Clásicos del Evangelio
La función de Adán al hacernos llegar la vida terrenal
Cuando se puso a Adán en el Jardín de Edén, estaba en presencia de Dios nuestro Padre Eterno. Hablaba con el Padre y el Padre con él. Pero sucedió algo que tenía que suceder: Adán comió cierto fruto. En mi Biblia, la versión del rey Santiago [en inglés] dice [en una nota al pie] de la caída de Adán que fue “la vergonzosa caída del hombre”. Y bien, la Caída no fue en absoluto vergonzosa.
Adán vino aquí a traer la muerte a la tierra y eso dio como resultado que se expulsara a Adán y a Eva y a su posteridad de la presencia del Eterno Padre. A partir de entonces, el Hijo de Dios entra en escena como nuestro Redentor… El Salvador es quien se halla entre la humanidad y nuestro Padre Celestial… El Hijo es el Mediador entre la raza humana y el Padre Eterno. Raramente se oye una oración a nuestro Padre Celestial que no se ofrezca en el nombre de Su Hijo Amado, y así debe ser. Cristo vino a este mundo a representar a Su Padre; vino al mundo a enseñar a la humanidad quién es Su Padre, por qué debemos adorarlo y cómo debemos hacerlo. Por la ofrenda de Su sangre, Él llevó a cabo la obra más grandiosa que se haya realizado en este mundo terrenal, la cual pagó una deuda que el ser humano debe al Padre Eterno, deuda que heredamos por la caída de Adán.
Ellos nos abrieron la puerta
Adán sólo hizo lo que tenía que hacer: Comió de aquel fruto por un buen motivo, que era abrir la puerta para traernos a este mundo, a ustedes, a mí y a todos los demás, porque él y Eva habrían podido quedarse en el Jardín de Edén; podrían estar allí todavía si Eva no hubiese hecho algo.
Uno de estos días, si alguna vez llego al lugar en donde puedo hablar con nuestra madre Eva, quiero agradecerle el haber tentado a Adán para que comiera el fruto. Él aceptó la tentación, cuyo resultado fue el nacimiento de niños en este mundo… Si ella no hubiese tenido esa influencia en Adán, y si él hubiese actuado de acuerdo con el primer mandamiento que se les había dado, todavía estarían en el Jardín de Edén y nosotros no estaríamos aquí; no habríamos venido a este mundo. Por eso, los que pusieron las notas al pie en la Biblia cometieron un gran error al escribir… “la vergonzosa caída del hombre”.
Bien, eso era lo que el Señor esperaba que Adán hiciera, porque su acción abrió la puerta a la condición mortal; y vinimos aquí, a este mundo terrenal, para recibir capacitación en esa condición que no podíamos obtener en ninguna otra parte ni de ninguna otra manera. Vinimos a este mundo a tomar parte en todas las vicisitudes, para recibir las lecciones que se reciben en un cuerpo terrenal y de un mundo terrenal; así es como estamos sujetos al dolor, a la enfermedad. Somos, además, bendecidos por obedecer los mandamientos del Señor, con todo lo que Él nos ha dado, y si lo seguimos y somos constantes y fieles, eso nos llevará de regreso a la presencia de Dios nuestro Padre Eterno, como Sus hijos e hijas con el derecho de recibir la plenitud de la gloria celestial.
Somos privilegiados por ser mortales
No habría sido posible que recibiéramos esa gran bendición de la gloria celestial sin un período como seres mortales; por eso vinimos a este mundo terrenal. Estamos en la escuela, en una escuela de mortales, a fin de obtener las experiencias, la capacitación, los gozos y los sufrimientos por los que pasamos y así educarnos en todos esos aspectos y prepararnos, si somos fieles y constantes a los mandamientos de Dios, para llegar a ser los hijos y las hijas de Dios y coherederos con Jesucristo, y en Su presencia pasar a la plenitud y a la continuación de las simientes para siempre, y, tal vez por medio de nuestra fidelidad, tener la oportunidad de organizar mundos y de poblarlos.
Hermanos y hermanas, cuando oremos, démosle gracias al Señor por Adán. Si no hubiera sido por él, yo no estaría aquí; ustedes tampoco; estaríamos todavía en los cielos esperando como espíritus y rogando que alguien… pasara por cierta condición que produjera nuestro estado mortal.
Estamos en la vida terrenal para obtener la experiencia, la capacitación que no podríamos lograr de ninguna otra manera. Y a fin de que lleguemos a ser dioses, es necesario que sepamos algo sobre el dolor, sobre la enfermedad y sobre todo lo demás que pasamos en esta escuela terrenal.
Por eso, hermanos y hermanas, no nos quejemos de Adán ni deseemos que él no hubiera hecho lo que hizo. Yo se lo agradezco; estoy contento de tener el privilegio de estar aquí y de pasar por la vida terrenal; y si soy constante y fiel a los convenios y a las obligaciones que tengo como miembro de la Iglesia y en el reino de Dios, podré tener el privilegio de regresar a la presencia del Eterno Padre; y eso mismo les sucederá a ustedes, hijos e hijas de Dios con derecho a la plenitud de la gloria celestial.
Discurso de la conferencia general de octubre de 1967, con el agregado de subtítulos.