan la relación del hombre con sus semejantes. El hombre que se ha comprometido a perfeccionar su relación con Dios, con su familia y con sus semejantes está en camino a la perfección en todas las cosas.
(11-3) Exodo 20:2-3. “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
El primer mandamiento enseña al género humano lo que debe ser más importante en su vida. Si Dios no está primero, entonces todo lo demás se ve afectado. Nada en la vida, ni siquiera algo tan precioso como la familia o la vida misma, puede tener más importancia para nosotros que Dios. Cristo enseñó eso a sus discípulos: “El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”. (Mateo 10:37.) Y en esta dispensación dijo: “No temáis, pues, a vuestros enemigos, porque he decretado en mi corazón probaros en todas las cosas, dice el Señor, para ver si permanecéis en mi convenio hasta la muerte, a fin de que seáis hallados dignos. Porque si no permanecéis en mi convenio, no sois dignos de mí” (D. y C. 98:14-15.)
“Dios no nos favorecerá si lo ponemos en segundo lugar en nuestra vida, y si vamos detrás de cosas mundanales, sin importar lo que ellas sean.
“El mandamiento del Salvador fue: ‘Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia’. (Mateo 6:33.) En revelaciones dadas a José Smith, el Profeta, el Señor enseñó que debemos tener la única mira de glorificar a Dios. (D. y C. 27:2; 55:1; 59:1; 88:67.)” (Petersen, Moses, pág. 111.)
Al principio algunos pueden pensar que el hecho de que el Señor demande adoración y devoción exclusivas suena un tanto egoísta. Pero se debe tener presente lo siguiente: Primero, como Señor y Creador de todo el universo con todo el poder, conocimiento y gloria, Dios no necesita la adoración del hombre para engrandecerse. De manera que su celo no es por proteger su propio estado.
Lo segundo a tener en cuenta es que el Señor enseñó a Moisés que la obra de El es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Cada vez que sus hijos dan más importancia a algo que la que dan a Dios, sea lo que fuere, en ese momento comienzan a desviar la obra de El y sus propósitos. El es la única fuente de poder y conocimiento suficientes para otorgar la salvación, y el poner algo por encima de El disminuye ]a capacidad del hombre de participar de ese poder y conocimiento para salvación propia. Por eso es que, ante todo, El dice a sus hijos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Exodo 20:3).
Un reconocido estudioso de la Biblia lo dice en esta forma: “Este mandamiento prohibe toda clase de idolatría mental y todo apego desmedido a las cosas terrenales, que estimulan los sentidos…Dios es la fuente de felicidad y toda criatura inteligente puede ser feliz solamente mediante El…El primer mandamiento que nos ha dado tiene el propósito de evitarle aflicción al hombre y de darle felicidad, apartándolo de toda dependencia falsa y llevándolo a Dios mismo, la fuente de todo bien.” (Clarke, Bible Commentary, 1:402-3.)
(11-4) Exodo 20:4-6. “No te harás imagen…”
En el prefacio de Doctrina y Convenios el Señor dijo que una de las características del mundo moderno era: “Todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio Dios, cuya imagen es a semejanza del mundo y cuya substancia es la de un ídolo” (D. y C. 1:16). En cuanto a la idolatría, el élder Spencer W. Kimball dijo:
“Sin embargo, la idolatría que más nos preocupa es la adoración consciente a otros dioses. Algunos son de metal, terciopelo, cromo, de madera, de piedra y de ricas telas. No son hechos a imagen de Dios o del hombre, sino que se elaboran para proporcionar al hombre comodidad y deleite, para satisfacer sus caprichos, ambiciones, pasiones y deseos. Algunos carecen de forma física alguna, pues son intangibles.
“…los ídolos modernos o dioses falsos pueden asumir formas tales como ropa, casas, negocios, máquinas, automóviles, botes de recreo y otras numerosas atracciones materiales que nos desvían del camino hacia la santidad. ¿Qué importa que el objeto en sí no tenga la forma de un ídolo? Brigham Young dijo: ‘Igual sería para mí ver a un hombre adorar a un dios pequeño hecho de latón o de madera, que verlo adorar sus bienes’. {Journal of Discourses, 6:196.)
“Las cosas intangibles constituyen dioses igualmente prestos. Los títulos, grados y letras pueden convertise en ídolos. Muchos jóvenes determinan matricularse en la universidad cuando primero deberían cumplir una misión. El título, y el dinero y la comodidad que por estos medios se obtienen parecen ser tan deseables, que la misión queda en segundo lugar. Algunos desatienden el servicio que deben prestar a la Iglesia durante los años de sus estudios universitarios, optando por dar preferencia a la instrucción seglar y despreciando los convenios espirituales que han concertado.
“Hay muchas personas que primero construyen y amueblan una casa, y compran su automóvil, y entonces descubren que ‘no les alcanza’ para pagar sus diezmos. ¿A quién están adorando? Ciertamente no es al Señor de los cielos y de la tierra, pues servimos a quien amamos y damos nuestra primera consideración al objeto de nuestro afecto y deseos. Las parejas jóvenes que no quieren hijos sino hasta que hayan recibido sus títulos quizás se sentirían ofendidas si se tildara de idolatría a su preferencia expresada. Sus pretextos les proporcionan títulos a costa de los hijos. ¿Será una permuta justificable? ¿A quién aman y adoran, a sí mismos o a Dios? Otras parejas, comprendiendo que la vida no tiene como objeto principal las comodidades, el desahogo y los lujos, completan su educación mientras siguen adelante llevando una vida completa, teniendo hijos y prestando servicio a la Iglesia y a la comunidad.
“Muchos adoran la cacería, la pesca, las vacaciones, los días de campo y paseos de fin de semana. Otros tienen como ídolos a las actividades deportivas, el béisbol, el fútbol, las corridas de toros o el golf. Estas actividades, en la mayoría de los casos, interrumpen la adoración del Señor y el prestar servicio para la edificación del reino de Dios. La afición hacia estas cosas no parecerá cosa grave a los participantes; sin embargo, indica dónde ellos están depositando su fidelidad y su lealtad.
“Otra imagen que los hombres adoran es la del poder y el prestigio. Muchos huellan con los pies los valores espirituales, y con frecuencia los valores éticos, en su ascenso al éxito. Estos dioses de poder, riqueza y prestigio son sumamente exigentes, y son tan reales y verdaderos como los becerros de oro de los hijos de Israel en el desierto.” (El milagro del perdón, págs. 38-40.)
(11-5) Exodo 20:5. Si los celos son un rasgo negativo, ¿cómo es que Dios es un Dios celoso?
La raíz hebrea kanah significa “ardor, celo, celos” (Gesenius, Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, pág. 888). Por lo tanto, la implicación es que el Señor posee “sentimientos profundos y firmes” con relación a la idolatría (Exodo 20:5). La razón parece clara: El único poder para salvar de los lazos del pecado a la humanidad está en Dios. Toda adoración falsa, por lo tanto, se interpone entre el pecador y ese poder. Como Dios ama a sus hijos y desea solamente su mayor bienestar eterno, es celoso; es decir, tiene sentimientos profundos con relación a cualquier inclinación a la adoración falsa que aquéllos puedan tener.
(11-6) Exodo 20:5-6. ¿Castiga el Señor a los hijos por la maldad de sus padres?
En varios pasajes el Señor indica que visitará “la iniquidad de los padres sobre los hijos…hasta la tercera y cuarta generación” (Exodo 34:6-7; Números 14:8), lo que se ha interpretado de la siguiente mañera: El Señor no castigaría a nadie por un pecado que no cometió. Si los hijos aprenden el mal proceder de sus padres y siguen su mal ejemplo, el Señor los castigará, mas no lo hará si se arrepienten y le sirven. (Véase D. y C. 124:50-52; 98:46-47.)
(11-7) Exodo 20:7. “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano”
En este mandamiento hay dos aspectos que resaltan por su importancia. Primero, el tercer mandamiento implica que debemos tener una actitud sincera y reverente hacia Dios y su nombre.
“Este precepto no solamente prohibe todo juramento falso, sino también toda blasfemia en la que se usa el nombre de Dios, o donde nos referimos a El como testigo de la verdad. Necesariamente prohibe toda mención liviana e irreverente de Dios o de cualquiera de sus atributos.” (Clarke, Bible Commentary, 1:404.)
En una época en que lo profano domina tanto las conversaciones del mundo, es bueno recordar la advertencia del Señor de que no tendrá por inocentes a tales personas. El élder LeGrand Richards dijo lo siguiente:
“Es difícil entender cómo un individuo puede acercarse verdadera y sinceramente a Dios en oración, buscando una bendición de su mano, y al mismo tiempo ser tan irrespetuoso como para tomar en vano el nombre de El.
“La profanidad es incompatible con la reverencia. Ciertamente en este momento crítico en la historia de nuestra nación, cuando tenemos necesidad de la ayuda de Dios, deberíamos asegurarnos de no ofenderlo con nuestra forma de hablar. Apelamos a nuestros jóvenes para que tengan en reverencia el nombre sagrado de Dios, para que puedan andar aceptablemente delante del Señor a fin de que, si llegara un momento en su vida en que necesiten su ayuda, puedan dirigirse a El con buena conciencia y clamen con fe en que El escuchará su ruego.” (En “The Third Commandment”, The Ten Commandments Today, págs. 52-53.)
Hay un aspecto más que debe considerarse con relación al mandamiento de evitar tomar en vano el nombre de Dios. El establecimiento de convenios y juramentos con Dios es parte integral del evangelio, y cuando nos bautizamos, hacemos el convenio de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo (véase D. y C. 20:37). Si se olvida ese juramento solemne hecho al momento del bautismo, se ha tomado en vano el nombre del Señor. Ante el altar del templo, hombres y mujeres solemnemente juran sujetarse a convenios sagrados. Si al abandonar esos templos viven como si las promesas no tuvieran ningún significado, violan el tercer mandamiento aunque no hayan hablado cosas profanas. Quienes participan todas las semanas de la Santa Cena y lo hacen sin considerar a fondo el significado de tomar sobre sí el nombre del Señor, lo están tomando en vano. Tal liviandad con respecto a las cosas sagradas constituye vanidad a la vista de Dios. El Señor mismo dijo en la revelación moderna: “Por tanto, cuídense todos los hombres de cómo toman mi nombre en sus labios; porque he aquí, de cierto os digo, que hay muchos que están bajo esta condenación, que toman el nombre del Señor y lo usan en vano sin tener autoridad.” (D. y C. 63:61-62.)
Además de los juramentos y convenios religiosos, muchos actos formales de nuestra sociedad moderna van acompañados de juramentos y votos solemnes, los que frecuentemente son desestimados o considerados sin importancia. Claramente, la violación de tales juramentos también es una violación del tercer mandamiento.
(11-8) Exodo 20:8-11. “Acuérdate del día de reposo, para santificarlo”
La doctrina del día del reposo, enseñada a través de las Escrituras, incluye los siguientes conceptos importantes:
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El mandamiento tiene un doble propósito: fomentar tanto el trabajo como la adoración. El mandamiento es trabajar seis días y descansar el séptimo. En otras partes de las Escrituras el perezoso es condenado y el trabajador es ensalzado (véase D. y C. 42:42; 56:17; 60:13; Alma 24:18; 38:12).
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El día de reposo fue dado como señal del descanso de los Dioses después de trabajar en la Creación. El vocablo hebreo shabbat significa “reposo”, o, “cese del trabajo”. El día de reposo está directamente relacionado con la Creación, no solamente en el mandamiento en sí, sino también en pasajes tales como Génesis 2:1-2 y Exodo 31:17.
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Bajo la dispensación mosaica, la violación del día de reposo era un delito que se castigaba con la muerte (véase Exodo 31:14-15). Un reconocido erudito explicó la razón de este castigo:
“Las penas de muerte impuestas como consecuencia de la violación del día de reposo en la época del Antiguo Testamento nos transmiten dos suposiciones obvias: Primero, la ley del día de reposo encierra un principio tan importante y básico que la violación de la misma se torna en ofensa capital. Segundo, la violación del día de reposo encierra en sí una especie de muerte espiritual, esto es, que el violar cualquier mandamiento acarrea ese tipo de muerte. Los profetas hicieron esta aclaración. La obediencia, por otra parte, significa vida.” (Rushdoony, Institutes of Biblical Law, pág. 137.)
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Con relación a obedecer el día de reposo, el Señor dijo que es “señal…para que sepáis que yosoy Jehová que os santifico“ (Exodo 31:13; cursiva agregada). El Señor enseña un concepto similar de santidad o pureza espiritual en la revelación moderna: “Y para que más íntegramente puedas conservarte sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo”. (D. y C. 59:9; cursiva agregada.)
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El concepto de santificación y la idea de reposo, tal como se usa en las Escrituras, parecen estar íntimamente relacionados. El reposo del Señor es definido como “la plenitud de su gloria” (D. y C. 84:24). Alma enseñó que ciertos miembros de la Iglesia habían entrado en el “reposo del Señor” después de haber sido purificados mediante un proceso de santificación (Alma 13:12). En otras palabras, la obra de Dios es la santificación de sus hijos hasta tal punto que puedan entrar en el reposo final, el cual es la plenitud de su gloria. Se ha mandado que una vez por semana el hombre descanse de sus labores y permita que Dios efectúe su obra de santificación sobre él. Reposar en el día del Señor, entonces, implica mucho más que tomar una siesta o no efectuar las actividades normales. El género humano debe participar en la obra del Señor en ese día, lo que significa santificarse y santificar a los demás. Hacer la obra del Señor (santificación) a menudo implica una gran actividad durante el día de reposo, y es posible que no tengamos descanso físico en el sentido común de la palabra. Podemos suponer que si hacer el bien a un animal en el día de reposo es aprobado por el Señor (véase Mateo 12:11; Lucas 13:15), entonces hacer bien a los hombres goza de mayor aprobación del Señor. Los dos conceptos contenidos en el cuarto mandamiento son reposo y adoración (véase D. y C. 59:10). El verbo hebreo la-avodh, “adorar”, significa también “trabajar” y “servir”. Esta obra santa crea un hombre nuevo y santo; por lo tanto, el día de reposo se relaciona con la obra de la Creación.
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El mandamiento de observar el día de reposo no fue dirigido sólo a la persona sino también a sus siervos (empleados), a los miembros de su familia y a sus animales. Bajo la ley de Moisés, hasta la tierra misma tenía que tener su descanso una vez cada siete años (véase Exodo 20:10; Levítico 25:1-7). Imaginémonos la fe que se requería para confiar plenamente en la providencia de Dios en lugar de depender de las labores de las propias manos cada siete años. (Ese cometido fue dado en Levítico 25:20-22.)
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Las promesas directas de abundancia de cosas materiales, de protección divina y poder espiritual se dan con relación a la santificación del día de reposo. Por ejemplo, después de dar el mandamiento de la observancia del año de reposo, el Señor prometió “y habitaréis en la tierra seguros y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad”. (Levítico 25:18-19.) Isaías prometió a aquellos que no se dejan llevar por sus propias inclinaciones en el día de reposo: “te deleitarás en Jehová [un concepto tal vez relacionado con fortalecer nuestra confianza en la presencia de Dios; véase D. y C. 121:45] y te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la herencia de Jacob”(Isaías 58:14). La herencia de Jacob era la exaltación. ¡Y Jacob fue hecho un Dios! (Véase D. y C. 132:37.)
Las promesas que se encuentran en Doctrina y Convenios 59:16-24 están basadas en la condición expresada en el versículo 16. El élder Spencer W. Kimball habló en detalle acerca del cometido de santificar el día de reposo:
“El cuarto mandamiento es una ley que se compone de dos partes: una positiva y otra negativa. Del lado negativo dice: ‘no hagas en él obra alguna (en el día de reposo)’. Del lado positivo: ‘acuérdate del día de reposo para santificarlo’…
“Cada semana encontramos gente que, en actitud desafiante, lleva adelante su trabajo y actividades recreativas en el día del Señor. Muchas tiendas y otros establecimientos comerciales exhiben grandes carteles: ‘abierto el domingo’. Las fábricas y negocios prosiguen sus actividades ‘a todo vapor’. En ese día se visita casas que están en venta y se efectúa la venta de las mismas. Las playas, parques y otros lugares de diversión están más concurridos que nunca. Largas filas de personas esperan turno para comprar sus boletos frente a los teatros. Los estadios y arenas atraen a miles, y las familias tienen sus reuniones en parques y lugares de recreo en las montañas. Los estudiantes hacen sus tareas escolares y estudian sus lecciones. Los ganaderos siguen atendiendo a sus ganados. La gente viaja innecesariamente. Los agricultores aran la tierra, cultivan y cosechan sus plantíos. Algunos hombres de negocios cierran sus oficinas pero usan los días de reposo para ir a los arroyos a pescar y a las montañas para cazar. Las mujeres limpian la casa y hacen otras tareas hogareñas. Otros van de excursión. La gente, en general, parece estar sobre ruedas: Los caminos están repletos. Hombres a medio vestir podan los arbustos de las cercas o cortan el césped. Los restaurantes y lugares de venta de comida lista para llevar trabajan casi frenéticamente. Mujeres ataviadas en ropa de casa y hombres sin afeitar pasan horas holgazaneando en sus casas. La élite social tiene recepciones y se reúne para tomar el té y, semana tras semana, el día de reposo es profanado y la ley de Dios es desafiada.
“Se entiende que mucha gente buena se ve competida a trabajar durante el día de reposo, ya que si no lo hacen se exponen a perder su empleo. Pero, frecuentemente, aquellos a quienes sus horas de trabajo les exigen que trabajen parte del día de reposo encuentran excusas para no participar del todo en actividades de adoración usando el trabajo como pantalla. Esas personas raramente trabajan el domingo más horas que otras personas, y si tienen la voluntad de hacerlo, generalmente pueden encontrar suficiente tiempo para prestar servicio a sus semejantes y santificar el día de reposo en las horas que sobran.
“Cuando el empleo es escaso y difícil de obtener, algunas personas se ven obligadas a trabajar durante el día santo como ‘buey en el lodazal’. Pero cuando el trabajo abunda, los hombres pueden encontrar trabajo que no requiera servicio en domingo. Quizás sea un sacrificio financiero conformarse con las ganancias obtenidas sin trabajar en el día santo, pero el Señor ha prometido que bendecirá a quienes vivan sus leyes.” (En parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 55, 57-58.)
Luego, refiriéndose a los aspectos positivos del mandamiento, el élder Kimball dijo:
“El término hebreo Sabbath significa ‘reposo’. Abarca el concepto de quieta tranquilidad, paz mental y espiritual. Es un día para librarse de intereses egoístas y actividades absorbentes.
“El día de reposo ha sido dado a través de las generaciones del hombre como convenio perpetuo, y es una señal perpetua entre el Señor y sus hijos. Es un día en el cual podemos adorar y expresar nuestra gratitud y aprecio al Señor. Es un día en el cual debemos someter todo interés mundano y alabar humildemente al Señor, pues la humildad es el comienzo de la exaltación. No es un día para aflicciones y cargas sino para reposo y gozo. No es un día para banquetes, sino un día de comidas sencillas y fiesta espiritual; no es un día de abstinencia, a no ser que se trate del día de ayuno, sino un día en el que la empleada y la señora pueden verse aliviadas de la preparación. Es un día otorgado por la gracia de nuestro Padre Celestial. Es un día en el que los animales deben ser dejados libres para pastar y descansar, en el que el arado puede ser guardado en el lugar de las herramientas y en el que otras máquinas deben enfriarse; un día en el que el patrón y el empleado, el amo y el siervo pueden estar libres de la tarea de arar, hacer zanjas, en fin, de esforzarse. Es un día en el que se debe cerrar la oficina, posponer los negocios, y olvidar las dificultades; un día en el que el hombre puede verse temporalmente libre de aquel primer mandamiento ‘con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra…’ Es un día en el cual el cuerpo puede descansar, la mente relajarse y los espíritus pueden desarrollarse. Es un día en el que se puede cantar, orar, predicar y dar testimonio, y en el que el hombre puede elevarse casi anulando el tiempo, el espacio y la distancia que lo separa de su Creador.
“El día de reposo es un día en el cual debemos hacer un inventario para analizar nuestras debilidades y confesar nuestros pecados a los que nos rodean y a nuestro Señor. Es un día en el cual podemos leer buenos libros, meditar, estudiar las Escrituras y preparar discursos y lecciones, un día para dormir la siesta y descansar, para visitar a los enfermos, predicar el evangelio y visitar investigadores; un día para que nos reunamos tranquilamente con la familia y lleguemos a conocer mejor a nuestros hijos; un día para cortejar adecuadamente, para hacer el bien, para beber en la fuente de conocimiento e instrucción, para buscar el perdón de nuestros pecados, para enriquecer nuestro espíritu y alma, para restaurarnos a nuestra estatura espiritual; un día para participar de los emblemas del sacrificio y expiación de Cristo, para contemplar las glorias del evangelio y de los horizontes eternos, para elevarnos en el sendero que lleva hacia nuestro Padre Celestial.” (En “The Fourth Commandment”, parte 2, The Ten Commandments Today, págs. 66-68.)
(11-9) Exodo 20:12. “Honra a tu padre y a tu madre”
El quinto mandamiento establece claramente la im portancia de la familia ante la vista de Dios. Las relaciones familiares apropiadas constituyen uno de los diez principios fundamentales de la ley, tanto en este mundo como en el venidero. En obediencia a esta ley, la unidad familiar y todos los demás sectores de la sociedad permanecen estables y saludables. En esta época, que se profetizó que sería una época en la que habría personas “desobedientes a los padres…sin afecto natural” (2 Timoteo 3:2-3), uno tiene que considerar seriamente las implicaciones del mandamiento de honrar padre y madre, y la promesa que encierra.
Si los padres son personas rectas y temerosas de Dios, los hijos tienen poca dificultad en entender los mandamientos, aunque algunas veces les sea difícil obedecerlos. Si los padres no son rectos, sin embargo, a menudo surgen dos interrogantes respecto a este mandamiento. Primero, ¿se requiere honrar a los padres aunque éstos sean inicuos? Y segundo, ¿implica obediencia el concepto de honrar, si los padres demandan una conducta equivocada?
Ante todo, aunque en la mayoría de los casos honrar incluye obedecer, los dos conceptos no son lo mismo. Honrar significa “respetar…enaltecer o premiar por su mérito…” Obediencia es el cumplimiento “de la voluntad de quien manda”. Pablo dijo: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo” (Efesios 6:1; cursiva agregada), e inmediatamente añade: “Honra a tu padre y a tu madre” (vers. 2). Obedecer a los padres en el Señor significa obedecerlos en las cosas que son rectas (véase McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 2:521). Sin embargo, siempre que un hijo vive rectamente, acarrea honor a sus padres, sea que sus padres sean rectos o no. También es cierto el concepto opuesto: Siempre que un hijo vive inicuamente acarrea vergüenza a sus padres, sea que ellos sean rectos o no. De manera que honrar a los padres no siempre implica obedecerles. En aquellos casos, relativamente pocos, en que los padres pidan o fomenten una conducta incorrecta de parte de sus hijos, ellos no los honran si les obedecen.
Pero no hay calificativo añadido al mandamiento de honrar padre y madre. Para entender la razón de esto es necesario examinar el modelo perfecto de la relación entre padres e hijos. Solamente en la relación de nuestros Padres Celestiales con sus hijos se encuentra el modelo perfecto de paternidad. Los Dioses, naturalmente, son perfectamente honorables (esto es, merecedores de honra por parte de sus hijos). Si ellos fueran los únicos padres con los que uno tuviera que tratar, sería fácil honrarlos.
Pero, en su sabiduría infinita, han elegido poner a padres mortales para que los representen en la creación y crianza de sus hijos. En otras palabras, los padres son los representantes directos de Dios en la mortalidad y, por lo tanto, así como en el caso de los oficios del sacerdocio, se requiere que los padres honren su llamamiento como representantes de Dios, cumpliendo con las responsabilidades y obligaciones propias de tal llamamiento. Los padres son obligados a esforzarse para ser lo más parecidos posible a Dios. El Señor ha dejado bien en claro que si fracasamos en nuestra responsabilidad como padres, la cual incluye enseñar a los hijos lo que El les enseñaría si estuviera aquí, vendrán serias consecuencias (véase D. y C. 68:25-31; 93:39-44).
Si los padres no cumplen con las responsabilidades de su llamamiento (y, naturalmente, ningún padre puede hacerlo perfectamente), son responsables ante Dios, pero esta circunstancia no quiere decir que por eso los hijos ya no tengan la obligación de honrarlos. Una vez más, si estudiamos los paralelos con un oficio o llamamiento en el sacerdocio, podremos entender la razón por la que el Señor nos pide esto. Si bien es cierto que ningún poseedor del sacerdocio cumple perfectamente con su oficio y llamamiento, su oficio en sí debe ser honrado a pesar de las imperfecciones del individuo. Por ejemplo, aunque un obispo fuera a ser relevado por causa de indignidad personal, uno no deja de honrar su oficio de obispo.
La historia de David y de Saúl es una ilustración clásica de este principio. Saúl había sido elegido y ungido como rey por mandato del Señor. Luego, por causa de su orgullo y testarudez, perdió el apoyo y la protección de Dios, y finalmente pecó gravemente y el Espíritu del Señor se apartó de él. David, elegido y ungido como su sucesor, fue amenazado de muerte por Saúl en varias oportunidades; y a pesar de ello, una y otra vez David rehusó levantar la mano contra Saúl. Su respuesta era: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová” (1 Samuel 24:10). Sin lugar a dudas, Saúl había fracasado en su llamamiento, pero David sabiamente entendió que ese fracaso hacía a Saúl responsable ante Dios, no ante David. Del mismo modo, un padre puede fracasar rotundamente en su oficio y llamamiento, aun al punto en el que el hijo no puede más seguir su ejemplo, pero este hijo siempre tiene la obligación de honrar a su progenitor por motivo que sigue siendo representante de Dios. El élder Bruce R. McConkie declaró este principio en la forma siguiente:
“Los hijos vienen al estado mortal con el requisito inherente, puesto en sus almas por aquel Ser que les dio vida como espíritus, de honrar a sus padres y obedecer su consejo en rectitud.” (Doctrinal New Testament Commentary, 2:521.)
(11-10) Exodo 20:12. “Para que tus días se alarguen en la tierra”
Como se hizo notar anteriormente, el apóstol Pablo se refirió al quinto mandamiento diciendo que es el primer mandamiento con promesa (véase Efesios 6:1-2). ¿Cómo es que honrar a los padres lleva a una vida prolongada sobre la tierra? Para responder a esa pregunta deben ser considerados los puntos siguientes:
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Los israelitas habían recibido la promesa de una tierra en particular como su herencia, así como los jareditas y la familia de Lehi recibieron una tierra prometida. En todos estos casos el Señor enseñó claramente que tal herencia no era automática, sino que dependía de la rectitud de ellos, y que la maldad pondría en peligro la obtención de esa herencia (véase Deuteronomio 28:1-2, 7, 10; 1 Nefi 2:20-21; Eter 2:7-12).
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Cuando Moisés resumió la ley que había sido dada a Israel, cambió un poco las palabras del quinto mandamiento. En Deuteronomio 5:16 leemos: “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da”. (Cursiva agregada.)
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Moisés mandó a los padres de Israel que diligentemente enseñaran a sus hijos las leyes de Dios y les dijo: “para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 6:3; véase también Exodo 20:3-17 donde se encuentran todos los mandamientos dados a los padres).
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Anteriormente Moisés usó una expresión semejante al advertir a los israelitas: “Cuando hayáis engendrado hijos y nietos…e hiciereis lo malo ante los ojos de Jehová…yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra…No estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos.” (Deuteronomio 4:25-26; cursiva agregada.) Entonces Moisés declaró el mismo principio, esta vez en una forma positiva, usando el mismo lenguaje que usó en el quinto mandamiento: “Y guarda sus estatutos y sus mandamientos los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre” (Deuteronomio 4:40).
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Para resumir: la condición para recibir y conservar una herencia en una tierra prometida es la rectitud personal. Solamente si los padres enseñan a sus hijos la ley de Dios y los hijos honran y obedecen a los padres, se podrá mantener esta rectitud personal. De manera que para permanecer en la tierra largo tiempo (Exodo 20:12), la unidad familiar debe funcionar adecuadamente y los hijos deben honrar a sus padres.
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Hay otro aspecto del mandamiento que debemos analizar: las bendiciones personales que recibimos por obedecerlo. El Señor prometió que aquellos que obedezcan los mandamientos gozarán de salud, vigor y fuerza, y que el “ángel destructor pasará de ellos” (D. y C. 89:18-21). Comentando la frase de Pablo con relación a que este mandamiento fue el “primero con promesa” (Efesios 6:2), el élder Bruce R. McConkie dijo:
“Aquí Pablo interpreta la promesa como una promesa personal. Los hijos obedientes y fieles tendrán una vida larga sobre la tierra. Esto es, en la generalidad de los casos, que la vida mortal es prolongada por la obediencia a las leyes del evangelio; pero, más particularmente y en un sentido más elevado, los que son temerosos de Dios y justos, refiriéndose a los humildes, vivirán sobre la tierra una vez más en su estado final o celestial (D. y C. 88:16-20).” (Doctrinal New Testament Commentary, 2:521-22.)
(11-11) Exodo 20:13. “No matarás”
“Uno de los pecados más graves entre todos y que atenta contra el plan de salvación del Señor es el asesinato o la destrucción de la vida humana. Parece claro que el ser culpable de destruir la vida es un acto de /rebelión, contra el plan del Todopoderoso porque se le niega al individuo cuya vida se destruye el privilegio de tener una experiencia plena en esta oportunidad de aprendizaje terrenal. Este pecado está en la misma categoría que la rebelión de Satanás y sus huestes, y, por lo tanto, no deberá sorprendernos si los castigos impuestos sobre un asesino fueran de carácter semejante al de los impuestos a aquellos espíritus que fueron expulsados de los cielos junto con Satanás.” (Harold B. Lee en “The Sixth Commandment”, parte I, The Ten Commandments Today, pág. 88.)
(11-12) Exodo 20:13. ¿En qué forma el mandamiento de no matar afecta a quienes participan en la guerra?
“En una declaración incluida en un mensaje de la Primera Presidencia de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, y presentada en la Conferencia General del 6 de abril de 1942, este tema fue analizado detenidamente. El mensaje fue presentado en un momento en el que casi cien mil jóvenes Santos de los Ultimos Días estaban en combate o entrenándose para combatir en la guerra más destructiva de toda la historia. Cito aquí parte de aquel mensaje (páginas 32-36)
“ ‘…la Iglesia está, y debe estar, contra la guerra. La Iglesia misma no puede hacer la guerra a menos que el Señor dicte nuevos mandamientos, ni puede considerar a la guerra como un medio justo para arreglar disputas internacionales; esas disputas deberían y podrían ser resueltas, con el acuerdo de las naciones, mediante la negociación pacífica.
“ ‘Pero los miembros de la Iglesia son ciudadanos o vasallos de potestades sobre las que la Iglesia no tiene control alguno. El Señor mismo nos ha dicho que [(se cita D. y C. 98:4-7)].’
“Aunque por sus términos esta revelación se relacionaba más especialmente con Estados Unidos, los principios enunciados en ella son universales en su aplicación, y están dirigidos específicamente a todos los miembros de la Iglesia. Por lo tanto, cuando la ley constitucional de un país llama a los hombres de la Iglesia a integrar las fuerzas armadas de ese país al cual están sujetos, su deber cívico es responder al llamamiento. Si por escuchar ese llamado, y obedeciendo a quienes tienen el mando sobre ellos, quitan la vida de aquellos que pelean en su contra, ese acto no los constituye asesinos, ni los sujeta al castigo que Dios ha decretado para quienes matan, por las razones mencionadas en seguida. Sería un Dios cruel si castigara a sus hijos como pecadores por actos cometidos como inocentes instrumentos de una soberanía la cual El les ha dicho que tienen que obedecer y cuyos mandatos no tienen poder para resistir.
“ ‘El mundo entero se encuentra sumergido en una guerra que parece la peor de todos los tiempos. Esta Iglesia es una Iglesia universal. Sus miembros devotos se encuentran en ambos campos y son los instrumentos inocentes de sus gobiernos en conflicto. De ambos lados creen que están luchando por sus hogares, por su país y por la libertad, y todos oran al mismo Dios, en el mismo nombre, clamando la victoria. Ambos bandos no pueden tener razón completamente y es posible que ninguno esté libre de error. Dios decidirá, en su propia manera, la justicia y la rectitud del conflicto, pero El no tendrá por responsables del conflicto a los inocentes instrumentos de la guerra, nuestros hermanos en armas. Esta es una de las grandes crisis en la vida terrenal del hombre y Dios está al timón.’
“Hay, entonces, una enorme diferencia entre destruir la vida actuando bajo el mandato de una nación soberana a la cual tenemos el deber de obedecer, y matar por responsabilidad propia. Sería conveniente que todo joven llamado al servicio militar estudiara cuidadosamente la declaración de la Primera Presidencia que acabo de citar.” (Lee, en “The Sixth Commandment”, parte 2, The Ten Commandments Today, págs. 93-94.)
(11-13) Exodo 20:14. “No cometerás adulterio”
“El hombre debe reproducirse. No forma parte del reino vegetal y, por lo tanto, no sigue los principios que rigen esa forma de vida, ni es un animal guiado por los instintos. Como hijo de Dios, el hombre recibió poderes no otorgados a otras formas de vida. Fue hecho de la raza divina y por lo tanto pudo tener muchos de los privilegios y poderes pertinentes a la divinidad.
“El poder de la reproducción es dado al hombre para perpetuar su especie de la misma manera que le fue dado a formas inferiores de vida. Pero en tanto que el Señor estableció leyes naturales que rigen el uso de este poder entre las formas inferiores, leyes que los animales por su naturaleza no tienen la tendencia de quebrantar, el hombre está en una situación diferente. Con su libre albedrío, con sus impulsos, algunos para bien otros para mal (aun Satanás se rebeló en la preexistencia), puede usar estos poderes dados por Dios para propósitos buenos o malos. A diferencia de los animales, este poder no es gobernado por instinto en el hombre sino que es asunto de elección. El hombre poseía el derecho de escoger antes de venir al mundo, y ese derecho no le fue quitado al hacerse mortal. Los animales no corrompen sus poderes reproductivos, pues el instinto se ocupa de eso. Pero ¿qué ha de hacer el hombre? Esta pregunta nos lleva al núcleo del propósito por el cual el hombre fue enviado aquí: para probarlo y saber si es digno de volver a la presencia de Dios. Con este derecho de escoger por sí mismo, está libre para elegir su propia senda y puede hacer lo que ennoblece o lo que rebaja.
“Las leyes son la respuesta. ¿En qué otra forma podría tratar Dios con un ser inteligente que tiene el derecho de elección y que tiene que ser probado para ver qué camino elige?
“De manera que Dios llamó ante El al primer hombre y a la primera mujer. Como macho y hembra tenían que reproducir su especie, pero tenían que hacerlo bajo ciertas condiciones prescritas por Dios…
“El convenio del matrimonio, este pacto sagrado que tiene una duración eterna, fue la institución celestial que Dios nos dio y bajo la cual sus hijos mortales podrían reproducirse. No debía haber relación sexual fuera del matrimonio. Además, los hijos nacidos a la pareja dentro del matrimonio señalado por Dios serían sus hijos para siempre y las familias continuarían como unidad aun en la eternidad. Los lazos familiares, establecidos en la vida terrenal, durarían para siempre. Esto es parte del sistema del cielo transferido a la tierra y debe ser mantenido siempre como cosa santa.” (Mark E. Petersen, en “The Seventh Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 104-5.)
(11-14) Exodo 20:15. “No hurtarás”
Los Diez Mandamientos establecen los grandes principios que sirven de fundamento a la justicia y la rectitud. Son tan amplios y profundos que cubren todos los aspectos de la conducta moral. El octavo mandamiento es un buen ejemplo, pues está contenido en sólo dos palabras, y, sin embargo, las implicaciones son tales que tratan de muchos aspectos de la conducta del hombre. Desde la Caída, Adán y el género humano que vino después de él recibieron el mandamiento de trabajar por su pan (véase Génesis 3:19). Cuando el hombre busca cosechar los beneficios de las labores de otro sin compensación adecuada, comete un hurto. Así tenemos que el hurto consiste en mucho más que solamente tomar la propiedad ajena. El presidente Spencer W. Kimball dijo:
“La palabra del Señor tiene aplicación tanto en nuestro trabajo como en nuestra vida particular: ‘No hurtarás…ni harás cosa semejante’ (D. y C. 59:6).
“A menudo nos encontramos justificándonos en toda forma de actos faltos de honradez, incluyendo el robar en las tiendas, lo que es sucio y bajo, y que, sin embargo, es cometido por millones de personas que dicen ser honorables y decentes.
“La falta de honradez viene en muchas formas: en atracos a mano armada; en la explotación del amor y las emociones de alguien para obtener lucro; en el robo de dinero o llevarnos lo que pertenece a los patrones; en la falsificación de cuentas bancarias; en sacar ventaja de otros contribuyentes al erario público, mediante reclamos falsos; en buscar exoneraciones no justificadas; en los préstamos particulares u oficiales, sin intención de devolver lo solicitado; en declararse en bancarrota injusta e impropiamente, solamente para evitar el pago de deudas pendientes; en robar en la calle o en las casas, dinero y otras posesiones de valor; en robar tiempo, dando menos de la labor honesta de trabajo de un día a cambio del pago por un día completo; en viajar sin pagar el precio debido para hacerlo; en fin, en todas formas de falta de honradez, en todos los lugares y en todas las condiciones.
“A todos los hurtos y actos carentes de honradez, el Señor dice: ‘No hurtarás’. Usó solamente dos palabras breves. Ya que es posible que se haya preocupado por la larga lista que tendría que haber hecho de las distintas formas de robar, falsificar y aprovecharnos de nuestro prójimo. Así que incluyó todos los métodos existentes para tomar lo que no nos pertenece diciendo sencillamente: ‘No hurtarás’.” (”A Report and a Challenge”, Ensign, noviembre de 1976, pág. 6.)
(11-15) Exodo 20:16. “No hablarás…falso testimonio”
“El asesinato, el adulterio y el robo, relacionados directamente con la vida, la virtud y la propiedad, generalmente son considerados ante la ley como ofensas más serias que hablar falso testimonio. Y, sin embargo, lo que a esto le falte en gravedad se compensa con la frecuencia con que se comete. Es más, la mayoría de quienes leen estas lecciones probablemente se aparte, como lo haría de una plaga, de las tres ofensas sociales mencionadas primero; pero consciente o inconscientemente todos, el algún momento, nos vemos tentados al rumor descuidado y a otras formas de expresar falso testimonio…
“Dar falso testimonio es testificar o repetir murmuraciones, insinuaciones, especulaciones como si fueran verdad, para daño de un ser humano. A veces la práctica arranca de una falta de información correcta; otras, de falta de comprensión, o de una disposición enfermiza para distorsionar y falsear la verdad.
“En tanto que el asesinato consiste en quitar la vida, el decir falso testimonio consiste en la destrucción del carácter o en la difamación. Llega a la ruina de la reputación del individuo.” (Adam S. Bennion, en “The Ninth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 134-36.)
(11-16) Exodo 20:17. “No codiciarás”
“Este es el último de los Diez Mandamientos, y si no tuviera tanta relación con los demás, algunos podrían suponer que es uno de los de menor importancia. Pero todos los mandamientos se interrelacionan de tal manera que no se puede desobedecer uno sin debilitar los demás. Para ilustrar el punto (y para tener presente a los otros nueve):
“Quien codicia las ‘cosas’ materiales de la vida puede tener ‘otros dioses ajenos’ delante del Señor y puede inclinarse ante los mismos en pensamiento y espíritu, aunque no lo hace físicamente.
“Quien codicia puede tornarse duro y descuidado en otras cosas también, tales como ‘tomar en vano el nombre del Señor’.
“Quien codicia puede no santificar el día de reposo a fin de obtener más ganancias.
“El que codicia tal vez no apoye a su padre y a su madre en sus necesidades.
“Algunos han llegado al asesinato por causa de la codicia.
“Muchos que han codiciado ‘la mujer del prójimo’ han cometido el grave pecado del adulterio.
“Quien codicia tiene más propensión a robar (o a estafar o cometer desfalcos, etc.).
“El que codicia puede dar falso testimonio a fin de obtener beneficios.
“De manera que el décimo mandamiento está inseparablemente integrado a todos los demás, y codiciar podría llevar a la infracción de todos los otros, pues la vida es una unidad en la que cada parte complementa a las demás. Y en la palabra de Dios también hay unidad y armonía, y toda palabra de El proviene de la misma fuente. Y cada vez que ignoramos algún consejo o mandamiento divino, podemos estar bien seguros de que nos debilitamos y aumentamos nuestra susceptibilidad ante los demás pecados…
“El mandamiento contra la codicia no significa que no debemos tener un deseo sano de mejorar nuestra situación. No quiere decir tampoco que no debemos tener una honrada ambición de poseer más de las cosas buenas de la vida, ni significa que no podamos admirar lo que tiene nuestro prójimo y buscar, con nuestro esfuerzo, obtener cosas de igual valor. La tierra tiene abundancia para todos, y la necesidad interior de adquirir para nosotros las cosas buenas que otros tienen es una cualidad productiva del carácter, siempre que las adquiramos mediante el esfuerzo honrado, por las sendas de lo que es legal y manteniendo la vida bien equilibrada. El peligro surge cuando lo que no es más que una ‘cosa’ comienza a importar demasiado.” (Richard L. Evans, en “The Tenth Commandment”, parte 1, The Ten Commandments Today, págs. 142-44.)
Las Escrituras contienen una interesante definición de la codicia. Pablo, en dos ocasiones, comparó la codicia con la idolatría (véase Efesios 5:5; Colosenses 3:5). La implicación que surge es que cuando ponemos el corazón en las cosas del mundo, al extremo de que la lealtad a Dios y sus principios ya no importa, entonces las cosas materiales se tornan en dioses para esa persona; las busca y las adora, y esta práctica es idolatría. El Señor dijo que la idolatría era una característica bien marcada de esta generación (véase D. y C. 1:16). Samuel le dijo a Saúl que el pecado y la iniquidad también son idolatría (véase 1 Samuel 15:23).
RESUMEN ANALITICO
(11-17) Las leyes establecidas en los Diez Mandamientos ya estaban vigentes antes que la tierra fuera organizada. Todos los profetas las han enseñado y son los cimientos de todas las civilizaciones que han sido establecidas. También son las pautas para una vida plena y feliz. Si somos sabios, buscaremos estas bendiciones mediante la obediencia a los mandamientos. El profeta José Smith dijo:
“La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. Mas no podemos guardar todos los mandamientos si en primer lugar no los sabemos, y no podemos esperar saberlos todos, o saber más de lo que ya sabemos a menos que cumplamos o guardemos lo que ya hemos recibido. Aquello que en tal o cual circunstancia es malo puede ser, y frecuentemente es bueno en otra.” (Enseñanzas pág. 312.)
Es importante notar que aún hoy en día, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el Señor ha reiterado cada punto de la ley sagrada. Deténgase un momento para considerar la aplicación de los Diez Mandamientos en la actualidad y para ello lea los pasajes anotados a continuación.
Los Diez Mandamientos entonces y ahora
Mandamiento |
Epoca antigua |
Epoca moderna |
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|
Exodo 34:10-14 Deuteronomio 5:6-7 |
D. y C. 76:1-4 |
|
Exodo 34:17 Deuteronomio 4:15-19 |
D. y C. 1:15-16 |
|
Levítico 19:12 Deuteronomio 5:11 |
D. y C. 63:61-62 |
|
Exodo 31:12-17 Deuteronomio 5:12-15 |
D. y C. 59:9-13 |
|
Exodo 21:15, 17 Deuteronomio 21:18-21 |
D. y C. 42:18-19, 79 |
|
Exodo 21:12-14 Deuteronomio 5:17 |
D. y C. 42:18-19, 79 |
|
Exodo 22:16-17 Deuteronomio 5:18 |
D. y C. 42:22-26, 74-81 |
|
Levítico 19:13 Deuteronomio 5:19 |
D. y C. 42:20, 84-85 |
|
Salmos 101:7 Deuteronomio 5:20 |
D. y C. 42:21, 27, 86 |
|
Proverbios 28:16 Deuteronomio 5:21-22 |
D. y C. 19:25-26 |